«Si la guerra es aquello que nos hace humanos, según Tucídides, ¿cuál será nuestra característica común una vez que el control del campo de batalla pertenezca únicamente a las matemáticas y los engranajes?»
La revolución de la inteligencia artificial
«Al igual que lo fueron la revolución de las armas de fuego, la de los carros de combate y la de los aviones, la revolución robótico-tecnológica amenaza con volver a crear una escala con la que medir el alcance del poder de las sociedades por medio de su agencia, la capacidad de actuar de manera independiente teniendo en cuenta que en su acción lo humano y lo no humano, ser vivo y máquina, participan de manera igual.
A pesar de que la definición de lo que es considerado inteligencia artificial (IA) está en continua revisión, sugiere como característica central la capacidad de pensar autónomamente, esto es, “de componer independientemente y seleccionar entre diferentes líneas de actuación para cumplir objetivos basados en su conocimiento y comprensión del mundo en sí mismo y de la situación”, de acuerdo con el Pentágono estadounidense. Bajo este prisma, la IA puede dividirse en dos grandes ramas según su intensidad: la llamada IA débil o estrecha y la fuerte o general.
La primera es aquella que se encuentra limitada a una tarea, normalmente de naturaleza técnica y para la cual no se exige ningún tipo de esfuerzo intelectual. En nuestro día a día, la IA estrecha nos ayuda regulando desde los filtros de correo indeseado que maneja nuestra bandeja de entrada hasta el sencillo juego de ajedrez instalado por defecto en nuestros ordenadores. Las máquinas con IA estrecha se suelen centrar en una tarea concreta que repiten una y otra vez, aunque tengan disponibles paquetes de datos diferentes.
Por su parte, la IA general es la que crea más problemas a la hora de definir su alcance y su poder. Este tipo de IA supone poseer la capacidad para llevar a cabo tareas en las cuales se exige un trabajo de razonamiento previo, de pensamiento en abstracto, de planificación, reflexión, creatividad y aprendizaje desde la experiencia, hechos que hasta ahora pertenecían exclusivamente al campo de la razón humana. La ciencia ficción se ha encargado de retratarla como algo lúgubre y peligroso para la humanidad, ejércitos de robots terminando con el mundo que conocemos o sustituyendo a hombres, mujeres y niños…»
Vigilancia, seguridad y tecnología
«En febrero de 2018 los titulares de que China había empezado a probar gafas inteligentes, derivadas del prototipo de Google Glass, para ampliar su sistema de vigilancia nacional inundaban las portadas de las principales agencias de medios. Las gafas, conectadas por internet a una base de datos con los registros penales de los ciudadanos, son capaces de identificar en tiempo real a cualquiera de estas personas o vehículos inscritos en el registro que estén considerados como una amenaza para el país. Además de esto, el reforzado sistema de vigilancia de la República Popular cuenta con un ejército de drones para ayudar a la vigilancia de las zonas fronterizas.
Los drones son el primer síntoma de este nuevo cambio tecnológico debido a su reducido tamaño y la versatilidad de su uso, asimilable en algunos casos al comportamiento de las abejas —swarming o ‘enjambreo’—, que realizan funciones diferentes por separado, pero trabajan de manera sincronizada en forma de red o nube para lograr un objetivo común.
Al contrario que muchos de los elementos que componen las fuerzas armadas, un dron, que es el objetivo actual de desarrollo de las principales industrias militares, puede ser fácilmente diseñado y más tarde darle forma con una impresora 3D; los materiales para su construcción son tan baratos como un dólar estadounidense. Un F-35, uno de los principales elementos de la fuerza aérea estadounidense, puede costar cerca de cien millones de dólares; las aplicaciones de cien millones de drones son mucho mayores…»
Por encima de nosotros
«La disyuntiva entre seguridad e intimidad es un debate presente en nuestras sociedades desde hace mucho tiempo. La sensación de que ambos no pueden estar unidos y que el declive del valor de uno automáticamente significa una ampliación del valor del otro aparece como una idea general en el imaginario colectivo. La creación y el desarrollo de tecnologías que prometen hacer el mundo más seguro mientras son probados para un caso de hecatombe hacen que el discurso de los grupos y centros de pensamiento se dirijan al hecho de si somos capaces de avanzar como sociedades al mismo ritmo que lo hace la tecnología o si esta, por ir a una velocidad mayor, va a exigir sacrificios desmesurados que quizá no estemos dispuestos a realizar…»
Autora: Andrea G. Rodríguez
Fuente: El Orden Mundial (1/05(2018)