Qué tienen que ver un rinoceronte negro con un grupo de inmigrantes en un pueblo de Suiza, la venta de emisiones de CO2, o la gestación subrogada? Lo que en principio pueden parecer temas aislados, conforman, en el discurso de Michael J. Sandel, un entramado complejo del que van surgiendo temas éticos interrelacionados. El Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2018, a quien el rector Carlos Andradas define como «uno de los filósofos más importantes e influyentes que hay ahora mismo en el mundo«, llenó el paraninfo de Filosofía, y un par de aulas anejas, con gente interesadaa en asistir a la conferencia basada en su último libro hasta la fecha, What money can’t buy: the moral limits of markets (Lo que el dinero no puede comprar: los límites morales del mercado).
Michael J. Sandel se ha convertido en el primer filósofo capaz de llenar estadios de gente deseosa de escucharle, y eso es una consecuencia de entender la Filosofía, «no como una disciplina alejada de la realidad, sino como algo que pertenece a la ciudadanía y que tiene que hablar de cómo deberíamos vivir juntos«.
Tras bromear de que tras impartir muchas conferencias en universidades alrededor del mundo, «esta es la primera vez que ha estado en una con dos rectores», y tras pedir que descorriesen las cortinas de la planta superior del paraninfo, para «aportar luz al debate», reconoció que «la vida pública que vivimos, la condición de la democracia en todo el mundo, no está en muy buen estado«. Eso tiene una única ventaja, y es que «la Filosofía siempre ha estado en su mejor momento cuando el mundo se ha enfrentado a problemas, ha estado en confusión, en polarización… Y ahora es precisamente ese tiempo».
Considera Sandel que la política, en la mayor parte de los países, está polarizada, y «la población está irritada por cómo la política se comporta, por las desigualdades que están en niveles jamás vistos desde los años veinte del pasado siglo, la gente se siente sin poder, sin pertenecer a las comunidades, siente que todo está desapareciendo, que los lazos de la ciudadanía desaparecen, y esto tiene que ver en parte con la manera en la que hemos sido gobernados en las últimas tres o cuatro décadas».
Sandel analiza que los principales partidos han abrazado en su mayoría la globalización neoliberal, que ha sido muy buena para las clases dominantes, pero ha excluido a las clases medias, y eso ha llevado a fenómenos como la presencia de Donald Trump en Estados Unidos y al Brexit en Reino Unido. «El populismo ha captado ese enfado y resentimiento contra los principales partidos, porque una de las fuentes más profundas de la frustración es que la política parece vacía, no se dirige a la población, y no afecta a cuestiones morales, como qué debemos hacer frente a las desigualdades, que nos debemos como ciudadanos… El discurso político parece preocupado por cosas muy pequeñas«, añade el filófoso.
El problema, de acuerdo con el conferenciante, es la globalización neoliberal que ha impregnado todos los aspectos de la vida socioeconómica de los países. «Ahora vivimos en sociedades de mercado que son lugares donde prácticamente todo está a la venta, todo tiene sus valores de mercado, todo en la vida está dominado por el dinero: la política, los medios, la educación, la sanidad…».
Una preocupación lógica
Esa situación hace que los ciudadanos estén preocupados, y además de una manera racional, primero por la desigualdad creciente, porque «si el dinero decide el acceso a los fundamentos de la vida: salud, seguridad, educación, voz política e influencia… la desigualdad es un problema mucho mayor que si el dinero sólo sirve para comprar bienes de lujo». Y hay además una segunda razón para preocuparse, que «quizás es menos familiar, que es la tendencia de corromperlo todo por los valores del mercado».
Para conocer cuáles deberían ser los límites morales del mercado, Sandel abrió el turno de participación del público con un primer ejemplo: En África, el rinoceronte negro es muy difícil de defender de los cazadores furtivos, así que a un gobierno se le ocurre, para conseguir dinero para protegerlo (y además como una opción que consideran viable), ofrecer un ejemplar para que lo cace quien ofrezca más dinero en una subasta, y el dinero conseguido se utilizará para la conservación de esa especie en peligro de extinción.
