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BAJO EL HORIZONTE DE KANT:

EL CIELO ESTRELLADO Y LA CONCIENCIA MORAL

Sebastián Gámez Millán

A la filosofía le ha perseguido casi siempre la sombra de la inutilidad, pero a decir verdad no conozco ninguna idea más valiosa que una de las formulaciones del imperativo categórico de Kant: “Actúa de tal modo que trates a los otros siempre como fines en sí mismos y nunca meramente como medios”, que es el fundamento teórico de los Derechos Humanos. A la pregunta de por qué se deben respetar, se responde con ello. No faltarán quienes aleguen que todavía se incumple con mucha frecuencia, pero en la medida que conseguimos cumplirlo nos damos el trato más civilizado que podemos darnos las personas, recíproco y como fines, no como instrumentos, cosa que por razones biológicas o económico-políticas sucede a menudo. Es la diferencia entre ser y debe ser, entre la naturaleza y la ética, dialéctica que atraviesa su pensamiento filosófico como dos líneas asíntotas que van a su encuentro sin llegar a tocarse nunca. De ahí que nada le llenara más de asombro que el cielo estrellado sobre él y la conciencia de una ley moral en sí. 

Y aunque la libertad es un postulado de la razón práctica, pues “las acciones humanas se hallan determinadas conforme a leyes universales de la Naturaleza”, la libertad es la ratio essendi de la ética, del mismo modo que la ética es la ratio cognoscendi de la libertad. Dicho en otros términos, la libertad es el fundamento de la ética, ya que sin ella carece de sentido las acciones y juicios éticos (¿cómo podríamos comportarnos libres y responsablemente si no podemos elegir?), de la misma manera que el fin de la ética es ampliar nuestros márgenes de libertad, tanto de forma individual como social. Es por esta razón por la que la libertad es considerada el valor fundamental de los modernos; es la condición de posibilidad de los demás valores. Si bien tengo para mí que la axiología se rige bajo el pluralismo: ¿o acaso no se requiere ciertas dosis de paz y de seguridad para que podamos ejercer la libertad tal como es adecuado y conveniente?

Pese a que a Kant le entusiasmaban las noticias que le llegaban de la Revolución Francesa, en la que percibía un signo de progreso de la humanidad, pues los seres humanos eran capaces de sacrificarse en aras de ideales como la libertad, la igualdad y la fraternidad, no era partidario de las revoluciones precisamente porque instrumentalizan la vida de los seres humanos. Más bien era partidario del uso público de la razón como mecanismo para introducir y prolongar reformas graduales en las instituciones, lo que sorprendentemente contrasta con su idea de que bajo “una madera tan retorcida como la de que está hecho el hombre no puede tallarse nada enteramente recto”, pues como buen ilustrado denota una inmensa fe en la razón tanto para elaborar como para reconocer argumentos que permitan progresar.

El progreso, al igual que otros conceptos (emancipación, autonomía…) de la Ilustración, fue puesto en tela de juicio durante la denominada postmodernidad, si no antes –pienso en Nietzsche, Freud o en Dialéctica de la Ilustración, de Adorno y Horkheimer–. Sin embargo, aunque tomemos conciencia de las contingencias y de la finitud humana para ponerlos en práctica, ¿podemos renunciar a ellos? Es cierto que somos interdependientes, pero eso no le resta valor a la autonomía. Mientras más autónomos seamos, ¿acaso no es mejor para nosotros y para las sociedades desde una perspectiva ético-política? Es cierto que no progresamos como soñamos, pero ¿vamos a renunciar a seguir esforzándonos y trabajar por mejorar las condiciones de vida de las personas, de los seres vivos y del planeta? Como señaló Habermas, “la modernidad –vale decir la Ilustración– es un proyecto inacabado. Parte de los problemas de nuestro mundo se deben a la falta de ilustración histórica y actual, y no sólo tecno-científica. Quienes alberguen dudas al respecto, les sugiero la lectura de En defensa de la Ilustración. Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso, de Steven Pinker.  

Claro que buena parte de la permanente actualidad de su pensamiento se debe a mi parecer al talante utópico que lo recorre. Kant, que pensaba que el ser humano es lo que puede hacer con su educación, escribió en Pedagogía: “un principio del arte de la educación es que no se debe educar los niños conforme al presente, sino conforme a un estado mejor, posible en lo futuro, de la especie humana; es decir, conforme a la idea de humanidad y de su completo destino”. Así, el sentido de su opúsculo de 1795, quizá la más esclarecedora reflexión sobre la paz que se haya escrito nunca, es “hacia la paz, perpetuamente”, pues Kant no ignora que la paz definitiva no se alcanzará nunca, ni siquiera en los cementerios, pero mientras más nos aproximemos, habrá más libertad, más justicia, más dignidad…  

En su Lógica formuló las tres preguntas esenciales: “¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar?” Preguntas que desembocan en una cuarta: “¿Qué es el ser humano?”. Con la Crítica de la razón pura respondió a la primera, produciendo un “giro copernicano” que revolucionó la teoría del conocimiento, pues del mismo modo que Copérnico imaginó acertadamente que el Sol no gira en torno a la Tierra, sino al revés, no son los objetos los que modelan al sujeto, sino que más bien se moldean conforme al sujeto; con la Crítica de la razón práctica respondió a la segunda, como con Fundamentación de la metafísica de las costumbres, transformando la ética, que ya no tendrá como fin la felicidad (Aristóteles), el placer (epicureísmo), la ataraxia o serenidad (estoicismo), la bienaventuranza (cristianismo) o la utilidad (utilitarismo), sino la humanidad; con la inconclusa Crítica del juicio responde a la tercera y de paso le da carta de naturaleza a la estética como rama autónoma de la filosofía.

