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Cataluña diseña una asignatura alternativa con cultura clásica, filosofía y «hecho religioso»

Los alumnos de ESO podrán escoger como novedad a partir del próximo curso entre hacer la asignatura de religión o bien la de cultura y valores éticos, que girará en torno al «pensamiento humanista y de base filosófica» con un acercamiento al hecho religioso y la cultura de las religiones.

«Un ciudadano culto debe comprender y valorar las manifestaciones que proceden de unas raíces culturales y religiosas presentes en nuestro mundo», como la mitología grecorromana, ha destacado este martes la consellera de Enseñanza, Irene Rigau, en rueda de prensa tras el Consell Executiu.

La nueva materia se enmarca en el Decreto de ordenación de las enseñanzas de la ESO, aprobado este martes por el Govern, con el fin de adaptarse a la ‘ley Wert’, que se desplegará en todos los cursos de Primaria y en el de primero y tercero de ESO siguiendo el modelo marcado por la Ley de Educación de Catalunya (LEC), ha señalado.

Rigau ha destacado que, con el nuevo decreto –en el que la Generalitat lleva cuatro años trabajando–, se adapta a la ley estatal con un «enfoque propio» gracias a que puede potenciar las fórmulas optativas que marca la norma estatal.

La Conselleria ha diseñado la materia alternativa a la religión para adaptarse a la Lomce, que reintroduce la antigua fórmula de elegir entre religión y una asignatura de ética, ha avanzado ‘La Vanguardia’.

«Entendemos que hay una parte de la cultura muy vinculada al hecho religioso y que se debe conocer tanto si haces religión como si no lo haces. ¿Los chicos que no hacen religión no deben saber qué es la Biblia?», se ha preguntado Rigau.

Considera que lo «ideal» sería una asignatura general de ética y religión, pero que no es posible debido a los acuerdos con la Santa Sede, que obligan a que la religión sea de oferta obligatoria.

El decreto también prevé dedicar más tiempo a matemáticas, con 35 horas más en tercero de ESO; y un aumento de otras 35 horas de primera lengua extranjera a lo largo de la etapa, que se harán especialmente evidentes con la impartición de otras asignturas no lingüísticas en segundo de ESO.

COMPETENCIA DIGITAL

La consellera también ha destacado la incorporación de la «transversalidad de la competencia digital» del alumnado en diferentes materias con la intención de acreditar esta competencia al final de la etapa, a través de la Acreditación de competencias en tecnologías de información y la comunicación (Actic) del marco europeo.

Sobre lenguas, los alumnos podrán acceder a la acreditación del B1 para la primera lengua extranjera y de A2 para la segunda lengua extranjera.

Además, se consolidarán las materias artísticas como materias comunes con una distribución horaria equilibrada; se preservará tecnología como materia común; se mantendrá el trabajo de síntesis de primero a tercero en el currículum catalán, y el proyecto de investigación en cuarto de ESO.

ADOLESCENTES Y ANCIANOS CONTRA EL «INDIVIDUALISMO»

Otra novedad es un plan de servicios a la comunidad, que este curso empezarán a aplicar 302 centros –la mayoría, de intercambio generacional–, con el fin de combatir el «individualismo imperante» en la sociedad actual.

Según ella, el currículum de educación Secundaria consolida el modelo pedagógico catalán de adquisición de competencias.

Rigau ha destacado que el nuevo currículum incorpora un «nuevo modelo metodológico» para mejorar la manera de aprender, de forma que los cambios no serán ni de horarios ni de estructura y serán mínimos.

Se trata del tercer decreto de Secundaria aprobado por la Generalitat en 30 años, y «quiere ser un nuevo impulso a la evaluación y una intensificación de las lenguas extranjeras y la competencia digital».

CALIDAD DE ENSEÑANZA

«Hemos hablado mucho de la calidad de la enseñanza, y ahora tenemos que pasar a hablar en la calidad del aprendizaje y la evaluación», según Rigau, que ha dicho que el decreto empezará a aplicarse el próximo curso a primero y tercero de ESO y el siguiente en segundo y cuarto de ESO.

Con la aprobación, la consellera se ha comprometido a trabajar para conseguir que el 90% de alumnos de la ESO se gradúen en 2018, frente al 86,7% actual.

También ha confirmado haber hecho unas orientaciones mínimas para los alumnos de Bachillerato, a la espera de conseguir una moratoria para la aplicación de la Lomce.

Esta noticia ha sido publicada por Europa Press Barcelona en: www.teinteresa.es

El honor de los filósofos

En agosto de 1943, el filósofo francés Jean Cavaillès es arrestado por la Gestapo y finalmente fusilado el 17 de enero de 1944 en la ciudad de Arras. Durante el juicio, cuando un miembro del tribunal le pregunta por los motivos subjetivos que le habían movido a la resistencia, responde que “había sabido encontrar en la continuidad de la lucha un antídoto para la humillación de la derrota”, precisando de pasada que, dado su amor a la Alemania de Kant y de Beethoven, con su postura militante “demostraba que realizaba en su vida el pensamiento de sus maestros alemanes”. Todo filósofo es movido por la convicción de que las interrogaciones filosóficas no son algo contingente, sino que anidan en todos los seres de razón, como problemas invariantes de la existencia. Pero ante un orden social sustentado en el repudio de la verdad, para Cavaillès el debate conceptual pasaba necesariamente por el combate militante.

En esa misma Europa de la guerra, en el Oflag II B —un cuartel-prisión para oficiales en Pomerania— un grupo de reclusos intenta que aquella atmósfera opresiva no sea óbice para el ejercicio de la filosofía. En esos años la obra de Husserl está proscrita en Alemania por su condición de judío. Sin embargo, en el Oflag II B, el interno Paul Ricoeur se hace con un ejemplar de Ideas del pensador, que lee y comenta a escondidas de sus guardianes, realizando en los márgenes una traducción que en los años cincuenta se publicaría en París. Historia de anotaciones al margen que tiene un noble y trágico precedente:

En 1553 el pensador aragonés Miguel Servet fue conducido a la hoguera. No se trataba solo de la circulación pulmonar de la sangre, expuesta en el libro V de su Restitución del cristianismo; es también asunto de honor intelectual frente a la palabra autoritaria y la correlativa venganza del poderoso, pues conminado por el reformador Calvino a leer su Institución de la religión cristiana,Servet le había devuelto el ejemplar plagado de notas críticas. En el juicio el pensador nunca se doblegó, acusando al propio Calvino y pidiendo que este fuera sometido a idéntico interrogatorio que él mismo. Hay precedentes de esta actitud: “A regañadientes acepto tu muerte, como a regañadientes hubieras aceptado que te concediera la vida”, habría dicho César al enterarse del final trágico del filósofo estoico Catón el Joven, vencido por haber tomado el partido de Pompeyo, pero jamás genuflexo ante aquel a quien había acusado de perjuro e ilegalidad.

