Pedro Jiménez Guerrero es doctor en Ingeniería Ambiental y máster en Filosofía Contemporánea y sus Presupuestos Históricos. Sus líneas de investigación están relacionadas con el cambio climático y la contaminación atmosférica, temas en los que ha publicado más de 130 trabajos en revistas científicas internacionales. Ha sido investigador en la Universidad de California Los Angeles (UCLA), el Instituto Max Planck, el Instituto Tecnológico de Zürich o el Centro Goddard de Estudios Espaciales (GISS) de la NASA. Ha sido investigador principal de más de 10 proyectos nacionales e internacionales. Ha recibido premios de instituciones como la Universidad de Cambridge, el Programa Mundial de Investigaciones Climáticas de las Naciones Unidas o la Real Academia Española de Ingeniería. En la actualidad es profesor de Física de la Tierra de la Universidad de Murcia y vicedecano de Física de dicha universidad.
El cambio climático supone el principal desafío al que se enfrenta la humanidad en la actualidad a consecuencia de sus impactos sobre los ecosistemas y la salud humana. Cuando nos referimos al cambio climático, solemos hablar de sus impactos futuros y sus consecuencias en escenarios temporales más o menos lejanos. Sin embargo, el cambio climático y sus impactos en el cambio global (procesos que alteran drásticamente los ecosistemas y los servicios que nos proporcionan) es un problema absolutamente presente. Tanto es así, que en 2020 más de 11.000 científicos de 153 países publicaron un artículo en el que indicaban que los científicos climáticos «tienen la obligación moral de alertar a la humanidad que el planeta Tierra se enfrenta a una emergencia climática». Es por ello que este texto enfatiza deliberadamente la problemática climática actual.
La evidencia científica sobre la magnitud, velocidad y origen antrópico del cambio climático es abrumadora. A pesar de que el clima de la Tierra ha sido cambiante durante toda la historia del planeta, el consenso científico es claro: el cambio climático actual no tiene precedentes en los últimos milenios, y es consecuencia de las emisiones de gases de efecto invernadero de origen antrópico originados por la quema masiva de combustibles fósiles desde la revolución industrial.
Desde el año 1958, la concentración atmosférica del principal gas de efecto invernadero (el dióxido de carbono, CO2) medida en Mauna Loa (Hawaii) ha aumentado en un 33%, situándose el 14 de junio de 2021 en 418,72 partes por millón (ppm), duplicando la concentración existente en el periodo preindustrial. Según la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) de los Estados Unidos, esta concentración de CO2 atmosférico no tiene precedentes en los últimos 3,6 millones de años, a pesar de la reducción de un 7% en las emisiones globales de gases de efecto invernadero debido a la pandemia de COVID-19 en el año 2020.
Los gases de efecto invernadero modifican el balance radiativo terrestre (la diferencia entre la radiación procedente del Sol que entra a la Tierra y la radiación terrestre saliente), absorbiendo parcialmente la radiación en forma de calor que emite la superficie de la Tierra, y aumentando por tanto su temperatura. A consecuencia de la variación de los gases de efecto invernadero desde el periodo preindustrial, la temperatura media global se ha incrementado en 1,2 ºC desde los años 1850-1900, según la Declaración de la Organización Meteorológica Mundial sobre el Estado del Clima Mundial en 2020. En este mismo sentido, se debe reseñar que el pasado año 2020 fue uno de los tres años más cálidos de los que se tiene constancia (los seis últimos años, 2015-2020, han sido los seis años con mayores temperaturas desde que existen registros instrumentales fiables de temperatura).
Aunque el calentamiento global sea una de las consecuencias más evidentes del cambio climático, los impactos de éste presentan múltiples caras. Desde el año 1993, el incremento del nivel del mar ha alcanzado una velocidad de subida de 3,3 mm por año (siendo el promedio de los últimos 3.000 años únicamente de 0,2 mm por año) a consecuencia del deshielo del Ártico. Otros indicadores de cambio climático también muestran un deterioro acelerado, como el incremento en la frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos (olas de calor, sequías, inundaciones), y un importante agravamiento de las repercusiones de dichos eventos extremos en el desarrollo socioeconómico. En este sentido, cabe resaltar que numerosos autores apuntan a vínculos potenciales entre los factores de variación climática y conflictos sociales: disturbios, guerras y otros tipos de conflictos como la violencia interpersonal e intergrupal.
La elaboración de los exhaustivos informes de evaluación sobre el estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos en materia de cambio climático anteriormente mencionados, junto con sus repercusiones y riesgos futuros, y las opciones para reducir el ritmo al que se está produciendo el cambio climático, corresponde al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). El Quinto y último informe del IPCC (AR5) [se prevé que el Sexto Informe del IPCC (AR6) se publique durante este mismo mes de junio de 2021], que reúne el consenso científico de miles de investigadores de todos los países del mundo, es concluyente: se debe mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C sobre los niveles preindustriales.
Este es el principal contenido del Acuerdo de París, tratado internacional jurídicamente vinculante adoptado en la Conferencia sobre el Clima de París (COP21) en diciembre de 2015. Dicho acuerdo implica proseguir los esfuerzos realizados para limitar el aumento de temperatura a finales de siglo XXI a únicamente 1,5 °C respecto al periodo preindustrial. El Acuerdo de París focaliza los compromisos nacionales de reducción de emisiones con el objetivo de alcanzar la neutralidad climática (es decir, conseguir un balance cero de emisiones de gases de efecto invernadero) lo antes posible. En España, la Ley 7/2021 de cambio climático y transición energética fija el objetivo de neutralidad climática para antes del año 2050.
A pesar de los esfuerzos realizados en la dirección de fomentar la mitigación del cambio climático, no debemos olvidar que los impactos del cambio climático sobre los sistemas humanos y los ecosistemas se mantendrán durante un largo periodo de tiempo, aunque cesen las causas de dichos impactos. La magnitud, variedad, duración y velocidad de los cambios actualmente inducidos por el hombre, incluida la transformación de la superficie terrestre y el cambio de la composición de la atmósfera -sin precedentes en la historia climática reciente del planeta-, ha llevado a algunos autores a sugerir que actualmente nos encontramos en una nueva época geológica denominada Antropoceno.
Esta hipótesis parece razonable, puesto que la actividad humana es hoy en día la causa dominante de la mayoría de los cambios ambientales contemporáneos a escala global, y dichos cambios de origen antrópico serán observables en el registro geológico durante millones de años en el futuro. Por todo ello, es necesario actuar con rapidez y diligencia a la hora de buscar medidas audaces relacionadas con una gobernanza global y realizar un esfuerzo de colaboración social que conduzca a la adopción de políticas climáticas eficaces.