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La magia del revés

Los autores de pintura abstracta comprueban, con relativa frecuencia, que el cuadro pintado en una posición llega a expresarse mejor girándolo 180 grados. Cambia con ello su argumento relacional y logra una o varias sorpresas que habían permanecido ocultas. Es, al cabo, más interesante.

Con estas volteretas (experimentales) los más puristas sostienen que un cuadro adquiere de verdad su tono cuando comunica bien no sólo al derecho o al revés sino moviéndolo noventa grados a la derecha o la izquierda. Es decir, cuando resiste, siempre equilibrado, los variosreveses.

Marx y sus seguidores pensaron casi lo mismo cuando su materialismo dio la vuelta a la filosofía de Hegel. Si Hegel sostenía que el ser brotaba de la consciencia y de las idea, Marx, que respetaba a Hegel, dijo que su revisión consistía, sin retocar nada, en volver este sistema del revés. Como en el caso de la pintura, no sería necesaria, otra obra para superarla; bastaba con exponer la preexistente al milagro del revés (umstülpung).

Efectivamente, el revés, por su polisemia, pertenece también al orden de lo aciago, pero realmente nosotros mismos no sabemos de nuestra apariencia sino reflejándonos al revés en los espejos. Esto bastaría para aceptar que los reveses en el tenis son más naturales que losdrives y, ergonómicamente, más eficientes.

En cualquier deporte (incluido el ajedrez), el juego de revés dibuja la belleza inteligente. Y, como ya se sabe, anuncia, un registro superlativo. Un caso eximio fue el de Dick Fosbury, que en los Juegos Olímpicos de México 1968 sustituyó la fórmula tradicional saltando la cuerda de espaldas, al revés (Flop Fosbury), para batir el récord.

Galileo, por su parte, sorprendió con al mundo antiguo proclamando que la Tierra giraba alrededor del Sol y no al revés de lo que se daba sumisamente por cierto. Esto en el gran mundo exterior, pero en el interior personal la actual película de dibujos animados Inside Out(Del revés) recrea la riqueza personal del mismo fenómeno.

No haría falta decir nada más. Gran parte de nuestra cultura, desde el pensamiento a la novela, desde la poesía al teatro, desde el echarpe a la gorra con visera han progresado mediante el revés.

El revés atrae pero aún más en unos momentos históricos en que el mundo suspira por un cambio de la cabeza a los pies. Un tiempo que Quevedo, en su cambiante siglo XVII, definía así: “Todo se ha trocado ya / todo del revés se ha vuelto / las mujeres son soldados / y los hombres son doncellas/ los mozos traen cadenitas / las niñas toman acero/ que de las antiguas armas sólo conservan los petos”. La vida siempre parece como una cosa sabida pero, de vez en cuando, un fuerte revés la pone extraordinariamente de moda.

Este articulo ha sido escrito en la sección de Corrientes en: www.elpais.com por Vicente Verdú

El honor de los filósofos

En agosto de 1943, el filósofo francés Jean Cavaillès es arrestado por la Gestapo y finalmente fusilado el 17 de enero de 1944 en la ciudad de Arras. Durante el juicio, cuando un miembro del tribunal le pregunta por los motivos subjetivos que le habían movido a la resistencia, responde que “había sabido encontrar en la continuidad de la lucha un antídoto para la humillación de la derrota”, precisando de pasada que, dado su amor a la Alemania de Kant y de Beethoven, con su postura militante “demostraba que realizaba en su vida el pensamiento de sus maestros alemanes”. Todo filósofo es movido por la convicción de que las interrogaciones filosóficas no son algo contingente, sino que anidan en todos los seres de razón, como problemas invariantes de la existencia. Pero ante un orden social sustentado en el repudio de la verdad, para Cavaillès el debate conceptual pasaba necesariamente por el combate militante.