Recordando que las doctrinas religiosas imperantes daban apoyo a las arraigadas convicciones sobre la centralidad de la Tierra, el Nobel de Física Max Born se pregunta: ¿qué hizo que las nuevas hipótesis astronómicas fueran abriéndose camino? Pues simplemente, responde, que lograr explicar el entorno terrestre o celeste constituye “el ardiente deseo de toda mente pensante”, deseo que no se aminora en absoluto por el hecho de que aquello que se trata de aclarar “sea eventualmente de total irrelevancia para nuestra existencia”. Total irrelevancia para la existencia empírica, pero fundamental para la dignidad del espíritu humano, por la cual, sin necesidad de remontarse a Sócrates, tantos pensadores se han jugado el espíritu y la vida. Aun sin llegar a ser objeto de condena y prisión, decenas son los filósofos que han respondido con entereza en circunstancias que hacían difícil mantenerse fieles a la exigencia de verdad: “Hay que irse”, es la sobria despedida de René Descartes a su muerte en Estocolmo en 1650. Doce años más tarde, la Iglesia pone la obra completa en elÍndice y cuando en 1667 sus restos retornan a Francia el monarca Luis XIV prohíbe todo elogio público.

El filósofo, más que indicarnos dónde reside el bien, ha de dar pruebas de entereza, lo cual exige seguir respondiendo a las exigencias del pensar en los momentos mismos en los que el combate contra los enemigos del pensamiento constituye el primer imperativo, pues la filosofía puede ayudar a la liberación siendo efectivamente filosofía. De ahí los arrestos de Cavaillès para escribir en la cárcel un abstracto tratado sobre lógica y teoría de ciencia. Al proseguir con el rigor que se conoce su admirable trabajo al servicio de la causa del lenguaje, a la vez que denuncia el feroz tratamiento de la crisis griega por los poderes mundiales, Noam Chomsky hace hoy día honor a esa indomable tradición.

Este artículo ha sido escrito por Víctor Gómez Pin (catedrático de Filosofía de la UAB) en: www.elpais.com

La filosofía es un acto de rebeldía.

Cuenta la leyenda que el primer filósofo, Tales de Mileto, caminaba por la antigua Grecia observando detalladamente el firmamento mientras pensaba en el origen de la vida. Absorto en la meditación, no vio que en el camino había un hoyo gigantesco, inevitablemente cayó en él. Cuando su criada le ayudó a salir le dijo: ¡Oh Tales, presumes de ver lo que está en el cielo, cuando no ves lo que tienes a los pies!

Esta anécdota refleja perfectamente el quehacer de los filósofos, quienes absortos en profundas meditaciones son incapaces de observar el mundo que les rodea. No sólo en el sentido práctico (yo personalmente me he caído y/o perdido más de una vez) sino en el reflexivo. Las academias filosóficas se ocupan principalmente de estudiar (y repetir) a los grandes pensadores, analizan el concepto de <ser> en Parménides o traducen (por enésima vez) las cartas que le escribió Heidegger a Arendt. Pero poco nos ocupamos de promocionar nuestra noble actividad.

La filosofía es el arte de pregunar, analizar, criticar y reflexionar la realidad que nos rodea. El filósofo no es la persona que estudió un doctorado, maestría o licenciatura en esta área, todos a nuestra singular manera, lo somos; en el borracho de la esquina, la señora de las pepitas, el niño hiperactivo y los abuelos dormilones se esconde un filósofo en potencia.Cada uno de nosotros nos hemos preguntado más de una vez: ¿Qué hago aquí?, ¿Qué sentido tiene la existencia?, ¿Qué o quién es Dios? En el momento en el que detengo mi ajetreada vida y cuestiono algún elemento de ella, estoy haciendo filosofía.

Los seres humanos necesitamos hacer filosofía. Caminamos por este sendero de lágrimas aceptando cada una de las cosas que nos dictan como borregos que se dirigen al matadero. Estamos dispuestos a obedecer las reglas: nacer, crecer, reproducir y morir son los propósitos de nuestras vidas vacías. Pero ¿quién determinó esto? ¿Qué sentido tiene seguir con este absurdo reglamento? ¿Es posible vivir de otra forma?

La filosofía es un acto de rebeldía, es la oveja negra que en lugar de seguir a sus hermanas, se detiene a pensar en el sentido de su vida. Es la oveja negra que se rehusa a ser trasquilada porque busca ser algo más que un animal. El hombre es un ser finito, pequeño en comparación con el universo, lleno de angustia y miedo que al hacer filosofía, trasciende su mortalidad.

En la actualidad, México es un país que sufre y llora, que deambula sin saber hacia dónde dirigirse, perdido en el oscuro océano de la violencia, sin poder distinguir entre la verdad y los cuentos de ficción que aparecen en el noticiero nocturno. México necesita filósofos (as), seres que critiquen fuertemente las acciones del gobierno, al tiempo que reflexionan y buscan las mejores políticas para el país.

Es el momento de sacar la filosofía de las universidades porque este país necesita pensar. Estamos rodeados de medios (Facebook, Twitter, la televisión, etc.) que promueven la estupidez, siempre es más fácil vender una crema para adelgazar a un estúpido que a una persona que reflexiona. El ser humano está hecho para pensar, para hacer filosofía. Y hoy más que nunca, este país necesita seres pensantes.

Los mexicanos afortunados que hemos cursado la educación superior debemos fungir como docentes de la sociedad enseñándoles el noble arte de preguntar, cuestionar, criticar, sobre todo proponer nuevas formas de vivir. Perdamos el miedo a la filosofía, pues no es un quehacer exclusivo de los eruditos, sino una necesidad del ser humano, tal vez más elemental que la respiración. Porque como lo afirmó Sócrates hace dos mil años “una vida sin filosofía no merece ser vivida”.

