Pedro Feal
En estos días se cumplen cien años del nacimiento de Carlos París Amador, uno de los más
notables filósofos españoles de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI, del que fui
discípulo en la Universidad Autónoma de Madrid, y no por casualidad. Pues la primera noticia
que tuve de él fue ya en Bachillerato, cuando mi profesor de entonces, Luis Varasa, hizo
mención a su libro “Filosofía, ciencia y sociedad”, una colección de ensayos breves que no
tardé en leer con entusiasmo y que por así decir me pusieron al día de los temas y las
tendencias más vibrantes del momento. En él se ocupaba de autores tan diversos como
Bertrand Russell o Teilhard de Chardin, relacionaba la actividad filosófica con la investigación
científica y con los problemas sociales y proponía como definición actualizada del ser humano
la de “animal proyectivo”. Esa visión renovada del veterano “amor a la sabiduría” tuvo sin
duda mucho que ver con mi propia decisión de seguir los estudios universitarios de Filosofía y
en concreto de cursarlos precisamente en la facultad donde París era el jefe de Departamento.
Nacido en Bilbao el 17 de julio de 1925, destacó desde muy joven: con apenas 25 años
consiguió la cátedra dé Fundamentos de Filosofía e Historia de los sistemas filosóficos en la
universidad de Santiago de Compostela, en la que permaneció desde 1951 a 1960, dejando
honda huella tras de sí. En este período “gallego” publicó sus primeros libros, en los que ya se
muestra su interés por el conocimiento científico y el desarrollo tecnológico contemporáneo:
“Física y Filosofía” (1952), “Ciencia, conocimiento y ser” (1957) o “Mundo técnico y existencia
auténtica” (1959). En lo personal fue una etapa convulsa a causa del prematuro fallecimiento
de su primera mujer; pero también aquí rehizo su vida casándose en segundas nupcias con
Emilia Bouza, hija del escritor Fermín Bouza Brey. Doy fe de que recordaba ese tiempo pasado
en Galicia con cariño, pues pude constatarlo hablando con él.

En 1960 pasó a la Universidad de Valencia, donde dio clase hasta 1968, año en el que se
trasladó a la recién creada universidad Autónoma de Madrid, de cuyo Departamento de
Filosofía fue fundador y director hasta su jubilación. Reunió en él a jóvenes pero
prometedores filósofos como Fernado Savater o Javier Sádaba entre otros, que junto al
propio Carlos París formaban parte de la vanguardia del pensamiento español en las
postrimerías del régimen de Franco. No sin consecuencias por cierto, pues varios de ellos
fueron sancionados y expulsados de sus puestos docentes en una expeditiva purga ideológica
en 1973, poco antes de que yo mismo comenzara allí mis estudios (aunque algunos, como
Sádaba, fueron readmitidos a tiempo de figurar entre mis profesores).
En esos años París radicalizó su pensamiento político e incluso se presentó, sin éxito, a las
elecciones por el PCE, de cuyo comité central llegó a formar parte. Fue una época prolífica en
cuanto a su obra, desde la publicación de “Unamuno, estructura de su mundo intelectual”
(1968), pasando por “Hombre y naturaleza” (1970), el ya mencionado “Filosofía, ciencia
sociedad” (1972) o “El rapto de la cultura”(1978), hasta “Crítica de la civilización nuclear”(1984), entre otros libros. Tambien fue elegido decano de la facultad y presidente de la Sociedad Española de Filosofía. Sin embargo una vez más le golpeó la tragedia en su vida privada, pues su segunda mujer, Emilia, murió en el incendio del hotel Corona de Aragón en el verano de 1979.
Jubilado en 1992, prosiguió su labor intelectual con nuevas publicaciones, entre las que
destaca “El animal cultural ”(1994), una síntesis de su pensamiento en el que se aúnan las
influencias de la ciencia contemporánea, la antropología, el marxismo y la reflexión sobre la
técnica, dando lugar a una filosofía propia en la que la cultura emerge de la naturaleza
biológica pero la transforma en la realidad humana, social y proyectiva, por medio de la
tecnología y de la singular comunicación lingüística propia de nuestra especie .
Con posterioridad aún publicaría libros como “Fantasía y Razón Moderna” (2001), sus
“Memorias“ (2006) o “Ética radical” (2012) sintomáticamente subtitulado “Los abismos de la
actual civilización”. Además fue asiduo colaborador de la prensa diaria y presidente del Ateneo
de Madrid desde 1997 hasta su muerte en 2014. Durante sus últimas décadas estuvo unido
sentimentalmente a la escritora y política feminista Lidia Falcón, quien tras el fallecimiento de
su compañero escribió, no sin razón, que había sido “un gigante del pensamiento”. Lo cierto
es que Carlos París contribuyó a modernizar los estudios filosóficos en España, introduciendo
resueltamente la Filosofía de la Ciencia y conectando con corrientes internacionales
renovadoras; desarrolló una importante y original obra escrita que ha de perdurar en el
tiempo, y desplegó una actividad comprometida con la lucha pacífica por la democracia, la
igualdad y la justicia social. Aunque no comparto su ideología ni su militancia política,
reconozco el mérito de su evolución intelectual y la grandeza de su legado, y no puedo sino
agradecerle haber abierto nuevos caminos a la Filosofía española; por lo que ahora, cien años
después de su nacimiento, lo traigo a la memoria y me enorgullezco de haberlo tenido como
maestro.
PEDRO FEAL VEIRA es Catedrático de Filosofía (actualmente jubilado) y antiguo alumno de Carlos París
(Todas las imágenes han sido extraídas de https://carlosparis.wordpress.com/)