En esa misma Europa de la guerra, en el Oflag II B —un cuartel-prisión para oficiales en Pomerania— un grupo de reclusos intenta que aquella atmósfera opresiva no sea óbice para el ejercicio de la filosofía. En esos años la obra de Husserl está proscrita en Alemania por su condición de judío. Sin embargo, en el Oflag II B, el interno Paul Ricoeur se hace con un ejemplar de Ideas del pensador, que lee y comenta a escondidas de sus guardianes, realizando en los márgenes una traducción que en los años cincuenta se publicaría en París. Historia de anotaciones al margen que tiene un noble y trágico precedente:

En 1553 el pensador aragonés Miguel Servet fue conducido a la hoguera. No se trataba solo de la circulación pulmonar de la sangre, expuesta en el libro V de su Restitución del cristianismo; es también asunto de honor intelectual frente a la palabra autoritaria y la correlativa venganza del poderoso, pues conminado por el reformador Calvino a leer su Institución de la religión cristiana,Servet le había devuelto el ejemplar plagado de notas críticas. En el juicio el pensador nunca se doblegó, acusando al propio Calvino y pidiendo que este fuera sometido a idéntico interrogatorio que él mismo. Hay precedentes de esta actitud: “A regañadientes acepto tu muerte, como a regañadientes hubieras aceptado que te concediera la vida”, habría dicho César al enterarse del final trágico del filósofo estoico Catón el Joven, vencido por haber tomado el partido de Pompeyo, pero jamás genuflexo ante aquel a quien había acusado de perjuro e ilegalidad.

Recordando que las doctrinas religiosas imperantes daban apoyo a las arraigadas convicciones sobre la centralidad de la Tierra, el Nobel de Física Max Born se pregunta: ¿qué hizo que las nuevas hipótesis astronómicas fueran abriéndose camino? Pues simplemente, responde, que lograr explicar el entorno terrestre o celeste constituye “el ardiente deseo de toda mente pensante”, deseo que no se aminora en absoluto por el hecho de que aquello que se trata de aclarar “sea eventualmente de total irrelevancia para nuestra existencia”. Total irrelevancia para la existencia empírica, pero fundamental para la dignidad del espíritu humano, por la cual, sin necesidad de remontarse a Sócrates, tantos pensadores se han jugado el espíritu y la vida. Aun sin llegar a ser objeto de condena y prisión, decenas son los filósofos que han respondido con entereza en circunstancias que hacían difícil mantenerse fieles a la exigencia de verdad: “Hay que irse”, es la sobria despedida de René Descartes a su muerte en Estocolmo en 1650. Doce años más tarde, la Iglesia pone la obra completa en elÍndice y cuando en 1667 sus restos retornan a Francia el monarca Luis XIV prohíbe todo elogio público.

El filósofo, más que indicarnos dónde reside el bien, ha de dar pruebas de entereza, lo cual exige seguir respondiendo a las exigencias del pensar en los momentos mismos en los que el combate contra los enemigos del pensamiento constituye el primer imperativo, pues la filosofía puede ayudar a la liberación siendo efectivamente filosofía. De ahí los arrestos de Cavaillès para escribir en la cárcel un abstracto tratado sobre lógica y teoría de ciencia. Al proseguir con el rigor que se conoce su admirable trabajo al servicio de la causa del lenguaje, a la vez que denuncia el feroz tratamiento de la crisis griega por los poderes mundiales, Noam Chomsky hace hoy día honor a esa indomable tradición.

Este artículo ha sido escrito por Víctor Gómez Pin (catedrático de Filosofía de la UAB) en: www.elpais.com

Manuel Cruz: «La historia demuestra que todo es contingente»

Es un filósofo atípico. Es frecuente encontrar su nombre en los medios de comunicación y no aborda la disciplina desde un punto de vista academicista y poco terrenal. Manuel Cruz (Barcelona, 1951) estuvo esta semana al foro Enciende la Tierra, organizado por la Fundación CajaCanarias, hablando de los efectos de la globalización en la razón y de los espacios que aún le quedan al ciudadano para ejercer el pensamiento crítico.

-¿Recuerda en qué momento decidió que iba a estudiar Filosofía?

“Decidí estudiar Filosofía hace mucho tiempo. Eran años distintos a los de ahora. No era normal que los hijos de familias trabajadoras llegaran a la Universidad y, cuando ello ocurría, los padres esperaban que eso significara que el hijo pudiera acceder a una profesión que valiera la pena desde el punto de vista del mercado de trabajo. Una carrera de Humanidades parecía condenar a la enseñanza y, de alguna manera, en la clase trabajadora parecía que eso era desaprovechar la inversión. Pero al final los padres siempre acaban queriendo que los hijos estudien aquello que les haga más felices, y como era evidente que a mí lo que más me satisfacía era la filosofía, pues les acabó pareciendo bien”.

-¿Qué es lo mejor que le ha dado la filosofía?

“Me ha permitido una relación con la realidad más intensa. La filosofía te permite entender mejor la realidad, el mundo, y, por tanto, la propia vida. No en el sentido de que a través de la filosofía te des cuenta de que todo tiene sentido. No. Pero te permite darte cuenta de que a veces las cosas no tienen el sentido que parecía, y otras veces, aquellas cosas que parecía que tenían sentido, no tienen ninguno”.

-Siempre se dice que los ignorantes son más felices. Entonces, la filosofía ¿nos hace más infelices?

“No lo creo. Hay una anécdota que se le atribuye al filósofo Hilary Putnam que me parece válida para contestar. Él decía que si a la gente le ofrecieran, como en Matrix, dos pastillas -una roja y otra azul- y le dijeran que si te tomas la pastilla azul no te enterarás de lo que pasa, pero serás muy feliz, y que si te tomas la roja, te enterarás de todo lo que pasa, pero no se te garantiza la felicidad, los seres humanos prefieren tomar la pastilla roja. Cuando uno apuesta por pensar, por la inteligencia, por la racionalidad, por el sentido, lo hace porque considera que son valores en sí mismos. Que luego, además, aporten o no la felicidad… Eso ya no lo sé. Supongo que entendemos la felicidad como un cierto bienestar y no estoy seguro de que el bienestar inconsciente sea en sentido propio felicidad”.

-Se habla de la tarea de pensar. ¿Pensar es una tarea?

“Sí, pensar es una tarea. Tengo la sensación de que disponemos de una energía limitada y tenemos que decidir a qué la dedicamos, en qué la aplicamos. Hay gente a la que no le queda más remedio que dedicar esa energía a otras tareas, como es la propia supervivencia. Para mucha gente pensar no puede ser la prioridad. Por eso es más obligatorio que los que podemos dedicarnos a ello lo hagamos. No se le puede pedir a alguien que se tiene que levantar a las cuatro de la mañana para ir a la otra punta de la isla a trabajar que, además, disfrute pensando. Me parecería una frivolidad por mi parte pretenderlo”.

-La crisis ha hecho que nos escandalicemos más por la corrupción y que, al mismo tiempo, se generalice el “sálvese quien pueda”. ¿Hemos elevado nuestro nivel de exigencia ética o lo hemos reducido?

“La crisis ha implicado lecciones aceleradas de capitalismo para mucha gente. La sociedad capitalista siempre ha sido competitiva. La diferencia es que en la época de vacas gordas los navajeos son para ascender, y si no llegas hasta arriba del todo, al menos llegas a la mitad. Cuando llega la crisis la mentalidad sigue siendo la misma, pero ahora no es una competición por llegar el primero, sino para no caer el primero. Así y todo, durante la crisis también han surgido comportamientos no contaminados, han aparecido elementos de solidaridad. Las sociedades mediterráneas han sobrellevado la mala situación gracias a distintas formas de apoyo, basadas sobre todo en las relaciones familiares. Hay muchas familias donde más de tres personas viven de la pensión del abuelo y muchos hijos siguen viviendo en casa de sus padres porque no encuentran trabajo. Deberíamos apreciar estas formas de solidaridad; a veces no les damos la importancia que tienen. Las personas que las practican no son conscientes de estar haciendo algo excepcional. Pero significa que la mentalidad neoliberal no lo ha empapado todo”.

-La indignación de los españoles ¿ha sido emocional o racional?

“La indignación ha sido fundamentalmente emocional. No es una crítica, pero es que no ha tenido una gran elaboración política. No es una característica española, ha sido común a toda Europa. Hay un empobrecimiento generalizado de la política, de los discursos, y eso se traslada también a la indignación”.

-El discurso de la casta ¿infantiliza a la ciudadanía?

“El discurso de la casta está empobrecimiento extraordinariamente la política. Con él se hace una simplificación desmesurada de la realidad y no se clarifica. Hay muchas ciudades pequeñas o pueblos donde existen fuerzas políticas no mayoritarias, militantes concretos, que trabajan abnegadamente sin buscar perpetuarse en el poder y que no tienen reconocimiento. Y de repente se han encontrado con que hay encuestas que dicen que su formación pertenece a la casta y, por lo tanto, su trabajo no tiene valor. En cambio, entra gente nueva, que no ha hecho nada, y que sí tiene reconocimiento simplemente porque forma parte de la marca. Este efecto no es positivo. Pero hay otra cosa peor: el lenguaje de la casta es un lenguaje que disuelve las diferencias clásicas y básicas entre las fuerzas políticas. Ahora se dice que la casta no es de derechas ni de izquierdas. Durante mucho tiempo este discurso era solo de la derecha. Me sorprende que sea la izquierda quien esté usando ahora ese lenguaje”.

