«La enseñanza y el aprendizaje de una materia específica dedicada a la ética profesional está más que justificada en la Universidad. Y, junto a la asignatura específica, se debe evaluar también alguna competencia ética en otras materias de las distintas titulaciones. Pero ni la asignatura obligatoria ni la comprensión transversal lo tienen fácil en nuestro sistema universitario»
«Para quienes ponemos la clave de bóveda de nuestros empeños educativos universitarios en la formación integral de los estudiantes, el aprendizaje de la ética profesional no puede ser una asignatura más del currículo académico, viene a ser casi como la cimbra sobre la que sostener inicialmente esa clave, ya que es la base que facilita construir y estructurar, armónica y coherentemente, las distintas dimensiones de la persona en relación consigo misma y con los demás, en el marco del ejercicio de la profesión. En el modelo formativo de mi tradición jesuítica, sin competencia ética las restantes competencias son baldías, pues el sentido ético endereza y marca un rumbo a las competencias técnicas asociadas a una titulación, ordena las diferentes facetas…»
Fuente: ABC (10/02(2019)