Artículo de Jose L. Rozalén Medina en Cátedra Nova, nº 34, 2013, 31-34
¡Otra vez volvemos a las andadas! ¡Otra vez en la trinchera! Otra vez resuena la torpe consigna: ¡Muerte a la Filosofía! Ya habíamos pensado todos, profesores, alumnos, padres, Sociedad entera, que la reflexión filosófica, tras muchos años de razonado diálogo, estaba perfectamente integrada en los Planes de Estudio y cumplía unos indiscutibles objetivos de «forjadora de mentes y personas», cuando ahora llegan al poder los que se han definido siempre como defensores de la racionalidad liberal y humanista, portavoces de la ética universal y racional, portaestandartes del progreso crítico, de la autonomía mental, de la pluralidad y el respeto a las ideas, y, ¡zas!, de un golpe certero y alevoso, parece quieren cortarle la cabeza a Atenea.
¿Qué proyecto de futuro vamos a construir para nuestros jóvenes españoles, si se les quiere eliminar todo conocimiento de su pasado, de aquellas ideas y pensamientos que fecundaron Europa? ¿Cómo se puede saber a dónde debemos ir, si se desprecia lo que somos y lo que hemos sido? ¿Cómo vamos a recuperar la dignidad moral, el compromiso político y social, la salida de la vorágine de corrupción que nos invade y nos destroza a todos los españoles? ¿Cómo se pude exigir educación en los valores, si estamos cortando las raíces vigorosas de aquellos hombres privilegiados que dedicaron sus vidas a profundizar sobre la Verdad, el Bien y la Virtud? Escribe Göethe: «Quien de tres milenios no sepa darse cuenta, permanezca en lo oscuro, inexperto, torpe, y viva siempre encadenado al día de hoy”.
¿Alguien desde un sillón, «a golpe de típex”, o de Boletín, puede decidir que en el bagaje cultural y vital de un ciudadano español, sea médico, ingeniero, biólogo, programador, comerciante, sastre o cantoautor, no van a aparecer jamás aquellos mentes magníficas, personalidades poderosas que han ido iluminando con su reflexión racional y libre los senderos de la historia y de la vida, aquellas pensadores extraordinarios que se han ido pasando el testigo de la filosofía y de la ciencia, que nos han prestado sus anchos hombros para que nosotros, aupados en ellos, oteemos y construyamos nuestro propio futuro con el uso de nuestra propia libertad, de nuestra propia reflexión?
«¡Muerte a la Filosofía! ¡Decapitemos el pensamiento!”, resuenan las voces de los sepultureros nominalistas y analfabetos. Y no saben ellos, pobres diablos, que eso es como querer prohibir la brisa al atardecer, la lluvia en la montaña, el rumor de las olas en cada ocaso; no saben estos pobres diablos que en cualquier rincón de España, cualquier día, muchos días, inevitablemente, alguien leerá a Platón y «se hará de nuevo la luz en medio de la caverna”.
«Languidecen en España los mejores talentos”, escribía apesadumbrado D. Miguel de Unamuno, «por falta de ambiente…, por falta de apoyo social, como no se sostiene la elevada cumbre de una pirámide si es pequeña su base de sustentación”. Triste país sería éste si la Filosofía, la amplia y profunda reflexión sobre el ser y el tener, la vida y la muerte, la virtud y la felicidad, la ciencia y la conciencia… no tuviese posibilidad de enseñarse, de pensarse, de expresarse, de contrastarse, de anclarse en la mente y el espíritu de los ciudadanos. Pobre país sería éste en donde la única ´filosofía´ existente fuese, por citar algunas muestras, la de los banqueros sin escrúpulos, la de los políticos sin base intelectual ni moral, la de algunos gárrulos futbolistas y entrenadores que se creen diosecillos y hablan y hablan, la de los famosillos varios que pululan por la tele hablando, sin avergonzarse, de ´la filosofía en cuestión´….
Porque, Sr. Ministro, en esta encrucijada preocupante en la que se nos vuelve a amenazar con eliminar la reflexión filosófica, ¿qué puede aportar hoy la filosofía al proyecto español y europeo? En palabras de Adela Cortina: “Desde los griegos, la marca está registrada: Sencillamente, la Filosofía debe mejorar la conducta de los hombres, hacernos personas mejores y más sabias”. Ni más, ni menos. Si observamos las situaciones de injusticia social que hay en el mundo, el olvido de los seres más necesitados y abandonados, la evidente falta de responsabilidad política, social y ética que nos ahoga, el analfabetismo crítico ante lo que nos está pasando, la frivolidad ambiental que todo lo agosta, la ausencia de profundidad y rigor en los planteamientos…, no tenemos otra solución que volver a las prístinas fuentes de la reflexión filosófica, para impregnar así la política y la sociedad de responsabilidad ética, de capacidad crítica, de argumentaciones lógicas, de compromiso comunitario.
Como afirmaba metafóricamente Carlos Díaz en el Congreso La Filosofía ante la encrucijada de la Nueva Europa, “ ya no nos valen ni Atenas, ni Jerusalén, por separado; Miami no nos interesa; la única solución está en una especie de Florencia renacentista, Eutopía integradora de todos los valores existentes”.
Porque, en efecto, aunque Europa tenga ciencia, le falta sabiduría; aunque tenga técnica, le faltan ideales y utopías racionales y elevadoras; aunque a Europa le sobran políticos sofistas, le faltan gobernantes que sepan a dónde hay que dirigir la platónica barca del Estado: “Lo importante”, decía Sócrates, «no es vivir o morir, sino vivir justamente para poder morir con dignidad… A lograr todos estos valores contribuye la Filosofía. ¿Le parece todo esto poco, Sr. Ministro?
La reflexión filosófica se nos muestra como imprescindible para construir un país maduro, inteligente, bien formado, sano, que sabe a dónde va. Sólo una verdadera democracia puede permitir el uso de la razón y la filosofía. Las falsas democracias, disfrazadas, mentirosas, no soportan el ilustrado «sapere aude» («atrévete a pensar»), ni la claridad cegadora y equilibradora de la reflexión libre.
JOSÉ L. ROZALÉN MEDINA
(Catedrático-doctor en Filosofía y Escritor)
Me parece una exposición magistral, digna de todo elogio. Un ejemplo a seguir. Filósofos es más lo que nos une que lo que nos separa, una larga tradición de pensamiento, con posiciones diferentes, pero siempre caminos de libertad. Si no reparamos nosotros en esto, ¿Quién lo va a hacer? Ánimo que no podrán con esta fecunda actitud ante las preguntas que urgen, siempre respuestas con sentido. Es un error que le perseguirá siempre a Wert, como la sombra a su cuerpo, hasta el fin de sus días. Que nadie siga su senda de despropósitos.
Consideran, los poderes, que aprender a pensar es peligroso para su seguridad como impulso de conservación.