Simone de Beauvoir: 10 frases para recordarla

Simone de Beauvoir, nacida un 9 de enero de 1908 en París, hoy se cumplen 110 años de su nacimiento. Pareja del también escritor Jean-Paul Sartre, fue una de las grandes representantes del feminismo francés. Escribió, entre otras obras, «El segundo sexo», «Los mandarines» y «Una muerte muy dulce». Recopilamos algunas de sus mejores frases en el aniversario de su muerte:

Vivir es la voluntad de vivir:

«El hombre no es ni una piedra ni una planta, y no puede justificarse a sí mismo por su mera presencia en el mundo. El hombre es hombre sólo por su negación a permanecer pasivo, por el impulso que lo proyecta desde el presente hacia el futuro y lo dirige hacía cosas con el propósito de dominarlas y darles forma. Para el hombre, existir significa remodelar la existencia. Vivir es la voluntad de vivir».

La muerte, violencia indebida

«No hay muerte natural: nada de lo que sucede al hombre es natural puesto que su sola presencia pone en cuestión al mundo. La muerte es un accidente, y aun si los hombres la conocen y la aceptan, es una violencia indebida».

El hombre y Dios

«La perfección de su ser no deja ningún lugar al hombre porque el hombre no podría trascenderse en Dios si Dios ya está todo entero dado. En tal caso el hombre no es más que un accidente indiferente a la realidad del ser; está en la tierra como un explorador perdido en el desierto; puede ir a la derecha o a la izquierda, puede ir a donde quiera; jamás irá a ningún lugar y la arena cubrirá sus huellas».

El eterno femenino

«No creo en el eterno femenino, una esencia de mujer, algo místico. La mujer no nace, se hace. No hay un eterno femenino desde el origen, son roles. Y eso se aprecia muy bien cuando se estudia la sociología. El papel de los hombres y de las mujeres no está determinado de forma absoluta en todas las civilizaciones, hay grandes cambios».

La dicha del amor

«El secreto de la dicha del amor consiste menos en ser ciego que en cerrar los ojos cuando hace falta».

Amar sin sentir miedo

«En sí, la homosexualidad está tan limitada como la heterosexualidad: lo ideal sería ser capaz de amar a una mujer o a un hombre, a cualquier ser humano, sin sentir miedo, inhibición u obligación».

Feminismo

«Sólo después de que las mujeres empiezan a sentirse en esta tierra como en su casa, se ve aparecer una Rosa Luxemburg, una madame Curie. Ellas demuestran deslumbrantemente que no es la inferioridad de las mujeres lo que ha determinado su insignificancia».

Oprimidos y opresores

«Uno de los beneficios que la opresión ofrece a los opresores es que el más humilde de ellos se siente superior: un pobre blanco del sur de los Estados Unidos tiene el consuelo de decirse que no es un sucio negro. Los blancos más afortunados explotan hábilmente este orgullo. De la misma forma, el más mediocre de los varones se considera frente a las mujeres un semidiós».

El poder y los medios

«No nos engañemos, el poder no tolera más que las informaciones que le son útiles».

La escritura

«Escribir es un oficio que se aprende escribiendo».

Fuente:

http://www.abc.es/cultura/abci-simone-beauvoir-palabras-201604141257_noticia.html

 

‘El joven Karl Marx’ en el Halcón Milenario

A la película le pasa un poco como con ‘Star Wars’: el protagonista, Luke Skywalker, resulta predecible y redicho, pero es la excusa para que intervengan personajes memorables

Al principio de El joven Karl Marx se ve un bosque en el que unos campesinos alemanes recogen leña. Un anciano reprende a un niño que estaba intentando arrancar una rama de un árbol, pues solo se llevan la leña caída. En ese momento aparecen a caballo unos soldados armados que masacran a los campesinos. Mientras, se oye una voz en off que resulta ser la de un Marx veinteañero leyendo un manuscrito en la redacción de un periódico de Colonia en 1843, inmediatamente antes de que el ejército irrumpa para clausurar la publicación. Se trata del Rheinische Zeitung, un diario liberal crítico con el absolutismo prusiano en el que Marx publicó una serie de artículos denunciando los cambios legislativos que criminalizaron el derecho consuetudinario a recoger leña de los campesinos de la región de Mosela. Es un tema del que Marx prácticamente no se volvió a ocupar hasta que lo recuperó en El capital,donde relaciona el origen del mercado de trabajo capitalista con la expropiación violenta de los bienes comunes tradicionales. Del mismo modo, durante mucho tiempo los intérpretes de Marx apenas prestaron atención a esta cuestión. En cambio, en las últimas décadas, los “comunes” ocupan un lugar crucial tanto en la práctica política como en la obra de autores marxistas como David Harvey, economistas como Elinor Ostrom o historiadores como Peter Linebaugh o Silvia Federici.

Y ese es solo el primer minuto de la película.

Con El joven Karl Marx pasa un poco como con Star Wars. El protagonista, Luke Skywalker, resulta predecible y redicho, pero es la excusa para que intervengan personajes memorables, como Han Solo o Darth Vader. El Marx de El joven Karl Marx se pasa toda la película con media sonrisa irónica y cara de creerse mucho más listo que el resto de la humanidad (un retrato bastante fiel, probablemente). Pero es un formidable médium de personajes y situaciones históricas que se suceden como una catarata a lo largo de las dos horas de película. El Han Solo de El Joven Karl Marx es, sin duda, el joven Engels: divertido, empático, valiente un poco alocado y con un gran olfato sociológico. Si no hubiera sido por La situación de la clase obrera en Inglaterra -un informe que aún hoy resulta impresionante y que Engels redactó a los veinticinco años gracias a la colaboración de su compañera, Mary Burns— hoy recordaríamos (o más bien no) a Marx como un filósofo posthegeliano particularmente sarcástico. Pero la película también consigue que Jenny Marx, Bakunin,

Salvo una secuencia ridícula en la que se escucha una música bélica mientras Marx lee tranquilamente —como si en vez de estar tomando notas para Miseria de la filosofía se estuviera preparando para una misión de comando—, Raoul Peck logra la proeza de introducir cuestiones teóricas de largo alcance con mucha naturalidad. Así, por ejemplo, la influencia del romanticismo en la ruptura generacional de Marx con el universo burgués de su familia se sugiere en una breve y emotiva conversación entre Jenny y Engels. Y, sin duda, debemos a El joven Karl Marx la mejor interpretación de la famosa undécima tesis sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Es un lema irritante, al borde de la literatura motivacional, que en la película, muy verosímilmente, Marx pronuncia completamente borracho, es de suponer que inmediatamente antes de entonar el equivalente renano del Asturias, patria querida.

Especialmente, El joven Karl Marx consigue mostrar con mucha fidelidad lo doméstica e intempestiva que resultó la intervención de Marx y Engels y lo improbable que fueron sus efectos. El proletariado al que interpelaban no existía, como tampoco el partido cuyo manifiesto escribieron. Se dirigían a minúsculas agrupaciones de trabajadores que se sentían mucho más cercanos al lenguaje religioso de Wilhelm Weitling que a la gran teoría alemana. La película muestra a Proudhon o a los líderes unionistas como políticos hábiles y prudentes, mientras Marx y Engels irrumpían en los movimientos políticos como elefantes en una cacharrería. Y esa es justamente la épica que alimenta El joven Karl Marx. El milagro de que dos jovencísimos pequeñoburgueses con un contacto remoto con las condiciones de vida y las organizaciones de trabajadores consiguieran poner en marcha un movimiento que desbordó completamente la política antagonista de su tiempo y ha inspirado las ambiciones emancipadoras de millones de personas de todo el mundo a lo largo de siglo y medio.

