Chaxiraxi Escuela Cruz*
El 15 de mayo de 2011 comenzó uno de los movimientos de protesta más importantes de los vividos en la historia reciente de España. El entusiasmo que inundó las plazas de las principales ciudades del país no solo mostraba el hartazgo ante una situación económica nefasta, el descontento por el proceder de las clases financieras y económicas, o la indignación causada por lo que se atisbaba como una salida regresiva de la crisis de los últimos años. También ponía de manifiesto una reactivación del debate clásico en torno a la idea de representación política en democracia y la necesidad de repensar un modelo distinto de ciudadanía participativa que superara el marco impuesto por la política tradicional. Numerosas/os teóricas/os se acercaron al movimiento de “los indignados” para analizar las claves de unas reivindicaciones que se habían originado en el hastío social, pero que acabarían por reorganizar el campo político español. Entre estos análisis destacaron los de la filósofa y politóloga belga, Chantal Mouffe.
Profesora de Teoría Política en la Universidad de Westminster en Londres, Mouffe es una de las filósofas políticas más atrayentes del panorama intelectual contemporáneo. Centro de controversias y polémicas generadas por algunas de sus tesis, sus trabajos ejercen una influencia notable en los estudios en torno a los movimientos sociales y políticos contemporáneos en Europa. Su obra fue permeable a los principales debates llevados a cabo a finales de la década de los 80 entre comunitaristas, liberales y republicanos, y asumió algunos de los tópicos filosóficos de la época como la crítica a las teorías esencialistas del sujeto o la experiencia del giro lingüístico. Inaugurando el llamado “posmarxismo”, Mouffe afrontó los cambios surgidos en los análisis clásicos sobre economía y política cuando las complejas transformaciones experimentadas en el mundo contemporáneo habían generado nuevas formas de antagonismo social, a las que no daban respuesta el socialismo y el marxismo clásico. La pluralidad de movimientos y luchas sociales como el feminismo, el ecologismo o el antimilitarismo, expresaban la exigencia de una vuelta de tuerca sobre el esquema marxista tradicional y una revisión de categorías como “clase social” o “revolución”. Esto significaba sustituir la noción de sujeto universal revolucionario por una pluralidad de identidades y luchas políticas. Esta es la tarea que lleva a cabo en su obra más conocida, Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia (1985), escrita junto al teórico político argentino Ernesto Laclau.
La obra de Mouffe propone una original reflexión sobre las dificultades a las que deben hacer frente las sociedades democráticas contemporáneas en un momento de desarrollo y estabilización de nuevas formas de integración y de dominio social. Si el marxismo economicista había fracasado en su intento de dar una explicación sobre el antagonismo, tampoco la perspectiva universalista de autores como Rawls o Habermas que proponían una solución racional sobre el conflicto parecen acertar con su respuesta. La incapacidad de estas teorías para hacer frente al problema del conflicto social se debe, según Mouffe, a que operan con un concepto de sujeto que se abstrae de las relaciones de poder. Se trata de posiciones filosóficas que, en última instancia, ignoran una realidad política en la que existen los antagonismos sociales y los conflictos de intereses.
Frente a estas propuestas, Mouffe insiste en la idea de una “democracia radical y agónica”. En obras como El retorno de lo político (1993) o Hegemonía, democracia radical y la política (2013) recupera las tesis de Carl Schmidt sobre el carácter contradictorio de la democracia moderna, para reivindicar la necesidad de aceptar el antagonismo y el conflicto frente a las visiones estilizadas de la política basadas en la idea de una voluntad colectiva armónica. La democracia es el proceso en el cual las diferencias pueden ser abiertamente confrontadas, de ahí que lo propio de una democracia pluralista sea la capacidad de transformar el antagonismo en “agonismo”, esto es, en una discusión entre adversarios que reconozca la legitimidad de los discursos contrarios sin querer disimularlos bajo un velo de racionalidad. Precisamente en estos intentos de disolver o estilizar los conflictos a partir de una visión idealizada de la sociabilidad humana Mouffe observa un foco de peligro para la democracia. No atender a la existencia de un pluralismo agónico que haga posible el reconocimiento de diferentes identidades colectivas ha significado dejar un espacio libre para el despertar de movimientos políticos de extrema derecha construidos sobre otras formas de identificación en torno a identidades nacionales, étnicas o religiosas. La multitud de conflictos, luchas, protestas y demandas que coexisten en la actualidad política exige tener en cuenta los momentos de transversalidad que los une. Esta tarea, a la que Mouffe ha prestado atención en su reciente libro Por un populismo de izquierda (2018), supone atender a la irrupción de los llamados movimientos populistas iniciados con la crisis del modelo neoliberal actual.
El fenómeno del populismo y los problemas que presenta a las sociedades actuales ha irrumpido con fuerza en los principales debates políticos y sociales. Los efectos perniciosos que generó la presión de la globalización económica sobre los aspectos públicos y privados de la vida, así como la aniquilación de los vínculos comunitarios y la crisis de la hegemonía neoliberal, ha activado según Mouffe un “momento populista” de derecha, encarnado por líderes como Marine Le Pean en Francia o Donald Trump en EEUU. Sin embargo, Mouffe valora el populismo como una interesante oportunidad para profundizar en los retos de la democracia radical. Lejos de atribuirle connotaciones peyorativas, lo entiende como una forma de construcción política dirigida a la transformación social. Por eso, reivindica la salida de un “populismo de izquierda” capaz de contrarrestar la fuerza del populismo de derecha y de llevar a cabo una radicalización de la democracia y de sus pilares de igualdad y justicia social. Mouffe insiste, pues, en la necesidad de comprender este populismo de izquierda como el resultado de una articulación entre la estructura tradicional del partido y las formas horizontales propias de los movimientos sociales. Se trataría, en última instancia, de pensar de una manera distinta la reordenación contrahegemónica del campo político y social, algo que no dista demasiado de las proclamas de los indignados del 15M.
* Chaxiraxi Escuela Cruz es profesora de filosofía moral en la ULL.
—–
Fuente: Sección de Filosofía de la ULL
Ilustración: Julio Picatoste Vázquez