Manuel Cruz

-¿Nos hemos creído que lo nuevo es bueno solo por ser nuevo? Ocurre en política, pero también en la búsqueda de empleo: la experiencia no parece ya un valor…

“Lo nuevo no tiene por qué ser bueno. Puede serlo, igual que lo antiguo puede ser bueno, pero también malo. Hay que analizar cada situación en sí misma. No me preocupa que Hillary Clinton tenga 68 años. Me importaría si estuviera enferma y eso pudiera influir en su capacidad al frente del gobierno. Si se tuviera que enfrentar, por ejemplo, a Sarah Palin, del Tea Party, que tiene 20 años menos, ¿implicaría que ella es mejor solo por ser más joven? Este discurso no me sirve. A lo viejo, y no me refiero solo desde el punto de vista de la edad, le cuesta percibir cuánto de nuevo hay en lo nuevo, le cuesta reconocer lo nuevo. En realidad no hay nada nuevo que sea absolutamente nuevo, solo parcialmente nuevo. Y lo nuevo, sin embargo, está convencido de que es inaugural. Hace un par de años leí una carta al director en El País en la que una chica escribía sobre su generación. La calificaba como totalmente nueva. Yo suelo leérsela a mis alumnos y a continuación les demuestro cómo lo que ella dijo ya lo había dicho un filósofo francés 30 años antes. Objetivamente no es nuevo, solo subjetivamente. No debemos dejarnos arrastrar los eslóganes de lo nuevo. Si la regeneración política es necesaria habrá que regenerar la política, pero veo en muchos discursos y en muchos de los presuntos nuevos políticos actitudes que no son nuevas; las veo y pienso: “esto ya lo he visto”. Yo no soy analista político, pero lo que está ocurriendo ahora, que un partido emergente le haga una opa hostil al resto y estos acaben subiéndose al carro ganador, eso ya ocurrió en los años 80 cuando apareció el PSOE. Esto ya lo vimos. No digo que la historia se repita, pero sí digo con fuerza que nada es absolutamente nuevo. La novedad siempre es parcial”.

-¿La inmediatez, que sí parece ser algo nuevo, nos está haciendo más estúpidos?

“Hoy todo cambia a tal velocidad que la gente no sabe a qué aferrarse. Y esto sí es nuevo y sí es malo. Esta rapidez se ve en la política. Antes, cuando un partido sacaba mayoría absoluta, los ciudadanos decían: ahora tenemos PP o PSOE para ocho años, porque sabían que el gobierno tenía margen para superar una legislatura aunque perdiera apoyos por el camino. Este lenguaje ya no se puede usar en Europa. Mira lo que ha ocurrido con el Pasok, en Grecia, que es un partido histórico. Hoy, un partido puede desaparecer del Parlamento en una legislatura. A la gente le da la sensación de que todo es muy acelerado y que es muy complicado defender las cosas. Hoy ni siquiera se puede hablar del votante de toda la vida. Ese concepto también ha ido desapareciendo. Pero es comprensible. A veces parece que se le está exigiendo al votante más que al propio partido. Pongo un ejemplo: la defensa de la renta básica de Podemos. Sus votantes empezaron a defender la medida y de repente ellos dijeron que solo era una propuesta para las elecciones europeas, no para las nacionales. Exiges que los votantes sean reflexivos pero luego los supuestos líderes no lo son”.

-A pesar de esa velocidad e inestabilidad, tenemos la sensación de que el mundo es como es y que no se puede cambiar. ¿Es culpa del capitalismo?

