Pedro Jiménez Guerrero es doctor en Ingeniería Ambiental y máster en Filosofía Contemporánea y sus Presupuestos Históricos. Sus líneas de investigación están relacionadas con el cambio climático y la contaminación atmosférica, temas en los que ha publicado más de 130 trabajos en revistas científicas internacionales. Ha sido investigador en la Universidad de California Los Angeles (UCLA), el Instituto Max Planck, el Instituto Tecnológico de Zürich y el Centro Goddard de Estudios Espaciales (GISS) de la NASA. Ha sido investigador principal de más de 10 proyectos nacionales e internacionales. Ha recibido premios de instituciones como la Universidad de Cambridge, el Programa Mundial de Investigaciones Climáticas de las Naciones Unidas o la Real Academia Española de Ingeniería. En la actualidad es profesor titular de Física de la Tierra de la Universidad de Murcia y Coordinador de Profesorado de dicha universidad.
El Sexto Informe de Evaluación del IPCC sobre el Cambio Climático
En las últimas semanas, junto a las terribles noticias procedentes de la guerra en Ucrania, se han abierto un pequeño hueco en los medios de comunicación dos acontecimientos que, debido a su importancia, han condicionado la actualidad: la crisis energética y la publicación, el pasado 4 de abril, de la tercera parte del Sexto Informe de Evaluación (AR6) del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), donde se nos recordaba una vez más la necesidad de establecer políticas de descarbonización de nuestra economía y estrategias de mitigación de gases de efecto invernadero.
Este artículo pretende ofrecer un breve resumen de aquellos aspectos científicos más relevantes de cada una de las tres partes publicadas del Sexto Informe de Evaluación. Es imposible, desde el humilde punto de vista del autor, proporcionar una visión comprehensiva de los miles de páginas plagadas de evidencias científicas incluidas en el AR6, por lo que muchas evidencias habrán quedado fuera de estas líneas. No obstante, espero que este resumen sirva para acercar al lector a la ingente y necesaria tarea realizada por aquellos científicos que contribuimos o hemos contribuido de una manera u otra a los informes del IPCC.
El IPCC fue creado en 1988 por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). El IPCC es el organismo internacional de las Naciones Unidas (ONU) dedicado a proporcionar una visión objetiva de la ciencia relacionada con el cambio climático, sus impactos políticos y económicos, sus riesgos y las posibles respuestas de adaptación y mitigación.
El IPCC ha publicado seis Informes de Evaluación desde su fundación en 1988, el último en este mismo año 2022. Cada uno expone de manera integral y consistente la evidencia científica acumulada entre cada periodo de evaluación y el siguiente. En particular, el Sexto Informe de Evaluación (AR6) compila los avances científicos producidos desde la publicación del Quinto Informe de Evaluación (AR5) en el año 2013. Al igual que su antecesor, divide los esfuerzos científicos en tres Grupos de Trabajo (WP, por sus siglas en inglés): el WG I, que revisa las bases físicas del cambio climático; el WG II, encargado de los impactos del cambio climático en los ecosistemas y en las sociedades humanas, así como la adaptación y la vulnerabilidad; y el WG III, que se ocupa de las estrategias de mitigación del cambio climático. En total, el IPCC totaliza más de 700 autores, que contribuyen de manera voluntaria a esta iniciativa.
La contribución del WG I al Sexto Informe (publicada el pasado 6 de agosto de 2021) radica en la comprensión física más actualizada del sistema climático. Las afirmaciones realizadas por el WG I en el Sexto Informe son inequívocas: (1) la influencia humana ha calentado la atmósfera, el océano y la tierra; (2) se han producido cambios generalizados y rápidos en la atmósfera, el océano, la criosfera y la biosfera; y (3) la escala de los cambios recientes en el sistema climático no tiene precedentes en muchos siglos o miles de años.
Pero el AR6 no sólo se centra en la detección del cambio climático actual, sino que adopta un enfoque integral para proyectar el calentamiento futuro bajo diferentes escenarios de emisiones, combinando modelos climáticos, tendencias climáticas observadas y modelos de balance energético. Estas proyecciones futuras muestran que, en los cinco escenarios evaluados, se alcanzará o incluso se superará una subida media de 1,5°C respecto al periodo preindustrial (1850-1900) antes de los próximos 20 años. No obstante, se abre un camino para la esperanza: en el escenario con una fuerte mitigación de las emisiones antrópicas de gases de efecto invernadero, es probable que la temperatura global caiga más adelante en el siglo y se estabilice justo por debajo de 1,5 °C. Esto contrasta notablemente con los escenarios con una mitigación débil o nula, donde cabría esperar un calentamiento de entre 2 y 4°C para fines de este siglo (Figura 1).
