El domingo 27 de diciembre de 2020 empezó la vacunación contra el COVID-19 en la Unión Europea. Esta gran noticia no debe empañar el resto de problemas que ha destapado esta crisis, sobre todo los relacionados con la desigualdad, tanto a escala local como global. De hecho, la vacuna no sólo no ayuda a resolverlos, sino que, en muchos casos, los agudiza. La brecha norte-sur se hace más amplia.
Acaparamiento frente a escasez. La esperanza de una salida, frente a la frustración que provoca el túnel cuyo final no se atisba. La crisis del covid-19, tanto la sanitaria como la económica, agrava las diferencias entre norte y sur, entre países ricos y países pobres. Pese a la milmillonaria aportación de dinero público a las principales vacunas, cerca de 70 países encaran un riesgo grave de disponer en 2021 sólo de vacunas para una de cada diez personas. «Los países ricos, que representan sólo el 14% de la población mundial, han comprado hasta el 53% de las vacunas más prometedoras hasta la fecha», alerta un grupo de ONG, entre ellas Amnistía Internacional, que reclama una categoría mundial de población prioritaria que englobe a los últimos de los últimos: hacinados en cárceles, refugiados, desplazados, comunidades sin acceso seguro a agua potable…
Una información de Ángel Munárriz.
Foto de RF._.studio en Pexels