Y si bien no dedicó una obra equiparable a la política, su ética contiene tan poderosas implicaciones que, a pesar del realismo político inaugurado por Maquiavelo, es inevitable volver a contar con la ética para abordar cuestiones políticas. Y al revés, no se pueden abordar cuestiones éticas sin política, como harían Arendt, Rawls, Muguerza o Habermas, algunos de los principales filósofos ético-políticos de las últimas décadas. En 1924 Ortega y Gasset escribió: “En la obra de Kant están contenidos los secretos decisivos de la época moderna, sus virtudes y sus limitaciones”. Un siglo después podemos afirmar que seguimos bajo el mismo horizonte.

Filósofos antiguos contra modernos

Sócrates, Platón y Aristóteles en el mundo moderno

Por David Hernández de la Fuente

A la pregunta de por qué la filosofía resulta hoy como ayer tan relevante para entender nuestro mundo se puede responder de muchas maneras. Pero es importante configurar una especie de genealogía o jerarquía, la que imponen los siglos y las escuelas y considerar de dónde procede esa cascada de maestros y discípulos y hacia dónde nos inclinamos a mirar ahora, en tiempos difíciles, buscando las voces más autorizadas. Cuestiones como la justicia y la injusticia, la guerra y paz, la reforma de nuestras maltrechas democracias en momentos de peligro, las turbulencias de conflictos o pandemias, la relevancia de la ciencia en los momentos en los que la inteligencia artificial y la obsesión por la tecnología parecen dejar de lado los valores humanistas y, en suma, un sinfín de temas candentes más, los anticipó una tríada de pensadores griegos que aún son imprescindibles para comprender nuestro presente.

Más allá de las modas –del budismo de los sesenta al estoicismo de los dos mil–, hay una suerte de «santa trinidad» de la filosofía antigua para tiempos modernos que sigue siendo la de siempre y no es otra que la sucesión de maestros y discípulos que encarnan Sócrates, Platón y Aristóteles, a la sazón, las tres grandes cabezas que simbolizan la génesis del pensamiento occidental y a los que ahora se dedica precisamente un interesante ensayo del psiquiatra y filósofo Neel Burton titulado con gracia «La banda de los tres» (Rosamerón). Antes de ellos todo era fragmentario y titubeante, presocrático –o, como quería Nietzsche, preplatónico–, y apuntaba temas que luego alcanzarían plenitud y desarrollo en ellos.

Punto de inflexión

El punto de inflexión de esa tríada es esencial, porque todo lo de después son relecturas y adaptaciones, sobre todo, del legado del gran Sócrates: todas las demás filosofías, notablemente las de época helenística y romana, como estoicos, epicúreos y cínicos, amén de escépticos, cirenaicos y, por supuesto, el posterior cristianismo en sus muchas variantes, procede en último término del maestro Sócrates y de su giro copernicano en cuanto a situar un profundo humanismo en el centro de la escena, en la ética cotidiana, en la defensa de la búsqueda de la verdad y de la belleza, en la misión del día a día. La búsqueda de la belleza y del bien a través del amor a la sabiduría; no otra cosa era, es y ha de ser, pese a muchos desvaríos modernos, la filosofía en su papel central y humanístico. Esta es una bella lección de la filósofa Diotima de Mantinea a su enamorado discípulo Sócrates, que a su vez la repetirá para su amante Alcibíades y para todos nosotros hoy, aún enamorados de la filosofía, con palabras memorables como estas: «Quien haya sido instruido hasta este punto en las cuestiones del amor, contemplando paso y correctamente las cosas bellas, próximo ya a su completa iniciación en los misterios del amor, asistirá de improviso a la revelación de algo sorprendentemente bello por naturaleza. Este, Sócrates, constituye el objeto de todos los esfuerzos anteriores […] culminar con aquel conocimiento que no es otra cosa que el conocimiento de la belleza absoluta, y así comprender finalmente lo que es la belleza en sí».

El epicentro de esta tríada, Sócrates, supo poner la filosofía en el debate, de donde nunca debería salir. Cabe lamentar que hoy día la filosofía esté relegada a una simple asignatura, y que la psicología o la autoayuda le hayan arrebatado gran parte de su presencia pública. Pero era y debería ser no una simple disciplina sino una forma de vida, una medicina para el alma y la búsqueda de la serenidad y la razón en el centro del individuo y del colectivo, desde la introspección a la escena pública. En la época heroica en la que los filósofos griegos inauguraron la manera de afrontar los problemas sin el recurso a los dioses, a la superstición, al engaño o al autoengaño del miedo o de la esperanza, se pensó simplemente en cómo el ser humano podía ser un buen ser humano, en combinación entre lo uno y lo múltiple, en lo personal y en la comunidad. La manera de salir de uno mismo y también de estructurar el conocimiento en la era axial en occidente remonta en último término al maestro ágrafo Sócrates, con su daimón, su ironía y su logos vivo en conversación con los amigos, y su proceso entre inductivo y deductivo del que salen todas las maravillosas obras de Platón. Este gran ateniense, el primer filósofo que escribe su obra para ser leída en la época de transición desde la oralidad a la escritura, quiso cuadrar el círculo al transcribir en diálogos, acuñando un género literario filosófico, ese mundo oral y aural de la filosofía de los orígenes. Sus temas son siempre relevantes para hoy, ética, política o metafísica, y todo lo demás, como quiso Whitehead, son notas al pie de sus páginas y de sus mitos. Y, por supuesto, acabamos con la mente global, Aristóteles, que supo tratar todas las ciencias y organizar el árbol de lo que luego sería el conocimiento científico del que somos herederos hoy y sin el que no habría ni ilustración ni tecnología. Pero todo comenzó con el magisterio de la palabra alada y con la filosofía como una manera de vivir total, una suerte de ejercicio espiritual y humanístico, desde lo individual a lo social, que buscaba el norte hacia el que orientarnos. Esto es especialmente relevante en momentos de crisis como el actual, cuando estamos regresando a la más vigente guía y compañía para tiempos modernos, la de los pensadores clásicos.

