Sabios de tertulia, charlatanes (‘lacanianos’ o ‘jungianos’), gurús políticos o filósofos del nuevo tiempo. El éxito viral de Zizek, Peterson y su debate en Toronto dice mucho de nuestra relación con la cultura
Primero apareció un artículo de Slavoj Zizek en The Independent que señalaba el éxito de Jordan B. Peterson como un efecto más del éxito del populismo de derechas que ha llevado a Donald Trump al poder y que ha dejado a la izquierda abrumada, sin respuestas. Después, en Cambridge, el autor esloveno volvió a referirse a Peterson como «pseudo científico» y el aludido le invitó a debatir «cuando quiera, donde quiera». Para febrero de este año, la cita ya estaba organizada: Peterson y Zizek se encontrarían en público el 19 de abril, en el Sony Centre de Toronto.
Todo tomó un aire hiperbólico en torno al combate: el lema (Felicidad: capitalismo vs. marxismo), su publicidad («El debate entre los dos mayores intelectuales del siglo XXI), el escenario (el Sony Centre tiene 3.190 butacas) y el precio de las entradas (hasta 300 dólares en la reventa). Cuando llegó la cita y los ponentes fueron presentados, el público los vitoreó y abucheó con aparente buen humor. El bullicio de la audiencia, un poco guasón y macarra, era el clásico que se escucha en los conciertos de rock.
¿Cómo interpretar un show filosófico como éste? ¿Como la prueba de que el deseo de conocimiento y discusión intelectual se ha renovado con más fuerza que nunca? ¿Como un embarazoso espectáculo de habilidades verbales protagonizado por dos autores sospechosos para todos los reproches imaginables? ¿Como el síntoma de un proceso que lleva al público a consumir sucedáneos de filosofía expresada en píldoras de autoayuda, memes políticos y frases hechas?
«Zizek y Peterson no son personajes nuevos.Siempre hubo gente así, pensadores heréticos, gente que viene del mundo académico pero fue expulsada o quedó en sus márgenes… No lo digo para minusvalorarlos, a mí mismo me gustan estos espacios extra académicos porque hay más libertad y más agilidad. Se han abierto muchas perspectivas creativas, no tópicas desde esos márgenes. ¿Sabe con quién relaciono yo a Zizek y a Peterson? Con la cultura de los cafés del siglo XIX, con los intelectuales de tertulias que se convirtieron en una especie de párrocos laicos».
Roberto Blatt, filósofo uruguayo, autor de Historia reciente de la verdad (Turner), es el primero en contestar y también el más amable con los ponentes. «El problema no estaba en Zizek ni en Peterson.El problema estaba en el público, que había ido como el que va a festejar una carnicería. En la práctica, ocurrió que los ídolos fueron mucho más complejos y matizados que sus fans: resulta que Zizek no es un stalinista ni Peterson un fascista.Los dos están en contra de las ideologías identitarias. Zizek ponía un poco más de énfasis en la igualdad desde la tradición socialdemócrata y Peterson insistía en la responsabilidad personal, pero el debate consistió, básicamente, en que los dos se iban dando la razón mutuamente».
El conflicto fue más bien de estilos: Peterson es tajante, lleva trajes de tres piezas y siempre saca a Jung en sus textos y discursos. Zizek, en cambio, tiende al desaseo y a la divagación y tiene a Lacan en su santuario. Ninguno de los dos convence al filósofo Pedro Insúa, autor de varios libros que, como ocurre con los de Zizek y Peterson, parten desde su oficio hacia el comentario político. «Toda esta expectación ya ha ocurrido otras veces. Hubo un debate entre Chomsky y Foucault que significó algo parecido en 1971. La única diferencia es que, ahora, las noticias adquieren una resonancia distinta, se viralizan y todo nos parece más exagerado. También hay colas para ver los cuadros de Velázquez y eso no significa que el arte esté en el centro de nuestro mundo».
Insúa cree que Zizek y Peterson están en «la tradición cínica de Diógenes y de todos los que parten de una voluntad de contradecir.Pero yo los veo como a cachorros que juegan con los argumentos sin ir a ningún sitio concreto.Algunas cosas de las que dicen están bien, pero es que disparan a todos lados, es imposible que no den en la diana alguna vez. Peterson habla de marxismo pero yo creo que no sabe mucho de marxismo. Zizek es gracioso pero me parece más un intérprete un poco estrambótico que un pensador original».
Hipótesis: ¿puede ser que la expectación por el debate de los dos filósofos tuviera más que ver con la política que con la filosofía? «Sí.Y no sólo importa la política, importa la polarización, la demanda de ideologemas. El éxito de Peterson es un ejemplo claro: la derecha siempre necesita figuras atractivas y Peterson lo es: suministra a sus seguidores argumentos contra el feminismo y contra lo políticamente correcto y lo hace de una manera llamativa».