Este artículo ha sido escrito por Anakaren Rojas en: www. sdpnoticias.com

Sobre la autora

Estudió la licenciatura en filosofía en la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Cursó la maestría en la misma disciplina en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid. Es coautora del libro «Ensayos históricos del bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana»(2010) editado por el Ayuntamiento de Tlaxcala. Autora del texto «El camino hacia la distinción cartesiana de alma y cuerpo» (2013) publicado por la Editorial Académica Española. Escribe columnas de opinión en el medio digital Versustlx y el periódico Síntesis. En agosto de 2014 ganó el Premio estatal de la Juventud otrogado por el Gobierno del estado.

Habermas y Taylor obtienen el premio Kluge, el Nobel de la filosofía

El filósofo y sociólogo alemán Jürgen Habermas, de 86 años, y su colega canadiense Charles Taylor, de 83, han recibido el premio mejor dotado en el campo de la filosofía –y que no tiene su correspondiente Nobel–, el premio John W. Kluge dotado de 1,5 millones de dólares. El premio fundado por el empresario germano-estadounidense John Werner Kluge ha recaído en estos dos brillantes filósofos sobre todo por su participación en el debate político a nivel público. Así lo ha indicado el director de la biblioteca del Congreso estadounidense James Billington, en Washington D.C., donde se ha anunciado el premio.

Habermas es conocido por sus trabajos en ética, filosofía política y derecho, y sus teorías son conocidas, estudiadas y discutidas en todo el mundo. El filósofo alemán es el miembro más eminente de la segunda generación de la Escuela de Frankfurt y uno de los exponentes de la Teoría crítica. Entre sus aportaciones destacan la construcción teórica de la acción comunicativa y la democracia deliberativa: «Habermas es un erudito cuya influencia no debe ser subestimada» ha indicado Billington. Tras la la Caída del Muro, el alemán se expresado sobre todo acerca de la integración europea y la globalización.

Taylor, por su parte, se ha ocupado acerca de la multiculturalidad criticando la tesis del «Choque de las culturas». La fundación Kluge premia y financia a intelectuales de las humanidades y las ciencias sociales por la obra de toda una vida, como por ejemplo a los filósofos Leszek Kolakowski y Paul Ricoeur, a los historiadores Peter Brown y John Hope Franklin o al sociólogo ex presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso.

Esta noticia ha sido publicada por José Pablo Jofré en: www.abc.es/cultura

Charles Taylor: «Las personas no tienen claro hoy el sentido de la vida»

Charles Taylor (Montreal, 1931) es profesor emérito de Filosofía en la Universidad de McGill. Formado en Oxford, es un profundo conocedor de las corrientes del pensamiento contemporáneo. En su última obra, La era secular (Gedisa, dos volúmenes que suman más de 1.200 páginas) analiza el impacto de la ciencia, la Reforma protestante y las mejoras socioeconómicas en las transformaciones de los sistemas de creencias en Occidente. Está convencido de que la convivencia religiosa es posible y deseable, así como de que la fe, hoy en retirada, no desaparecerá. Sostiene la conveniencia de encontrar un nuevo lenguaje para explicar el presente, ante el agotamiento de las viejas palabras. Entre sus obras destacan Las fuentes del yo y La ética de la autenticidad (Paidós). El Gobierno canadiense le encargó, junto al sociólogo Gérard Bouchard, un trabajo sobre las diferencias culturales y la acogida de inmigrantes, hoy conocido como el informe de la comisión Bouchard-Taylor.

Pregunta. Usted ha estudiado el declive de las creencias religiosas, convencido de que ése es un cambio central en la sociedad actual. ¿Es así?

Respuesta. He intentado dar una perspectiva sobre uno de los cambios de era vividos durante los últimos doscientos años. Hemos pasado de una sociedad marcada por la cristiandad a otra abierta y diversificada. Ahora hay distintas formas de ser cristiano o ateo. Es una situación completamente nueva en la historia de la humanidad. Mi idea era describir el presente y comprender cómo se ha pasado de la fe a la falta de fe.

P. Y, ¿qué ha pasado?

R. Bueno, lo que se cuenta es siempre una narración, un relato, como dice Paul Ricoeur. Yo creo que la vida humana no se comprende sin un relato. Al analizar la situación de la espiritualidad y de la religión compruebo que hay muchas personas que buscan algo, sea una concepción atea o religiosa. Hay también muchas personas que lamentan la erosión de la cristiandad y se resisten a su desaparición. El desafío es entender a las dos partes, creyentes y no creyentes, y que convivan.

P. En su obra habla de ataques de los laicos a los cristianos. En España se da más bien lo contrario: hay creyentes que intentan convertir sus opiniones en leyes y prohibir el aborto.

R. El laicismo dirigido a contener la religión tiene sentido cuando hay una iglesia hegemónica, pero en Francia, Canadá, Estados Unidos, Alemania, se da una diversidad sin hegemonía posible por parte de una iglesia. Si España no está ahí, el laicismo contra una iglesia hegemónica es todavía pertinente. Pero lo que ocurre a veces en Occidente es que no hay un anticlericalismo contra el catolicismo, sino contra los musulmanes que, por ejemplo en Francia, son una minoría ya discriminada. El resultado es una marginación que acelera su sentimiento de exclusión. Algo muy diferente a lo que ocurrió en Francia durante la Tercera República. Entonces había un problema porque una parte de la población quería reinstaurar un régimen monárquico católico y había que luchar contra ello.

P. El futuro, ¿será más tolerante?

R. Tolerancia no es la mejor palabra. Una democracia no es tolerante, es un régimen de derecho, algo superior a la tolerancia. La cuestión es si somos capaces de mantener un verdadero régimen de derecho. En caso contrario, la mejor solución disponible es la tolerancia. Pero el objetivo ha de ser una democracia en la que cada cual tenga el derecho a expresar su opinión, a votar como quiera, a practicar la religión que acepte. ¿Soy optimista en cuanto al futuro del sistema de derecho? No creo que vaya a desaparecer, pero extenderse a todo el planeta… Ya vemos lo que ocurre en China, Rusia, Arabia Saudí. Lo probable es que haya avances y retrocesos. Ahí está la evolución de Rusia hacia una forma de dictadura larvada, pero Túnez es un ejemplo de evolución positiva. Sí, en el futuro habrá pérdidas y ganancias, avances y retrocesos. Es difícil pensar que el mundo vaya gradualmente hacia una democracia como cree Francis Fukuyama con el fin de la historia.

P. En los sesenta, dice usted, se vivió una revalorización del cuerpo asociada a una sexualidad menos prohibitiva, frente a la que reaccionaron las iglesias.

