La filosofía ya no se conforma con estar enclaustrada en los colegios y las universidades y ahora pretende salir a la calle, a las redes sociales, a los foros públicos. Es evidente que en México y en el resto del mundo está sucediendo un cambio de paradigma
El jueves 15 de noviembre pasado se celebró el Día Internacional de Filosofía. En México, la ceremonia principal se llevó a cabo en las instalaciones de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, en donde tuvo lugar el 19 Congreso de Filosofía de la Asociación Filosófica de México.
Es evidente que en México y en el resto del mundo está sucediendo un cambio de paradigma respecto a la manera de practicar la filosofía. Después de muchas décadas en las que la filosofía académica permaneció pasiva frente a los sucesos de la realidad social, ahora está entrando en una actividad inusitada. La filosofía ya no se conforma con estar enclaustrada en los colegios y las universidades y ahora pretende salir a la calle, a las redes sociales, a los foros públicos.
“El nuevo giro hacia el activismo filosófico no debe tomarse como un peligro, sino como una oportunidad para la disciplina. Dejemos de tenerle miedo a la politización. Una filosofía politizada no tiene por qué ser una filosofía empobrecida, simuladora o al servicio del poder”
Las razones de esta revolución cultural son muchas, pero podemos detectar algunas con relativa facilidad. Una de ellas es la campaña global en contra de la enseñanza de la filosofía de las últimas dos décadas. En México, la reforma de la educación media superior de 2008 eliminó las asignaturas filosóficas e incluso el área de humanidades. En respuesta, se fundó el Observatorio Filosófico de México, que resistió a esa brutal medida gubernamental. Después de una campaña muy intensa, el Observatorio logró lo que parecía imposible: que el Estado corrigiera su error y volviera a incluir a la filosofía dentro de la educación media superior.
En otros países no se corrió con la misma suerte. En España, por ejemplo, la filosofía fue borrada de la enseñanza media. Sin embargo, la comunidad filosófica ha seguido luchando y logró, hace unas semanas, que el Congreso exigiera al gobierno que la filosofía volviera al lugar que le corresponde en los salones de clase.
Algo semejante ha sucedido en otros países. Los filósofos se vieron obligados a dejar su pasividad para pasar a la actividad. Pero una vez que se organizaron, descubrieron que sus tareas no se reducen a la defensa de su profesión, sino que comprenden todas las dimensiones de la transformación social.
El filósofo Carlos Marx, autor de Tesis sobre Feuerbach (1845), en una imagen de archivo.
La filosofía ha dejado la pasividad para adoptar una actividad que toma la forma del activismo. Este activismo ha sido muy visible en temas como el feminismo, la defensa de los derechos humanos y la protección del medio ambiente. Sin embargo, cada vez hay más filósofos que se organizan para participar en otras causas no menos urgentes: la protección de los migrantes, la lucha contra la desigualdad, la resistencia frente a la tiranía de la posverdad.
El nuevo activismo filosófico ha superado la vieja triada de la investigación, la docencia y la divulgación como las tres actividades exclusivas de la filosofía. La labor de los filósofos ya no se limita a esas tres dimensiones de la labor académica. Muy pronto veremos a los filósofos participando de manera original, creativa y colaboradora en otras tareas.
En sus Tesis sobre Feuerbach, Marx dijo que los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo. Durante la Guerra Fría, la filosofía académica de los países occidentales cedió la transformación del mundo a todas las demás disciplinas —la ciencia política, la economía, el derecho, la ingeniería, la medicina, la biología, la física— y se encerró a sí misma dentro de los estrecho, espacios de las aulas.
“El nuevo activismo filosófico ha superado la vieja triada de la investigación, la docencia y la divulgación, como las tres actividades exclusivas de la filosofía. La labor de los filósofos ya no se limita a esas dimensiones académicas. Muy pronto veremos a los filósofos participando activamente”
El daño que se infringió a sí misma fue muy grande. Ante los ojos de los demás, se convirtió en una disciplina inservible, escolástica, arcaica. No sorprende, por lo mismo, que algunos políticos quisieran borrarla de los planes de estudio para sustituirla por otras asignaturas que aparentemente son más útiles, como la computación o el inglés. Sin embargo, cuando la filosofía se enseña correctamente, forma sujetos críticos, analíticos e inconformes. En otras palabras, forma los sujetos que requiere la democracia.
El nuevo giro hacia el activismo filosófico no debe tomarse como un peligro, sino como una oportunidad para la disciplina. Dejemos de tenerle miedo a la politización. Una filosofía politizada no tiene por qué ser una filosofía empobrecida, simuladora o al servicio del poder. El rigor, la claridad y sobre todo, el compromiso irrenunciable con la verdad son virtudes que no están peleadas con una filosofía volcada al activismo.
Autor: Guillermo Hurtado (Filósofo e investigador)
Fuente: La Razón de México (17/11/2018)