Tras el terrible incendio que asoló el campo de refugiados de Moria a principios de este mes, se crea un nuevo campo de internamiento para los 12000 habitantes del mismo. Cambia el espacio, pero no las circunstancias de su encierro.
Lesbos es un ecosistema vivo como pocos. Los hechos que conmovían hace 48 horas, son una postal de la ignominia vivida el viernes, que en nada se corresponde con la de ayer y, posiblemente, tampoco tendrá mayor similitud con la situación de miles de personas hoy. Hay un hilo conductor: las vergüenzas de una Europa empeñada en sus viejas fórmulas de encerrar la vida de miles de personas, y las múltiples historias de resistencias que se cuecen aún donde parece que todo está perdido.
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