Mira Milosevich, socióloga, politóloga e investigadora del Instituto Elcano, tiene en común conZizek el recuerdo de una juventud yugoslava. «Derrida vino a Belgrado en los años 80 y dio una conferencia en un auditorio que se llama Ilija M. Kolarac. Llenó. Entonces dijo que Belgrado era la ciudad con más amor por la Filosofía que había visto nunca pero alguien le contestó que no se hiciera ilusiones, que lo que él creía que era amor por la Filosofía era simple moda. Yo creo que ahora pasa lo mismo: la gente que va a ver a Zizek y Peterson busca el estatus que da la vida intelectual. Por cierto, Zizek es un gran admirador de Derrida. Creo que Zizek era más interesante en Yugoslavia que ahora».
Milosevich continúa: «Presentaron a Zizek y a Peterson como a los intelectuales más importantes de nuestro tiempo y eso sí que me parece un poco tremendo.Zizek es el paradigma del intelectual posmoderno. Relativiza, juega con las ideas, cuenta su historia en un país comunista… Hace un espectáculo de sí mismo. Yo no lo entiendo mucho, pero lo malo no es eso sino que tampoco siento el deseo de entenderlo. Y Peterson es un autor de best sellers sobre psicoanálisis. El prestigio que han adquirido habla de la suplantación del trabajo intelectual por el espectáculo».
Y si un día, sus libros se convirtieran en best sellers, ¿cree que el éxito perturbaría su trabajo? «Yo tengo un libro, Breve historia de la Revolución Rusa (Galaxia Gutenberg) que lleva cinco ediciones, que son muchísimas para mí, y he hecho lo posible por ignorarlo. Lo que suele pasar es que si un autor tiene éxito con un libro, siente inmediatamente la presión de repetirlo y aumentarlo y, entonces, tiene que ser cada vez más provocador y más contradictorio».
Félix Ovejero, economista, profesor de Ética y Ciencias Sociales en la Universidad de Barcelona y autor de La deriva reaccionaria de la izquierda (Página Indómita) también se ha dado cuenta de esa deriva: «Hay una secuencia interesante que se ha repetido incluso en el caso de los más grandes. Primero hacen trabajo académico normal, solvente. Eso les otorga una reputación, pongamos que un Nobel. A partir de ahí hacen divulgación de aeropuerto, incluso bastante fuera de su especialidad. Ha sucedido con muchos premios Nobel de Economía. Los más deteriorados firman manifiestos sobre cualquier cosa. Por supuesto, en el camino se ha modificado los incentivos y ya se olvidan de la investigación. Si con un libro o una conferencia van a ganar más que en toda su carrera académica...».
¿Y lo de Zizek y Peterson? «A principios de siglo pasado, las señoras enviaban a sus criados a que ocuparan un asiento en las clases de Bergson hasta que ellas llegaran. En el entierro de Sartre desfilaron miles de personas. Hay debates históricos importantes como el de Russell con Copleston sobre la existencia de Dios en 1948, en la BBC. La diferencia ahora es doble: los asuntos y los procedimientos. Lo de Toronto fue circense».
«Zizek tiene muchas ocurrencias y hasta pueden parecer atinadas, pero uno no sabe muy bien qué relación tiene con las disciplinas empíricas o con la Filosofía. ¿Se puede hablar de capitalismo sin mencionar un economista? Otra cosa es que sea un polemista brillante, pero eso tiene que ver con otras habilidades. Un pensamiento o una teoría o son precisas y explícitas o son cháchara. Es como decir que la teoría atómica estaba en Demócrito o la evolución en aquel otro. No, por Dios La teoría atómica no es decir que hay cosas muy chicas, sino unas partículas con determinadas propiedades, carga, masa, spin, etcétera. En ese sentido Zizek y antes que él Foucault son ejemplos de lo que en el mundo académico anglosajon se llama bullshit», explica Ovejero, que remite a un libro que no ha sido traducido al español: Bullshit and philosophy. Guaranteed to get perfect results every time.
Ovejero tiene una opinión sólo ligeramente mejor de Peterson, porque su equipaje académico es un poco más formal. Al parecer, el mercado también prefiere al psicoanalista canadiense de los trajes entallados. «El libro de Peterson en inglés ha sido un éxito impresionante. En castellano ha funcionado bastante bien», explica Miguel Aguilar, director editorial de los sellos Taurus y Crítica. «En el caso de Zizek, es tan prolífico que es complicado medir su éxito».
Aguilar también remite a otro libro para explicar el fenómeno de los filósofos del meme: «Tiempo de magos de Wolfram Eilenberger remite al debate entre Cassirer y Heidegger en Davos en 1929. Hay una parte de juego intelectual y otra de espectáculo. Parecen indicar un interés por las ideas y su impacto, que en principio es saludable».
Fuente: El Mundo (08/05/2019)