Fuente:

https://elpais.com/cultura/2018/01/27/actualidad/1517066304_935792.html

 

«Es muy difícil conocerse a sí mismo, al intentarlo surgen aspectos ocultos que nos incomodan»

La psicóloga Camen Durán defiende que hay que fomentar valores como la comprensión, la compasión o el respeto

Carmen Durán considera que la benevolencia –querer el bien para uno mismo y para los demás, aceptar plenamente a alguien, no juzgar, no condenar ni a los demás ni a nosotros mismos–, es una capacidad del ser humano que pierde fuerza en nuestra sociedad. «Por eso decidí escribir mi último libro: «La benevolencia. El camino del corazón», con el objetivo de concienciar sobre su importancia de este asunto para poder vivir en un mundo mejor».

Explica que todas las personas tenemos la capacidad de ser benevolentes, «lo que ocurre es que la educación actual no la potencia, se inclina más por fomentar la competitividad, por quererse bien a uno mismo, sí, pero solo de forma muy egocéntrica».

La primera escuela para un niño es la familia, aunque se requiere una acción conjunta de centros escolares y padres. Estos deben tener conciencia de que no es tan importante que su hijo sea el mejor de la clase como que sea feliz y desarrolle valores humanos de solidaridad, de compasión, de compresión… Lo que ocurre es que, a veces, el narcisismo de los padres y el desear que los hijos alcancen las metas que ellos no lograron interfiere y ejerce una presión muy grande.

¿Qué consecuencias tiene este empeño de los padres?

Que sus hijos se crean el centro del universo y no vean ni valoren a nadie más en su entorno.

¿Es un reto imposible formar alumnos benevolentes? ¿Cómo se vende ahora que no formen al niño más listo, sino al más feliz?

Cada vez más escuelas toman cierta conciencia y ponen en marcha prácticas que fomentan la cooperación. Con ellas, además, los problemas de violencia escolar se solucionan mejor porque los alumnos trabajan unidos, en equipo. Pero para ello, insisto, hace falta mayor concienciación del mundo docente.

«Cambiar las condiciones de vida, en realidad no sirve de nada si una persona no cambia internamente»

Para quererse más a uno mismo hay que hacer una reflexión profunda hacia el interior del propio ser. ¿Por qué cuesta tanto este ejercicio?

Hay quien dice que el conocimiento de uno mismo nunca es una buena noticia. Y tiene parte de razón. Es muy difícil conocerse a uno mismo porque al intentarlo surgen aspectos que hemos negado y ocultado porque nos han incomodado y el entorno desaprueba. Se tiende a olvidarlos, puesto que es complicado volver a encararlos.

¿Por qué se suele recurrir a esa mirada interior cuando la persona tiene una crisis existencial?

Porque cuando se está feliz nadie se preocupa por plantearse quién soy y qué me está pasando porque no le interesa en ese momento, ya que se siente pleno con otras cosas.

¿Cómo podemos conocernos mejor?

Los asuntos humanos y psicológicos no están divulgados. Ahora mismo, para hacer un proceso de este tipo hace falta un psicoterapeuta. No tendría que ser así si hubiera acceso a un conocimiento generalizado sobre este asunto y fuera, por tanto, más sencillo responder a cuestiones como qué está pasando o qué salidas hay… Este hueco lo intentan suplir libros de autoayuda, pero plantean soluciones muy rápidas que no funcionan porque se trata de asuntos muy complejos.

«La educación actual se inclina más por fomentar la competitividad, por quererse bien a uno mismo, sí, pero solo de forma muy egocéntrica»

¿De qué manera logran, entonces, la información necesaria?

En libros especializados y reflexivos, en cursos de meditación que no implican la asiduidad de una terapia, pero que aportan pequeñas guías en el camino.

En su libro apunta que si no hay un cambio interior, los problemas seguirán repitiéndose: «Cambiar el ser es cambiar nuestra vida, pero cambiar nuestra vida no es cambiar nuestro ser». ¿Somos realmente conscientes de esta afirmación tan evidente?

No, la verdad es que no. Cambiar las condiciones de vida, en realidad no sirve de nada si una persona no cambia internamente. Se volverán a repetir los mismos problemas o circunstancias.

¿Es muy difícil cambiar internamente?

-Sí. Para ello hay que disponer de herramientas que tienen que ver con lo psicológico, con el desarrollo de la dimensión espiritual y del conocimiento de uno mismo. Son temas que no están presentes en la educación actual. La filosofía, por ejemplo, es una asignatura que está erradicada de la enseñanza básica. En la universidad, en el terreno de la Psicología no se aborda tampoco. Resulta, por tanto, muy complicado plantearse «quién soy yo» sin saber qué somos.

¿Las nuevas generaciones lo tienen más complicado en este aspecto?

Desde luego, no van a poder reflexionar sobre estas nociones porque se ha ido tecnificando cada vez más la enseñanza. Nos vamos deshumanizando en este sentido. Hay que darse cuenta de que estas materias son muy importanates para el desarrollo completo de las personas y, por ello, resulta necesario incluirlas en la educación y cultura.

¿Por qué nos cuesta tanto reconciliarnos con nosotros mismos ante estos problemas ocultos?

A menudo nuestro ideal del yo está muy lejano de nuestra realidad y hemos hecho grandes esfuerzos por mantener un ideal que de repente deja de servirnos. Es como cuando estás mal en una empresa y te quieres ir, pero al final te quedas esperando a que te echen y den una indemnización, aunque tengas oportunidades de ir a otra compañía. Aquí pasa lo mismo, se piensa en no renunciar a un ideal porque, a lo mejor, se puede cumplir en algún momento y si renuncio a él se cree que ya nunca más se va a cumplir.

Fuente:

http://www.abc.es/familia/educacion/abci-dificil-conocerse-si-mismo-intentarlo-surgen-aspectos-ocultos-incomodan-201801162109_noticia.html

 

La filósofa que combatió el nazismo, Hannah Arendt.

La franqueza desgarradora de la pensadora ha superado un millón de visitas en una entrevista en la que habla del pasado y las ideas

Cuando estábamos a punto de tirar la toalla y aceptar que en las redes sociales los destinados a triunfar eran, en el mejor de los casos, los vídeos de gatitos, Hanna Arendt llega para demostrar, no solamente que cabalga después de muerta, filosóficamente hablando, sino que la historia, la política y el pensamiento de calidad sobreviven en el nuevo mundo surgido de internet, apenas se les haga un pequeño espacio.

Este vídeo, contiene una entrevista a la filósofa realizada en 1963 por el periodista Günter Gaus y que no había vuelto a ver la luz desde que fue emitida por la televisión alemana, ha superado en Youtube el millón de visualizaciones. Sus traducciones a diferentes lenguas, como el español, también cosechan éxito de espectadores, poniendo de manifiesto las ansias de profundidad y de testimonios fidedignos por parte de los internautas del siglo XXI, a los que Arendt anima a la autocrítica: «No encuentro patriótico a quien ama tanto a su pueblo que se siente obligado de por vida a pagarle el tributo de la adulación». También previene contra el consumismo: «Hoy, el ciclo de trabajo y consumo arroja al hombre contra sí mismo, porque esas dos actividades ocupan en su vida todo el espacio que debería ocupar lo autenticamente relevante».

«No encuentro patriótico a quien ama tanto a su pueblo que se siente obligado de por vida a pagarle el tributo de la adulación»

Resulta difícil imaginar que diría hoy Hannah Arendt si supiera lo lejos que llegan sus palabras. Ella, que justificaba su obra escrita explicando: «No me preocupa la influencia que puedan tener mis obras, lo que me preocupa es comprender y escribir forma parte de comprender, forma parte del proceso. Si tuviera la posibilidad de recordar todo lo que pienso, posiblemente no habría escrito nada. Cuando logro desarrollar un pensamiento necesito además expresarlo adecuadamente a través de la escritura. Si después otros comprenden en el mismo sentido que yo, es una doble satisfacción, un sentimiento de liberación y de sentirme como en casa».

Su franqueza gusta a las redes

Su cruda franqueza se adapta con facilidad al tipo de comunicación que requieren las redes y su falta de corrección política resulta de lo más actual, como cuando afirma que «hay determinadas ocupaciones que no son para las mujeres. Cuando una mujer empieza a dar órdenes, eso no tiene buen aspecto, debiera intentar no llegar a tales posiciones si le importa seguir siendo femenina. Personalmente, nunca me ha importado».

Aunque para los internautas alemanes, seguramente lo más valioso de su pensamiento es el testimonio de experiencia de unos años de los que a menudo sus padres y sus abuelos han preferido no hablar demasiado. «Nunca me habían interesado la historia ni la política, pero en 1933 no era posible ya esa indiferencia. El 27 de febrero de 1933, el incendio del Reichstag y todas aquellas detenciones ilegales aquella misma noche, la llamada “detención preventiva”, llevándose a la gente a los sótanos de la Gestapo… lo que se desencadenó aquella noche fue monstruoso y a menudo queda ensombrecido por lo que vino después. Pero para mí supuso una conmoción inmediata y desde ese momento sentí una responsabilidad, pensé por primera vez que no podía quedarme al margen», relata sobre su toma de conciencia política.

Infancia de otro planeta

Los recuerdos infantiles de Hannah Arendt parecen no de otra época, sino de otro planeta. Cuenta cómo creció leyendo a Kant, a Jaspers, a Kierkegard… y para desengrasar poesía griega clásica que todavía en 1963 recitaba de memoria con soltura. «Yo no supe por mi familia que era judía. Mi madre no era religiosa, mi padre murió muy pronto… Mi abuelo era presidente de la comunidad Judía Liberal de Königsberg y me topé por primera vez con la palabra “judío” por los insultos antisemitas de otros niños en la callle. Después fui ilustrada al respecto y, con el tiempo, se convirtió en una cuestión esencial de mi identidad, igual que, todavía en mayor medida, para mi madre. Me considero judía y no me considero alemana», rememora.

«Yo no supe por mi familia que era judía, me topé por primera vez con la palabra “judío” por los insultos antisemitas de otros niños en la callle»

El profesor de culturas digitales de la Universidad de Luneburgo Götz Bachmann, considera que «la entrevista triunfa en Youtube porque es un documento increíble, porque mezcla un gran poder intelectual y una honestidad desgarradora», sugiriendo cuánto pensamiento valioso se perderá en la era digital por el simple hecho de no estar grabado en vídeo.

«Las experiencias de antisemitismo envenenaron el alma de muchos niños», dice en un lúcido recordar de sus primeros años, «la diferencia, en mi caso, es que mi madre era partidaria de no humillarse, de defenderse. Cuando los profesores humillaban a otras niñas, especialmente judías del este, yo tenía instrucciones de levantarme inmediatamente, abandonar el aula y marcharme a casa. Debía informar de lo ocurrido y mi madre, entonces, escribía una de sus muchas cartas de protesta. Yo me quedaba un día sin colegio y aquello me parecía estupendo. Si los comentarios venían de otros chicos, en cambio, no se me permitía quejarme en casa. Tenía que defenderme yo sola. Por eso nunca me afectó demasiado, porque disponía de unas normas de conducta que preservaban mi dignidad. Me sentía completamente protegida».

«La conmoción llegó por la uniformización, no por lo que hicieron nuestros enemigos, sino por lo que hicieron nuestros amigos…»

Hanna confiesa que desde 1931 estaba convencida de que los nazis llegarían al poder, pero precisa que no fue ese el motivo de mayor conmoción para los judíos. «Desde hacía al menos cuatro años era evidente que la mayor parte de los alemanes estaba contra nosotros, ¡no necesitamos que Hitler llegase al poder para eso!. La conmoción llegó por la uniformización, no por lo que hicieron nuestros enemigos, sino por lo que hicieron nuestros amigos…».

En sereno tono de reproche subraya que «la uniformización comenzó como algo voluntario, no como consecuencia del terror. Fue como si en torno a nosotros se abriese un espacio vacío. Yo vivía en un mundo de intelectuales, pero conocía también a personas de otros medios. Y pude comprobar que esa uniformización se extendió mucho antes entre los intelectuales que entre personas de otros medios. Y eso nunca he podido olvidarlo. Abandoné Alemania pensando que nunca más me metería en cosas intelectuales, nunca más quería estar entre semejante gente. No lo sigo pensando con la misma intensidad, pero si tenemos en cuenta que pertenece a lo intelectual el forjar ideas sobre el otro, el hecho de que los intelectuales se uniformasen y forjasen esa idea sobre Hitler resulta, sencillamente, grotesco. Los intelectuales alemanes cayeron en la trampa de sus propias ideas».

«Así supe de Auschwitz»

Tenía 23 años cuando huyó de Alemania. El presidente de la organización sionista la buscó para realizar un trabajo de recopilación, un compendio de todas las expresiones racistas y segregacionistas que se estaban infiltrando en la sociedad alemana a través de la nueva legislación de profesiones. Se trataba de un trabajo ilegal y no quería que ningún sionista se ocupase personalmente de ello porque, en caso de caer, caería con él toda la organización. Debido a esta tarea fue arrestada y pasó ocho días en prisión, tras lo cual abandonó el país de forma ilegal y no regresó hasta 1949. Exiliada en Francia, relata sus trabajos de apoyo a los refugiados alemanes, arrojando excelsa luz sobre la actual polémica por los refugiados en Alemania, y cuenta cómo, ya viviendo en EE.UU., supo acerca de Auschwitz. «Fue en 1943. Mi marido y yo no nos lo creímos… Sabíamos que esa tropa era capaz de lo peor, pero mi marido repetía que tan lejos no podían llegar. Medio año después sí que lo creímos porque vimos pruebas. Y fue como si el abismo se abriese. Todo lo demás podía asimilarse. Eso no».

Fuente:

http://www.abc.es/cultura/libros/abci-filosofa-combatio-nazismo-hannah-arendt-estrella-youtube-201801100128_noticia.html

El problema filosófico de Dios

Estos días celebramos la fiesta del nacimiento de una divinidad; para los cristianos, la Divinidad: Cristo.

Arash Arjomandi es filósofo y profesor de la EUSS (UAB)

El tema de Dios ha sido, en la historia de la filosofía, un problema por cuanto no se ha podido aportar ninguna prueba racional de su existencia o de su ausencia que no haya sido razonablemente refutada. Además, lo más apropiado para nuestra época actual parece ser la evitación de este problema a pesar de ser el de mayor trascendencia para cualquier ser humano.