Compañeros de viaje que cuidan el alma frente al mercado

Por Carmen González Marín

En ocasiones exigimos a la filosofía que sea útil para nuestras vidas. Pero si pudiéramos adjudicar a la filosofía un valor práctico, quizá cierto poder consolador, se debería a su modo peculiar de enfrentarse al mundo que, en realidad, consiste en «salir de él». Renunciar a la vida es el mensaje del sabio para vivir la vida del espíritu, para «pensar», que, como nos enseñó Hanna Arendt, consiste en «no estar en ninguna parte». Sin embargo, los mensajes del sabio parecen perder su significado cuando la filosofía deja de ser un «cuidado del alma» y trata de convertirse en una potencial estrategia para lograr objetivos prácticos. Con ayuda de tres nombres –Rousseau, Thoreau y Arendt– me gustaría recuperar algunas de las propiedades consustanciales a la filosofía que, a mi juicio, corremos el riesgo de olvidar en nuestra ansiedad por reinterpretarla como «el tipo de actividad que requerimos» en nuestro mundo «para vivir mejor», y, así, restaurar su naturaleza real como una «práctica» no utilitaria.

En ese magnífico ejemplo de meditación que son las «Ensoñaciones del paseante solitario» (1776-1778), contrapone Rousseau la filosofía –de los «philosophes»– a la «sabiduría», para advertirnos de dos cosas de sumo interés: la primera, que la experiencia, caso de enseñar algo, enseña el desengaño; la segunda, que contra la incertidumbre no hay argumento posible. En realidad, la segunda advertencia es la contrapartida a la primera. Contra la sospecha de hoy, que deriva de mi conocimiento, prefiero el consuelo de ayer, hijo de la inexperiencia.

La sabiduría nos proporciona una enseñanza altamente instructiva en lo que respecta al valor práctico de la experiencia, de la que es posible extraer consecuencias relativas a la filosofía también. Ni siquiera la experiencia propia –y así destruimos uno de los mitos de la idea popular de la filosofía– me sirve para nada: «Aprendo a conducir el carro cuando ya he llegado al final de la carrera», se lamentará Rousseau. Pero no solo es la experiencia vivida lo que supone un fracaso como maestra, la propia filosofía puede fracasar también precisamente por su propia vanagloria.

En su conferencia de 1854, «Una vida sin principios», H. D. Thoreau aporta una fresca mirada a las deficiencias de la modernidad. La vida productiva, la del trabajo que es el cimiento del «hombre de principios», se opone necesariamente a todo aquello que es elevado, la poesía, la filosofía. La vida buena es una vida alejada de los afanes mundanos, de hecho, una vida ociosa, como condición para resguardar la mente como un santuario. Ese santuario interior es el lugar privilegiado donde liberarse de una pretenciosa interpretación de la verdad. La defensa de la naturaleza y de la interioridad, como si esta fuera un trasunto de la primera, son los objetivos que sustituyen a la capacidad de acción y al carácter industrioso. «Tener principios» es uno de los equívocos objetivos pedagógicos de los «hombres de bien»; promover una vida sin principios es alejarse de la norma, desenfocar las metas de un «buen ciudadano», pero curiosamente ése es el propósito de quien se deja ir por el camino del pensamiento.

El compromiso

No muy distante en su espíritu, de la lectura del texto «El pensar y las reflexiones morales», de Hanna Arendt (1971), se deriva un aprendizaje bastante simple, que se enraíza en una de las preguntas más interesantes a las que ha de responder la filosofía, a saber, ¿puede hacernos mejores? Por una parte, la diferencia entre «pensamiento y conocimiento» se convierte en sustancial a la hora de entender lo que es verdaderamente la filosofía, y, muy especialmente, el entronque moral de la «vida del espíritu». El pensar, frente al conocimiento, se convierte en relevante como experiencia, y como forma de vida, como una garantía de ese entronque moral del ser humano. Eso no significa que Arendt sostenga una posición ingenuamente cognitivista en moral, esto es, no somos mejores porque pensar nos lleve necesariamente a elegir el bien. Pero no pensar puede en cambio conducirnos a la catástrofe moral. Nos ayuda a recordar que siempre habrá lugar para la duda y la insatisfacción, pero que, al mismo tiempo, eso es lo moral. Dado que este texto es una reflexión a partir de su libro «Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal» (1963), nos enseña que si hay algo relevante en pensar es precisamente que nos impide simplemente seguir reglas, sean éstas las que sean. Al mismo tiempo, evita que el pensamiento mismo sea considerado, como sería tan tentador, un procedimiento de decisión, cuyo objetivo último sea alcanzar algún tipo de éxito (aunque se trate de un éxito consistente en un acierto moral). Si el filósofo es quien paradigmáticamente ha de tener la capacidad de pensar en más alto grado, el corolario de todo esto es que el filósofo es un individuo «inútil y peligroso».

