Artículo de Raúl Magallón en publico.es, 27/02/2014.
“Los contribuyentes no tienen por qué pagar dos veces por la investigación científica y precisan de un acceso continuo a la información en bruto. Deseamos llevar a un nivel superior la difusión y el aprovechamiento de los resultados de la investigación científica. Los datos son el nuevo petróleo”. Así se expresaba en julio de 2012 Neelie Kroes, vicepresidenta de la Comisión Europea y responsable de la Agenda Digital para Europa.
Por su parte, David Willetts, ministro británico de Ciencia y Universidades afirmaba en The Guardian que “dar a las personas el derecho a “circular” libremente sobre la investigación financiada con fondos públicos marcará el comienzo de una nueva era de descubrimientos y colaboración académica y pondrá al Reino Unido en la vanguardia de la investigación abierta”.
Desde 2014, todos los trabajos financiados gracias al programa de investigación europea Horizonte 2020 tienen que ser de acceso abierto. El objetivo es que el 60 % de los artículos de la investigación financiada con fondos públicos europeos pueda consultarse libremente para 2016.
El programa -que se desarrollará entre 2014 y 2020- tiene un presupuesto total de 76.880 millones de euros.
Para que las investigaciones sean de acceso abierto hay dos posibles vías:
.Vía Dorada: En la que el editor podrá poner en línea los artículos inmediatamente y los costes de publicación podrán acogerse a reembolso por parte de la Comisión Europea.
.Vía Verde: Los investigadores deberán presentar sus artículos a través de un registro de acceso abierto en un plazo de seis meses desde su publicación (doce meses para los artículos de ciencias sociales y humanas).
Por su parte, en Reino Unido -también desde 2014- “cualquier persona, empresa, universidad o institución podrá consultar y descargarse cualquier publicación académica financiada con dinero de los contribuyentes de forma totalmente gratuita, cualquiera que sea su finalidad”. Ante las distintas críticas, Willetts señaló que el pago de estos costes de publicación representaría el 1% del presupuesto y, citando un estudio de 2008 de Philip Davis, subrayaba que cuando los editores habían abierto aleatoriamente determinados artículos, se había producido un aumento muy significativo de lectores.
En Free online availability substantially increases a paper’s impact publicado en 2001 en Nature, Steve Lawrence ya señalaba que se “maximizaba el impacto y se minimizaba la redundancia” con el acceso abierto.
En este sentido, la Open Science empieza a tener voz en los medios de comunicación pero también en la sociedad civil. Pau Llop citaba en este artículo a Aurelia Bustos, oncóloga del hospital universitario de San Juan (Alicante) que acaba de lanzar MedBravo.org, “un buscador que clasifica y ordena los 40.000 ensayos clínicos de cáncer de 17.000 hospitales en todo el mundo para facilitar la búsqueda de nuevos tratamientos” (se sirve de repositorios como ClinicalTrials.gov y EudraCT).
Junto al acceso abierto aparece la transparencia y la política de datos abiertos. La reutilización de datos abiertos permite:
– Saber cómo evoluciona una ciencia.
– Monitorizar y corregir errores de investigaciones (la Comisión Europea reconoció que se había servido del análisis de Reinhart y Rogoff en el que se afirmaba que unos niveles de deuda pública por encima del 90% del PIB tenían un impacto negativo en el crecimiento, aunque señalando que sólo había sido uno de los estudios utilizados. El artículo de Reinhart y Rogoff puede leerse en este enlace). Thomas Herndon, Michael Ash y Robert Pollin publicaron un análisis el 15 de abril de 2013 -puede leerse aquí– en el que señalaban que el trabajo de Reinhart y Rogoff contenía “errores de codificado”, una “exclusión selectiva de datos disponibles” y una “ponderación no convencional de estadísticas sumarias”.
– Permitir a países menos desarrollados acceder y utilizar el conocimiento y la información que de otro modo no serían capaz de poder adquirir.
– Dinamizar el sector público y acercar la universidad y el conocimiento científico a la sociedad.
En España, la Open Knowledge Foundation está empezando a recoger las distintas posibilidades y consecuencias que una apertura más allá de las publicaciones científicas puede tener en la universidad a la hora de adaptarse a las nuevas necesidades políticas, económicas, sociales y culturales.
Destaca por ejemplo, la demanda de información sobre el abandono de estudiantes por motivos económicos, con el objetivo de diagnosticar con mayor detalle los problemas y sus causas, facilitando y exponiendo así soluciones de manera más precisa.
Por la investigación académica no sólo está interesada la comunidad universitaria sino que sus estudios e investigaciones pueden y están siendo utilizados por medios de comunicación, sociedad civil y ciudadanía. Tal y como recuerda Mar Abad, “muchas personas que padecen una enfermedad intentan aprender de la experiencia de otros” (destacan páginas como CureTogether o PatientsLikeMe).
La universidad siempre ha tenido un papel fundamental en el progreso científico de una sociedad a través de la internacionalización y de la divulgación del conocimiento, pero en este momento la verdadera apertura no está sólo en implementar ese conocimiento abierto desde las instituciones sino en que junto a la sociedad pueden y deben decidir qué significa “progreso científico” y de qué forma éste se quiere y se puede lograr.
Campaña de apoyo a Revista Teknokultura
Debido a los recortes en la universidad, proyectos como Teknokultura, una revista académica abierta y crítica sobre cultura digital y movimientos sociales, han quedado a su suerte. Por ello, recurrimos a iniciativas como esta campaña de Crowdfunding para financiar costes básicos de hosting, gestión técnica, y maquetación. Cualquier aportación, por pequeña que sea, nos ayudará a seguir adelante.
Raúl Magallón es profesor en el Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid.