Crónica de MIguel Mora en El País, 03/12/2013.
Intelectuales al abordaje de Putin
Savater, Negri, Glucksmann, Lanzmann, Vattimo y Zizek, entre otros, piden a la UE que presione al líder ruso para que libere a las componentes de la banda ‘punk’ Pussy Riot
Nadejda Tolokonnikova y Maria Alekhina, fundadoras del grupo activista punk Pussy Riot, llevan un año y medio encarceladas en Rusia. Las dos activistas fueron condenadas a dos años de “colonia penitenciaria” por “vandalismo e incitación al odio religioso” tras haber cantado en febrero de 2012 una “oración punk” en la catedral del Cristo Salvador de Moscú. El rezo pedía a la Virgen que se llevara a Vladímir Putin, el presidente ruso. Tolokonnikova, de 24 años, pasó los primeros meses de encierro en una prisión de Mordovia, y en octubre denunció las condiciones inhumanas de su detención con una huelga de hambre antes de desaparecer del mapa. Semanas después, se supo que la activista había sido trasladada a la remota región siberiana de Krasnoïarsk. Ahora, un grupo de intelectuales europeos ha lanzado un manifiesto, publicado por la revista francesa Philosophie Magazine, en el que exigen a los gobiernos europeos y a la Unión Europea que boicoteen los Juegos Olímpicos de Sochi y que presionen al presidente ruso para que libere sin dilación a las dos artistas detenidas.
El manifiesto lo firman pensadores y filósofos de distintos países: Élisabeth Badinter, Pascal Bruckner, Alain Finkielkraut, Marcel Gauchet, André Glucksmann, Agnès Heller, Axel Honneth, Claude Lanzmann, Edgar Morin, Antonio Negri, Hartmut Rosa, Fernando Savater, Richard Sennett, Bernard Stiegler, Gianni Vattimo y Slavoj Zizek.
El texto comienza recordando que el defensor del pueblo ruso, Vladímir Loukine, ha afirmado que la encarcelación de Tolokonnikova en Siberia “contribuirá a su resocialización”. “He aquí un lenguaje que no habíamos oído en Rusia desde la época soviética y su caza contra todos los excéntricos”, comentan los filósofos, que añaden: “La cantante de los Pussy Riot se ha convertido en el símbolo de los reprimidos del régimen: gais perseguidos en nombre de la lucha —ahora legal— contra la propaganda homosexual; trabajadores inmigrados explotados y golpeados en las obras de Sochi y otros lugares; penalización del discurso antirreligioso; víctimas de daños ambientales producidos por obras realizadas sin el acuerdo de los habitantes; oposición amordazada; ONG perseguidas… Ante estas violaciones cada vez más numerosas de los derechos humanos, Europa ha permanecido sorprendentemente silenciosa”.
Los firmantes exigen a los Gobiernos y a Europa “que quiebren esa actitud de tolerancia culpable y que presionen al Gobierno de Vladímir Putin para que libere sin demora a Nadejda Tolokonnikova y a Maria Alekhina”. Y concluyen: “Rusia es una República Constitucional, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Ha firmado la Convención Europea de Salvaguardia de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales. Al acercarse los Juegos Olímpicos de febrero próximo, es hora de recordárselo”.
Michel Eltchaninoff, redactor jefe adjunto de Philosophie Magazine, cuenta que la idea de movilizar a los intelectuales europeos surgió después de que Slavoj Zizek, el filósofo esloveno, muy popular entre los movimientos internacionales de indignados, intercambiara entre enero y julio de este año seis cartas con Nadejda Tolokonnikova. “Sabíamos que Nadejda admiraba a Zizek, así que les pusimos en contacto, y publicamos las cartas en el número de noviembre después de que pasaran la censura en Rusia. Las cartas de Zizek fueron traducidas al ruso para poder pasar el filtro”, cuenta el periodista.
Sin hacer referencias explícitas a su detención, la artista rusa reflexionaba desde su celda acerca de Marx y “el capitalismo tardío” que explota a millones de trabajadores pobres en Rusia y en China. En una de las cartas que envió a Zizek, la cantante afirma: “El capitalismo contemporáneo nos quiere persuadir de que actúa de acuerdo a los principios de la libre creación, del progreso sin fin y de la diversidad. Su intención es ocultar la otra cara de la moneda: la de los millones de personas esclavizadas por la estructura de producción, omnipresente y —¡crea en mi experiencia!— prodigiosamente estable. Nuestra intención es denunciar ese engaño”.
Tolokonnikova criticaba también la complacencia de los Gobiernos occidentales con “la política liberticida” de Putin, y sugería que un boicot de los Juegos Olímpicos de invierno de Sochi, que se celebran el año próximo, “sería percibido como un gesto moral”.
En octubre, la joven artista lanzó una llamada de socorro denunciando que había sido amenazada de muerte por un funcionario de la prisión donde estaba arrestada e inició una huelga de hambre. “Durante 26 días no se supo nada de ella”, cuenta Michel Eltchaninoff. “Pero finalmente reapareció en un hospital de Siberia, a 4.000 kilómetros del lugar donde había estado al principio. Su marido ha podido verla y ha contado que está débil por la huelga de hambre, pero que su estado no es alarmante. Esperamos que la presión sirva para que Putin decida incluir a las dos artistas en la amnistía que se aprobará a mediados de diciembre”.
El filósofo español Fernando Savater es escéptico sobre “la influencia que puedan tener los manifiestos sobre regímenes como el ruso”, aunque cree que “es importante hacer ver que la opinión internacional está pendiente de lo que pasa. Si es verdad que Putin quiere colocarse en un plano de igualdad con otros jerarcas mundiales, debería cambiar algunas pautas para desmentir que la democracia rusa es una dictadura disfrazada”.