El filósofo catalán llega como figura independiente a presidir el Senado de la mano del PSOE
Corren tiempos en los que se ha impuesto el modelo del político Tarzán. Sale a escena, se da golpes en el pecho, pega alaridos. El partido socialista ha preferido para presidir el Senado un estilo radicalmente distinto de abordar los problemas públicos. Manuel Cruz es de los que batallan en voz baja, y no es nada amigo de cargarse de razón con proclamas apocalípticas y líneas rojas y llamadas estruendosas a salvaguardar algún tipo de grandes esencias. Es cierto que la política hoy, como siempre, tiene mucho que ver con la selva. Te descuidas y te ha mordido una víbora y has quedado fuera de combate. Pero también hay formas de romper la intrincada maleza a golpe de argumentos y buenas maneras. Igual, cuando todo está tan enmarañado, es un camino sensato.
Nacido en Barcelona en 1951, Manuel Cruz es sobre todo un filósofo, pero su manera de entender ese oficio lo vincula a esa larga tradición de pensadores que no conciben operar en una torre de cristal al margen del ruido del mundo y de los desafíos de la polis. Sería abrumador citar la tonelada de libros que lleva publicados (unos treinta), pero para entender su manera de hacer filosofía acaso no esté de más acordarse de la percepción que lo condujo a aventurase en uno de sus últimos trabajos, ‘La flecha (sin blanco) de la historia’, publicado en 2017 y con el que obtuvo el XVII Premio de Ensayo Miguel de Unamuno. Partía allí de la inmensa perplejidad que se ha instalado en el hombre contemporáneo –un “estupor constituyente”, decía– cuando descubre que no hay ya manera de proyectar el futuro y la flecha de la historia vuela sin rumbo. “La desaparición de los grandes relatos globales (y, con ellos, las instancias supraindividuales que los sostenían)”, escribe ahí, “arrastró consigo a la historia, que daba cuenta de sus avatares, de la misma forma que, a continuación, la crisis de la subjetividad amenaza con llevarse por delante la memoria personal, en la que aquella se había cobijado para dar cuenta de su pasado”. En ésas estamos.
Manuel Cruz es catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona, ha dado cursos en distintos lugares de Europa, fue investigador en el CSIC, director de colecciones dedicadas al pensamiento en distintas editoriales, y ha colaborado intensamente en los medios de comunicación (sobre todo en EL PAÍS, y la Cadena Ser) con el afán de influir en la marcha de los asuntos comunes. El salto a la política obedeció a la misma voluntad de compromiso que ha marcado su trayectoria como profesor, divulgador, escritor y comentarista del presente inmediato. Se produjo entre 2013 y 2016, cuando presidió la asociación Federalistas d’Esquerres, que surgió como respuesta a la deriva independentista del nacionalismo catalán en el marco de una Europa sacudida por la crisis económica y agarrotada por las políticas de austeridad. La respuesta a los problemas de Cataluña no es la ruptura con España, sino una reforma de la Constitución en el sentido federal.
La idea no estaba lejos de la Declaración de Granada del PSOE, y esa sintonía facilitó a Manuel Cruz su siguiente paso: llegar al Congreso de diputados cono independiente en las listas del PSC en las elecciones de 2016. Le tocó ocuparse durante esa legislatura de temas de educación e hizo de portavoz de los socialistas en la comisión de Ciencia, Innovación y Universidades. En la votación en la que el PSOE se abstuvo para facilitar la investidura de Mariano Rajoy se pronunció en contra junto a otros 14 compañeros.
Ahora le tocará presidir el Senado, al que llega de la mano del PSOE pero con la misma voluntad de independencia que ha marcado (también) su trayectoria política. Frente a los políticos modelo Tarzán, que cogen carrerilla para agarrarse de las lianas y dar imponentes saltos (a la manera de Johnny Weissmuller en la películas de Hollywood), y que terminan dándose sonoros batacazos, es previsible que el estilo tranquilo de Manuel Cruz busque caminos para reforzar el papel en el Senado de las comunidades autónomas y abra la discusión para explorar formas con que profundizar en los sesgos federalistas de nuestro modelo de Estado.
Autor: José Andrés Rojo
Fuente: El País (17/05/2019)
Me alegro de que el Senado lo presida un filósofo. Lo prefiero a un poeta o a un cantante de rock. Sin embargo, D. Manuel Cruz es un filósofo desesperanzado, que concibe la historia humana sin ningún rumbo ni sentido. Esto lo ha defendido por activa y por pasiva. ¿Será él capaz de otorgar algún rumbo y sentido a su actividad política?