Se elude hablar de esta cuestión, acorde al pragmatismo y funcionalismo de nuestra era tecnológica, o bien porque se le considera irresoluble; o bien por nuestra asunción del certificado nietzscheano de defunción de la idea de Dios; o bien porque, a la manera budista, no creemos imprescindible su resolución para procurarnos la felicidad.

A lo largo de la historia de la cultura ha habido muchos intentos racionales de demostrar la existencia de Dios. Kant los catalogó, sintetizó y clasificó magistralmente para, luego, mostrar que ninguno de ellos es susceptible de decisión lógica. En efecto, todas las pruebas racionales aducidas para la existencia de un Ser supremo se reducen, de un modo u otro, a tres tipos de argumentos.

1.El argumento ontológico, que afirma que un Ser cuya grandeza sea de tal magnitud que no pueda pensarse ningún otro ser por encima de él debe, necesariamente, existir, pues de no existir podría pensarse en otro Ser superior a él por cuanto ese otro Ser, además de ser pensado, tendría una propiedad más: la existencia.

Empero, gracias a Kant sabemos que este argumento tiene una falla lógica fundamental. En efecto, si Dios existe debe ser, ciertamente, el creador de la realidad (su causa primera; no necesariamente como antecedente temporal, pero sí como causa eficiente). En consecuencia, debe ser omnisciente y omnipotente. Pero, esta necesidad (que la causa primera debe ser omnisapiente, omnipotente, suprema) no implica su existencia; de la definición del ser necesario no se puede deducir la existencia de un ser necesario. La existencia no es un predicado lógico (aunque sí gramatical). Si decimos que Dios, además de omnipotente, omnisciente y bondadoso, es existente no estamos añadiendo un nuevo atributo (la existencia) a la noción de Dios, pues la existencia (o inexistencia) del objeto de una idea no es una cualidad de esa idea.

2.El argumento cosmológico, que enuncia la existencia de Dios por el hecho de que la contingencia (no necesidad) de todos los demás seres del mundo prueba la existencia de un Ser necesario. De nuevo, estamos infiriendo la existencia extramental de un concepto de la propia necesidad de tal concepto. De la imposibilidad de una serie infinita de causas hacia atrás queremos deducir la existencia de una causa primera; pero la imposibilidad de la regresión infinita es un principio del pensar, un axioma lógico necesario para poder argumentar; no una característica de lo real.

3. La prueba físico-teológica, que quiere deducir la existencia de un ordenador y diseñador inteligente para el mundo en virtud del orden y regularidad que la ciencia descubre en éste. Nuevamente, ello puede legitimarnos a pensar que, en caso de que existiera un Creador, éste sería, ciertamente, sabio y ordenado pero no nos prueba su existencia.

En suma, la noción de la necesidad solo reside en el pensamiento; es una condición formal de nuestro pensar. Todas las pruebas de la existencia de Dios incurren en la ilusión dialéctica de extrapolar el concepto y la noción de necesidad e hipostasiarla como una condición material del mundo real.

¿Cuál puede ser, entonces, una solución al problema de Dios? Es verdad que las referidas pruebas filosóficas han demostrado que la idea de un ser supremo, de una causa primera o de la unidad de los fenómenos en un único Todo es una idea que se nos revela lógica y racionalmente necesaria, inexorable; pero de la necesidad de una idea no se puede deducir la existencia de su referente fuera del pensamiento. Empero sí podemos y debemos postular esa existencia del siguiente modo: Karl Popper y otros han demostrado que todo nuestro conocimiento científico descansa, entre otras cosas, sobre el principio de razón suficiente (a saber, todo lo que ocurre tiene, al menos, una explicación suficiente, aunque la desconozcamos). Y bien, sólo cabe un único tipo de razón suficiente para la referida necesidad racional de la idea de Dios; esa razón suficiente es que postulemos la existencia de Dios también fuera de nuestro pensamiento. En otras palabras, el hecho de que, en virtud de los argumentos de arriba, nuestra razón no pueda, desde el punto de vista lógico, sustraerse de la idea de un Ser supremo nos obliga a aceptar el axioma de que ese Ser existe. Tal idea es un principio regulativo de nuestra racionalidad, es decir, aquello que nos permite mirar las cosas como si procedieran de una causa necesaria, algo imprescindible para nuestra experiencia epistemológica y moral.

Fuente: http://www.abc.es/opinion/abci-problema-filosofico-dios-201801050437_noticia.html

Charles Pépin (filósofo): “Todo éxito es un fracaso rectificado”

El autor de ‘Las virtudes del fracaso’ cree que errar es necesario para entender nuestros deseos

Alex Vicente

El fracaso ha sido, desde los albores de nuestra civilización, fuente de miedo y vergüenza. El filósofo Charles Pépin (Saint-Cloud, Francia, 1973) opina, al contrario, que experimentar el fiasco y la frustración inherente a él es lo que, en el fondo, nos convierte en humanos. Según este pensador francés, la inteligencia de un individuo se cuantifica en su capacidad para analizar y corregir sus errores. En ese sentido, equivocarse no es solo inevitable, sino necesario para entender nuestros deseos y prioridades. Profesor del Instituto de Estudios Políticos de París y solicitado conferenciante, Pépin desarrolla estas tesis en Las virtudes del fracaso (Ariel), un tratado que aboga por un cambio de actitud respecto al desengaño. En el libro, el autor elabora un listado de personajes que triunfaron después de fracasar, de Thomas Edison a Steve Jobs, y también de inventos que surgieron a partir de sonados errores de apreciación, como el viagra o las cápsulas de café. El objetivo de Pépin, como relata en un café parisiense, es profundizar en un asunto que la mayoría de grandes filósofos se han obstinado en ignorar.

Pregunta. ¿Por qué el fracaso ha sido un tema tan poco tratado por su disciplina?

Respuesta. En la filosofía occidental se ha hablado poco de los aspectos concretos de la existencia. El hecho de fracasar no aparece mencionado ni en los diálogos de Platón, ni en los escritos de Descartes o de Kant, ni en los tratados de los existencialistas. Existe alguna excepción, como la filosofía de los estoicos, que hablaron de la necesidad de aceptar la frustración inherente a la vida. Más tarde, Hegel también consideró que las experiencias negativas eran necesarias: igual que no hay tesis sin antítesis, no existe el éxito sin el fracaso. Ya en el siglo XX, la epistemología reflejará el tanteo sucesivo que es propio del método científico, que implica equivocarse sucesivamente hasta llegar a un resultado satisfactorio. Todo éxito puede considerarse, en ese sentido, un fracaso rectificado.

P. En su libro define el fracaso como problema filosófico, pero también social. ¿Qué nos impide aceptar, socialmente hablando, el hecho de fallar?

R. Para empezar, se suele confundir el fracaso de un proyecto determinado con el de nuestra persona en su totalidad. No conozco bien la situación española, pero diría que es parecida a la francesa. Nuestra sociedad está enferma porque es incapaz de aceptar el error. Conozco a jóvenes traumatizados por un sistema escolar que no favorece la singularidad, que les obliga a adaptarse a lo que se ha fijado como la norma. En las empresas hay muchos trabajadores marginados por haber cometido un único desliz a lo largo de sus carreras. En Francia se castiga lo atípico para preservar un sistema muy homogéneo, en el que se aspira a que todo el mundo se parezca.

