DILEMATA. Revista Internacional de Éticas Aplicadas, 14 (2014)
ÉTICA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Resumen de contenidos:
Resulta muy difícil exagerar la importancia que tienen los medios de comunicación para la sociedad contemporánea. En ese convencimiento estaba el escritor norteamericano Arthur Miller cuando señaló que un buen periódico es la nación hablando consigo misma. Desde esta perspectiva, la relación entre periodismo y ciudadanía se torna capital, al punto que podemos afirmar sin temor a equivocarnos que sin periodismo libre y de calidad no es posible la democracia. Dicho de otra manera: allí donde no existe una prensa independiente no hay auténtica democracia y, al contrario, sólo en una sociedad plenamente democrática es posible que prospere una prensa sin ataduras.
Justamente por ello, en el actual contexto de severísima crisis económica y de retroceso en el terreno de las conquistas y derechos sociales, resulta imprescindible reflexionar sobre la salud de nuestros medios de comunicación, en la medida en que su situación constituye un indicador fiable del estado de nuestra sociedad. En el último decenio la irrupción de internet ha llevado aparejada al desarrollo de sus múltiples posibilidades comunicativas la práctica destrucción del tradicional modelo de negocio de la prensa de papel, poniendo en cuestión su supervivencia. Al tiempo, el desarrollo de las redes sociales ha disparado de manera exponencial la autonomía de cada individuo o grupo para crear y/o replicar contenidos que al instante recorren nuestra aldea global, al margen de la tradicional labor de mediación que los periodistas y los media ejercían en exclusiva. Otra cosa, y no precisamente menor, es si la calidad de todo lo que esos agentes hacen circular por la Red bajo el rótulo de información alcanza el nivel de fiabilidad que exige la opinión pública de una sociedad democrática.
Los artículos que componen este dossier pretenden contribuir desde distintos ángulos a arrojar luz sobre las relaciones entre periodismo y ciudadanía en estos momentos de zozobra e incertidumbre. Así, los textos introductorios de Carlos Maciá-Barber y de Rodrigo Fidel Rodríguez Borges comienzan por aproximarnos a un diagnóstico del estado actual de los informadores y las empresas de comunicación en España, desde el convencimiento de que la independencia económica de éstas y de aquellos es un prerrequisito para su independencia informativa y, a la postre, para su credibilidad. La contribución de Hugo Aznar, por su parte, profundiza en la conexión entre democracia deliberativa y ética de la comunicación, confrontando las opiniones de John Dewey y Walter Lippmann sobre la necesidad de un rearme ético del periodismo para la implementación efectiva de la democracia deliberativa.
Retrocediendo más atrás en el tiempo, José Manuel Chillón nos propone revisar la Política de Aristóteles para encontrar el sentido más genuino del término comunicar, reconociendo el valor del logos humano no sólo para ponerle palabras a lo que sucede y otorgarle significado –la esencia del oficio del periodista-, sino para lograr vivir mejor. En esa misma estela, Juan Carlos Suárez Villegas reivindica como seña de identidad del trabajo periodístico algo tan noble y moralmente elevado como el compromiso con la verdad y la voluntad de actuar como guardián de los intereses de la ciudadanía frente a las injusticias sociales. Porque si la ocultación o manipulación de la realidad son armas privilegiadas por toda clase de poderes, el periodista que actúa como observador incómodo se convierte en una necesidad para los ciudadanos.
Vicente Navarro y Juan Carlos Orenes han optado por un enfoque casuístico para sus aportaciones, reflexionando sobre las relaciones potencialmente conflictivas entre la televisión y el mundo del derecho. Navarro se centra en los problemas deontológicos y jurídicos que se derivan de la utilización por los periodistas de cámaras ocultas en la realización de reportajes, revisando para ello la jurisprudencia del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional. Orenes aborda los riesgos que entraña la información televisiva sobre los procesos penales y el peligro de vulnerar derechos como el honor, la intimidad o la presunción de inocencia, y analiza también el papel que desempeñan las autoridades audiovisuales para prevenir, detectar y denunciar conductas inadecuadas de los profesionales de la información. El dossier se cierra con el texto de Enrique Herreras que, de una parte, examina los múltiples y trascendentales cambios que está soportando el actual sistema informativo y, de otra, se sitúa en la esfera de la ética aplicada para proponer una reflexión sobre los bienes internos que, a su juicio, deberían vertebrar la praxis profesional de los periodistas.
La crisis económica, social y política que padecemos está también presente en el artículo de Emilio Muñoz que plantea, desde una perspectiva evolutiva, una revisión crítica de las políticas economicistas de inspiración neoliberal, poniendo el acento en nociones como las de regulación –pilar esencial de la biología-, cooperación, altruismo, solidaridad y cultura.
Otros dos artículos de este número nos acercan a cuestiones de justicia e igualdad en dos ámbitos muy sensibles de las éticas aplicadas, el de la discapacidad y la selección genética (Blanca Rodríguez) y el de los animales no humanos (Catia Faria).
Incluimos también un artículo de Rafael Cejudo que incide en un asunto escasamente tratado en la literatura de las éticas aplicadas, a saber, el de la gestión del Patrimonio Cultural Inmaterial, poniendo el acento en la dimensión social del consumo cultural frente a la visión monetarista del mismo.
Precisamente, cerramos este número con una estupenda entrevista a Juan Ignacio Pérez Iglesias acerca de la cultura científica y la divulgación filosófica, así como con dos reseñas sobre sendas publicaciones en filosofía política y ética sexual.
Txetxu Ausín (CSIC), Director
Rodrigo Fidel Rodríguez Borges (Univ. de La Laguna), Editor invitado