Catedrática de Ética y Filosofía Política, Cortina fue la primera mujer que ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas desde su fundación, en 1857. Premio Internacional Jovellanos 2007 y Nacional de Ensayo 2014, ha sido jurado de los premios Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades y del de Ciencias Sociales. Además, entre sus reconocimientos figura la Alta Distinción de la Generalitat Valenciana 2017 y el Premio Antonio de Sancha que otorga la Asociación de Editores de Madrid porque, como argumentó el jurado de este último, “es admirable cómo observa, cómo lee y cómo reflexiona sobre la realidad de una sociedad cada vez es más compleja, más confusa, más incierta y más cambiante. La claridad de su pensamiento y su voz valiente y abierta son imprescindibles en una democracia real, que defienda la libertad y la justicia”.

Habitual colaboradora en los medios de comunicación, entre la amplia lista de obras de las que es autora figuran Ética mínima; Ética aplicada y democracia radical; Ciudadanos del mundo; Alianza y Contrato; Ética de la razón cordial; Las fronteras de la persona; Justicia cordial; ¿Para qué sirve realmente la ética? y Aporofobia.

Hace ya veinte años usted acuñó ese término, aporofobia. Desde entonces ha escrito mucho sobre esta cuestión, ¿qué es lo que define?

Hablamos del rechazo social al pobre y a la persona vulnerable. A lo largo de la historia de la humanidad se le han ido poniendo nombres a las realidades sociales que van descubriéndose. Era necesario ponerle nombre a ese rechazo porque si no se lo ponemos acaso no lleguemos a percibir la asimetría entre las personas bien y mal situadas. Hay que considerar que la aporofobia es tan vieja como la humanidad. El término se refiere a los vulnerables, no sólo a los pobres, y ese rechazo tiene su origen en la creencia de que esas personas no van a aportar nada. Los seres humanos tenemos la tendencia a dejar de lado todo lo que nos molesta. Es verdad que la sociedad está avanzando porque se está tomando conciencia de la situación, pero queda mucho camino por recorrer en la lucha no sólo por acabar con la pobreza y las desigualdades sino también con la injusta situación de aquellos que están peor situados.

Algo sobre lo que usted insiste una y otra vez…

Y no me cansaré de hacerlo porque, como también repito, acaso, como decía Ortega, lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa y tenemos que saberlo y considerarlo. La realidad es que una parte de la sociedad actúa como si los mejor situados fueran superiores. Y no lo son ni ética, ni moral, ni en ninguno otro “mente”. Todos los seres humanos, por el hecho de serlo, tienen dignidad, con lo cual si algunos se sienten superiores están equivocados; claramente equivocados. Y conviene decirlo y decírselo. Conviene asumir que las personas con menos recursos y, por tanto, más vulnerables no son bien vistas y, por decirlo con claridad, molestan.

¿Podría darnos un ejemplo global de aporofobia?

¡Hay tantos! Pero por señalar uno podríamos hablar de los votos que logró Trump de antiguos inmigrantes por su promesa de levantar un muro en la frontera con México. Ese es un caso lamentable pero muy claro de aporofobia y de manipulación de emociones con discursos que son realmente homicidas. El discurso del miedo y de la mentira tiene éxito y da votos. Convendría recordar, en relación con España, que nuestro país logró salir de situaciones de pobreza en parte porque muchas persona se fueron a trabajar a Alemania, a Francia, a Suiza, a Venezuela, a Argentina y allí fueron acogidos. Parece como si se nos hubiera olvidado, pero hay que recordar que gracias a que fuimos allá y a que los inmigrantes trabajaron en lo que no quería nadie ahora España es el país desarrollado que es»

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Fuente: hoyesarte.com (14/02/2019)