“Esto no es lo que parece” es la afirmación que suelen decir en muchas películas aquellos humanos que son sorprendidos in fraganti en el lecho conyugal por su pareja desatando la pasión con alguien que no lo es, casi siempre con poca ropa. Normalmente, para poder encajar el golpe, los infieles balbucean frases en las que aparece la desconcertante expresión “por el amor de Dios” e incluso apelaciones a la “quinta enmienda” o al “fiscal del distrito”. Dios, el amor, la realidad y la apariencia son parte de nuestro imaginario colectivo y referencias insoslayables para todos aquellos que nos dedicamos a la Filosofía. Se trata, ni más ni menos, del viejo problema de la metafísica y la teoría del conocimiento y, como en el caso anterior, con sus consecuencias éticas y políticas, al asociar las apariencias con el engaño y la mentira. ¿Podemos conocer lo real -hechos, sucesos y procesos indubitables- o tenemos que contentarnos con las apariencias, en un mundo dominado por la posverdad, las fake news y la simulación de las redes sociales?, ¿la realidad es única y objetiva?, ¿y la realidad virtual?, ¿preferimos vivir en un mundo de apariencias –incluso esclavizados por él- para eludir nuestro compromiso con la realidad, muchas veces problemática y dolorosa? [1]
“Realidad y apariencia en el mundo actual” ha sido el tema elegido este curso como leit motiv de un certamen protagonizado por jóvenes de 14 a 18 años: la VI Olimpiada Filosófica de España, cuya final se ha celebrado recientemente en Málaga los días 26 y 27 de abril, en pleno fragor electoral. La Asociación Andaluza de Filosofía a la que pertenezco recibió el mandato de las asociaciones integradas en la Red Española de Filosofía y “ha hecho realidad” generosamente un proyecto lleno de ilusión, rigor y frescura. Las ciudades de Salamanca, Madrid, Oviedo, Murcia y Cáceres-Mérida nos han precedido en este noble empeño con un éxito contrastado y el curso próximo encontrará su lugar natural aristotélico en Santiago de Compostela.
La Olimpiada Filosófica de España (OFE) se celebra desde 2013-2014, en el marco de las actividades organizadas por la Red Española de Filosofía (REF), una organización que pretende vertebrar a la comunidad filosófica española y coordinar a todas las entidades relacionadas con el ejercicio de la profesión filosófica. Está formada por la Conferencia Española de Decanatos de Filosofía, el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y más de cincuenta asociaciones filosóficas de diferentes campos temáticos, niveles educativos y comunidades autónomas.
Son cuatro las modalidades en las que se despliega el pensamiento crítico en esta singular cita olímpica: Disertación filosófica, Dilema moral, Fotografía y Vídeo. En cada una de ellas el alumnado ganador en la fase autonómica compite con sus compañeros de toda España. En esta ocasión, la Asociación Andaluza de Filosofía ha tenido el privilegio de acoger en Málaga a 88 estudiantes y a muchos de sus profesores, familiares y amigos, con la colaboración inestimable de la Red Española de Filosofía, el Centro de Cultura Contemporánea “La Térmica” -Diputación Provincial de Málaga, el Vicerrectorado de Cultura y de Deporte de la Universidad de Málaga, el Centro de Investigación Jóvenes Filósofos de Málaga, la asociación Minichaplin y el Ayuntamiento de Málaga. Cuatro modalidades que han logrado entretejer un tupido manto de ideas e imágenes estáticas o en movimiento en torno a la realidad y la apariencia en clave contemporánea.
