Zvonko Díaz*
“¿Puede una colección aleatoria de individuos ser moralmente responsable?” Con esta pregunta que da título a uno de sus artículos (1970) más célebres (o al menos importantes para quienes se interesen por los debates filosóficos contemporáneos en torno a la responsabilidad colectiva) me topé hará ya unos años, y fue así como llegué a saber de la existencia de una tal Virginia Held.
La pregunta puede plantearse a partir de casos como el que sigue. Si de entre el grupo de personas (desconocidas entre sí) que comparten coyunturalmente vagón de metro, una de ellas comenzara a agredir a otra, ¿podría ser el resto, colectivamente considerado (y esto a pesar de no constituir propiamente un grupo organizado o dotado de capacidad de toma de decisión y de acción unitaria) responsable en caso de no intervenir de cara a evitar conjuntamente el daño? Podría, sí. Pues, aunque cada uno de los participantes fuera incapaz de evitar la agresión por su cuenta, todos ellos pueden ser tenidos por responsables de darse el caso de haber podido llegar a evitarla conjuntamente (organizándose en grupo), y no hacerlo.
La pregunta de Held apunta, pues, a casos en los que la atribución de responsabilidades resulta a primera vista más dudosa, dada la ausencia inicial de un agente moral estructurado, portador de responsabilidades. Pregunta que en buena medida sigue retomándose a día de hoy, y que puede ser perfectamente pertinente a la hora de pensar en la dimensión moral y política de amenazas tal que, por caso, el cambio climático. Al fin y al cabo, ¿quién, bajo el paraguas etéreo de un “nosotros” global difuso, ha de ser responsable de un efecto que (al parecer) nadie en particular ha podido producir enteramente ni podría afrontar aisladamente?
Si hubiera estado yo algo más puesto en el tema de la ética del cuidado, es probable que hubiera conocido antes el nombre de esta filósofa estadounidense nacida en el año 1929. Puesto que si por algo es en primer lugar (re)conocida es por sus contribuciones al conjunto de teorías morales, sociales y políticas, de procedencia eminentemente feminista, que enfatizan la centralidad, en teoría y práctica, tanto de las relaciones de co-dependencia como de los valores que comportan las prácticas de cuidado. Trabajos como Feminist Morality: Transforming Culture, Society, and Politics (1993) o The Ethics of Care: Personal, Political, and Global (2006) dan buena cuenta de ello.
Ya en su artículo “Feminism and Moral Theory” (1987) hallamos la característica actitud crítica de Held respecto de la ética tradicional (lo que aquí vale decir, de hombres) en su apuesta por considerar que la relaciones humanas paradigmáticas no son las reflejadas por el modelo contractual, sino que coinciden con la relaciones entre cuidadores (responsables de la crianza) y criaturas dependientes. En este sentido, una realidad social en la que se tomara en cuenta que lo primordial en la vida humana pasa necesariamente por la atención de las necesidades de otros revestiría un aspecto muy distinto de una basada en la idea de la satisfacción, intercambio mediante, de los intereses individuales de agentes económicos, racionales.
La ética del cuidado de Held se extiende más allá del ámbito de “la ética”, ordinariamente entendida. Y ello al margen de que encuentre insuficientes las aproximaciones tradicionales, sean estas deontológicas, consecuencialistas o “de la virtud”. Actualmente, por ejemplo y tal y como explica en una entrevista reciente (en enero de 2019), busca el modo de prefigurar el aspecto que tendría una economía basada en la ética del cuidado. Su pensamiento se diversifica, pues, y así su filosofía moral alberga múltiples dimensiones a considerar. Bien puede decirse que ello es así en lo que atañe al conjunto de su trabajo, que ella asocia principalmente a la filosofía social y política. En cualquier caso, su tendencia a bajar a la tierra la teoría (recordemos que defiende que nuestras teorías morales han de someterse a la prueba de nuestras experiencias morales en contextos de toma de decisión determinados y no hipotéticos) es una de sus señas de identidad.
La obra de Virginia Held, así como su modo característicamente claro y decidido de proceder, son ejemplares y dignos de atención. Sin sus aportaciones, a cuya elaboración se entrega aún, la ética del cuidado probablemente existiría, sí; pero hubiera perdido una inteligencia del presente de innegable hondura entre sus filas. Su lectura es altamente recomendable. Yo al menos sigo, lejos de haber abarcado toda su obra, peleándome con lo que sus preguntas, como la que daba inicio a esta entrada, comportan de intelectualmente estimulante y de vitalmente importante.
* Zvonko Díaz es alumno del doctorado interuniversitario en Investigación en Filosofía de la ULL.
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Fuente: Sección de Filosofía de la ULL