R. Hay muchas personas mayores que se sienten perturbadas por este cambio, sea por la mayor laxitud de las relaciones entre sexos o por el reconocimiento de los derechos de los homosexuales. Les choca. También había en la mayoría de religiones un vínculo muy fuerte respecto a esta moral sexual puesta en cuestión, pero las cosas han cambiado mucho y cambiarán más.

P. El referéndum en Irlanda sobre el matrimonio homosexual tuvo la oposición de la Iglesia católica. ¿Por qué tanta reticencia?

R. Hemos vivido siglos en la cristiandad, no en el cristianismo: una civilización donde todo, la moral, el arte, estaba inspirado por el cristianismo. La mayoría de las iglesias fueron formadas en esa concepción moral, coronada por el hecho de ser una moral considerada absolutamente válida, a salvo de la crítica. Es comprensible que quienes han gestionado estas iglesias se resistan a lo nuevo porque creen que cuestiona la lógica del cristianismo.

P. ¿Decía usted que las cosas cambiarán?

R. Es evidente. Muchos de los jóvenes que han votado en Irlanda se consideran todavía católicos, aunque discrepen de la jerarquía. Ésta ha hecho lo mismo en los dos últimos siglos. Pío IX condenó los derechos humanos y la democracia. La jerarquía adoptó una postura de oposición y de condena, una actitud que ha llegado hasta Benedicto XVI. Es una pena, pero hay que superarlo.

P. Usted asocia la idea de la muerte a la percepción de una pérdida del sentido de la vida

R. Hoy las personas no tienen claro el sentido de la vida. Hace siglos sabían que cada cual tenía que ganarse la salvación —como se decía en Quebec— obedeciendo a la Iglesia, siendo un buen cristiano. Y se tenía un temor inmenso a ser condenado. El significado de la vida era tan claro que nadie se quejaba de la falta de sentido. Con los cambios, hay quien cree que la vida no tiene sentido. Las reacciones pueden ir desde el intento de hallar sentido en el sinsentido, como Camus, hasta hundirse o paralizarse. Creo que hay algo en el ser humano que actúa contra esto: un deseo de sentido. Se puede decir que la vida no tiene sentido o que el sentido es incierto, pero hay constantemente en el hombre movimientos de significación que renacen en la vida y eso nos indica que somos menos distintos de los antiguos de lo que creemos, a veces con un sentimiento de superioridad.

P. ¿Superioridad?

R. Creemos ser superiores porque los antiguos estaban obnubilados y aceptaban las historias que les contaban y nosotros no. Somos menos distintos que eso aunque haya diferencias.

P. Cita usted a Camus. Es un rasgo de su obra utilizar tanto textos literarios como filosóficos.

R. Para explorar los distintos modos de significación de la vida, el lenguaje filosófico, que quiere ser muy claro, no es suficiente. Hay un pensamiento sutil, como decía Pascal. No hay solamente un pensamiento matemático capaz de explorar las distintas formas de significado. Para hablar como un filósofo hay que leer literatura, escuchar música, porque hay otras formas de expresar las cosas. El discurso del filósofo cojea un poco, debo decirlo, sin esa referencia a la literatura. En ella se da una riqueza, una densidad de pensamiento que falta completamente en otros textos. Yo intento navegar entre los unos y otros porque creo que es necesario.

P. También sostiene que el lenguaje actual ha perdido fuerza.

R. Nos hallamos en una nueva situación. Usaré una analogía: si voy a China, al principio estoy desorientado; tengo que aprender algo de la lengua, aprender conceptos que me son extraños, antes de poder hablar con las personas. Lo mismo ocurre cuando nace una nueva era. Aparecen problemas nuevos y no siempre tenemos las palabras adecuadas para expresar una opinión. Estamos obligados a encontrar el lenguaje que nos permita describir la nueva situación. Vivimos en una era en la que todo cambia muy rápidamente. Necesitamos un lenguaje que dé cuenta de los nuevos significados. Es un proceso sin fin.

Esta entrevista ha sido publicada por Francesc Arroyo en: www.elpais.com

Conciencia de lo tremendo

EN UN PRINCIPIO ERA EL HAMBRE. ANTOLOGÍA ESENCIAL

Chantal Maillard. Prólogo Virginia Trueba. Selección de los textos, Antonio F. Rodríguez Esteban y Ch. Maillard. Fondo de Cultura Económica de España. Madrid, 2015. 176 páginas. 18 euros

«No creo en la poesía como literatura, ni creo en la literatura. Creo que hay formas de expresión que nos permiten conectar con el interior más profundo de nuestro ser, comunicar aquello que no se comunica fácilmente, la interioridad y las emociones, y que para eso ayuda la musicalidad de la poesía». Esa intención de conectar con esas cosas concretas incrustadas en lo más profundo de lo que somos, esa expectativa de significado a lo que se nos escapa, ese ansia constante de no-ser, ese ocaso interior que nos resguarda de la violencia exterior y que conforma otro tipo de violencia más cercana al vacío y a sus respuestas necesarias -eso y mucho más-, es lo que ha sostenido con exquisita precisión la poética de Chantal Maillard, y que se reúne ahora en una antología esencial, En un principio era el hambre, que pone punto y seguido a unos años prolíficos en los cuales la poeta ha ido dando forma a los ecos del poema después de atender al dolor y al silencio, con todo lo que el silencio arrastra, con todo lo que el dolor impone. No venía mal recapitular: también en este 2015 ha visto la luz el poemario La herida en la lengua (Tusquets), uno de los ya fundamentales del año, venga lo que venga; el ensayo La baba del caracol (Vaso Roto), donde explica la mirada esparcida desde la que parte quien construye; y ya cuando asome el otoño aparecerá La mujer de pie (Galaxia Gutenberg), libro que adelanta esta antología y que recorrerá la discontinuidad de lo efímero: «Oídme, soy de aquellos que vagan entre los límites. Quien me escuche sin ansia entenderá. No somos libres de enseñarle a nadie lo que importa». Mucho más que literatura.

Nacida en Bruselas en 1951 y trasladada a España en pleno franquismo con apenas 13 años, sólo puede entender la escritura como viaje, lejos del estricto movimiento, aspectos que la convirtieron desde muy pronto en una persona que no se encontraba demasiado cómoda en esta realidad: «Escribo porque es la manera más veloz que tengo de moverme». Y de ahí el viaje, los diarios, la conciencia, lo concreto.