Hasta este punto, se diría, solo estamos retratando a un filósofo como Sócrates, cuyo valor supremo radica en su compromiso con un inacabable regodeo en el pensamiento. Pero sabemos que Arendt va un poco más allá. Si bien la inutilidad y la peligrosidad social de la filosofía queda fuera de duda, precisamente las razones de ello son las mismas por las cuales la filosofía se muestra tan necesaria; tanto que prescindir totalmente de ella condena al fracaso en aquellos aspectos de la vida práctica menos filosóficos también.

Fuente: https://www.larazon.es/cultura/historia/filosofos-antiguos-modernos_20250422680772e56108570001bf568d.html

Antonio Fornés, filósofo: «Viajar y filosofar comparten la misma dinámica, la necesidad de distanciarte de lo que te rodea»

INMA GONZÁLEZ

Así como muchos periodistas nacidos en pleno ‘baby boom’ reconocen que su vocación nació viendo la serie televisiva ‘Lou Grant’, el filósofo Antonio Fornés (L’Hospitalet de Llobregat, 1968) cuenta que su pasión viajera germinó viendo ‘Informe semanal’. “Cada sábado, después de cenar, en mi casa se veía el programa. Cuando ocurrió el golpe de Estado contra Haile Selassie, el emperador de Etiopía, yo tenía 6 o 7 años, pero aún me acuerdo perfectamente. Hoy quizá sería un niño rarito, pero entonces solo había dos canales y tampoco había mando para zapear, en todo caso el mando era yo porque era el pequeño, ja, ja, ja”.

También recuerda con detalle su primer gran viaje fuera de España. “Bueno, lo de ‘gran’ es un poco pretencioso. Fue a Praga, en 1988, con 19 años. Soy forofo del Español –entonces aún no había catalanizado su nombre- y milagrosamente llegamos a la semifinal de la Copa de la UEFA, que jugábamos contra el Vítkovice, un equipo de Ostrava, a tres horas de la capital. La peña de un amigo montó un viaje en autocar y, como sobraban plazas y las dejaron muy baratas, nos apuntamos varios amigos. ¡Tardamos 30 horas en ir y otras 30 en volver! Si hago hoy el viaje, me muero… pero al menos ganamos [2-0, el equipo blanquiazul perdió la final contra el Brujas belga por 2-3] y pude ver la tumba de Franz Kafka”.

Su pasión viajera germinó viendo ‘Informe semanal’: “Cada sábado, después de cenar, en mi casa se veía el programa. Hoy sería un niño rarito, pero entonces solo había dos canales»

Más de 35 años después y tras una setentena de países recorridos, este doctor en Filosofía, licenciado en Humanidades y diplomado en Ciencias Religiosas, que sin embargo trabaja en la industria farmacéutica, se pregunta sobre por qué viajamos, en qué consiste la búsqueda de la libertad y qué significa “ir en busca de lo auténtico” en ‘Corazón ligero’, obra galardonada con el 19º Premio Eurostars Hotels de Narrativa de Viajes, que, además de en las librerías, también está disponible en todas las habitaciones de los hoteles del Grupo Hotusa en España, Europa, Latinoamérica y EEUU.

Medi ambiente, globalzación, turismo…

Se trata de un libro de viajes atípico, pues en él, además de contar anécdotas imborrables –como cuando dio de comer a hienas salvajes en Etiopía, o como cuando, distraído por el paisaje, se saltó un control del Ejército turco en una zona militarizada del Kurdistán, o como cuando en un vuelo entre Tabriz a Mashhad, en Irán, creyó que viajaba con un terrorista islamista cuando un pasajero empezó a gritar “Allahu akbar” (Alá es el más grande)… y al final resultó ser el líder de un grupo de peregrinos que rezaba para tener un buen viaje-, también reflexiona sobre la muerte, el medio ambiente, la globalización, el turismo, los prejuicios…

Además de contar anécdotas imborrables -como cuando dio de comer a hienas salvajes en Etiopía-, también reflexiona sobre la muerte, el medio ambiente, la globalización, el turismo, l areligión, el colonialismo…

Porque para él “viajar y filosofar comparten la misma dinámica, la necesidad de distanciarte de lo que te rodea: mientras que con una te desplazas geográficamente, la otra supone un desplazamiento por tu propio interior”. “El filósofo y el viajero –prosigue- parten del mismo impulso, que es la admiración por el hecho de existir, y eso me lleva inevitablemente a considerarme creyente. ¿Quién, en medio del silencio y la solemnidad del desierto de Namibia o durante el trayecto de Nyalam a Zhangmu, en el Tíbet, bordeando un verdísimo precipicio, no se pregunta ni por un segundo sobre la existencia de un creador? Y como decía Blaise Pascal: si me buscas, ya me has encontrado. Porque el que se pregunta por Dios cree en Dios”. 

Amancio López, presidente de Grupo Hotusa, entrega del 19º Premio Eurostars Hotels de Narrativa de Viajes a Antonio Fornés.
Amancio López, presidente de Grupo Hotusa, entrega del 19º Premio Eurostars Hotels de Narrativa de Viajes a Antonio Fornés. / Eurostars

¿Y cómo un pensador como Fornés, autor los ensayos ‘Las preguntas son respuestas’ (2009), ‘Reiníciate: si ellos cambiaron su vida, tú también puedes’ (2011), ‘Creo: aunque sea absurdo, o quizá por eso’ (2016), ‘Viaje a la sabiduría’ (2018) y ‘¿Son demócratas las abejas?: la democracia en la época del coronavirus’ (2020), que se considera cristiano practicante pero al que le gustaría trabajar en un país islámico –se postuló para la Universidad Americana de Beirut–, acaba en la red comercial de una farmacéutica? «Me he dedicado a la filosofía y la teología siempre, pero se suele creer que si no ganas dinero con una actividad no te dedicas a ella. Lo cierto es que, al acabar la carrera, no me veía dando clases y envié el currículo a varias empresas. En una de las entrevistas, me preguntaron por qué quería trabajar con ellos, y respondí: ‘Me habría gustado más estudiar las herejías medievales, la verdad’. Pese a ello me contrataron y el primer día me presentaron como ‘especialista en orgías medievales’. Quizá por eso logré el puesto, ja, ja, ja».

