Daniela Cáceres es socióloga por la Universidad de Concepción (Chile), magíster en Análisis Sistémico Aplicado a la Sociedad (Universidad de Chile), doctoranda en Sociología (Universidad Alberto Hurtado) y becaria ANID 2018-2022. Investigadora en temas de violencia contra las mujeres y femicidio, masculinidades y violencia, activismos feministas contra la violencia hacia las mujeres y femicidio. Activista feminista en la Red Chilena Contra la Violencia Hacia las Mujeres y las Niñas, Sexta Región.
Feminismo, estallido y pandemia en Chile
Distintas han sido las formas de enfrentar la pandemia en todo el globo. En Chile, la pandemia por Covid-19 se ha conjugado con la pandemia de la violencia machista y con la continuidad de las políticas neoliberales y represivas que dieron lugar al estallido social en octubre del 2019. Frente a ello, los feminismos han sido clave en términos de transformación y resistencia.
Por respeto a la historia de los feminismos en Chile, es importante señalar que haré mención a algunos hitos ocurridos en los últimos diez años, por su proximidad al denominado «estallido social» y a la actual pandemia. Me centraré además en los denominados feminismos autónomos, es decir, no institucionalizados y apartidistas.
Antecedentes
Desde 2011, en los marcos del movimiento estudiantil, se oyen las voces de actorías feministas. En 2013, en la marcha por el aborto libre, seguro y gratuito, tiene lugar la mítica toma de la Catedral de Santiago, en la que Chile se escandalizó ante la irrupción de una turba de feministas que interrumpía una misa con el cántico: «saquen sus rosarios de nuestros ovarios». En 2016 se realizó una de las marchas más masivas de la historia reciente: la marcha NiUnaMenosChile. Y 2018 es un año marcado por el «mayo feminista». Este último se despliega como una movilización por la educación no sexista; la denuncia del acoso sexual en los establecimientos universitarios; la demanda por el aborto libre, seguro y gratuito; y desde mi perspectiva, en síntesis: la lucha contra el continuo de violencia hacia las mujeres.
La movilización se articuló principalmente en la arena universitaria y aunque esa era la cara visible de los feminismos en Chile en ese momento, la organización popular de feministas se venía realizando en espacios autónomos y autogestionados, mixtos o separatistas, en cuyos principios normativos lo antipatriarcal estaba presente. A pesar de lo anterior, el «mayo feminista» tuvo amplia resonancia en la sociedad chilena, los medios de comunicación lo cubrieron y se comenzaron a poner ciertas temáticas en arenas de discusión pública: ¡las autoridades debían hacerse cargo!
El año 2019 parte con la masiva marcha del 8M y tiene lugar un hito que marca un antes y un después desde el retorno a la democracia: el 18 de octubre. Se le denominó «estallido social», como una olla a presión, en la que confluyen los malestares asociados al neoliberalismo, el hastío de la clase política, la indignación y otros muchos ingredientes por mencionar. Una serie de movilizaciones que tenían por motivo el alza de precio en el transporte público y que fueron protagonizadas por estudiantes secundarios/as, resultó en una brutal represión que junto a una serie de pronunciamientos previos por parte de autoridades públicas en un tono de humillación, transformaron la ira en un sentimiento con raigambre moral, con una dimensión dolorosa y de reproche, generando indignación en tanto emoción movilizadora.
Lo que viene en adelante es un ciclo de protestas con diversos repertorios y fuerte represión. Esta represión incluye la pérdida ocular de más de 400 personas además de otros tipos de agravios, entre ellos, la violencia político-sexual ejercida contra las mujeres y sus disidencias. Escenario en el que irrumpen en el espacio público Las Tesis con la performance «un violador en tu camino», una lírica que se articula a partir de las ideas de Rita Segato. No obstante, su transversalidad se conjuga con lo estructural del patriarcado y con un marco de interpretación cuya resonancia se debe además a la fidelidad narrativa de la letra: «son los pacos, los jueces, el Estado, el presidente»; no son hechos aislados, es violencia sexual sistemática.
