La responsabilidad no es algo que debamos exigir tan sólo a los demás. Al igual que los derechos tienen como reverso el cumplimiento de unos determinados deberes, el primer ejercicio de la responsabilidad tiene un carácter autónomo y empieza por uno mismo. Es más, podemos mostrarnos benévolos con la irresponsabilidad ajena, buscando toda suerte de circunstancias atenuantes, pero nunca debemos hacer nada parecido con la propia. Podemos cambiar nuestra cotidianidad, cuando se dan las circunstancias propicias para ello, intentando modificar nuestros hábitos. Eso sugiere Roberto R. Aramayo es su artículo Cambiar de costumbres.