En los últimos años, especialmente tras la victoria del brexit (2016), la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos (2017) y la proliferación de partidos y gobiernos xenófobos, populistas y ultraderechistas en muchos países de Europa y América Latina (desde Orbán en Hungría hasta Bolsonaro en Brasil), hemos asistido a un Big Bang de bulos, mentiras, fake news, teorías conspirativas y discursivos negacionistas.
La irrupción de la pandemia de Covid-19 en los primeros meses de 2020 no hizo sino reforzar y expandir a escala mundial este fenómeno. Su difusión ha sido tan amplia, tan rápida y tan letal como la del propio virus, pues muchos de estos mensajes niegan la existencia o al menos la gravedad de la enfermedad, y consiguientemente niegan también la utilidad de las medidas sanitarias recomendadas para prevenir el contagio, e incluso la autoridad epistémica de la ciencia biomédica (virólogos, epidemiólogos, médicos, etc.), acusada de servir exclusivamente a los turbios intereses de los Estados y las empresas. Un ejemplo es el bulo de que las vacunas incluyen un chip con el que se pretende controlar las mentes de toda la población. Este tipo de mensajes no deben confundirse con el necesario debate democrático y con el sano ejercicio de la crítica pública.
Para nombrar este fenómeno y tratar de comprenderlo, se han retomado viejos términos como el de «negacionismo» (utilizado desde hace tiempo para quienes niegan el Holocausto, los efectos cancerígenos del tabaco, el virus del sida, el cambio climático antropogénico, etc.), pero también se han acuñado otros nuevos, como los de «posverdad» e «infodemia» (este último ha sido propuesto por la Organización Mundial de la Salud para alertar sobre sus consecuencias letales para la salud humana).
Desde El Laboratorio queremos abrir un debate sobre este importante fenómeno, en el que se entrecruzan muchas dimensiones. Por un lado, la dimensión geopolítica: hay estrategias de desinformación diseñadas desde la Rusia de Putin, la China de Xi Jinping o el movimiento QAnon apoyado por Trump. Por otro lado, la dimensión tecnológica: estas estrategias no utilizan solo los medios de comunicación clásicos (prensa, radio y televisión), sino sobre todo las redes sociales digitales y el potencial de los algoritmos para construir información personalizada de forma opaca. En tercer lugar, la dimensión ética y psicológica, de la que se ocupan los estudios sobre los «sesgos cognitivos», entre ellos el «sesgo de confirmación» que lleva a una persona a filtrar e interpretar la información para que confirme sus prejuicios más ciegos y sus emociones más primarias.
Por último, este fenómeno exige ser analizado desde el pensamiento filosófico, pues concierne al uso de la mentira en la vida pública, a la interacción inseparable entre el conocimiento y la sociedad, y a la dificultad de diferenciar entre lo verdadero y lo falso en un mundo tan complejo en el que se confrontan poderes, intereses, creencias y formas de vida y de conocimiento muy diversas. Esto es algo que ha preocupado siempre a los filósofos. Basta recordar la crítica de Platón a la Atenas democrática por su condena a Sócrates; o la proclama de Kant «atrévete a saber» como divisa de la Ilustración y su análisis ético de la mentira; o la relación entre ideología y terror denunciada por Hannah Arendt, pero también su crítica de los papeles del Pentágono durante la guerra del Vietnam; o la relación entre saberes expertos y poderes sociales, analizada por Foucault; o la «historia de la mentira» esbozada por Derrida; o la «injusticia epistémica» denunciada por Miranda Fricker; o la «democracia cognitiva» propuesta por Edgar Morin y Bruno Latour; o la «epistemología política» elaborada por Fernando Broncano.
Dedicaremos el mes de marzo a debatir sobre estas cuestiones desde distintos enfoques y perspectivas, e invitamos a todas las personas interesadas a enviarnos sus propuestas. Se aceptará el envío de textos, vídeos o imágenes. Los textos no superarán las 800 palabras, los vídeos no durarán más de 15 minutos y las imágenes no tendrán más de 10 MB. Si han sido publicados con anterioridad en algún otro medio que pudiera reclamar derechos de propiedad, los autores/as tendrán que contar con la autorización de ese medio para su reproducción en la web de El Laboratorio. Todas las colaboraciones serán susceptibles de comentarios por parte de cualquier persona, previo registro, para evitar comentarios anónimos. El equipo editorial velará para que ni las colaboraciones ni los comentarios incluyan falsedades, insultos o injurias a personas o colectivos.