El filósofo pregunta a la audiencia qué opinan sobre esta solución. A la mayor parte de los presentes le parece una aberración y uno de los estudiantes asistentes considera que «la vida no tiene precio«. Sandel le rebate que sí lo tiene según el mercado, porque el caso es real, ocurrió en Sudáfrica donde el gobierno consiguió hasta 150.000 dólares de un cazador dispuesto a acabar con la vida de un rinoceronte negro.
Sandel tensa la cuerda y lleva al extremo el ejemplo, afirmando que la mayor puja implica matar a un rinoceronte viejo sin capacidad de reproducirse y conflictivo con el resto de rinocerontes. El estudiante parece vacilar y dice que en ese caso quizás sí sería ético matar al rinoceronte para proteger al resto de la especie, pero otra estudiante rebate que «ni así debería cambiar el valor del rinoceronte, porque ese valor no puede depender de esos valores biológicos, sólo hay que cambiar el rinoceronte por un humano».
El filósofo llega entonces a su primera conclusión: «el valor intrínseco es un elemento fundamental en el debate«. Ahora bien, ¿qué constituye ese valor? ¿Tiene que ver con que esté en extinción? ¿Tiene que ver con la edad de reproducción? Sandel tiene claro que «hay cosas que el dinero puede comprar, pero que no debería, dependiendo de valores morales. No todo debería quedar en manos del mercado«.
Inmigrantes en Suiza y mercado de emisiones
El debate se traslada ahora a otra historia real de un pequeño y rico pueblo en Suiza. Para controlar a sus refugiados, el gobierno promulgó una legislación para saber cuántos había que aceptar en cada lugar, imponiendo una elevada multa a aquellas localidades que no los aceptaran. El pueblecito dijo que no quería ninguno, e hicieron un referéndum para ver si aceptaban los once asignados por el gobierno o no hacerlo. Votaron y el resultado fue que no iban a aceptar inmigrantes.
¿Hay algo malo en ello o es moralmente bueno? pregunta Sandel. Mientras que un estudiante considera que una vez que se propuso de manera legal, el «votarlo no es malo per se, ya que se hizo bajo la ley», una estudiante le replica que no debería existir la opción de no aceptar inmigrantes pagando por ello, y lo compara con el mercado del carbono. De acuerdo con ella, «no se debe negociar con personas ni con la emisión de gases contaminantes«.
Sandel considera que la analogía con el mercado de emisiones no es exactamente correcta, porque «la mayor parte de los acuerdos sobre el cambio climático establecen esos límites y los economistas aceptan que esa es una forma eficiente de reducir las emisiones». Por ejemplo, para España es más caro establecer restricciones en las empresas o en los vehículos del país, y más barato si se hace eso en otras economías en desarrollo. Suponiendo que esa eficacia sea cierta, el filósofo pregunta de nuevo a la audiencia quiénes están a favor de esa venta de emisiones.
En este caso concreto hay una división de opiniones entre el público. Una estudiante está a favor de que se haga, para compensar que haya países que tienen menos desarrollo económico. En su juego filosófico, Sandel cuestiona qué pasaría entonces «si viviéramos en un mundo donde todos los países tuvieran el mismo nivel económico, ¿estaría bien entonces para un país pagar para aceptar refugiados o comprar emisiones?».
Aquí otra estudiante se muestra en contra del mercado de emisiones porque cada país debería cambiar su forma de vida para ser menos dependiente y compartir sacrificios con los demás, mientras que otro estudiante más acepta el mercado de emisiones a corto plazo, aunque no lo tiene claro en el mercado de inmigrantes. Cree que aceptar un inmigrante es más agresivo, porque implica que si son muchos, al final «alguno acabará en tu dormitorio». Es un problema, según él, en la definición de lo que es privado y lo que no.
En el debate interviene, Alejandro Peláez, profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, quien piensa que lo importante es distinguir entre la eficacia y la equidad y cree que todo se reduce a una cuestión legal. En el caso de las emisiones de carbono, según Sandel, la eficacia está clara, pero la equidad no lo es tanto, no porque nos tengamos que sacrificar todos, sino porque unos países son ricos y otros pobres, y no es justo hacer negocio con eso. ¿Pero si todos fueran igual de ricos, habría todavía una duda ética sobre el tema?