Aunque sus artífices no son filósofos profesionales, los frutos alcanzados en y tras el camino de la reflexión racional elegido no desmerecen en nada de los productos más sesudos y reputados del pensamiento actual. Así me lo hicieron saber el fotógrafo Manuel González Gómez y la Vicerrectora de la UMA Tecla Lumbreras Krauel, quienes asumieron con soltura las difíciles labores del Jurado audiovisual en la final malagueña, junto con mi amigo y coorganizador local de este evento, el filósofo y poeta Antonio Sánchez Millán. Podríamos pensar, por ello, que son incluso más valiosos que aquellos. Y si esto es así, aprovecho la ocasión para solicitar la protección y colaboración de las Instituciones educativas autonómicas y nacionales, y que no caiga en el olvido el compromiso unánime de todos los grupos parlamentarios españoles en la anterior legislatura de salvaguardar el importante papel de la Filosofía en la enseñanza secundaria. Acaba de tener lugar en Roma la Olimpiada Internacional de Filosofía, coordinada en España por el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y nuestros representantes –estudiantes y profesores acompañantes- han tenido que hacer frente a los gastos de su propio desplazamiento y manutención. Es una triste realidad –nada aparente- que el olimpismo no deportivo ni merece los laureles de las administraciones, ni es noticia.
En la sociedad posmoderna son noticia las rémoras del individualismo contemporáneo, es decir, las manifestaciones del infantilismo y del victimismo más recalcitrantes. El individualismo se ha instalado en nuestras mentes como una enfermedad “aparentemente” incurable y nos condena a una irresponsabilidad perpetua. Nada podemos ni debemos hacer para cambiar las cosas dado que “parecemos” satisfechos con nuestra perversa e inocente condición, como nos recordaban hace años los filósofos franceses Alain Finkielkraut y Pascal Bruckner, entre otros. Les puedo asegurar, no obstante, que este juicio pesimista no se hace carne en nuestros jóvenes filósofos olímpicos, a años luz del inmaduro perpetuo que se regocija en la estupidez del consumismo y del relativismo cultural incontrolados. Tampoco son, precisamente, mártires angelicales dispuestos a exhibir un carnet de “víctima” y buscar culpables. Es difícil imaginárselo, pero tengo la impresión de que “nadie se sintió ofendido”.
Los jóvenes que han participado –con medalla o sin ella- en la final de la VI Olimpiada Filosófica de España y en los certámenes autonómicos no son la imagen especular de la inocencia pacata e irreflexiva de la sociedad adolescente, sino fieles seguidores del dictum kantiano “¡sapere aude!”, atrévete a saber, “ten el valor de servirte de tu propio entendimiento”. Se han desprendido, afortunadamente, de una confortable minoría de edad y se han adentrado en territorios más placenteros, los de la magia de la argumentación racional, la comunicación eficaz, tolerante y sincera, la jerarquización de valores para lograr solventar los problemas morales –que no son más que conflictos entre valores positivos- o el uso de las imágenes para la comprensión y la difusión de conceptos y valores con una vocación universalista. Quiero pensar también que nuestros jóvenes olímpicos están menos expuestos a la manipulación mediática y a vivir en las profundidades de la caverna de Platón cazando sombras.
Por otra parte, pienso que los profesores que hemos disfrutado en directo de la lucidez de nuestros jóvenes “ilustrados”, cómplices de su trabajo intelectual, no somos partidarios de una educación concebida como un mero instrumento del crecimiento económico. En sintonía con Martha C. Nussbaum, estamos preocupados por la reflexión acerca de la equidad en el acceso y en las oportunidades, por la educación “sin fines de lucro” y la mejora de la calidad de vida lejos de los modelos neoliberales. Más que enseñar a nuestros alumnos a ser económicamente productivos, a considerar la carrera laboral y la servidumbre como lo único importante, estamos dispuestos a hacer todo lo posible para evitar la deshumanización de las personas o la pérdida de su autonomía y su libertad. El desarrollo de la solidaridad y la convivencia pacífica sigue siendo una importante tarea pendiente. Una educación que sea capaz de conciliar equidad con excelencia, una educación “olímpica”, puede ser indispensable en este tortuoso camino. Porque esto no es lo que parece.
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Fuente: HomoNosapiens (27/05/19)