“Al hombre lo que más le cuesta es percibir el carácter contingente de la historia. La historia demuestra que todo es contingente. Cuando vivíamos en el franquismo la gente estaba convencida de que en este país no iba a haber democracia nunca, y llevamos ya 40 años. No se pueden hacer afirmaciones tan rotundas sobre la imposibilidad del cambio. Ahora pensamos que el único camino posible es la democracia, pero ¿realmente hay tanto apoyo a la democracia? El país que actualmente es la locomotora del planeta tiene una economía capitalista, pero en política no es nada liberal. Me refiero a China. Hay que ser extremadamente prudentes. Hannah Arendt, en uno de sus escritos, contaba una anécdota que le pasó a un rey francés -no me acuerdo qué Luis era-, que al ver protestas en la calle le preguntó a su sirviente si había una revuelta. Él le contestó: “No, no es una revuelta, es una revolución”. La historia siempre puede dar más vueltas”.

-Ángel Gabilondo ha vuelto a dar el salto a la política. Fue ministro de Educación y ahora se presenta con el PSOE en la Comunidad de Madrid. ¿Necesitamos más filósofos en política?

“No soy objetivo al hablar de Ángel Gabilondo, porque es alguien a quien tengo un grandísimo afecto y aprecio intelectual. En realidad, él, de alguna manera, ya ha respondido a esta pregunta. El otro día contestó a una cuestión parecida de la siguiente forma: ¿A qué profesión tiene que pertenecer un político? ¿Por qué un registrador de la propiedad, como es Mariano Rajoy, está más capacitado que un filósofo para ser presidente del Gobierno? ¿A José María Aznar ser técnico de Hacienda le dio una visión del mundo más global que le permitió establecer pactos internacionales como el de la guerra del Golfo? En términos generales, introducir en la vida pública voces que de alguna manera buscan más reflexión, es bueno. Los políticos hoy no reflexionan, solo dan respuestas ortopédicas, de argumentario. No se atreven a pensar”.

-Ha estudiado en profundidad la obra de Hannah Arendt. ¿Qué es lo más vigente de su pensamiento?

“Su reflexión filosófica sobre la naturaleza política, sobre los intereses que mueven a la política. La verdad es que Arendt resiste muy bien al tiempo, tanto sus textos más abstractos como sus textos más pegados a la coyuntura. Sus escritos sobre el pasado y el futuro de la educación, que escribió en los años 60, son muy útiles 50 años después”.

Artículo publicado por Saray Encinoso en: www.diariodeavisos.com

Manuel Cruz: reflexión, pensamiento y actualidad

Filósofo español, catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona, Manuel Cruz nos habla en esta entrevista -realizada por Herder Editorial- sobre cuestiones y planteamientos alrededor de la filosofía en la actualidad, desde sus posibles definiciones, hasta la necesidad de la misma a lo largo de toda la historia y más aún en este presente en que vivimos.

Réquiem por la filosofía

Por Rafael Narbona, escritor y crítico literario.

Los profesores de filosofía somos una especie en vías de extinción. Los nuevos planes de estudio nos han desahuciado de las aulas, convirtiendo nuestra disciplina en una materia marginal. Las nuevas generaciones finalizarán el bachillerato sin haber estudiado a Platón, Aristóteles y Kant. El PSOE intentó minimizar la asignatura en 2005 y el PP ha ejecutado la medida. Imagino que ambas fuerzas políticas convergen en la necesidad de restar horas a un saber anacrónico e inútil. Me temo que muchos ciudadanos opinan lo mismo. Sin embargo, creo que se equivocan, pues las clases de filosofía pueden ser una magnífica introducción a las obligaciones de ciudadanía y un estímulo para el crecimiento personal. Es la única asignatura que medita sobre los fundamentos de la moral, la política, el conocimiento, lo real y lo sobrenatural. Y no lo hace desde una perspectiva partidista, sino desde una invitación al diálogo y la reflexión. Ortega y Gasset, reducido a simple nota a pie de página en las programaciones oficiales, nos legó una hermosa lección de tolerancia: “Cada día me interesa menos sentenciar; a ser juez de las cosas, voy prefiriendo ser su amante”. Amar las cosas, no condenarlas. Entender al otro, no deshumanizarlo. No hay otro camino para comprender el mundo y aprender a convivir con los que no piensan como nosotros. Desgraciadamente, el ser humano prefiere circular en sentido opuesto, despreciando a los que cuestionan o matizan sus ideas. Tal vez porque no son ideas, sino creencias, prejuicios y mitos, asimilados sin el más leve ejercicio autocrítico.