Fuente: https://www.elperiodico.com/es/ocio-y-cultura/abril/20250412/antonio-fornes-filosofo-autor-corazon-ligero-viajar-filosofar-comparten-dinamica-116126404

¿Quién habla cuando habla ChatGPT? Una reflexión sobre el lenguaje en la era de las máquinas parlantes

El doctor en filosofía Felipe Muller indaga en cómo la inteligencia artificial altera lo que hasta ahora entendíamos por lenguaje en su libro ‘Nadie habla’, publicado por EUNSA.

Fernando Díaz de Quijano

“¿Cómo es posible que aplicaciones como ChatGPT puedan hablar? ¿Por qué hablan? ¿Qué corazón les alienta y anima?”. Estas son algunas de las preguntas que se plantea en su último libro el doctor en Filosofía Felipe Muller, especialista en lenguaje y tecnología. Titulado Nadie habla. Inteligencia Artificial y muerte del hombre —título que conecta con el ardid con el que Ulises consiguió sobrevivir al cíclope Polifemo—, el autor desarrolla en él una idea ya vertida en un artículo para la revista Nuestro tiempo.

A la luz del auge actual de la inteligencia artificial, este libro, publicado por Ediciones Universidad de Navarra (EUNSA), indaga a fondo en la naturaleza del lenguaje desde un punto de vista filosófico y con un estilo claro y conciso, aunque la abstracción de los pasajes más complejos pueda suponer un reto para el lector.

Muller, en primer lugar, comparte el “asombro” que genera el hecho de que exista el lenguaje, y traza la relación de este con la muerte —ya que un texto puede ser leído mucho después del deceso de su autor—, con lo ficticio —el lenguaje permite hablar de y pensar en lo que no existe— y con el riesgo —ya que hablar supone arriesgarse a no encontrar las palabras exactas o a que estas se malintrepreten—.

Con respecto a la segunda de estas relaciones, Muller señala una fascinante paradoja: “Las palabras, los mismos ladrillos del lenguaje, son pequeños accidentes históricos, invenciones y ficciones con los que las personas pueden, entre otras muchas cosas, decir la verdad. Aquí reside otro motivo de asombro. Las personas necesitan ficción para decir la verdad”.

Siguiendo a los estoicos, Muller nos invita a desconfiar del lenguaje. Las palabras recibidas como verdaderas nos atan tanto como las dichas por nosotros. “Nunca está de más someter a examen cualquier contenido expresado en palabras, ya sea práctico o teórico, intelectual o emocional, antes de cogerlo en brazos y aprobarlo como propio”, especialmente en nuestra época. “Analizar  los  mensajes  que  persiguen  convencernos o distraernos nunca ha sido una tarea sencilla.  Hoy  es  particularmente  ardua.  Ejércitos  de  periodistas, publicistas, relaciones, guionistas, predicadores, influencers, youtubers, tiktokers, políticos, portavoces, jefes de prensa, etcétera, viven de la atención de los demás. Todos proclaman que no podemos vivir sin aquello que anuncian. La mayoría persigue entregar nuestros datos a una empresa que pueda explotarlos, inclinar nuestro voto hacia un determinado partido político o generar una necesidad que seguramente nunca antes hemos sentido y que solo el mercado puede satisfacer”.

El capítulo que otorga mayor actualidad al libro es el cuarto, una reflexión crítica sobre los modelos de lenguaje de inteligencia artificial, como ChatGPT (de OpenAi), Llama (de Meta) o Gemini (de Google). Muller aborda su naturaleza, funcionamiento y el modo en que se relacionan con el lenguaje humano.

Apoyándose principalmente en Michel Foucault y su libro La arqueología del saber, el autor expone cómo estas inteligencias artificiales, a pesar de no ser humanas, ni hablar en sentido estricto, ni referirse directamente a cosas del mundo, efectivamente hablan. Esta afirmación se convierte en el punto de partida para analizar tres grandes sustituciones que se dan en el lenguaje cuando es una máquina la que lo utiliza: la de las personas, las palabras y las cosas.

En primer lugar, el texto indaga en qué ocupa el lugar de la persona cuando habla una IA. “¿Quién dicta aquello  que  dice  una  inteligencia  artificial? Nadie. ¿Quién habla cuando habla una inteligencia artificial? Nadie. Es una máscara”. Aquí se identifican dos aspectos: las posiciones desde las que se enuncia un discurso y la materialidad del sistema que permite dicha enunciación. En lugar de un sujeto humano consciente, la IA actúa desde un conjunto de posiciones posibles dentro de un contexto de uso, guiada por un entrenamiento basado en un “se dice” colectivo y anónimo. Esta ausencia de autoría no impide que se genere lenguaje.

Por su parte, la materialidad del sistema consiste en la infraestructura tecnológica necesaria para su funcionamiento, cuyo consumo energético no es baladí: “se estima que la industria tecnológica consume el 20 por ciento de la electricidad del mundo y que, en total, responde del 5,5 por ciento de las emisiones globales de dióxido de carbono”.

