Rita Viera*
“Inua dada inua jamii” (“Eleva a la mujer y elevarás la casa”) es el dicho swajili que describe fielmente el pensar, sentir y actuar de Antoinette K. Kankindi.
Licenciada en Derecho por la Universidad de Kinshasa en su natal República Democrática del Congo, doctora por la Universidad de Navarra, profesora de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Strathmore en Nairobi e Investigadora Senior en el Programa de Integridad que dirige en torno a los desafíos de gobernabilidad e integridad en el África Subsahariana, Kankindi es esa clase de mujer resiliente, digna de admiración al haberse forjado a sí misma y convertido en referente de todo un continente.
Nacida en 1950 en una familia de ganaderos en las montañas congoleñas en la Provincia de Kivu del Norte, no tuvo fácil acceso a la educación formal. De su familia adquirió la determinación de intentar mejorar algunas injusticias, en un país, en un continente, cuyas infraestructuras dejan mucho que desear aún en la actualidad en relación al acceso a la educación no subvencionada por el Estado, o a recursos imprescindibles para la supervivencia como es el agua. Siendo muy niña recorría a pie unos quince kilómetros hasta la misión católica donde estudió primaria y, durante la secundaria, con tan solo doce años de edad, caminaba dos días para llegar a la guagua que la llevaba a otra ciudad.
Con estos difíciles comienzos es sorprendente que Antoinette Kankindi haya destacado como asesora legal de Chevron Overseas Co. en Kinshasa o en la Embajada de Chile por las políticas nacionales y extranjeras. Sorprende que llamara la atención de la Fundación “Integrity Action” y que esta financiara su proyecto sobre Ética y Gobernabilidad con el fin de fomentar la participación política “con sentido ético y de servicio al ciudadano”. Sorprende, asimismo, que se pusiera en el punto de mira de los diferentes países asistentes al Seminario Internacional de Liderazgo de la Mujer celebrado en Malawi y que conquistara al Fondo de Acción Urgente-África (UAF-A) con su conferencia “Liderazgo de las mujeres en África”, logrando así que este apoyara económicamente su Programa durante dos años. En dicho Programa (“African Women Leadhership”) participan empresarias, periodistas, políticas y científicas del Congo, Camerún, Costa de Marfil, Kenia y Sudán del Sur, entre otros. La legitimidad política, la relación entre la familia y la polis, la manera de rescatar el valor de la política y la integridad en los servicios públicos, la descentralización de los gobiernos locales y la participación política de las mujeres y la juventud africanas son los principales temas de interés de su investigación con el propósito de mejorar el panorama africano actual. Un panorama que retrata a un continente corrupto que imita las corruptelas de los países desarrollados y que empuja a mujeres y jóvenes hacia una emigración forzosa que Kankindi trata de paliar con su valiente y desinteresada contribución. La finalidad de su proyecto es que jóvenes empresarias africanas se conviertan en líderes íntegras y mentoras de otras mujeres desfavorecidas de zonas rurales, que conozcan sus derechos, pero también sus deberes hacia la comunidad cívica.
Esta es la lectura que ella nos hace de su experiencia personal: “crecer en medio del Congo rural me dio el privilegio de conocer de cerca tradiciones africanas donde la solidaridad y hospitalidad ocupan un lugar primordial”. Su meta es preservar el valor de la familia, de la solidaridad y de la hospitalidad que ha caracterizado al pueblo africano, más allá de las fronteras geográficas, políticas, económicas o de género. Nos advierte del peligro de que estos valores desaparezcan al importar los modelos occidentales de vida tras la globalización, adoptando un sistema político y económico basado en el individualismo liberal y la competitividad en lugar de en el bien común que ha caracterizado la idiosincrasia africana históricamente. Admiradora de Platón y Aristóteles, Kankindi cree que, tanto los filósofos griegos como Confucio en la cultura oriental, hablan el mismo idioma que los “viejos de su tierra”, salvando las diferencias en su conceptualización y en sus capacidades civilizatorias, “porque el mundo occidental llegó a conceptualizar la racionalidad y un concepto de naturaleza que es válido para todas las culturas”.