P. En su libro hace un inventario de mitos franceses que resurgieron de sus cenizas tras pronunciados fracasos. Por ejemplo, casi todos los presidentes desde De Gaulle han vivido largas travesías del desierto…

R. Una excepción es Emmanuel Macron, aunque seguro que vivió algún fracaso durante su infancia. Esos suelen ser los que dejan una marca más profunda. Como decía, el origen del problema se encuentra en el modelo fundador de la escuela pública, que exige que todos los alumnos sean iguales. Que respondan a las mismas normas, que hablen la misma lengua, que aprendan la misma historia y luego la repitan con la misma retórica. No todo es malo en ese modelo: es el sistema en el que se fundamenta la igualdad republicana y, como tal, es intocable. Pero no hay que negar que más del 30% de empresarios vivieron el fracaso escolar. En las carreras artísticas y en el deporte, el porcentaje es similar. Son cifras que deben llevarnos a reflexionar.

P. Frente a la rigidez europea, parece defender el modelo estadounidense, que considera más tolerante con el fracaso. ¿No era al revés?

R. Un banco estadounidense acepta dar una oportunidad a un empresario que, en un momento determinado, haya cometido un error. En la mayoría de países europeos te cerrarán la puerta. En Francia incluso te ponían en una lista negra cuando habías tenido un problema económico. Desde 2013 eso ya no es posible, pero la percepción del fracaso sigue siendo la misma. En Estados Unidos se favorece más el espíritu aventurero a causa de su mentalidad de pioneros. El propio descubrimiento de América fue un error de navegación… Dicho esto, tampoco idealizo ese sistema. Allí todo está pensado para que el éxito termine por llegar, tarde o temprano. Pero, en caso de que no llegue, el Estado se desentiende totalmente de ese individuo. En Europa, al contrario, siempre cuentas con una red de seguridad.

P. Hay quien interpreta sus tesis como un elogio de la mediocridad.

R. No es mi razonamiento. Yo no digo que todos los fracasos sean positivos. Lo que digo es que hay que fracasar de una forma interesante, con la voluntad de ser valiente y original. Creo que llegamos al final del ciclo de la obsesión por el éxito. Hace años que Michael Jordan se dedica a dar conferencias sobre los fracasos de su carrera. Y el tenista Stanislas Wawrinka lleva tatuado en el brazo una cita célebre de Beckett, extraída de su libro Rumbo a peor: “Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”. De acuerdo, todavía no es una opinión hegemónica, pero me parece sintomático de una erosión del modelo dominante.

P. ¿En qué momento empieza ese cambio de mentalidad?

R. La crisis financiera de la década pasada fue un punto de inflexión. Fue un kairós, por utilizar el término de los filósofos griegos, un momento oportuno para el cambio. La crisis puso en duda el sistema de valores que sustentaba la idea del éxito. Fue un momento en el que se cerraron muchas puertas, pero también se abrieron algunas ventanas.

P. Su ensayo también analiza el fracaso desde el punto de vista psicoanalítico. Lo define como una victoria inconsciente, ya que nos acerca hacia lo que de verdad queríamos pese a no ser conscientes de ello.

R. Lacan solía decir que todo acto fallido esconde un discurso exitoso. Podemos utilizar el ejemplo de Nicolas Sarkozy. Cuando se retiró de la vida política, lo primero que dijo fue que eso le permitiría cuidar más de su familia, a la que había desatendido durante años. De forma inconsciente, vio en su fracaso electoral una oportunidad de hacer algo positivo. Es peligroso no darse cuenta de la disociación respecto a nuestros deseos inconscientes. Muchas veces, tenemos que fracasar repetidamente hasta caer rendidos y hasta sentirnos deprimidos. Es entonces cuando entendemos que nos estamos equivocando, que eso no es lo que queríamos hacer con nuestras vidas, tanto en el plano profesional como en el sentimental. Fracasando una y otra vez nos vamos acercando, poco a poco, a la verdad.

P. ¿No existe el peligro de caer en la lógica del pensamiento positivo, inspirado en la filosofía de Emerson, quien consideró que cualquier experiencia, buena o mala, siempre termina siendo provechosa?

R. Es muy seductor pensar eso, ­pero no es lo que yo defiendo. Yo creo que todas las experiencias no son beneficiosas. La negatividad total también existe. Hay fracasos de los que uno nunca se recupera, que incluso pueden conducir al suicidio. Lo que yo digo es que el fracaso es una experiencia humana. Y que llegamos más lejos aceptándolo y corrigiéndolo que negando que exista. El fracaso nos ayuda a reorientarnos y a reinventarnos.

Fuente:

https://elpais.com/cultura/2018/01/03/actualidad/1514978576_244946.html

Foto:

Manuel Braun

 

Filopolítica contra el populismo

La filosofía puede aportarnos justo lo que más nos falta en estos tiempos acelerados: distancia y duda

El Manifiesto Filosofía y responsabilidad política y ciudadana, firmado por grandes pensadores actuales, ha sido un revulsivo que, lamentablemente, se ha ignorado por parte de quien debía atender las sabias consideraciones de nuestras mentes más claras.

El primer punto de su texto, en el que exigen una reacción y un reconocimiento ante el menoscabo educativo e institucional de las humanidades, y en especial de la filosofía, dice así: “Primero: porque la filosofía es una aspiración a saber, y por lo tanto implica la apertura a nuevos y desconocidos espacios de conocimiento, al contraste de las convicciones y a la comprensión de las razones del ‘otro’. Se contrapone por propia idiosincrasia a posiciones maximalistas e inamovibles y se atiene a la autocrítica como principal motor de acción reflexiva”.

En esos mismos días, se celebró el I Festival de Filosofía de Málaga, organizado por Fundación Santillana y La Térmica de la Diputación de Málaga. En este encuentro se desarrollaron intensos debates sobre la filosofía y la política, sobre la necesidad de la hibridación de ambas en la búsqueda del bien común. El Festival pretendía poner en escena la energía polémica de la filosofía y la urgencia con la que regresa a la vida cotidiana: cómo mantener una discusión culta, una disputa inteligente, una controversia lúcida. Y, de nuevo, la voz que piensa se tornó en una voz que denuncia y propone.

La Carta de los Filósofos, presentada en este Festival, pidiendo indulgencia para los refugiados y los inmigrantes, decididos a formar juntos una Europa, primera patria de la Humanidad, fue otro ejemplo más de conciencia comprometida. “Vuestra llegada ha revelado la naturaleza de nuestra verdadera condición política: la impotencia. Como filósofos debemos agradeceros que hayáis traído en vuestro equipaje la más valiosa mercancía que podíamos esperar, la revelación de una molesta verdad: apenas hemos servido para nada”.

Ambos manifiestos nos alertan del grave deterioro que puede significar para nuestra democracia la eliminación de la cultura y la formación filosófica de nuestro sistema educativo y, de lo que es peor, de la ausencia de la filosofía del debate público y político. ¿Podremos resolver nuestros problemas políticos sin pensamiento, cultura y actitud filosóficas? No, rotundamente, no. En tiempos de “totalitarismo soft” (en palabras de Claudio Magris) solo la filosofía nos protege, con la duda y el argumentado razonado, del sectarismo y la banalidad”. El espíritu crítico y la escucha respetuosa de los argumentos contrarios en la búsqueda del razonamiento compartido, propios del espíritu filosófico, son —a la vez — antídoto y método. Antídoto contra la antipolítica, y método para la política.

