Ana Isabel Hernández Rodríguez*
Sandra Harding es una filósofa de la ciencia nacida en Estados Unidos en 1935. Doctorada en 1973 por la Universidad de Nueva York, en la actualidad es profesora distinguida en la Universidad de California de Los Ángeles, la misma universidad donde ejerció como la primera directora del Centro de Estudios de la Mujer.
La primera vez que entré en contacto con el pensamiento de Sandra Harding fue en los años 2002 y 2003, en un curso de docencia de doctorado titulado «El enfoque de género en los estudios sociales de la ciencia». Fue ahí donde estudié un libro que, entre la vastedad de su obra (más de diecisiete libros entre ediciones y autorías) merece una atención especial. Me estoy refiriendo a The science question in feminism (1986), cuya traducción y edición en español tuvo lugar diez años después, con el título, sugerente y preciso, de Ciencia y feminismo. Los análisis que en esta obra se encuentran bien pueden entenderse, ante todo, como una mezcla explosiva y revolucionaria cuyos ingredientes son la filosofía, la historia de la ciencia y el feminismo. No en vano, Ciencia y feminismo, de prosa clara y nada pomposa, es un libro considerado una de las claves inauguradoras más notables de la epistemología feminista. Si bien la epistemología es una rama de la filosofía que se ha encargado de dilucidar el cómo y el qué del conocimiento, la epistemología feminista sostiene la tesis de que el conocimiento científico, en concreto, su cómo y este qué del mismo no pueden ser entendidos de una forma abstracta y totalizadora, sino a partir de los diversos contextos donde se sitúan los sujetos.
Por todo ello, Harding parte de unas singulares (re)versiones del marxismo y del psicoanálisis y logra poner en evidencia que la objetividad de la ciencia es una subjetividad enmascarada. El conocimiento científico no es imparcial ni puede expulsar las diversas contaminaciones ideológicas y de poder que pueblan su discurso. En efecto, la epistemología feminista se torna en crítica de la creencia en la universalidad de las facultades humanas. En otras palabras, lo que sea la razón no se puede asumir ni explicar sin hacer de las emociones, o de la vida de los cuerpos en general, un punto de partida inevitable. No en vano, la epistemología feminista ha desenmascarado al supuesto sujeto, universal, de conocimiento como un cuerpo cuyas claves son particulares y están plenamente contextualizadas en un tiempo y en un lugar determinados. Por supuesto, defender la tesis de que el conocimiento científico ha sido un producto entre otros de los hombres blancos, heterosexuales y burgueses supone un golpe sin igual a los ideales y fundamentos de la ciencia moderna. La de Harding es, pues, una obra filosófica, feminista y científica que tiene una finalidad clara: contribuir a la constitución de “otra” ciencia que, allende las directrices fallidas y totalitarias de una modernidad encapsulada en su propia hegemonía, esté atravesada por valores no androcéntricos, no racistas, no sexistas y no colonialistas. Se trata, a fin de cuentas, de contribuir a una emancipación no sesgada de la humanidad en su diversidad. Esto implica refutar la idea de naturalidad como principio y origen, una refutación que vertebra el para qué de su teoría del punto de vista, cuestionadora del sentido común y lo que se ha dado por sentado, y que le lleva a escribir palabras como estas, propias de Ciencia y feminismo (1996, 211-212) llamadas a la valentía y apertura epistémicas:
“A menudo, la desestabilización del pensamiento ha hecho avanzar nuestra comprensión […] y las críticas feministas de la ciencia constituyen un ejemplo especialmente útil de un campo en el que es preciso desestabilizar las categorías del pensamiento occidental”
Y, para terminar, quisiera destacar que la perspectiva de análisis de Harding hace de la filosofía una necesidad humana que es, en la actualidad, más importante que nunca. Las transformaciones económicas, sociales y culturales que están teniendo lugar en nuestra más acuciante contemporaneidad, así lo atestiguan. Por todo esto, Sandra Harding es una filósofa y mujer (dos categorías que durante siglos tenían prohibido juntarse) a la que recomiendo, sin reservas, leer y disfrutar.
* Ana Isabel Hernández Rodríguez es doctora en Filosofía por la Universidad de La Laguna.
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Fuente: Sección de Filosofía de la ULL