En un mundo globalizado plagado de contradicciones es hora de asimilar algunas cosas de la cultura tradicional africana y de mujeres como Antoinette K. Kankindi, de sus relaciones con otras mujeres y con el entorno natural y social. Mucho nos queda por aprender en Occidente con este tipo de experiencias, y lo mismo tendrán que hacer las nuevas generaciones de mujeres y jóvenes africanas que solo miran al Norte esperando un futuro mejor, que ven en la emigración su tabla de salvación desconociendo la realidad que les espera en la mayoría de los casos. Explotación, prostitución, trata de personas, deportación forzosa, una vida al margen de la legalidad o, incluso, la muerte.
Los conflictos africanos que desencadenan la violencia hacia las mujeres tendrán difícil solución mientras se siga protegiendo a quienes expolian los recursos del continente y a quienes convierten la ayuda humanitaria o la cooperación internacional en un negocio. Y eso es algo que, según Kankindi, los medios de comunicación occidentales y africanos siguen sin investigar a fondo. Las políticas anticorrupción institucionales no son eficientes al no abordar el problema desde la ética personal, al no adaptarse a la mentalidad de las personas. Coincide con Nelson Mandela en la necesidad de cambiarse a una misma para cambiar el mundo, cuestión que entraña gran dificultad al vivir en una cultura “a la que le gusta mucho distraerse”, coincidiendo en esto con Víctor Frankl.
En la actualidad, Antoinette persiste en su empeño de recaudar fondos para empoderar a las mujeres africanas en la familia, la empresa y la sociedad. Insiste en la necesidad de que dichas mujeres se desmarquen del feminismo excluyente del Norte, que no se dejen influir por el “feminismo radical” con su pretensión de equipararse y competir con los hombres adoptando los valores arquetípicos de la masculinidad y desarrollen un “feminismo inclusivo” en África. En ese sentido, cuestiona la soledad a la que se ve sometida la mujer occidental que conquista el poder político o económico al adoptar maneras de ser y comportarse que han sido tradicionalmente masculinas en nuestra cultura. Su propuesta de “feminismo inclusivo” no es nueva en nuestra cultura. Ya Miguel de Unamuno en 1921 nos planteó en la revista argentina Caras y Caretas así como en su novela La tía Tula que “convendría acaso hablar de sororidad y de sororal” entendida esta como “hermandad femenina”. Durante la segunda ola del feminismo estadounidense (1960-1983) se introdujo el término “sisterhood” en ese mismo sentido. En la dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo, la investigadora feminista mexicana Marcela Lagarde en 1989 definió el término “sororidad” como “un pacto político entre mujeres”, “una amistad entre mujeres diferentes y pares, cómplices que se ponen a trabajar, crear y convencer, que se encuentran y reconocen en el feminismo, para vivir la vida con un sentido profundamente libertario”. Recientemente, el 21 de diciembre de 2018, la Real Academia Española de la Lengua ha reconocido este término, “sororidad”, en su última actualización del Diccionario de la Lengua Española.
Es posible que la formación religiosa de Antoinette la distancie de estos planteamientos del feminismo occidental. Su consideración de la naturaleza femenina es, asimismo, cuestionable y muy cercana al “esencialismo aristotélico”, a lo que las mujeres son por naturaleza. Puesto que, según Kankindi, “la mujer es esposa, aunque no tenga marido, es madre aunque no tenga sus propios hijos, es hermana, es hija; esto define mucho lo que es la mujer por sus cualidades intrínsecas”.
Aun así, los recursos teóricos y el ingente trabajo práctico de Antoinette K. Kankindi, comprometidos a la vez que controvertidos, la han hecho merecedora del Premio Harambee 2017 a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana, cuyo objetivo es reconocer el trabajo de las mujeres africanas que “se convierten en motor de todo un continente”. “Harembee” significa “todos juntos” en la lengua swajili. El propósito de Kankindi es unir a las mujeres africanas que han accedido a la educación universitaria en diferentes ámbitos y que estas apoyen en sus empresas a las mujeres de las zonas rurales que no han disfrutado de esa oportunidad. Juntas podrán crear una nueva África desde África, dejando atrás el colonialismo de los siglos precedentes y el paternalismo de la historia más reciente, estrechando lazos de una cooperación internacional real. Es probable que su labor prenda una mecha que encienda ese motor o que, al menos, cree mejores condiciones para que África sea un continente digno de ser vivido por las mujeres.
*Rita Viera es licenciada en Filosofía por la Universidad de La Laguna.
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Fuente: Sección de Filosofía de la ULL