Poeta, ensayista, filósofa y doctora en Filosofía (con una tesis doctoral sobre María Zambrano defendida en 1987), es una de las voces más vanguardistas en el concepto más estricto del término, y honestas en el sentido más huérfano de la palabra. Maillard apostó todo a la honradez sin por ello dejar de atender al estilo y de ahí parte la singularidad y radicalidad de su voz dentro del -desorientado- panorama actual.

Volver a sentir (al otro), recuperar la compasión perdida, «hallar un pueblo sabio. Desear salvar la tierra si tan solo se hallase uno» son los hechos concretos que sostienen su búsqueda; cuestionar los conceptos para dar con los acontecimientos, para tratar de vivir con ellos, es su fin; dejar de escribir para vivir, porque ya apuntó Nietzsche que el concepto hace que perdamos la realidad de las cosas. Escribir es la curación, no la necesidad; sí una forma de aliviarse, de encontrar la comunicación con lo sencillo.

Filosofía y poesía parten de actitudes distintas que se reconocen, no sin complejos, en su propio ritmo, sin confundirse. María Zambrano marcó en Platón esta escisión, que dio supremacía al pensamiento filosófico. Platón contra Homero. La poesía no busca soluciones, no inventa nada. Maillard concreta, lima : «El poema es aquello a lo que apunta el decir (…) El poema no nos enseña nada que no sepamos ya. El poema des-cubre». Y lo hace desde la luz obsesiva de María Zambrano, la luz como respuesta a las buenas preguntas: «La poesía seguirá buscando la inocencia de la palabra».

No hay mucho de inflexión en esta momentánea parada en su viaje; viaje que, como indica Virginia Trueba en el magnífico prólogo que abre el libro, «sirve para des-entumecernos, despertarnos la atención y disponernos al acontecimiento«. Justo a eso aspiraba su libro Matar a Platón, con el que ganó el Premio Nacional de Poesía en 2004, a vivir con el acontecimiento, prescindiendo así de los conceptos, porque «no existe el infinito, pero sí el instante: abierto, atemporal, intenso, dilatado, sólido». Libro austero y crudo, escrito durante una grave enfermedad, está formado por dos poemas largos; el segundo, Escribir, ahonda en el dolor que no abandonará a la poeta, y del que la poeta no renegará, y por eso avanza, escribe: «Escribir / para rebelarse / sin provecho / a pesar de la derrota ya prevista». En Husos (2006), superada la grave enfermedad, habla de sobrevivir quien ya vive en lo eterno: «Sobrevivir. A plazos. Plazos cortos. / Plazos para sobrevivir. / Vivir sobre». Un año más tarde publica Hilos, posterior a la imprevisible muerte de su hijo, y quizás estemos en el año, en los poemas, que consolidan no ya una voz, sino una personalidad incuestionable: «Querer sobrevivir / ha de ser la costumbre». EnLa baba del caracol, una acertada ampliación de su Contra el arte y otras imposturas, insiste: «El dolor es nuestra condición. En él todos podemos reconocernos. Y, sin embargo, es lo más absolutamente individual».

Chantal Maillard des-cubre esa parte confusa de nosotros mismos: «La escritura poética: una manera de propiciar la descarga que abre la brecha». Y de la brecha la herida, las respuestas, el alivio profundo: «Oídme, os hablo de cosas muy concretas». Un encuentro con lo real, muy lejos de la literatura.

Este artículo ha sido escrito por Alejandro Simón en: www.diariodesevilla.es

Curso a distancia de prácticas filosóficas

En el fin de semana del 17-18 de  Octubre de 2015 próximo iniciaremos

una nueva edición del Curso a Distancia de Prácticas Filosóficas. Esta será la

cuarta edición  coordinada por Mercedes García Márquez y Ana Sanz

Fuentes, siguiendo los principios del Institut de Pratiques Philosophiques.

El curso que proponemos es una forma sistemática de introducirse en la

práctica filosófica, es decir, en la ejercitación de las competencias filosóficas

y las actitudes necesarias para ser capaces de pensar de manera clara y

rigurosa acercando, de este modo, la filosofía a la realización de una vida

más plena. Hacemos uso de metodología online: aula virtual con tutorías,

videoconferencias y foro de intercambios.  El “método es el mensaje”: el

aprendizaje se basa en la propia acción dentro del curso orientada por las

coordinadoras. De hecho no haremos uso de textos teóricos hasta que no

haya habido una inmersión en la ejercitación.

El curso completo está estructurado en tres etapas consecutivas. Siendo la

primera de introducción y las siguientes dedicadas a la profundización en la

consulta filosófica individual y a la animación de talleres. Cada una

constituye un módulo independiente, y para los que se inician será

necesario pasar por la primera etapa de introducción. La temática de esta

primera etapa se centra en los tres pilares principales del método del

Institut de Pratiques Philosophiques: la argumentación, la consulta

individual y la realización de talleres grupales. En los tres nos detendremos

para ejercitarnos y reflexionar sobre su ejecución, sus requerimientos y su

alcance.

La duración de cada una de las tres etapas (o módulos) es de tres meses de

actividad coordinada y grupal a la que le siguen otros tres meses de trabajo

individual, al término de los cuales se retoma el contacto con el grupo

para finalizar la etapa. Ese mismo ritmo de trabajo se repite en los módulos

2 y 3.

El precio de cada módulo es de 150 euros. Se puede realizar el primer

módulo y así evaluar la posibilidad de continuar o estimar que con la

introducción ya es suficiente para los objetivos que uno se haya marcado.

Podéis ampliar la información en los enlaces siguientes:

Etapa primera, módulo de Introducción a la Práctica Filosófica.

http://tallerdepracticasfilosoficas.com/curso-a-distancia-de-practicas-

filosoficas/primera-etapa-del-curso-a-distancia-de-practicas-filosoficas/

Etapa segunda, módulo centrado en la consulta filosófica individual

http://tallerdepracticasfilosoficas.com/curso-a-distancia-de-practicas-

filosoficas/curso-a-distancia-de-practicas-filosoficas-segunda-etapa-la-

consulta-filosofica-individual/

Etapa tercera, módulo centrado en la animación de Talleres, online y

presenciales.

http://tallerdepracticasfilosoficas.com/curso-a-distancia-de-practicas-

filosoficas/curso-a-distancia-de-practicas-filosoficas-tercera-etapa-

animacion-de-talleres-de-practica-filosofica/

Para cualquier duda, podéis escribir a:

practicasfilosoficas@yahoo.es

 

Esta nota informativa ha sido publicada por: Mercedes García Márquez y Ana Sanz Fuentes.

http://tallerdepracticasfilosoficas.com/

Diez años moviendo la filosofía

Mover las ideas e inspirar las acciones, con una buena dosis de entusiasmo como nexo de unión entre teoría y práctica, fue la divisa que impulsó la puesta en marcha de la escuela de filosofía Es Racó de ses Idees en el año 2005. Ha transcurrido un decenio y no hemos parado de mover la filosofía, de llevar a la práctica las buenas ideas de griegos, indos, chinos, neoplatónicos, estoicos, herméticos, racionalistas, vitalistas, existencialistas, etc.