La filosofía no es sabiduría, sino amor a la sabiduría. Esa distinción es importante. El pensamiento pierde su inspiración cuando se transforma en dogma. Sócrates es un sabio; Platón, su discípulo más aventajado, sólo es un filósofo. Según la pitonisa del santuario de Delfos, Sócrates es el más sabio de los hombres porque sólo él conoce sus límites. El famoso “sólo sé que no sé nada” es el preámbulo inexcusable para cumplir con el no menos célebre “conócete a ti mismo”. El saber nace de un límite y nos explica la naturaleza del mal. Las pasiones humanas más destructivas no surgen de oscuras perversiones, sino de la ignorancia. Por ejemplo, muchas personas consideran que las revoluciones políticas son el vestíbulo de hermosas utopías. Utopías rojas, pardas o azules. Sin embargo, hablar de revoluciones es una forma engañosa de exaltar la guerra. Los totalitarismos del siglo XX hablan de “la conquista del Estado” o, si se prefiere una versión más lírica, de “asaltar los cielos”. ¿Qué significa eso? Atacar al Estado en todos los frentes, atentar contra el poder legislativo, ejecutivo y judicial. Matar sin reparos a policías, militares, políticos, periodistas e intelectuales. Es lo que hicieron los bolcheviques y los nazis, con inaudita crueldad. Si las fuerzas revolucionarias triunfan, la sangre derramada no permite negociar con el adversario. La violencia continúa en forma de terror contrarrevolucionario.

El totalitarismo puede disfrazarse con retóricas de izquierdas o derechas, pero siempre nace de la misma raíz envenenada: el desprecio por las libertades y los derechos individuales. Al calor de la crisis, el comunismo ha limpiado su imagen, presentándose como la única alternativa al capitalismo. Muchos ignoran que el marxismo está impregnado de hegelianismo. Hegel justificaba la inmolación del individuo en el altar de la guerra. El Estado prusiano es la realización más alta del Espíritu y no se habría consolidado sin violencia. Marx modifica ligeramente la fórmula, reemplazando “Estado prusiano” por “Estado comunista” y “Espíritu” por “clase trabajadora”, motor de progreso histórico. Nazismo y bolchevismo bebieron de Hegel y Marx para orquestar sus delirios. Creo que es innecesario recordar sus estragos. ¿Significa eso que el capitalismo es la mejor forma de organización social? Emmanuel Mounier nos ofrece una respuesta sumamente clarificadora: “La preocupación por el beneficio, en el límite de lo puramente mecánico y deshumanizado, expulsa o desvía progresivamente todos los valores humanos: amor por el trabajo y su objeto, sentido del servicio social y de la comunidad humana, sentido poético del mundo, vida privada, vida interior, religión”. Mounier es uno de los fundadores del personalismo comunitario. Los planes de estudio de enseñanzas medias nunca se han ocupado de su obra, pero su filosofía nos propone cinco estimables pasos para humanizar y mejorar la sociedad: salir de uno mismo, acoger al otro en su diferencia, solidarizarse con el sufrimiento ajeno, cultivar el perdón y la generosidad, concebir la vida como una aventura creadora.

¿No deberían conocer los jóvenes estas ideas? ¿No deberían familiarizarse con la genealogía de doctrinas presuntamente liberadoras? La filosofía es una buena herramienta para huir del odio, “que –según Mounier- es una forma de confusión”. Creo que las nuevas generaciones serán más vulnerables a cualquier forma de fanatismo o explotación, sin estos conocimientos. Esencialmente, la filosofía es diálogo, estar más cerca del otro o –con palabras de Gadamer- “un hablar conjunto que nos permite crear algo común”. La filosofía sólo es útil como saber vivo, no como simple erudición. Su enseñanza debe reformarse, adaptándose a los cambios de cada época, pero suprimirla de los planes de estudio significa empobrecer nuestro futuro y deteriorar aún más nuestra convivencia democrática. “Personalidad –escribe Ortega- no significa reacción al medio, sino acción sobre éste. Y la palabra yo no es algo quieto, como el haz de un espejo, sino un ensayo de aumentar la realidad”. Es lamentable que España le dé la espalda a Ortega y Gasset, la Ilustración, los presocráticos y los grandes pensadores de la tradición cristiana (Santo Tomás de Aquino, San Agustín). Con sus luces y sus sombras, han ayudado a madurar a los jóvenes, incitándoles a cambiar la realidad, con la razón y la palabra, los dos frutos más bellos y refinados del quehacer humano.

Artículo tomado del diario www.elimparcial.es

Fecha: 15 de marzo, de 2015.