La segunda sustitución se refiere a las palabras. Las IA no comprenden el significado de las palabras como lo haría un ser humano, pero las utilizan eficazmente. Para ellas, el significado se reduce a una red de correlaciones estadísticas entre signos, extraídas de vastas bases de datos humanas. La palabra se vacía de intención y contenido subjetivo, pero se mantiene operativa.

Finalmente, la tercera sustitución es la de las cosas referidas en el discurso. Una IA no tiene acceso al mundo ni puede comprenderlo, pero al hablar, “hace cosas: sus palabras desencadenan acciones y reacciones, afectan comportamientos, incluso provocan consecuencias políticas o sociales. Dicho de otro modo: a pesar de su falta de conciencia, la IA tiene impacto en la realidad.

El texto concluye planteando interrogantes éticos y filosóficos sobre la autenticidad, el artificio y la teatralidad de lo humano frente a la aparición de estos modelos. “¿Por qué temer el día en que la inteligencia artificial llegue a ser como los seres humanos cuando es más relevante indagar en qué medida los seres humanos ya son artificiales? La verdad requiere ficción. ¿Por qué no plantearse qué partes o hábitos de nosotros mismos son realmente fingidos y no qué porcentaje de un modelo extensivo de lenguaje es genuinamente humano?”, se plantea el autor.

Muller también prevé un movimiento de resistencia ante la imparable sofisticación y ubicuidad de la IA: “A  medida  que  se  asiente  y  masifique  su  uso,  los  consumidores  de  conocimiento  e  información  se verán abocados a poner en duda la autenticidad de  cualquier  representación,  desde  las  noticias  del telediario hasta las fotografías de un museo. Es posible que surjan movimientos a favor de una intimidad  desconectada  y  en  contra  de  la  ‘datificación’  del comportamiento humano. Tal vez, con un poco de suerte, nuestro cuerpo y corporalidad se tornen puntos de resistencia […]”.

En resumen, este ensayo aporta ideas interesantes al actual debate sobre IA y lenguaje. Lejos de caer en tecnofobias o utopías ingenuas, propone una lectura crítica que reconfigura nuestras nociones de sujeto, palabra, verdad y acción. Es un texto filosófico que invita a repensar qué es hablar, quién habla y qué significa hacerlo en una era de máquinas parlantes.

Fuente: https://www.elespanol.com/el-cultural/letras/20250409/habla-chatgpt-reflexion-lenguaje-maquinas-parlantes/1003743703107_0.html

Una rapsodia filosófica

Sobre la XII Olimpiada Filosófica de España

Rafael Guardiola Iranzo

Después de escuchar a Bach en la Basílica de Sant Francesc de Palma de Mallorca el pasado sábado me hice el firme propósito de escribir una rapsodia, una especie de canción ensamblada. Mi propósito es declamar varios cantos lúcidos, casi como los homéricos, para proclamar la excelencia de una experiencia propia de la vida buena, burlando con el entusiasmo y la inteligencia que brotan de la juventud y del buen sentido, el imperio inexorable de Cronos, los aranceles y las tentaciones genocidas. Esta experiencia es la Olimpiada Filosófica de España, cuya final se ha celebrado, con notable éxito, en la capital balear, los días 28 y 29 de marzo de 2025.

La Olimpiada Filosófica de España (OFE-REF) es un lugar de encuentro privilegiado de todos los que disfrutamos de la filosofía y un espejo de la buena salud de la que goza el pensamiento crítico y joven actual en el estado español. Se celebra desde 2013-2014, en el marco de las actividades organizadas por la Red Española de Filosofía (REF. En el certamen de la Olimpiada Filosófica de España se desarrollan cuatro modalidades: Disertación filosófica, Dilema moral, Fotografía y Vídeo. En cada una de ellas, el alumnado ganador en la fase autonómica compite con sus compañeros de toda España. Pero lo importante, afortunadamente, no es competir, sino compartir modos de pensar, sentir y actuar. Nuestra intención es “cultivarnos” y hacer acopio de nutrientes especulativos, morales y ciudadanos para vivir bien y transmitir las virtudes de esta experiencia a los demás.

Estudiantes y profesores ‘raros’

Como he tenido ocasión de decir en diversos foros, un hatajo de estudiantes y profesores ‘raros’ defendemos aquí, siguiendo la estela de la ilustración, que nuestra sociedad adolece, por regla general, de instrumentos quirúrgicos para extirpar los tumores de la estupidez y el conformismo. Y nos hemos empeñado en mostrar los beneficios de esta operación desde hace doce años, de la mano del arte de la argumentación y el diálogo racional, el análisis y resolución de dilemas morales y el uso de los medios audiovisuales. En nuestro caso, son los adolescentes de una “sociedad adolescente” los encargados de abrir camino, de mostrar su excelencia y sacudir conciencias con su madurez precoz y la complicidad de un puñado de profesores entusiastas que nos vemos las caras al menos una vez al año.

Este año nos hemos citado en la misteriosa, elegante y fascinante ciudad de Palma de Mallorca, siguiendo la ruta trazada por el Ars Magna de Ramon Llull, fuente de inspiración para Leibniz y los teóricos de la computación del siglo XX y gracias al trabajo inmenso del equipo balear de los profesores Albert Lobo Melgar y Joan González Guardiola. La Delegación Olímpica Andaluza ha sido coordinada por la jovencísima jerezana Marta González Ortegón, investigadora de posgrado de la Universidad de Sevilla y vocal de Pensamiento Joven de la AAFi. Se da el caso de que fue la ganadora de Disertación en la IV Olimpiada Filosófica de Andalucía en el curso 2016-2017 y formó parte, por ello, de nuestra Delegación en la Final de Murcia de mayo de 2017.

