Noticia publicada en El Mundo, 10/12/2013.
- Randy Schekman, Premio Nobel de Medicina 2013, pide el boicot para las grandes revistas científicas.
- Considera que priman más el impacto que la calidad.
«Son como diseñadores de moda o la cultura del bonus de Wall Street«. La comparación puede parecer soreprendente refiriéndose a la elite de las revistas científicas, pero eso es lo que ha hecho el Nobel de Medicina 2013 Randy Schekman, que ha declarado el boicot a publicaciones como Nature, Science o Cell por el daño que a su juicio le están haciendo a la ciencia.
En un artículo publicado en el diario británico The Guardian coincidiendo con la ceremonia de entrega de los Nobel en Estocolomo, Schekman ha lanzado un duro alegato contra la política de publicación de estas revistas, las más prestigiosas de su campo, porque considera que priman más el impacto que puedan tener los estudios que recogen que su propia calidad.
Y cita, entre otros problemas, que muchos de los responsables de estas publicaciones no son científicos en activo, sino profesionales del mundo editorial, más preocupados por el eco que van a tener que por el contenido científico propiamente dicho.
Los principales editores de Nature y Science ya le han respondido, en declaraciones al mismo diario británico, asegurando que su principal preocupación es la divulgación científica («no el eco mediático que puedan tener los artículos») y que tienen un amplio equipo editorial de revisores para seleccionar los trabajos que publican.
«Yo mismo he publicado en las grandes marcas, incluyendo alguno de los paper [estudios científicos] que me valieron el Nobel, pero ya nunca más», asegura el biólogo de la Universidad de Berkeley, que este mismo año compartió el galardón en la categoría de Medicina con James Rothman y Thomas Südhof por sus trabajos sobre la biología de la célula.
Schekman critica que el restringido número de estudios que seleccionan estas «revistas del lujo» hace que se parezcan mucho a «diseñadores de moda que hacen una edición limitada de bolsos» porque saben que eso genera demanda. Pero también compara el negocio editorial científico con la cultura bursátil del bonus, «y todos sabemos las consecuencias que esos incentivos distorsionadores han tenido en la banca y las finanzas».
El investigador admite que no publicar en esas revistas puede suponer un problema para muchos científicos, cuyo acceso a becas y proyectos depende en gran medida de en qué revistas hayan aparecido sus trabajos. Por eso pide a la comunidad científica, a sus colegas y universidades que abracen también este boicot. A cambio, propone, existe un amplio abanico de revistas de difusión gratuita (él mismo es editor de una de ellas), que aceptan los textos por su calidad científica, «sin mayúsculas artificiales».
Su alegato no deja títere con cabeza y también arremete contra el llamado factor de impacto, que mide el número de veces que algún artículo es citado. Aunque como Scheker apunta, estas citas pueden deberse a que sea un buen trabajo, pero también a que sea llamativo, provocador o, incluso, erróneo. De hecho, cita algunos de los ejemplos más llamativos en los que revistas como Science se han visto obligadas a retractarse tras publicar algún estudio fraudulento o con errores.
«Igual que Wall Street necesita romper con la cultura del bonus, los científicos debemos romper con la tiranía de las revistas de lujo. El resultado será una investigación mejor que sirva a la ciencia y a la sociedad», concluye.
Hola a todos.
Lo que dice este chico, Randy Scheckman, es un secreto a voces. Suena más esta vez, porque el chico es premio Nobel de química, pero se sabía ya hace mucho tiempo.
La publicación en revistas científicas «prestigiosas» es simultáneamente una sumisión y un refuerzo de esas revistas autotituladas como prestigiosas.
Procuraré hacer un poco de perspectiva. El mundo académico en su configuración actual se forja hacia el siglo XVIII, con Kant como un representativo y excelente (muy por encima de la media) severo profesor, y también científico.
Pero el caso es que las universidades, academias, editoriales culturales, etcétera, tras un período inicial en que acogen a la excelencia, porque precisamente carecen todavía de cuadros permanentes, forjan una férrea malla de endogamia y cooptación, que no deja entrar a los mejores, salvo excepciones inevitables por la naturaleza del asunto (en ciencias experimentales de lo no humano esta férrea y asfixiante malla no es tan cerrada) y casos de entidades de nueva creación, como muchas universidades africanas del siglo XX y del siglo XXI.
Este sistema, entre otras cosas, hace pasar meras convenciones socioculturales por verdades experimentalmente probadas, introduciendo así una permanente deformación de la propia realidad científica.
Un caso típico es la burda exclusión de los fenómenos complejos y de los fenómenos humanos como «no científicos», y así estas revistas de relumbrón suelen excluir a la economía o a la lingüística de sus artículos. Y eso no significa que la economía o la lingüística carezcan de resultados científicos. Los tienen… y frecuentemente son muy conflictivos, desde el punto de vista social.
Pondré un ejemplo. En ecología y biología experimentales se conoce hace mucho el concepto de «cuello demográfico», una precisión y cuantificación de las ideas de Malthus sobre la superpoblación. El cuello demográfico indica, para cada especie vegetal o animal, especialmente para los animales pluricelulares individualmente diferenciados y con reproducción sexual, la densidad límite a partir de la cual toda población espontánea de esa especie tiende a dispersarse, para evitar la ya insufrible densidad demográfica. Cuando por obstáculos ecológicos (una isla pequeña en medio del océano es un buen ejemplo para roedores incapaces de nadar y volar) se hace difícil o imposible dispersarse, aparece una serie de fenómenos sociobiológicos que limita y disminuye esa densidad; y entre ellos suelen estar, naturalmente, el hambre aguda y un fuerte aumento de la agresividad intraespecífica. Las aplicaciones en economía y en teoría política de todo esto son múltiples, algunas evidentísimas y otras no tan evidentes. Y muestran la falsedad del pretendido abismo epistemológico entre ciencias de lo humano y ciencias de lo no humano, ya que el concepto de cuello demográfico se basa, para empezar, en datos fisiológicos, químicos y ambientales anteriores a lo específicamente humano, aunque mediados y matizados después por el fenómeno humano.
Pero no se da el premio Nobel de economía (o de fisiología y medicina) a quien trate a fondo esas implicaciones del cuello demográfico.
Y no olvidemos que a Galileo su excelencia científica le valió como «premio» quedar a un paso de ser quemado como hereje.
No voy a ser derrotista. Como indica el chico, Randy Schekman, el primer paso es crear instituciones científicas y académicas donde se reconozca este sesgo de endogamia y cooptación, para cortarlo y evitarlo en lo posible. Y, en cuanto a las instituciones ya creadas, incidir (especialmente en las que están pagadas por los impuestos de todos) en que allí se debatan enfoques molestos para los mediocres allí ya apoltronados, aunque eso implique recortar la sacrosanta libertad de cátedra, que no puede aceptarse como lo que suele ser: un medio de excluir los debates sobre asuntos espinosos.
Os invito al foro Sofos Ágora (www.sofosagora.net) donde esto se reflexiona libremente, y también a la lista Sokratismo (http://es.groups.yahoo.com/group(sokratismo/) donde también son frecuentes las críticas a la mediocridad producida por la endogamia y la cooptación academicistas.
Cordialmente, de Alexandre Xavier Casanova Domingo, correo electrónico trigrupo@yahoo.es (trigrupo arroba yahoo punto es).
Corrección ortográfica a mi mensaje anterior.
Donde pone «el chico es premio Nobel de química» debe poner, obviamente, «el chico es premio Nobel de medicina».
Alexandre Xavier Casanova Domingo.