El populismo, en su versión más zafia, nos propone soluciones rápidas, únicas, simples y fáciles. El camino más directo para la antipolítica y el error colectivo. No hay nada en nuestros retos políticos —sean territoriales o sectoriales— que se pueda abordar así. El filósofo Daniel Innerarity, en un artículo reciente, afirma que: “Los conflictos se vuelven irresolubles cuando caen en manos de quienes los definen de manera tosca y simplificada”. Es, precisamente, en la identificación del problema, en su descripción causal, en su relación contextual y en su implicación ética donde empieza la solución o el problema. Maneras de ver, maneras de pensar.

Solo la filopolítica puede dotarnos de la mirada razonada y prudente ante la complejidad, evitando el atajo suicida de la simplificación. “Nunca el matiz fue tan liberador, nunca lo habíamos echado tanto de menos; si hubiera un bando de los matices (de los partidarios de tomar en consideración las razones de aquellos que están más alejados de nuestras posiciones, compuesto por quienes no se sienten arrebatados en momentos de exaltación colectiva, donde están los que se estremecen al ver que la discrepancia es despreciada como traición) tendríamos mayoría absoluta”, afirma Innerarity.

En tiempos acelerados y excitados, donde las emociones fagocitan nuestro necesario juicio crítico, la filosofía puede aportarnos justo lo que más nos falta: distancia y duda, sin la cuales ningún proyecto está a salvo de derivar en la vacuidad.

Fuente:

https://politica.elpais.com/politica/2017/12/05/micropolitica/1512491323_745154.html

La victimización total es la utopía del resentimiento

 

Manuel Cruz aborda las incertidumbres del presente en ‘La flecha (sin blanco) de la historia’, su nuevo ensayo

Manuel Cruz (Barcelona, 1951) se ha metido de lleno en las arenas movedizas del presente y, por eso mismo, en su nuevo ensayo va del pasado al futuro. Analiza las estrategias de aprovechamiento de la memoria y apunta cuán complicado se ha convertido el porvenir. Rotos y griposos los discursos de la modernidad, los ciudadanos se han visto sumergidos en poco tiempo en ese mundo distinto que propician las nuevas tecnologías, andan medio asustados por la crisis y la globalización y chapotean en la incertidumbre. Esas son algunas de las marcas de nuestro tiempo, que analiza con su rigor habitual en La flecha (sin blanco) de la historia (Anagrama, Devenir, Bilbao), que ganó el XVII Premio de Ensayo Miguel de Unamuno. Es un libro de filosofía política que mira de reojo la práctica concreta de los políticos en esta época complicada. Y en eso, Manuel Cruz tiene desde hace ya meses mayor autoridad: es diputado por el PSC en el Congreso de Diputados y se ocupa de asuntos relacionados con la educación. Ha respondido a las preguntas por correo electrónico.

Pregunta. ¿Cómo explica esta obsesión por el uso de la memoria (la que enseña, la que legitima, la que repara, la que cura, la que libera)?

Respuesta. Cada una de estas memorias alberga un uso. El denominador común es la expectativa de que nos ofrezcan las claves para entender y actuar que nos esconde el presente.

P. ¿Por qué se abusa tanto hoy de los elementos irracionales en la política? Ya sabe, eso de “asaltar el cielo”.

R. La creciente complejidad del mundo hace más complicado el recurso a unas explicaciones racionales, y ya no digamos científicas, no siempre al alcance de todos. Si se le añade el convencimiento, generalizado entre algunos, de que su emoción funda derechos (si sienten X, tienen derecho a que X les sea concedido, es su razonamiento), el cocktail está servido.

P. ¿Qué me dice de la condición de víctima, hacia dónde se dirige una sociedad pendiente de tantas humillaciones y horrores que reparar?

R. Una sociedad victimizada no tiene futuro. El cobro de todas las deudas acumuladas en el pasado no es un proyecto político: es, si acaso, la utopía del resentimiento.

P.Trata de Auschwitz en su libro. ¿De qué manera opera la idea del mal en la construcción de políticas concretas? ¿Cómo pueden exigirse hoy responsabilidades por desmanes antiguos (por ejemplo, el franquismo)?

R. La presencia del mal en la vida pública aumenta conforme se pone más cuesta arriba acordar una idea de bien susceptible de ser aceptada por todos en nuestras sociedades plurales. Respecto a lo segundo, no podemos estar reconsiderando a cada poco los límites de lo imprescriptible, por decirlo a la manera de Jankélévitch. En todo caso, aprender a convivir es aprender a olvidar.

P. Ya no sirven los viejos discursos para cambiar el mundo, ¿qué hacemos?

R. Hay que empezar por definir la naturaleza del cambio al que se aspira, asunto que está lejos de ser obvio.

P.¿Qué peso tiene en la acción política esa superioridad moral que se otorgan a sí mismos los que se ven investidos de una causa por la que luchar?

R. Cualquier tipo de supremacismo es tóxico para la democracia, que supone y exige precisamente que todos los actores asuman su radical, constituyente, falibilidad. A los hechos me remito: nadie es más indulgente con los golpes de Estado de los suyos que el supremacista.

P. ¿Todavía se puede hablar de derecha e izquierda?

R. En la medida en que la política ya no es el puro hueso de las cuestiones sociales y económicas, y ha ido incorporando reivindicaciones de otro orden (culturales, de costumbres, etc.), resulta más ardua la delimitación. Pero creo que se puede mantener como criterio la actitud frente a cualquier forma de explotación, opresión y dominio. Aplicando dicho criterio a Europa y al Estado de bienestar, no sé si hay muchas dudas respecto a quien defiende a este último y quien intenta reducirlo a su mínima expresión.

P. ¿Conservan las utopías alguna capacidad de movilización?

R. Menguante, sin duda. El lado bueno es que la gente no se moviliza por lo que ya ha alcanzado, y buena parte de las utopías del pasado se han cumplido. El lado malo, que la aceleración de los cambios haya terminado por ahogar nuestra capacidad de proyectar mundos radicalmente nuevos.

P. Y los sujetos, ¿tienen margen, en una sociedad cada vez más tecnológica, para articular políticas de futuro?

R. Quienes respecto a esto hablan de empoderamiento –palabro que confieso que no se encuentra entre mis expresiones favoritas– lo que plantean precisamente es poner al servicio de los sujetos y de sus demandas el creciente arsenal tecnológico disponible, en vez de declararnos derrotados frente a él antes de empezar. A fin de cuentas, hace mucho que nos sentimos desbordados por tanto como sabemos. Es cierto que el complejo científico-técnico nos hace poderosos en una medida inédita en la historia humana. Pero el signo que termine por adoptar tanto poder no está escrito en ningún lado. No podemos naturalizar lo que es resultado de la contingencia histórica.

Fuente:

https://elpais.com/cultura/2017/12/16/actualidad/1513444392_006349.html

José Antonio Marina: «Decir que no hay que aprender cosas de memoria es un disparate neurológico»

El filósofo y escritor ha publicado «El bosque pedagógico», una guía orientativa en «el profundo bosque de la educación hoy»

Un docente que quiera profundizar en todas las propuestas pedagógicas de hoy en día no tendría tiempo para ponerlas en práctica. ¿Qué puede hacer? ¿Ignorarlas? ¿Obedecer a los políticos? ¿Fiarse de los expertos? ¿Pero de qué expertos? Ese es el punto de partida y el esqueleto que articula «El bosque pedagógico», el último libro del filósofo y escritor José Antonio Marina.

