Se llevó a cabo, en forma telemática o virtual, la segunda sesión del parlamento, asamblea o congreso filosófico. El dispositivo que se instituyó mediante una representación, hasta hace un mes atrás, inexistente, aporta, brinda y ofrece al sistema político, y por sobre todo al demos o a la horda, el hallazgo conceptual de la «legitimidad argumental». Diferentes «filosofers» (una categoría que incluye, hombres, mujeres o cómo se quieran percibir, dedicados al quehacer o la dinámica filosófica) aprobó por unanimidad el primer dictámen «manifiesto democrático» que interpela a los poderes instituidos, a los efectos de que contemplen acciones concretas y específicas para mitigar la pobreza y marginalidad, bajo la que se encuentran sometidos millones de pobladores a nivel mundial.
En una segunda acción ejecutada por el parlamento, se extendió por dos semanas (hasta el viernes 22 de julio) la recepción de firmas para incorporarlas al dictámen.
Finalmente y tras un árduo debate, se definió que el próximo tema a abordar, mediante la construcción de un texto o pre-dictamen colectivo, tendrá que ver con el sentido conceptual de la «justicia» y lo que implica, significa o cómo incide, tal noción de justicia instituida en los diferentes gobiernos, bajo la administración de la institución «poder judicial».
Desde el parlamento filosófico, indicaron también que para la tercera sesión, prevista para el viernes 5 de agosto de 2022, será la última ocasión para aquellos «filosofers» interesados en constituirse cómo «dipufilosofers» puedan hacer llegar su «plácet» a los efectos de considerar o no el ingreso al cuerpo de los mismos.
En el «manifiesto democrático» que circula en medios y redes se resolvió: «Instar a las autoridades constituidas y legitimadas a que en un plazo perentorio de 30 días corridos puedan informar a la población toda, la cantidad de personas que de acuerdo a las estadísticas oficiales existentes, especificadas en las categorías usadas a tal efecto y desagregadas en relación a tales, se encuentran debajo de la línea de la pobreza o en situación de marginalidad económica e indignidad social.
Exigir a las mismas, los diferentes planes, proyectos y programas destinados a mitigar, confrontar o atender la calamidad humana de la pobreza, demandando en que etapa, momento o tiempo se encuentran en caso de que existan tales abordajes para hacer frente al estrago doloso, al crimen generalizado y en contínuo de la pobreza como situación de lo colectivo o de lo común.
Exhortar a que el “marco teórico” de los proyectos que se desarrollen en adelante, determinen como sujeto histórico de lo democrático al pobre en su calidad, condición e indignidad de tal.
Recomendar a todas y cada una de las entidades, agenciamientos, dispositivos, centros e instituciones, políticas, administrativas, educativas y comunicacionales que en sus formulaciones narrativas, al uso de los géneros masculinos, femeninos e inclusivo (en el caso de que lo usen o de que existiese) le agreguen al referirse a las generalidades o totalidades en abstracto (todos, juntos, ciudadanos, habitantes, pobladores, etc) entre paréntesis y personas en situación de pobreza.
Establecer dentro del sistema educativo formal e informal la instrucción en la materia, cátedra o curso de “deber moral ante la pobreza” y propender a su desarrollo mediante dictado de talleres y capacitaciones en el ámbito laboral y cultural a nivel general.
Solicitar que la presente resolución o “Manifiesto democrático” se incorpore dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para la agenda 2030, de la ONU, en calidad de expresión de la sociedad civil postpandémica.
Tras varios folios de argumentación de índole primordialmente filosófica que sostiene el documento, sintetizamos los mismos, bajo el siguiente párrafo:
El problema del hambre, es conceptualmente un problema de los que no padecemos hambre. No se trata de ética, de moral, de religiosidad o de espiritualidad. Tampoco de un fenómeno del que deba encargarse la ciencia política, la ciencia en general, sino que la excede, sobradamente. La cuestión del hambre, para quiénes no lo padecemos, es sencillamente, el pliegue desde donde lo humano cobra su sentido o su razón de ser. Todos aquellos que, por uno u otro motivo, prescindan de difundir que debemos construir nuestros edificios institucionales, nuestras políticas públicas, desde el enfoque prioritario de que la mayor cantidad de personas, en el menor tiempo posible, puedan incorporarse al selecto grupo de los que con dignidad comemos todos los días, no son más que cómplices por acción u omisión, de una conformación de la realidad humana, totalmente alejada, ajena y por tanto enajenada de sí misma.