Beatriz Eugenia Rivera Pedroza es psicóloga por la Universidad Javeriana de Bogotá, magíster en Desarrollo Educativo y Social por la Universidad Pedagógica Nacional y candidata a doctora en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud en CINDE-CLACSO. Es estudiosa de las emociones, las luchas y las resistencias de los movimientos sociales latinoamericanos. Actualmente es Profesora Investigadora de la Universidad Cooperativa de Colombia-Cali y de la Universidad del Valle-Norte del Cauca. beatriz.riverap@campusucc.edu.co y bettyblue19@julio
Movimientos ambientales populares en territorios afrodescendientes e indígenas de Colombia
Las comunidades indígenas y afrodescendientes no separan los propósitos de sus movilizaciones, por ello sus luchas socioambientales también están ligadas a las formas de seguridad alimentaria, de identidad y de rescate de sus cosmovisiones. Eso se debe a que tienen una relación o estrecha o simbiótica con la naturaleza, y por ello sienten desde y con la tierra. Sus entornos llenos de seres de la naturaleza están en el corazón de su ser, cualquier amenaza a las tierras es una amenaza al estar siendo en colectivo y por ende al “buen vivir” o al «vivir sabroso». Según Alberto Acosta, el “buen vivir” es el proceso de vida que proviene de la matriz comunitaria de los pueblos que viven en armonía con la naturaleza (Buen Vivir Sumak Kawsay, p. 20). Según Natalia Quiceno, el «vivir sabroso» no es un modelo ideal sino un campo donde el peligro y el riesgo, la tensión y el conflicto están presentes, pero siendo gestionados de manera singular… (Vivir Sabroso. Luchas y movimientos afroatrateños, en Bojayá, Chocó, Colombia, p, 30).
Las resistencias sociambientales son las mismas que las de los ancestros, y en ese sentido son una continuación de la responsabilidad de los que ya partieron con el futuro. No solo es la integridad humana lo que cuenta, sino la idea del todo (naturaleza), que además está acompañada de amenazas; y los que lideran esas luchas saben que, aunque tengan miedo, es su responsabilidad continuar luchando. En el corazón de estas luchas reconocen lo que Hans Jonas llamó “…el acongojante poder del hombre… su violenta y violadora invasión del orden cósmico…” (El principio de responsabilidad, p. 26), y con ello declaran que el miedo de las comunidades se debe a que la naturaleza y la civilización han sido profanadas por una idea de desarrollo moderno que es amenazante y contra la cual se resisten.
Llenar de justicia el sentimiento y entenderlo desde el corazón de la tierra pone al movimiento indígena a la cabeza del mejor camino para superar la emergencia ambiental y alimenticia, y para ofrecer alternativas al desarrollo del mundo. Los Nasa (comunidad indígena) representan la responsabilidad que todos deberíamos tener con el futuro. La conciencia les permite identificar dónde está el verdadero peligro, y lo enfrentan cada vez de manera más estratégica. Las comunidades han sido acusadas de violentas con la intención de desvalorizar sus justas luchas. Su única opción es ser valientes y enfrentarse a lo que consideran injusto, por eso persisten pese a todas las amenazas.
Desde la propuesta retomada por Arturo Escobar (Sentipensar con la tierra. Nuevas lecturas sobre desarrollo, territorio y diferencia, 2014), el «sentipesar» es entender desde el corazón de la tierra, es dar entrada a la importancia del amor, entendido en un sentido cósmico, como la necesidad de percibir la vida unida a la naturaleza, como un todo y de forma armónica. Esta emoción, que está siendo reelaborada o redescubierta, ha fundamentado el pensamiento de los indígenas y afro del sur del pacifico colombiano, y hoy se vuelve referencia del movimiento ambiental global.
«Sentipensar» obliga a pensarse sintiendo y a sentirse pensando, sin ningún tipo de jerarquía, moviéndose en sintonía con los cambios de la naturaleza. Sentipensar es resistirse a esas formas del sentir adheridas al discurso globalizador que invisibiliza, niega otros universos con sus propias racionalidades. Estos universos que no encajan (indígenas y afro) son los que proponen desde sus cosmovisiones formas complejas de entender las emociones que están tejidas en el todo, entrelazando lo que se ha considerado en Cccidente como lo humano y lo no humano.
La visión de futuro de estas comunidades está ligada a resistirse a desaparecer como culturas con una larga historia, y eso implica construir una visión propia del progreso, sin romper los vínculos con el pasado, en donde lo económico, lo ecológico y lo social coexistan. Esto implica propuestas de desarrollo apartadas de las que se imponen como globalizadas, con un modelo social alternativo, que tengan como centro las practicas ancestrales, con las cuales pueden garantizar el goce pleno de sus derechos, pero también el cuidado de la biodiversidad.