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Esta entrada se publicó originalmente en La opinión de Málaga, el 4 de abril de 2025

Antonio Guerrero y su homenaje a Jesús Padilla Gálvez: Un legado filosófico que transciende fronteras

Francisco García Carbonell

Gracias a la labor de Antonio Guerrero, hoy podemos disfrutar de una obra sumamente interesante sobre la vida y el pensamiento de Jesús Padilla Gálvez. Este destacado filósofo y profesor es considerado uno de los mayores expertos en la obra de Ludwig Wittgenstein, cuya influencia ha sido trascendental en el ámbito filosófico.

Padilla no solo se ha dedicado a interpretar los textos de Wittgenstein, sino que ha ampliado y desarrollado su legado, aportando un enfoque lógico, lingüístico y analítico que le ha valido un lugar especial entre los estudiosos de este filósofo.

Es precisamente por sus importantes contribuciones que Padilla ha sido merecedor de prestigiosos reconocimientos internacionales, como la Cruz del Mérito Cultural de Austria, considerada equivalente, en términos de relevancia, al Premio Princesa de Asturias en España. Entre sus numerosos logros también destaca la inclusión de su obra en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, un honor reservado para trabajos de especial calidad e impacto global.

Sin embargo, resulta paradójico que, en España, y especialmente en su tierra natal, Almería, su figura sea aún poco conocida. Con esta obra, Antonio Guerrero busca hacer justicia a un pensador excepcional, acercando su legado a su propio país y reivindicando la importancia de valorar y reconocer el talento que tenemos en casa. Este libro, fruto de años de investigación y amistad, constituye un esfuerzo por situar a Jesús Padilla Gálvez en el lugar que merece dentro de la historia de la filosofía.

Desde tu perspectiva como autor, ¿por qué crees que Jesús Padilla Gálvez no ha recibido el reconocimiento que merece en España, especialmente en contraste con su prestigio internacional? ¿Es una cuestión cultural, institucional o algo más profundo?

Creo que es una cuestión de lo políticamente correcto. Y con esto no hago referencia al mundo de la política, sino a las formas universitarias. La universidad española es una institución llena de entresijos que nadie se atreve a mencionar. Padilla es un filósofo libre de pensamiento y espíritu, como se decía en otra época, y, obviamente, en este momento de neopuritanismo no resulta cómodo. Pero la virtud de un filósofo de su talla, que se codea con otros pensadores de renombre, es precisamente esa: saber mantener un pensamiento libre y crítico. Y aunque esto es fácil de enunciar, en la práctica no lo es tanto. Estamos en un momento histórico en el que se etiqueta despectivamente todo aquello que no se alinea con la corriente dominante; la libertad de expresión que disfrutábamos en los 90 ya no es tal. De hecho, estamos peor que entonces. Padilla emerge en el mundo de la filosofía siendo reconocido fuera de España. Es una tragedia que los españoles no valoremos lo nuestro y que tampoco sepamos salir de la constante comparación para apreciar el trabajo de los demás.

En la obra mencionas que Jesús Padilla es uno de los mejores traductores y conocedores de Wittgenstein en el mundo. ¿Cuál dirías que es el aporte más significativo de Padilla en la interpretación de Wittgenstein y cómo ha influido en el estudio de este filósofo?

Para mí, Padilla no es solo el mejor intérprete de su obra, sino también su heredero. Sus traducciones no parten de otras traducciones, como hasta ahora se ha acostumbrado en los textos de investigación. Normalmente, las versiones del Tractatus se realizaban de forma hermenéutica, no lingüística, y, cuando se abordaban desde este último enfoque, se basaban en las primeras traducciones en lengua inglesa. Padilla asumió la responsabilidad de localizar el manuscrito original en su idioma y realizar una traducción lingüística directamente desde ahí, lo cual ya es un valor añadido. Además, continuó el camino lógico, hermenéutico y filosófico de su obra. Más allá de estas aportaciones, Padilla ha escrito libros que expanden el trabajo de Wittgenstein en los planos lógico y analítico. Cabe destacar que estudió filosofía en Alemania, en la Universidad de Colonia, y que domina tanto el idioma como el mundo de la filosofía fuera de España. Por ello, sostengo que es el heredero natural de su legado, ya que cuenta con todos los elementos necesarios para comprenderlo y desarrollarlo.

La Cruz del Mérito Cultural de Austria es un reconocimiento muy importante. ¿Cómo refleja este premio la contribución de Jesús Padilla a la filosofía y la cultura? ¿Crees que esta distinción debería haber impulsado su reconocimiento en España?

 Si te soy sincero, ese premio fue la causa por la que conocí a Padilla. En ese momento trabajaba en otro libro, Logos Almeriense, cuyo tema de fondo era la historia de la filosofía en Almería. Por casualidad encontré su nombre en un libro, lo que me llevó a indagar más. Al poco tiempo descubrí en las redes sociales que había recibido tan prestigioso galardón. Fue casi de manera inconsciente que decidí escribir un artículo sobre él para un medio escrito. Al poco, él contactó con el director del medio para agradecerme. Había sido el único en reconocer públicamente ese mérito en su tierra, Almería. Aquello fue el detonante de una larga cadena de correos electrónicos y de una amistad (espero que por su parte también lo sea) que se prolongó durante años y que me inspiró a investigar toda su obra. De ahí nació este libro.

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Sinceramente, creo que su contribución es fundamental. No conozco a otro español, y menos aún a otro almeriense, que posea este galardón. No reconocerlo sería una injusticia histórica. Debemos hacer honor a nuestra historia y reconocer a los nuestros. Un trabajo como el suyo, con publicaciones en Estados Unidos y Alemania, debería tener un mayor reconocimiento en su propia tierra. Su obra es única en nuestro país por su amplitud y profundidad.