Estos cambios climáticos no sólo se verán reflejados en el calentamiento global. El ascenso proyectado de la temperatura media del planeta irá asociado a aumentos en la frecuencia e intensidad de extremos cálidos; olas de calor marinas; fuertes precipitaciones (monzones), sequías agrícolas y ecológicas; aumento en la proporción de ciclones tropicales intensos; y reducciones en el hielo marino, la capa de nieve y el permafrost del Ártico, entre otros fenómenos.
Mientras que la primera parte del AR6 se centra en las bases físicas del clima cambiante de la Tierra, su segunda parte (publicada el pasado 28 de febrero de 2022) presenta la evidencia más reciente sobre los impactos del cambio climático y las formas de adaptarse a ellos. El aumento de los eventos extremos meteorológicos y climáticos (olas de calor, sequías, precipitaciones extremas) ha provocado algunos impactos irreversibles a medida que los sistemas naturales y humanos se ven empujados más allá de su capacidad de adaptación. Por tanto, el WG II hace mucho hincapié en esta parte del informe en la interconexión entre el clima, la naturaleza y los seres humanos (Figura 2).
Las evidencias científicas recogidas desde el anterior informe del IPCC (Quinto Informe de Evaluación) muestran contundentemente que los impactos relacionados con el clima en los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad aumentan la vulnerabilidad de las personas y reducen su capacidad de adaptación al cambio climático. Igualmente, algunas actividades humanas, como el uso insostenible de los recursos naturales y la contaminación, exacerban la vulnerabilidad actual de los ecosistemas ante el cambio climático, al limitar su capacidad de adaptación autónoma y los servicios que brindan: fuente de alimento, salud, protección costera y almacenamiento de carbono.
Otro aspecto importante y novedoso tiene que ver con los riesgos asociados con el hecho de alcanzar y superar temporalmente un calentamiento global de 1,5°C respecto a los niveles preindustriales (años 1850-1900) en las próximas décadas. El AR6 apunta a impactos graves en la naturaleza y los sistemas antrópicos, algunos de los cuales serán irreversibles, incluidas la extinción de especies o la pérdida de arrecifes de coral, entre muchos otros impactos.
Por último, es especialmente destacable que el informe señala por primera vez cómo el cambio climático está contribuyendo de manera decisiva a las crisis humanitarias. Los extremos climáticos y meteorológicos están impulsando cada vez más el desplazamiento de la población en todas las regiones del planeta, especialmente en los pequeños estados insulares. La inseguridad alimentaria aguda y la desnutrición relacionadas con inundaciones y sequías se han convertido en impulsores dominantes de conflictos violentos intra e interestatales.
La tercera parte del AR6 fue realizada por el WG III del IPCC y versa sobre la mitigación del cambio climático. Aprobada el 4 de abril de 2022 por los 195 Estados Miembros del IPCC, este capítulo trata fundamentalmente sobre cómo limitar y prevenir las emisiones antropogénicas que conducen a un calentamiento global, realizando una evaluación global actualizada del progreso de los compromisos contraídos para mitigar el cambio climático, y examinando cómo han evolucionado las fuentes de las emisiones globales de gases de efecto invernadero de origen antrópico en el camino de cumplir los objetivos establecidos en el Acuerdo de París de diciembre de 2015.
El AR6 indica que únicamente una reducción rápida y ambiciosa de las emisiones de gases de efecto invernadero a partir de esta misma década nos llevará a minimizar el riesgo de superar un aumento de temperatura de 1,5ºC a finales de este siglo. Las estrategias para minimizar las emisiones implican transformaciones socioeconómicas profundas en todos los sectores productivos y en todas las regiones del planeta. El informe sugiere que el 10% de las mayores economías globales son responsables del 37% de las emisiones de gases de efecto invernadero (el 1% más rico es el responsable del 15% de las emisiones). No obstante, el informe indica que estas economías tienen la capacidad de abarcar estrategias de mitigación rápidas que, si bien requieren una mayor inversión inicial respecto a otras estrategias postergadas o retrasadas en el tiempo, implican una ganancia evidente debido a los impactos climáticos evitados. No se debe esperar a mañana: limitar el calentamiento global a menos de 1,5ºC respecto a los niveles preindustriales requiere reducciones en las emisiones de gases de efecto invernadero de más del 30% para el año 2030 (Figura 3).
Por tanto, los nuevos hallazgos presentados en el Sexto Informe de Evaluación del IPCC enfatizan la reducción de la ventana de oportunidad disponible para que se lleven a cabo acciones de adaptación y mitigación del cambio climático. A pesar de la premura apuntada por el AR6, hoy en día se cuenta con opciones de mitigación que podrían reducir a la mitad las emisiones globales de gases de efecto invernadero para dicha fecha. Las opciones de descarbonización disponibles incluyen la adopción de tecnologías limpias, pero también la transformación de los patrones de producción y consumo, las infraestructuras y las organizaciones sociales de forma que se disminuya la desigualdad y la pobreza a todas las escalas, estimulando la innovación, garantizando la sostenibilidad y teniendo en cuenta políticas de justicia distributiva.