Así como los músculos se vuelven rígidos cuando no se ejercitan, así la filosofía también se endurece y deviene inservible cuando las ideas no se practican. En un mundo donde las ideas se hacen cada vez más dogmáticas prueba de ello es la ausencia de diálogo en tantos ámbitos de la sociedad venimos proponiendo «sacudir» la filosofía, quitarle el polvo del discurso intelectual estéril y liberarla de la etiqueta de «cosa rara y pesada». La movemos y renovamos para que vuelva a ser el numen luminoso que fue.

Esto es lo que hemos venido haciendo desde 2005. ¿Cómo se mueve la filosofía? ¿Cómo se renueva, se rejuvenece y se hace más flexible? Nuestra fórmula ha sido el binomio filosofía/voluntariado. Que las ideas inspiren acciones útiles para el conjunto de la sociedad mediante el voluntariado, y que los voluntarios sean conscientes del sentido de sus acción participativa. La filosofía es una muy buena herramienta para encontrar el sentido de la vida, y el voluntariado es un medio para comprobar que ese sentido es real. El filósofo voluntario armoniza la mente, el corazón y las manos, pone de acuerdo lo que piensa, lo que siente y lo que hace. Esta autenticidad individual es una de las fontanas de la felicidad.

Pero nuestra fórmula no es original. Ya en la Academia de Platón y en la Escuela de los Filaletheos de Alejandría, los discípulos se formaban para comprender las leyes de la vida y para ayudar solidariamente a la sociedad. Y esta falta de originalidad es una de las características de la escuela de filosofía que dirijo. Lo que transmitimos es el saber de la humanidad, la tradición de oriente y occidente. No hemos inventado nada y es que, a estas alturas, poca cosa se puede inventar sobre el sentido de la vida.

¿Es necesaria una escuela de filosofía? ¿Se puede aprender la búsqueda del sentido de la vida? La respuesta la dio hace 2.500 años el genial Sócrates. Le preguntó a uno de sus discípulos que si buscaba zapatos dónde iría a buscarlos y el discípulo le contestó que obviamente al mercado; entonces siguió Sócrates si buscas el conocimiento del sentido de la vida ¿a dónde vas a ir? ¡A una escuela de filosofía! Es Racó de ses Idees es una escuela de filosofía sin barreras, sin complejos, sin discriminaciones, abierta a todos los que apasionadamente buscan el conocimiento que crece desde el corazón-conciencia.

Algo que nos satisface es habernos mantenido fieles a los principios fundacionales. Uno de ellos es favorecer la participación de todos los ciudadanos y acercar a todos la cultura. Todas nuestras actividades culturales son de entrada libre, no le ponemos precio a la cultura porque la cultura no tiene precio; tiene valor, un valor de transformación de la sociedad y del individuo. La cultura y las tradiciones de Mallorca han tenido y siguen teniendo un lugar destacado en Es Racó de ses Idees. Hemos visitado la Mallorca talaiótica, romana, islámica, medieval y cristiana. Nos hemos acercado a Ramon Llull, Jaume I, al archiduque Luis Salvador y a personalidades de la cultura actual. En los tiempos de crisis que vivimos mantenemos nuestro compromiso y seguiremos esforzándonos para que nadie se quede sin cultura.

Filosofía, voluntariado y cultura son los tres campos de acción de esta escuela de filosofía. El sentido de la filosofía es la formación del individuo. El sentido del voluntariado es ayudar en la formación de lazos de fraternidad real entre los seres humanos. El sentido que le damos a la cultura es ser generadora de un buen ambiente social. Tres campos de acción con finalidades claras y útiles para todos.

Este 2015 cumplimos diez años moviendo la filosofía, el voluntariado y la cultura hacia un ideal de conocimiento, justicia y belleza que nos lleve, en los años venideros, a lograr una Mallorca mejor de la que tenemos. Tenemos que agradecer públicamente a quienes han hecho posible la plasmación de este sueño, a todos los miles de asistentes a las actividades, a los estudiantes y, por supuesto, a los maestros de filosofía como Platón, Sócrates o Buda, entre otros muchos.

Este artículo ha sido escrito por el director de Es Racó de ses Idees: Francisco Capacete González en: www.diariodemallorca.es

Francesc Torralba: «La tarea del filósofo es transmitir la exigencia de pensar»

Varios son los pensadores y filósofos que han tratado de analizar a la luz de la razón los últimos tiempos. La crisis económica, más allá de los sucesos particulares de cada estado, ha sido una muestra de la situación e impacto que nuestras ideas como colectivo pueden tener en el mundo, de ahí que no sean pocos los que han querido hablar de una crisis “de valores”, más allá de lo meramente material. Entre estos pensadores está Francesc Torralba (Barcelona, 1967), profesor y director de la Cátedra Ethos de la Universidad Ramon Llull, además de autor de más de 70 obras en las cuales ha tratado de analizar los elementos centrales de la existencia humana: Dios, el sufrimiento, el dolor, la vida virtuosa o el sentido de la misma. Hablamos con él largo y tendido.

Para el ciudadano de a pie la filosofía es un campo arduo, complejo y en muchos casos destinado a una minoría intelectual. Las ventas de libros de divulgación científica o psicología demuestran, por el contrario, que el ciudadano de a pie está hambriento de conocimiento, de herramientas que le permitan vivir mejor su vida. ¿Por qué la filosofía está desligada? ¿Por qué no hay más autores que, como usted, ofrecen una visión accesible a la misma?
Entiendo que la filosofía nace en el ágora, en el seno de la plaza pública, y que emerge como un diálogo a fondo sobre las grandes cuestiones que asedian a la condición humana. Sin embargo, a lo largo de su historia se convierte en un monólogo académico para uso y consumo de académicos, articulado a través de un lenguaje críptico y excluyente, elitista y ajeno a los latidos del tiempo, para emplear una bella expresión de José Ortega y Gasset. Esta cerrazón o hermetismo académico tiene como consecuencia la marginación del verbo filosófico de la vida pública y el ostracismo de la razón ética, política y metafísica.
Sin embargo, a lo largo de la historia de la filosofía existe este doble tipo de movimiento: el esotérico, para uso y consumo de la tribu, y el exotérico, cuyo fin es suscitar un diálogo sobre las grandes cuestiones de fondo. Yo creo que ambos movimientos no son contradictorios, ni uno tiene que optar por uno de los dos polos de la disyuntiva. Cabe la posibilidad de articular una obra esotérica, pero también, simultáneamente, exotérica. Cuando el filósofo desaparece de la escena pública, otros agentes ocupan su lugar y pronto se convierte en una figura anacrónica, algo así como en un espectro cuya función es sacar brillo a las grandes figuras de la historia de las ideas. Creo que la tarea del filósofo es, por un lado, conservar la memoria del logos, pero, por otro lado, de innovación, la presencia activa en la sociedad para introducir algo que está muy ausente: la exigencia del pensar, el gozo de pensar, también la angustia de pensar.

