María González Reyes es escritora, activista de Ecologistas en Acción y profesora de Biología en Educación Secundaria. Es autora de varios libros de relatos y ha participado en diversas publicaciones relacionadas con el ecologismo social y el ecofeminismo.
Ideas para pensar un futuro que no nos deje a la intemperie
Quizás a alguien más le pase el ser impaciente al tomar una infusión y sentir que el esófago le quema. A mí me ocurre a menudo aunque me moleste sentir el esófago ardiendo. A veces soy impaciente. Cuento esa sensación porque cada vez hay más gente que dice en voz alta que está de bajón o con depresión o con ansiedad o harta. Y es ahí, justo en esa zona donde está el esófago, donde lo notan. Les quema, como cuando notas una infusión demasiado caliente, les aprieta y les produce la sensación de no poder respirar. Y es normal, la guerra (en realidad las guerras), el caos climático que empapa todo de incertidumbre, el futuro que ya no sabes bien qué significa. A veces se saltan las lágrimas, por el calor, por el pecho que aprieta. Este texto pretende aportar reflexiones para pensar colectivamente cómo respirar. Para decir que, a pesar de todo, respiramos.
Hablando de la sensación de que el pecho a veces quema me dijo Marina, que tiene 18 años: la diferencia entre las personas que están de bajón y las que no es que unas piensan que todo está perdido y otras creen que se puede hacer algo para conseguir un futuro mejor. Creo que tiene razón. La cuestión es ¿qué podemos hacer para creer que es posible otra opción que no sea un colapso lleno de dolor y sufrimiento? A continuación se exponen ideas pensadas colectivamente en Ecologistas en Acción a partir de textos de Fernando Cembranos.
Idea 1. Tenemos que aceptar la realidad y el contexto actual. Conocer los datos, las historias de vida de las personas que llevan sufriendo hace tiempo, saber cuál es nuestra responsabilidad con la vida del resto de las especies con las que compartimos el planeta. Este es el punto de partida. Conocer y aceptar que esta es la situación y, a partir de ahí, buscar las estrategias para conseguir que la palabra futuro pueda seguir siendo posible. Saber que hemos llegado al punto de no retorno en muchas cosas, pero preguntarnos si lo único que podemos hacer es asumir que los desequilibrios y desigualdades y el deterioro ambiental tienen que ser admitidos como el orden normal de las cosas. Pensar cuándo dejamos de cuestionarnos si este es el único orden posible. Preguntarnos si ante esta situación nos hemos rendido. Preguntarnos si realmente creemos que no hay nada que hacer.
Idea 2. Hay muchos ejemplos que demuestran que, ante situaciones extremas, el ser humano es capaz de lo peor pero también de lo mejor. Esto tiene que ver con que la supervivencia de nuestra especie ha dependido fuertemente de comportamientos cooperativos y contamos con un equipaje emocional y neurológico adaptado a ello. Los seres humanos tenemos la capacidad de dar respuestas adaptativas, esas que favorecen la supervivencia. Es cierto que tener esta capacidad no quiere decir que la usemos, pero sí significa que nada nos incapacita para darlas porque disponemos de los sistemas cognitivo, emocional y conductual que están interconectados para reaccionar ante las situaciones de la vida. Desde el punto de vista colectivo, tenemos también sistemas culturales, relacionales y organizativos para dar respuesta a nuestra supervivencia y a la del resto de las especies.
Idea 3. Pensar en los mundos peores que proponen las series, novelas y medios de comunicación nos ha quitado la capacidad de pensar en mundos mejores. Cuando sabemos lo que podemos hacer para superar una dificultad y confiamos en la posibilidad de éxito, podemos predisponernos a asumir los costes y esfuerzos necesarios. La motivación de logro puede incluso generar satisfacción en el proceso de vencer la dificultad. La idea de un futuro mejor y la idea de supervivencia siempre han motivado a las sociedades a hacer los esfuerzos necesarios. Tener esperanza en el futuro es distinto a ese optimismo que dice que todo irá bien pase lo que pase. Es fijarse en que cuando esta normalidad se rompe la gente da un paso al frente, no toda pero sí la mayoría, para cooperar y ayudar. Lo que creemos importa. Si creemos que seremos capaces de producir cambios profundos es más probable que lo consigamos. Lo que creemos da forma al mundo. Por eso es esencial que los colectivos y movimientos sociales pensemos no solo que somos capaces de contribuir al cambio sino que ese cambio es posible. Un cambio que, aunque tenga muchos horizontes compartidos, está por construir.
Idea 4. Los datos y argumentos no son suficientes para movilizar las conductas, es necesario también hacer resonar las emociones. Cuando esto ocurre hay muchos ejemplos de colectividades que se han unido e implicado en luchas que, a priori, tenían baja probabilidad de éxito (como muchas luchas en defensa de los territorios, las luchas feministas o las revoluciones mismas). Estas formas colectivas de encarar el futuro que tenemos por delante pueden provocar empoderamiento en vez de nihilismo o desesperación. Además, es más fácil asumir trabajos y esfuerzos si se tiene la idea de un compromiso colectivo. Las posibilidades de implicarse son superiores y la vivencia es más satisfactoria.
Idea 5. Sin miedo y consciencia de la vulnerabilidad es imposible diseñar y poner en marcha formas de reducir la incertidumbre que generen protección y seguridad. El miedo a la sequía, a la enfermedad, al hambre o a la guerra activaron todo un repertorio de huidas, luchas y trabajos que condujeron a que las sociedades se adaptasen a las diversas condiciones de sus hábitats. Ha sido un trabajo de equipo. Las personas resolvemos los problemas relacionándonos con otras. Por eso es importante honrar el miedo y el dolor, asumirlo y encararlo para convertirlo en acción. Asociarse, compartir, encontrar apoyo, crear poder cooperativo y construir comunidad. Asumiendo que no está garantizado el éxito, pero que la incertidumbre deja muchos caminos abiertos.
Idea 6. Los deseos están condicionados por el contexto y para cambiar esta realidad es imprescindible no perder la capacidad de soñar, de saber que podemos enfrentarnos al fatalismo con un optimismo revolucionario. Saber que podemos vencer a la idea de que todo es inmutable porque hay estallidos y revoluciones que llegaron cuando ya nadie las esperaba. Saber que ante la presión en el pecho y la dificultad de respirar hay que hacer una cosa: movilizarnos.
Hay algo que pasa cuando nos juntamos. Cuando creemos que hay posibilidades de cambiar las cosas y cohesión social y sentido. Cuando actuamos en colectivo, aunque parecía imposible, ocurre que somos capaces de construir un futuro que no nos deje a la intemperie.