El Congreso aprobó por unanimidad la vuelta de la filosofía a la enseñanza secundaria. Es decisión del Gobierno aplicarla o no tal como han pedido los parlamentarios. Se trata de incorporar la ética en cuarto curso de ESO e introducir la filosofía en primer y segundo curso de bachillerato. Veremos en qué queda.
Algunos pueden pensar que esta medida es excesiva. Pero hay razones para pensar que no lo es. Para la sociedad y para el individuo la filosofía, y en particular la ética, una de sus ramas, es fundamental. Estamos en un cambio de época y la identidad personal también cambia. Los hechos van más deprisa que pensarlos. Este es un tiempo de perplejidad y de desorientación valorativa. Lo mismo ocurrió en la antigua Atenas de Sócrates y Platón y en la moderna Europa de D’Alembert y Kant. Estas dos épocas, las más florecientes de la filosofía occidental, vivieron también en un cambio de época: el paso a la ciudad organizada y democrática, en el siglo V a.C. y la entrada en la sociedad urbano-industrial, en el XVIII. Hoy el cambio es la transición a una sociedad metropolitana e intercultural. Este paso no se hace sin resistencias, como lo fueron, en Grecia, la tiranía y los mitos, y en el XVIII europeo, la aristocracia y el clericalismo. Nuestras principales resistencias son, de un lado, el planeo de los intereses y la ideología de una globalización capitalista sin alma y, de otro lado, el agarre al Estado nacional y a las identidades monolíticas.
Pero es mejor que los cambios nos cojan pudiendo pensar y decidir. Eso nos cuesta. La Tierra da vueltas a enorme velocidad alrededor del Sol y este en torno al centro de la Vía Láctea. Pero no sabemos alrededor de qué giran hoy un mundo y un individuo también a toda prisa. El cambio climático, la desigualdad económica, las migraciones, los choques étnicos, los fanatismos, la revolución genética, la crisis del trabajo, todo eso y más no nos puede pillar desprevenidos o corriendo sólo tras el dinero. Mientras, podemos preguntarnos: ¿hemos mejorado como seres humanos? ¿Hay realmente un progreso general? ¿Para qué sirve el conocimiento?
Por eso la filosofía, que enseña a pensar bien y sobre lo más importante, debe volver a la enseñanza, justo en una etapa tan crucial en la educación de una persona como es la adolescencia. Hagámosla actual, busquemos la complicidad del estudiante y será más difícil que nos la vuelvan a quitar. Que después de la espera, la vuelta sea prometedora.
Autor: Norbert Bilbeny
Fuente: La Vaguardia (09/12/2018)
Este es el típico artículo que genera desconfianza en la clase política, cuando se habla de enseñar Filosofía. Algo así como «crear ciudadanos combativos y críticos para los retos políticos del futuro».
Invendible.
También empieza a quedar pocho el lema ese (o eslogan manido) de «enseñar a pensar bien». Aparte de que la gente no piensa mal del todo aunque no hayan estudiado Filosofía, es cuestionable eso de qué es «pensar bien». Y al fin y al cabo, poco específico se ofrece, pues hasta las Matemáticas o la Música enseñan a pensar (bien, creo).
Invendible.
¡Programación, programación, programación!:
Se trata de que los estudiantes deben conocer la Declaración Universal de Derechos Humanos, por ejemplo. Y otros conocimientos concretos, útiles y necesarios para la vida en sociedad.
Nada más, y nada menos.
Aquí, entre los «filósofos» (yo tb) parece abundar el sócrates vocacional, cuando lo que la sociedad quiere, necesita y paga son sofistas (muy respetables, por cierto). Yo quiero cobrar por enseñar, y promuevo el progreso personal y el éxito social del alumno.
Lo que Sócrates enseñaba era impagable, claro. Yo reclamo mayor modestia y sentido práctico a los profesores de Filosofía y Ética. (Si puede ser).
Estimado señor, entiendo la comparación que Vd. hace, pero creo que los sofistas son precisamente quienes a día de hoy legislan, porque hacen una separación radical entre ética y política. No saben lo que es bueno ni lo que es justo porque aquí lo que prima es lo legal y no lo correcto. Coincido con usted en que se ha hecho mucho daño a la cultura española al haber quitado tantas horas docentes de las disciplinas de pensamiento. Algunas comunidades autónomas llevamos DIEZ años sin oposiciones a Filosofía (esta es la realidad). Tardaremos mucho tiempo en restablecer el pensamiento crítico, pero desde luego no es de recibo tener que arreglar en poco tiempo lo que nuestros políticos han roto durante una década porque han barrido una generación entera que hoy, casi, ya son padres. Los milagros no existen. Saludos desde Galicia.
Yo utilizaba el término «sofista» en el sentido técnico que tiene en filosofía. Se puede decir que los políticos son unos sofistas y unos cínicos, pero ninguno son Protágoras o Zenón -ya quisiéramos-.
Enseñar lo que es justo es un asunto delicado y sublime (y quizá pretencioso); pero enseñar lo que es el Derecho, en qué consiste la legalidad y lo legítimo es una tarea concreta y útil.
Y cuando dice de «restablecer el pensamiento crítico», espero que no piense que todos en la sociedad somos robots menos vd.