Existen pocas cosas a la vez tan omnipresentes y acríticamente asumidas que las tecnologías en nuestras sociedades contemporáneas. Las pocas personas que históricamente han estado dispuestas a desarrollar una reflexión crítica sobre las mismas han tenido además que enfrentarse a la acusación de tecnofobia, un calificativo que elimina de raíz la misma posibilidad de una conversación.
En «Técnica y tecnología», de Adrián Almazán, se plantea la necesidad de comprender las tecnologías como una creación social e histórica más. ¿Por qué podemos poner en cuestión nuestras instituciones o nuestra economía pero no la construcción de nuestro mundo material? El progreso, la naturaleza o el tecno-optimismo son algunos de los parapetos en los que tecnolófilos se han parapetado para dar sustento a su adoración ciega e insensata no de la técnica (un atributo social general e irrenunciable de toda sociedad humana), sino de la tecnología, una creación de la modernidad y el capitalismo.
Insensata especialmente en tiempos como los nuestros, tiempos de colapso ecosocial. Un colapso cada vez más acelerado por nuestra irracional confianza en la omnipotencia de la tecnología, que nos promete ser capaz de hacer frente a toda la problemática cuando, en realidad, nos hunde más profundamente en la crisis que el mundo industrial ha puesto en marcha.
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