En esta obra el autor reconoce que «vivimos en la sociedad del aprendizaje, pero la pedagogía actual está confusa, incapaz de ofrecer soluciones para una situación compleja y acelerada. Necesitamos una educación potente y eficaz, pero no sabemos cómo pensarla». Todas las naciones, asegura Marina, «están en emergencia educativa»

Estamos presenciando continuamente la aparición de pedagogías emergentes. ¿Cómo saber cuál es el camino a seguir en esta avalancha de conceptos, teorías y modelos?

Estamos presenciando esta irrupción de pedagogías emergentes que pugnan por resolver los problemas, pero que a veces plantean otros nuevos, porque provocan confusión e incluso movimientos autodefensivos de rechazo entre los educadores y padres, desconcertados ante la proliferación de innovaciones a veces poco fundamentadas. Vivimos en la sociedad del aprendizaje, pero es cierto que la pedagogía actual está confusa, incapaz de ofrecer soluciones para una situación compleja y acelerada. De ahí este libro, humilde y laborioso, con frecuencia repetitivo y redundante, e incluso contradictorio, que pretende ser una cartografía en este bosque que no deja de crecer.

¿Su último libro es una especie de mapa?

Dado que en este momento se hace mucha investigación sobre pedagogía, lo que he intentado hacer es, efectivamente, una especie de «mapa» que nos oriente entre tantas investigaciones fragmentarias, e inconexas con otras investigaciones que suelen además inventar su propio vocabulario. Da la impresión de que muchas cosas son nuevas pero en realidad son cosas pasadas cambiadas un poquito. Eso está produciendo un espejismo de novedad, cuando lo que hay en realidad es mucha investigación movida. Ha salido otra imagen pero con dificultad de integrarlo en un modelo completo de pedagogía.

A veces parece también que todo se resume en un enfrentamiento entre la escuela tradicional y la nueva.

Lo que pasa es que cuando un paradigma que tiene una tendencia al todo, lo demás parece «malo». Y se transmiten por una cuestión de fe, de manera que se vuelve a repetir y no se tiene capacidad crítica para evaluar el paradigma en el que se está trabajando. Dicho esto, el paradigma antiguo se basa en el maestro, la memoria, los contenidos, mientras que el otro se basa en no aprender de memoria y en aprender procesos y no contenidos. Las críticas de los antipedagogos son muy feroces. Critican los puntos flacos del nuevo paradigma. Sostienen que hay mucha actividad, mucho proyecto, pero que al final no han aprendido nada.

No hay solución si no se atiende a lo poquito que cada uno tenga de verdad. Y es que cada uno ha cogido una idea fragmentada de la inteligencia. Lo que tenemos que hacer es bajar a una teoría de la inteligencia de la memoria y del aprendizaje humano que, en este momento es muy potente, porque aprovecha cosas de la teoría de la neurociencia, de la psicología evolutiva, de la psicología a secas, de la antropología…

Es que hay paradigmas nuevos muy controvertidos, como el que no hay que aprender cosas de memoria.

Cierto, ese es uno de los paradigmas nuevos que está mal. Cada vez que decimos que no hay que aprender cosas de memoria estamos diciendo un disparate neurológico total. Porque la memoria es el órgano de aprendizaje que tiene nuestro cerebro y, por tanto, todo lo aprendemos de memoria. Y todo lo que comprendemos lo hacemos a partir de los conocimientos que tenemos. Pero el viejo paradigma tampoco está bien, porque consideraba la memoria como un acto de repetición para almacenar. Todos los aprendizajes se organizan a través de la memoria. Y por tanto los dos paradigmas tenían una teoría errónea de la misma. Así no se puede fundar una teoría del aprendizaje. El lema de la Universidad de Padres que fundé es que «hay que conocer para comprender, y hay que comprender para tomar buenas decisiones y actuar». Y eso es lo que nos interesa. De manera que el hecho de desprestigiar los conocimientos significa desprestigiar de una misma tacada la comprensión y facilitar que las decisiones se tomen por el trending topic de turno, algo que nos sitúa en una situación de mucha vulnerabilidad.

El paradigma nuevo también antepone la educación de la persona frente al conocimiento. ¿No es una exageración?

Es una contraposición ridícula. No hay que contraponer nada, para formar personas es indispensable formar el conocimiento. Pero sí es verdad que la educación tiene dos grandes columnas.

Una es la instrucción, que es un conjunto definido de procedimientos, de habilidades (ahora están de moda las destrezas, las competencias…), de conocimientos… Tienen que saber de matemáticas, razonar, pensar… pero todo se integra en un sujeto personal, o de una personalidad. La personalidad incluye más cosas: el estilo emocional, la manera de tomar decisiones, de soportar dificultades… ese es el carácter de la persona.

Por una parte está una, y por otra la otra, pero tiene que haber un proyecto integrador entre ambas. No podemos hacer una cosa holística, misteriosa. ¿A qué nos referimos cuando estamos hablando de personalidad o de carácter? De la peculiar forma que tiene cada sujeto de integrar muchas cosas que terminan siempre en el paso a la acción, de cómo actúa esa persona en la vida.

Ahora hemos recuperado a través de la psicología y la pedagogía americana una idea que era específicamente europea y que habíamos desdeñado un tiempo: el concepto de hábito. Adquirimos una cosa cuando adquirimos el hábito y repetimos con automatismo. Los hábitos se adquieren con aprendizaje, con entrenamiento. Desde Aristóteles se define a la personalidad como el conjunto de hábitos afectivos y morales que tenían las personas.

Las dos cosas tienen que estar dentro de un mismo modelo. Estamos ayudando a que los alumnos configuren su propia personalidad, pero mediante el fomento de hábitos emocionales, morales… que se van adquiriendo en la escuela y la familia o donde sea, y que tienen mucho que ver con el conocimiento y el modo de usar este. En definitiva, necesitamos una visión muy integrada del asunto.

En este momento lo que ocurre es que hemos «troceado» a los seres humanos y los hemos convertido en destrezas. Pero esas destrezas deberían articularse en la personalidad del sujeto concreto. No nos interesa que solo desarrolle una de las ocho inteligencias y nada más. Necesitamos que todo esto se integre en una persona.

También necesitamos una educación «a lo largo de toda la vida», pero desconocemos quién va a impartirla.

No puede educar cualquiera. Vivimos en una sociedad muy complicada. Necesitamos más formación que la que teníamos antes, más amplia y profunda. La fobia a las matemáticas empieza hacia los 9 años. Nos lo tenemos que tomar en serio. Hay que saber qué funciona y qué no. Y respecto a la formación de los docentes, eso no se ha cuidado nunca. Hay maestros estupendos, pero muchos de ellos autodidactas.

¿Cuál es su opinión sobre la marcha del Pacto Educativo?