La situación actual
En dicho contexto, las plataformas de articulación y acción entre mujeres de carácter feminista se amplían, así como también la conformación de nuevas organizaciones. La articulación feminista es muy importante en cuatro sentidos que logro identificar (en el marco de los feminismos autónomos): 1) El estallido social tiene presencia feminista, sin embargo, las demandas feministas, a diferencia de otras, las encarnan principalmente mujeres, los cánticos en las marchas siguen siendo misóginos y las feministas asumen un posicionamiento crítico frente a ello; 2) la represión implica nuevos procesos de organización que protegen la identidad e implican mayor cohesión para hacerle frente, publicitar violaciones a los derechos humanos de connotación sexual o llamados a movilización; 3) estrategias de autocuidado, tanto relacionadas con el punto anterior, como para hacer frente a un contexto doloroso que provoca emociones compartidas como la indignación y que promueve emociones reciprocas como la sororidad; 4) la construcción de una agenda política feminista para el Chile post estallido, un momento instituyente.
La pandemia en Chile viene a dejar al descubierto todos los elementos que movilizaron la revuelta popular de octubre de 2019, la precarización de la vida, la violencia hacia las mujeres, el neoliberalismo por sobre la vida y la indolencia del gobierno, entre otros.
Las movilizaciones sociales que venían en alza, tienen su última gran expresión el 8M del 2020, con una ola morada que se tomó las calles del país, justo una semana antes de que comenzaran los procesos de confinamiento. Sin embargo, con la llegada de la Covid-19 a Chile y la experiencia de la vida en cuarentena, se articulan las solidaridades construidas durante la revuelta y se transforman en estrategias de sobrevivencia, de esta manera, en los feminismos adquieren importancia los conceptos de sororidad y autogestión.
Se instalan discursos sociales como: «El Estado no nos cuida» o «sólo el pueblo ayuda al pueblo», y con ese horizonte normativo se comienzan a gestionar respuestas a las problemáticas que nos afectan a las mujeres. El incremento de la violencia en el marco del confinamiento forzado fue una de las principales problemáticas. Los llamados telefónicos pidiendo ayuda al «fono familia» durante el primer semestre de 2020 se incrementaron un 119% y si bien la respuesta estatal fue deficiente, la articulación feminista para apoyar a mujeres maltratadas, gestionar salidas de los espacios compartidos con los agresores, así como el apoyo para lidiar con las barreras de acceso a la justicia de las mujeres precarizadas, fue y sigue siendo crucial para la sobrevivencia.
Por otra parte, así como en ciertos momentos históricos, como la dictadura militar, fueron las mujeres las que levantaron las ollas comunes, en este contexto también y más aún, muchas de ellas no sólo combatiendo el hambre, sino también el machismo en los barrios. Otra de la aristas importantes fue la gestión del derecho a decidir sobre nuestros cuerpos. En estas instancias, se visibilizó no sólo la importancia de la solidaridad, sino de la sororidad como un principio feminista que implica reciprocidad, es decir, frente a la ilegalidad de abortar en Chile, las redes de apoyo constituidas por rescatistas y mediadoras para conseguir las pastillas abortivas implicó e implica la sororidad por sobre el lucro y el autocuidado frente a la criminalización de estas prácticas.
Finalmente, la crisis de los cuidados por la presión de la doble jornada, en lugares no disociados (hogar/trabajo), ha traído a la discusión en espacios feministas, el valor de poner la vida al centro, entendiendo que esto implica subvertir la lógica capital-trabajo, valorizar el trabajo productivo no remunerado y reposicionar al centro de la vida todo y todos/as aquellos que permiten nuestra sobrevivencia: la naturaleza y la comunidad constituida por humanos/as y no humanos/as.
En la actualidad, el proceso constituyente ha generado espacios de articulación y acción entre feministas, en el que el posicionamiento antineoliberal resulta una clave fundamental para reconocerse en una vereda. Se han trazado diferencias entre feministas autónomas e institucionalizadas, partidistas y apartidistas, pero también entre feministas autónomas que se suman al proceso constituyente y aquellas que se plantean reticentes. El escenario es complejo, no obstante, la heterogeneidad antes mencionada, sobre todo en estas últimas, no necesariamente decanta en lógicas antagónicas, estamos en un proceso de transformación social del cual muchos feminismos han decidido no restarse para no repetir historias: nunca más sin nosotras.
Hoy, si bien existe temor a la Covid-19 y a la represión policial, hay una claridad transversal respecto al rechazo de la continuidad del modelo neoliberal y patriarcal. Esto se expresa en distintos espacios de articulación, acción y protesta, con menos masividad, por cierto, en términos de presencialidad, pero no por ello cortando, sino más bien reforzando lazos de solidaridad y sororidad.
Hola Daniela muy buena labor