Objeciones al mercado y gestación subrogada
De esos argumentos de eficacia y de equidad algunos asistentes han considerado que sí debería haber objeciones morales, por ejemplo por la importancia intrínseca de las especies en peligro, o por nuestra forma de vida, y por cómo se corrompe ese valor intrínseco. Esas, de acuerdo con Sandel, son dos importantes objeciones al mercado.
El nuevo tema que saca a la palestra el filósofo es la gestación subrogada. Un estudiante, de los pocos que están a favor, lo hace «por el hecho de que la persona dispuesta sea libre a hacerlo, y que pueda hacer lo que quiera con su cuerpo». Otra estudiante más también piensa que cada una puede hacer lo que quiera, incluso vender un hijo, «es cuestión de libertad«.
Una estudiante se posiciona en contra porque «hay muchísimos niños para adoptar en condiciones terribles y si pagamos estamos violando los derechos humanos y estamos llevando el mercado a las mujeres que están en dificultades económicas. Los niños se convierten en mercancías intercambiables, en productos, si no les gustan a los clientes». Hay otro argumento más, de otra asistente, sobre «un precioso lazo» que no debería ser roto por el mercado entre la madre y su hijo.
Según el propio Sandel, este es un debate muy complejo ya que confronta argumentos éticos como la libertad, la desigualdad, la naturaleza, la relación genética entre las familias…, pero «al final hay un argumento que aparece siempre, que es la libertad del mercado, que no debe ser marcada por ninguna autoridad superior».
Hemos aprendido a lo largo del tiempo que «los economistas asumen muchas veces que los mercados son inertes, son neutrales, que introducir un mecanismo de mercado no cambia nada, lo que quizás es real si hablamos de objetos, que no se verán afectados por el mercado, pero no es igual si hablamos de prácticas sociales y civiles como proteger especies en peligro, preocuparse por inmigrantes, trabajar juntos para salvar el planeta, decidir si la gestación subrogada es ética o no…«. De acuerdo con Sandel, «en los dominios no materiales la introducción del mercado puede cambiar las normas que nos definen, eso quiere decir que tenemos que ir más allá de la ciencia de la economía y entrar en los argumentos morales».
Reconoce también el filósofo que no hay una respuesta sencilla a los debates, y además vivimos en tiempos polarizados, donde no sabemos llevar a cabo esos debates con civismo, pero lo que parece una realidad es que «poner un precio de mercado a más y más cosas disminuye el sentido que le damos a la vida«, ya que cuantas más cosas podamos comprar, más se van marcando las desigualdades y eso hace que vivamos en mundos separados lo que «no es bueno para la democracia y no es una buena forma de vivir».
Al igual que en su libro, Sandel concluye reconociendo que la democracia no exige una igualdad perfecta, pero sí que los ciudadanos compartan una vida común, ya que al final la cuestión sobre los mercados no es sólo económica, sino de cómo queremos vivir juntos, de si hay ciertos aspectos que el dinero no puede comprar. Y para eso «necesitamos reparar la polarización de nuestras vidas públicas, y hacer que las discusiones se parezcan más a la que hemos tenido hoy en la Facultad de Filosofía».
Homenaje de la Red Española de Filosofía
La Red Española de Filosofía (REF) quiso aprovechar la visita de Sandel a la Facultad para entregarle, a través de su presidenta, María José Guerra, un retrato y la distinción de esta Red, que agrupa a la comunidad filosófica de todo el país y defiende la presencia de esa disciplina en la política y la educación.
Carlos Andradas también quiso entregarle, en nombre de la Complutense, un obsequio singular, «una parte de la historia de la UCM, un facsímil de los documentos de fundación de la Universidad«.
Fuente: Tribuna Complutense (25/05/19)
Me ha parecido muy interesante el debate con Michael Sandel en la Univversidad Complutense. Todavía hay filósofos que reflexionan muy bien sobre los límites del mercado y del pensamiento neoliberal que quiere mercantilizarlo todo, incluyendo a las personas humanas. Felicidades a la Complutense por organizar debates coomo éste.
La cuestión no es solamente afirmar o negar sino sintetizar e ir evolucionando. En este caso y en este sentido y que yo sepa el Sr. Sandel no aporta nada. Gracias.