La metodología que se ha elegido no es buena, tengo poca esperanza. Hice lo que pude con mi equipo cuando publiqué los papeles, señalando cuales eran los temas que han impedido que haya un pacto educativo a pesar de los intentos. El secretismo con el que se está llevando me parece muy perjudicial. No se puede llevar a puerta cerrada un asunto que interesa a toda la sociedad. Deberíamos saber las posiciones de todos los partidos para que después cada palo aguante su vela.

fuente:

http://www.abc.es/familia/educacion/abci-jose-antonio-marina-decir-no-aprender-cosas-memoria-disparate-neurologico-201712112147_noticia.html

La filosofía explicada por Teminator: llega el cómic que arrasa en Internet

‘Cómics existenciales’ contienen a Platón, Kant o Simone de Beauvoir

Déborah García

No miento si digo que este cómic ya existía en mi cabeza hace mucho tiempo. Me pasé los años universitarios rodeada de estudiantes de filosofía, y ellas ya descontextualizaban a los filósofos y filosofas que estudiaban y los ponían a discutir de las cosas más absurdas. He ido encadenando carcajadas página a página, disfrutando de las diferentes tiras cómicas. La imagen de Leibniz queriendo un bocadillo de choricillos se me repite sin parar en la cabeza, la de Kant intentando ligar o «chulesco» Camus siendo callado una y otra vez por la imponente Simone de Beauvoir.

Rebobinemos. Pensemos por un segundo qué pasaría si mezcláramos a filósofos y pensadores de toda la Historia -Platón, Wittgenstein, Beauvoir, Kant, Spinoza o Hannah Arendt-, en medio de un bosque, en un bareto, en una oficina de trabajo o en un tribunal. Imaginaros que los juntamos a todos jugando un partido de fútbol americano o en el mismísimo cielo. El ingeniero de software Corey Mohler (Portland,1985) es capaz de trasladar la filosofía de toda esta lista de autores a contextos improbables con una trascendencia y humor insospechado. Desde que creó la web Existential Comics en 2013, ha publicado 161 cómics con 121 filósofos diferentes como personajes. Un site que recibe más un millón de visitas por mes y es uno de los sitios web temáticos sobre filosofía más populares de Internet.

Ahora, Cómics existenciales ofrece la oportunidad de disfrutar a través de sus páginas de mini relatos que pivotan con equilibrio, entre la reflexión sosegada y el chiste fácil. En la actual adaptación que la editorial Stirner ha hecho al castellano del webcomic original se han reunido en un solo tomo y a todo color, más de cien de sus mejores tiras protagonizadas por los pensadores estrella de la Historia de la Filosofía.

El cómic se divide en 8 capítulos distintos: revolución, libertad radical, angustia, desasosiego, autenticidad, ansiedad, ambigüedad y un lapidario octavo capítulo, la vida carece de sentido y después te mueres. Hay algunos extras un tanto naifs a los que debo confesar, no me he podido resistir… ya sé cómo dibujar a Marx y al mismísimo Sartre. Para dibujar a Marx solo necesitas seis sencillos pasos, muchos círculos, trazar una especie de papa Noel, cambiarle la chaqueta, quitarle el gorro y pintarle un bigote muy oscuro. Dibujar a Sartre ya es otra historia porque implica hacer uso de la libertad radical.

Como no podemos destripar cada una de las tiras, desde Stirner han tenido la amabilidad de dejarnos compartir y comentar algunas.

El genio de Descartes

La filosofía explicada por Teminator: llega el cómic que arrasa en Internet

Es sin duda una de mis tiras favoritas, hace referencia al genio maligno de Descartes en las Meditaciones metafísicas, un experimento para dudar de absolutamente todo. De lo único que no parece dudar el bueno de René, o quizá también, es de la bondad de Dios. En el cómic sin embargo, Dios y el genio maligno engañan a Descartes, le hacen incluso creer que existen las jirafas y los canguros. Dios y el genio maligno básicamente flipan con la ingenuidad del pobre René, se tiran de los pelos viendo lo panoli que es. Sin embargo, el suspicaz René, que se huele toda la tostada, acaba escribiendo precisamente que todo es un engaño.

La vindicación de los derechos de Mary Wollstonecraft

La filosofía explicada por Teminator: llega el cómic que arrasa en Internet

La viñeta dedicada a Mary Wollstonecraft, filósofa feminista del siglo XVIII y autora de Vindicación de los derechos de las mujeres, recuerda su enfrentamiento con Edmund Burke por defender que las mujeres deberían ser educadas igual que los hombres. Según cuentan las crónicas, ambos podrían ser tertulianos agresivos de cualquier televisión actual. Sus movidas son antológicas. Las opiniones de Wollstonecraft sobre la mujer e incluso la defensa que hizo de la Revolución Francesa fueron incompresibles para Burke, pero muy aceptadas para la sociedad, al menos hasta su muerte.

Tras su fallecimiento, su marido William Goldwin quiso mostrar la vida moderna que su mujer había llevado, pero provocó todo lo contrario: los hijos fuera del matrimonio, su ateísmo… La sociedad no estaba preparada para su forma de vivir y sus obras fueron condenadas al olvido. En el cómic podemos verla enfrentarse y vacilar a Burke, y cómo este se vale de su vida personal para desacreditarla. ¿Dos siglos después y seguimos exactamente igual?

Friedrich Nietzsche: Director de Recursos Humanos

La filosofía explicada por Teminator: llega el cómic que arrasa en Internet

¿De verdad podemos imaginar a Nietzsche de director de recursos humanos de una empresa? Mohler lo hace. Para Nietzsche la humanidad de su tiempo estaba entrando en una época de crisis, a medida que esta “mataba a Dios”. Mientras la existencia de Dios fue creída como algo incuestionable, el sufrimiento era una especie de esperanza que formaba parte de un plan más alto. De repente, tenemos a seres incapaces de entender su nacimiento y su muerte, comprender esta existencia después de la proclamada muerte de Dios era una tarea complicada. Igual de complicado que hacer que ese empleado que tiene proverbios animosos para cada día del año, comprenda que no hay esperanza que debe aceptar activamente la filosofía negadora de la vida. ¡Suerte con el rebelde Nietzsche!

Los alemanes juegan al Monopoly

La filosofía explicada por Teminator: llega el cómic que arrasa en Internet

Esto son cuatro filósofos alemanes, Carnap, Freud, Nietzsche y Karl Marx, jugando al Monopoly. Pues mientras Freud analiza los motivos ocultos de por qué cada cual ha elegido una ficha determinada (ya sabéis que el coche es la más fálica de las piezas), Nietzsche, haciendo gala de una voluntad férrea, se afana por tener propiedades de todos los colores aunque no sea el objetivo del juego. Hasta que llega Marx que es un desastre para las finanzas personales y decide mirar el precio del juego al grito de ¡¡¡REVOLUCIÓN!!!

Terminator: las crónicas de Simone de Beauvoir

La filosofía explicada por Teminator: llega el cómic que arrasa en Internet

Siempre nos han hecho creer que la filosofía era cosa de señores, como el arte. En realidad, como todo. Sin embargo, en Comics existenciales han decidido darle a Simone de Beauvoir y a otras filósofas un protagonismo especial, el que se merecen. Simone es la que más páginas ocupa de todos los pensadores, la que más viñetas protagonizada directa o indirectamente. Aparece a lo largo de todo el cómic casi siempre al lado de sus compañeros existencialistas, cuestionando a Sartre y vacilando a Camus, y es a ella, a la que le dedican también un extra como mujer maravilla. La viñeta final de esta tira sirve para hacernos a la idea de la épica que envuelve esta parte del cómic. En ella vemos a Simone apuntando a la boca de Bentham, pitillo en boca: “Olvidaste una cosa Bentham-9000, uno no nace siendo el puto jefe, se convierte en el puto jefe”.

Fuente:

https://elpais.com/elpais/2017/11/23/tentaciones/1511452010_286890.html