En esta semana de eventos en torno la Cumbre sobre la Acción Climática, convocada por las Naciones Unidas, se incluye un nuevo post en el blog Migraciones. Reflexiones cívicas, que reflexiona sobre este tema. En esta ocasión su autor es Antonio Campillo, quien acaba de publicar el libro Un lugar en el mundo (Madrid: Catarata, 2019), de donde procede el texto aquí reproducido y que lleva por título “Cambio climático y refugiados ambientales”. Las llamadas «migraciones ambientales», provocadas tanto por factores naturales como por la degradación medioambiental de raíz antropogénica, representarán según las previsiones de los organismos internacionales (como la OIM o el PNUD) un destacado factor impulsor de los movimientos masivos de personas durante las próximas décadas.
El uso masivo de los combustibles fósiles manchados de sangre ha dado lugar al cambio climático antropogénico, que en algunas regiones (como el Sahel africano) provoca sequías y hambrunas, mientras que en otras (como en las costas del Caribe y del Sudeste asiático) provoca fuertes huracanes e inundaciones torrenciales. Estos fenómenos climáticos extremos también expulsan de sus tierras a millones de personas que migran de manera forzosa a otros lugares para rehacer su vida. Son los llamados «refugiados climáticos» o, más ampliamente, «refugiados ambientales».
Según la OIM, los fenómenos climáticos extremos se han triplicado en las tres últimas décadas y han provocado desplazamientos humanos superiores a los causados por las guerras y otras formas de violencia física. Los investigadores Dennis Wesselbaum y Amelia Aburn (2019) han analizado las migraciones internacionales entre 1980 y 2015, desde 198 países de origen hasta 16 países miembros de la OCDE (entre ellos, los principales receptores de migrantes: Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Canadá, Australia, España e Italia), y han comprobado que el cambio climático es la más importante causa de esas migraciones, por encima de las circunstancias económicas y políticas de los países de origen. A estas migraciones internacionales se añaden los desplazamientos dentro de un mismo país. Sólo en 2018 hubo un total de 28 millones de nuevos desplazamientos, internos y externos: 10,8 millones se debieron a diferentes tipos de violencia, mientras que 17,2 millones de personas huyeron de desastres naturales y 16,1 millones de esas huidas se debieron al cambio climático.
Consecuentemente, estos desplazados ambientales también deberían ser reconocidos y acogidos como «refugiados» cuando se ven forzados a huir a otros países. El Informe Fronteras 2017, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), reconoce que hay ya unos 26,4 millones de personas desplazadas por motivos ambientales y estima que en 2050 puede haber unos 200 millones. Por su parte, ACNUR (2017) va más lejos en sus previsiones y estima que en los próximos cincuenta años entre 250 y 1.000 millones de personas abandonarán su hogar a causa del cambio climático. Como ya pronosticó Harald Welzer en Guerras climáticas (2008), estos desplazamientos forzosos harán que se intensifique la retroalimentación entre cambio climático, migraciones, respuestas xenófobas y nuevas guerras por el control de los territorios y de sus recursos naturales.
Sin embargo, la legislación internacional no reconoce ni protege a los «refugiados ambientales». Muchos expertos y ONG de todo el mundo reclamaron que se incluyera su protección en el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, promovido por la ONU y suscrito por 164 países el 11 de diciembre de 2018 en Marrakech. El objetivo era conseguir que los países más ricos y poderosos asumieran su responsabilidad ante la crisis ecológica global y, en particular, ante las víctimas del cambio climático antropogénico. Pero el documento final no recoge esa propuesta.
La Declaración de Nueva York para los Refugiados y los Migrantes, aprobada por la ONU el 19 de septiembre de 2016, comienza con un párrafo muy prometedor, pues relativiza la vigente dicotomía jurídica entre el migrante económico (que se desplaza «libremente») y el refugiado político (que huye «forzosamente»), y enumera más bien una serie de motivos, entre ellos los ambientales. Además, reconoce que las personas migran «debido a varios de esos motivos»:
“La humanidad ha estado en movimiento desde los tiempos más antiguos. Algunas personas se desplazan en busca de nuevas oportunidades económicas y nuevos horizontes. Otras lo hacen para escapar de los conflictos armados, la pobreza, la inseguridad alimentaria, la persecución, el terrorismo o las violaciones y los abusos de los derechos humanos. Hay otras personas que se desplazan por los efectos adversos del cambio climático o de desastres naturales (algunos de los cuales pueden estar vinculados al cambio climático) u otros factores ambientales. Muchos se trasladan, de hecho, debido a varios de esos motivos.”
Autor: Antonio Campillo
Fuente: Migraciones.Reflexiones cívicas (Madri+d Blogs, 23/09/2019)