En la actualidad, lo mismo que existen psicólogos, o coaches, se está desarrollando la figura del consejero filosófico (como nuestras compañeras de Equánima) que ofrecen un uso práctico de las enseñanzas filosóficas para resolver problemas de la vida diaria. ¿Qué opinión le merecen estas prácticas? ¿Cómo aplicar estos conceptos que nos ofrece la filosofía sin caer en la ‘autoayuda’? ¿Qué opinión le merece esta última?
Algo que se aprende a la hora de filosofar es el principio de no sucumbir a la generalización. De hecho, generalizar significa pensar mal, olvidar el matiz, los márgenes, la excepción, los subconjuntos que siempre existen dentro de un conjunto más amplio. La realidad siempre trasciende a la idea, al esquema, a la representación, con lo cual no se puede descartar de un plumazo a los que ejercen el asesoramiento filosófico, tampoco a quienes articulan una filosofía inteligible para uso y consumo del pueblo, con el fin de emitir un mensaje que sea significativo. Con frecuencia, la caída en la ininteligibilidad es una excusa para aparentar profundidad, es decir, un pretexto para aparentar algo que no se posee. La profundidad no tiene por qué estar reñida con la sencillez discursiva, con la simplicidad formal. Cuando uno lee textos de Epicteto, de Marco Aurelio, de Séneca, de Montaigne, de Pascal, de Arthur Schopenhauer o de E. M. Cioran, se encuentra con textos de gran calado que llegan al lector convencional y que activan en él el ejercicio de pensar, más todavía, el valor de examinarse a sí mismo. Solo se puede juzgar a posteriori, y con frecuencia se descarta esta literatura filosófica abierta al gran público desde la ignorancia de la misma o, simplemente, por resentimiento académico.

Existe en nuestra época una sensación de desesperanza, de pesimismo en el devenir de la humanidad. No obstante, con datos objetivos en la mano, el mundo no ha vivido nunca un momento mejor que el actual: hay más respeto por los derechos humanos, menos hambre, más libertad y mayor acceso a la cultura. En un cómputo global, vivimos mejor que nunca antes. ¿Es este, pese a lo que nos queda por recorrer, el mejor de los mundos posibles?
Decía Søren Kierkegaard que la esperanza se fundamenta en la posibilidad, mientras que la desesperación consiste en no ver posibilidad alguna. Uno se hunde en la nada cuando no vislumbra ningún intersticio, ninguna rendija por donde salir, por donde escapar del atolladero. La esperanza, que es virtud y motor básicas para la vida humana, bellamente descrita por Ernst Bloch y por Gabriel Marcel, es imprescindible para enfrentarse al presente y al futuro. Existen razones para la esperanza, pero también para la desesperación.
A juzgar por los dramas que acechan a la humanidad, el apocalíptico tiene argumentos de peso para desarrollar un discurso oscuro, un caldo de cultivo de la desesperación; sin embargo, desde la perspectiva histórica, existen razones objetivas para la esperanza. En el mundo global, tenemos una información en tiempo real de lo que ocurre en las antípodas del mundo. Ello suscita en nosotros la moral de derrota, la sensación de impotencia; sin embargo, la historia revela que, a lo largo de los dos últimos siglos, se ha logrado garantizar algunos derechos fundamentales que, en Europa, eran ciencia ficción o un lujo para minorías elitistas: el derecho a la educación, el derecho al sufragio universal, el derecho al trabajo, el derecho a la atención social y sanitaria, el derecho a la libertad de pensamiento, de expresión, de credo, de asociación, de movimientos. Naturalmente, esta evolución no puede, todavía, proyectarse a todo el planeta, pero la historia dibuja un rumbo que permite labrar la virtud de la esperanza.

Usted defiende la ética como una idea colectiva, una moral que ha de ir más allá del individuo. Sin embargo, el siglo XX, con toda probabilidad el más sangriento de la historia de Occidente, coincidió en buena parte con el auge de los modelos que antepusieron al colectivo por encima del individuo y sus derechos. Hoy esto persiste, equiparando individualismo con egoísmo, hablando del cuidado de las minorías pero negando al individuo, la minoría más pura que hay. ¿Hemos caído en el vicio del utilitarismo al asumir, indirectamente, que es moral que la mayoría arrolle al individuo en beneficio del conjunto? ¿Es en realidad la crisis del individualismo el elemento básico de la crisis de valores que vivimos?
Concibo la ética como un examen interior, como una crítica de la moral vigente, como la capacidad de deconstruir lo que está establecido como bueno o como malo en un sistema normativo colectivo. Entiendo que la ética es un discurso dialógico, crítico, racional y valorativo, que reflexiona sobre los hábitos y las costumbres colectivas de una época y las somete a un duro examen. De ahí, la incomodidad que supone siempre el ejercicio de la ética, porque es una labor de crítica y autocrítica, lo cual requiere tomar distancia y tener la audacia de someterse a uno mismo a examen. Uno de los males endémicos de la cultura líquida postmoderna es el individualismo. Cuando uno reflexiona éticamente, somete a crítica esta tendencia colectiva, tanto por las consecuencias que genera como por la frustración de suscitar este modelo de existencia.

Usted habla acerca de una ‘Revolución del corazón’, abogando en ella porque el fin no justifica los medios, por lo que los actuales episodios de violencia, insultos y agravios están lejos de la manera adecuada de realizar el cambio: “Esta manera de proceder es bárbara y primitiva, situada en un momento histórico anterior a la ilustración”. ¿No caemos en una visión demasiado idílica de la ilustración? ¿Acaso no fueron sus valores los que pusieron en marcha revoluciones, como la francesa, para las que la violencia no fue en absoluto ajena? ¿Hubiera sido posible un cambio así de un modo pacífico?

La violencia engendra violencia. La vía para alcanzar la paz no puede ser la violencia. Existe una violencia estructural que activa una violencia desesperada, pero esa primera violencia es fruto de la injusticia y de la desigualdad. Solo es posible la paz si hay justicia. Mientras en el mundo global las condiciones de vida de millones de seres humanos sean indignas, no puede haber paz. La desigualdad engendra el odio, el resentimiento, el rencor y, finalmente, estalla en violencia. Vivimos en un mundo global y, por tanto, todo es interdependiente. La injusticia que sufre una gran parte de la humanidad nos afecta y nos afectará a pesar de preservarnos dentro de una pequeña burbuja residencial con servicio de vigilancia permanente. Los flujos migratorios son imparables. Frente a ello, es esencial tomar consciencia de la situación, ponerse en la piel del otro y luchar vehementemente contra la globalización de la indiferencia.

¿Una igualdad impuesta tendría menos violencia? En la historia vemos sistemas basados en la igualdad que no han sido ni justos ni pacíficos…

La equidad básica es decisiva para lograr la paz. Mientras existan diferencias tan abismales como existen en el presente, es imposible imaginar un mundo pacífico, porque estas enormes diferencias generan rencor, resentimiento y rabia que no pueden ser contenidas de manera indefinida.

Esto nos lleva la siguiente pregunta, relacionada con lo que usted desarrolla en la Revolución ética: la revolución comienza por contar con el otro, verlo como un fin en sí mismo, no como un cliente, un enemigo, un instrumento. Este ideal altruista (vivir de cara a terceros, cuidar a los demás para que estos cuiden de ti, etc.) ha sido permanente a lo largo de la historia, especialmente en la cultura occidental. Si no ha funcionado, ¿es posible que se trate de un pensamiento erróneo? ¿Puede que la realidad sea que el ser humano es naturalmente egoísta y la negación de esa realidad sea el problema? ¿Debería la revolución enfocarse en la responsabilidad propia, que cada uno cuide de sí mismo (en lugar de exigir que los demás cuiden de él) antes de plantearse vivir para el otro?
En el ser humano coexisten dos pulsiones: la pulsión de vida (eros) y la pulsión destructiva (thanatos), o dicho de otro modo, el impulso empático y social y, a la vez, el impulso ególatra e individualista. La evolución es el fruto de la lucha por la supervivencia, pero también de la cooperación en el seno de la especie. Soy cuidado, luego existo. Si no hubiere sido cuidado durante mi gestación y después de ella, no existiría. El cuidar es constitutivo y fundamental para el porvenir de la especia humana, porque no somos seres autosuficientes, sino animales frágiles, vulnerables, dependientes y heterónomos.


Vivimos bajo el dogma de que es una obligación moral ayudar al prójimo. Ahora bien, cuando entra en juego la obligatoriedad, cuando el acto de caridad no es voluntario, ¿no pierde este su esencia?

En efecto, el amor es libre o no es amor, pero el amor que emerge de las profundidades del ser humano trasciende la mera inclinación sensual, el deseo efímero, la atracción física, y es percibido como una llamada interior que exige entregarse al otro, darlo todo a fondo perdido, actuar sin calcular, o dicho de otro modo, impele a darlo todo sin pensar en lo que se recibe. Este amor gratuito y sin cálculo, que no espera reciprocidad alguna, es el amor en estado puro.

Revolución, como tal, es un cambio brusco en la estructura sociopolítica de una nación, por tanto extremo y radical. ¿Cómo casa esta idea con la virtud de la moderación? ¿Dónde queda el justo medio aristotélico en el concepto de revolución?
La moderación no puede ser un pretexto para justificar la atroz injusticia estructural que corroe el mundo. No puede ser una tapadera para ocultar la devastadora corrupción que está destruyendo la legitimidad de las instituciones públicas, ni una palabra para justificar el silencio, la indiferencia, o simplemente la cultura de la pereza.

Usted hace hincapié en algunas de sus obras acerca de la necesidad de soñar, de lograr un ideal. Frente a él, contrapone el pragmatismo, aunque reconoce la necesidad de este para el desarrollo humano. ¿Del mismo modo que pecamos en ocasiones de un exceso de pragmatismo, hemos pecado de un exceso de idealismo al desvincularnos de la realidad empírica?
Dice Ernst Bloch que toda realidad viene precedida por un sueño. Se trata de soñar despiertos, pero de soñar, es decir, de imaginar mundos futuros más bellos, más armónicos, más justos, más participativos, más verdaderos, más equilibrados, pues solo si tenemos capacidad de visión, es posible activar el músculo social para hacer realidad tal horizonte.

En la actualidad, época de grandes logros científicos y avance imparable de la ciencia, la idea de espiritualidad parece que va contando cada vez con menos adeptos a pesar de que muchos de sus valores son los que identificamos como ideales morales. ¿Cómo nos afecta esta negación del ‘misterio’? Siendo la misma considerada por muchos filósofos como una idea fundamental para enfrentar la existencia (como consuelo, como esperanza, como aceptación del ‘destino’), ¿cual es el coste de negar la fe? ¿Es posible que la crisis de valores que vivimos hoy esté relacionada con la caída de la influencia de la religión y la fe en el mundo actual?
La razón es un instrumento poderoso, pero frágil a la misma vez. No es omnipotente, ni puede conocer la totalidad de la realidad. Algo escapa a nuestra comprensión. Immanuel Kant vislumbró sus fronteras y, después de él, Kierkegaard. La razón humana no tiene capacidad para contener la complejidad de lo real. El verdadero científico es consciente de sus límites, como lo es también el verdadero filósofo cuando tiene la audacia de discurrir sobre el misterio del ser.

¿Estamos condenados a la fe (no necesariamente religiosa) entonces?
La fe es el antídoto a la desesperación, pero la fe se expresa de múltiples modos y tiene distintos grados de intensidad. Creer en uno mismo es un modo de fe, como también lo es creer en el poder la comunidad humana para transformar la historia. La fe es la fuerza motriz que activa al ser humano a conquistar sus horizontes. Sin fe, sin esperanza, sin confianza en el propio potencial humano es imposible trazar un camino de liberación.

Esta entrevista ha sido realizada por Jaime Fdez-Blanco Inclán y publicada en: www.filosofiahoy.es