En el libro, hablas de situar a Padilla Gálvez en el organigrama de la filosofía española. Desde tu investigación, ¿cómo describirías el impacto de su obra en el pensamiento filosófico español, y qué medidas consideras necesarias para asegurar que su legado sea más valorado?

Hacer justicia histórica significaría situarlo en dicho organigrama, ya sea como un pensador ortodoxo o heterodoxo. El problema es que no se le valora lo suficiente. Los que hemos investigado su obra debemos darla a conocer más allá del ámbito académico, en los medios de comunicación, porque actualmente hay pocos filósofos de su talla. La mayoría de los que aparecen en los medios son divulgadores, no descubridores. Padilla sí lo es. Desde los medios, y siempre con respeto, podemos integrarlo en la historia de la filosofía.

Hablando de su trayectoria académica entre Alemania y España, ¿cómo crees que su experiencia internacional influyó en su perspectiva filosófica y en su enfoque hacia la traducción e interpretación de grandes obras filosóficas como las de Wittgenstein?

El haber estudiado en Alemania, en Colonia, y el estar vinculado a los grandes filósofos alemanes influyó de forma directa. Esta influencia no solo proviene de los contenidos académicos, sino también de la rica cultura filosófica universitaria alemana. Para los estudiantes alemanes de filosofía, Wittgenstein, aunque austriaco, tiene una relevancia similar a la que Ortega y Gasset tiene para nosotros. Las inquietudes intelectuales de Padilla comenzaron allí y, cuando regresó a España en los años 80, las trajo consigo. Desde entonces, ha continuado investigando en esa línea, lo cual es motivo de satisfacción y otra razón más para reconocer su gran labor.

Fuente: https://diario16plus.com/sociedad/entrevista/antonio-guerrero-su-homenaje-jesus-padilla-galvez-legado-filosofico-transciende-fronteras_507247_102.html?fbclid=IwY2xjawJeL5pleHRuA2FlbQIxMQABHiOeGKFW0gttUTnPASFgyc4DEAbj3g04z6Gi3aLEy8Bdf2Rk3nEolGicCI2z_aem_eC49Ndk0EQMqo_cUo-Demw

Gregorio Luri, el sabio de la educación: «La sobreprotección a los hijos se está convirtiendo en una forma de maltrato»

Gregorio Luri (Azagra, Navarra, 1955) es uno de los mayores expertos en España en Educación. Es una eminencia en este ámbito al cual le ha dedicado incontables horas de estudio en busca de las claves para mejorarla. Filósofo, pedagogo y maestro, este sabio ha escrito varios libros y ensayos que persiguen influir en las políticas educativas. Entre estos títulos destacan Prohibido Repetir o La Escuela no es un Parque de Atracciones.

Siempre “preocupado” por la mejora de la Educación, a Gregorio Luri le perturba últimamente que los niños de hoy en día están sobreprotegidos. “La sobreprotección a los hijos se está convirtiendo en una forma de maltrato”, le ha asegurado a EL ESPAÑOL. Y, de hecho, el pedagogo sospecha que “los dolores anímicos de nuestros niños o de nuestros adolescentes están asociados con la falta de ejercicio y con no hacer trastadas”.

En lo político, Gregorio Luri siente que en España falta cultura para reconocer lo que funciona, a nivel de política educativa, en otras comunidades o administraciones. A su juicio, todas deberían fijarse en las bondades de las demás para aplicarlas. En cuanto a la LOMCE –o Ley Celaá–, que es la ley educativa vigente, opina que aunque había buenas intenciones tras ella sigue teniendo deficiencias. “Con la Ley Celaá muchos docentes no saben qué están enseñando y evaluando”, ha aseverado.

Gregorio Luri, en la sede del Colegio Libre de Eméritos de Madrid, antes de la entrevista con EL ESPAÑOL.

Gregorio Luri, en la sede del Colegio Libre de Eméritos de Madrid, antes de la entrevista con EL ESPAÑOL. Sara Fernández EL ESPAÑOL

Pregunta.– Lleva toda la vida dedicándose a la Educación. Haga una primera valoración sobre ella.

Respuesta.– Siento que la Educación es como el día de la marmota. Es decir, si comparas los debates que tenemos hoy con los que se desarrollaron a comienzos del siglo XX, coinciden punto por punto. Las preocupaciones son comunes.

P.– ¿Cuáles son esas preocupaciones?

R.– Pues que la escuela es una institución muy noble, con unos grandes objetivos, pero no acaba de aceptar que también es una institución imperfecta. Las dos cosas. Entonces la escuela no acaba de convivir con sus imperfecciones y para satisfacer sus ansias necesita reformularse continuamente. El problema es que no acaba de aprender de su experiencia.

P.– ¿Por qué?

R.– Porque parece que la escuela no mejora si no se modifica. Por ello, la cambian continuamente. El problema es que a veces no somos conscientes de que estamos trabajando con un material extraordinariamente valioso: el capital humano, los niños, el futuro del país.

Alfonso González, experto en la universidad en España: «En la privada los alumnos están más satisfechos que en la pública»

P.– En España eso ocurre continuamente. Cada Gobierno cambia la ley educativa. Valore la actual, la LOMLOE, comúnmente conocida como la Ley Celaá.

R.– Yo no pongo en duda las buenas intenciones de nadie. Me parece que hay que estar un poco tocado si crees que en el Ministerio de Educación hay un departamento secreto que planifica cómo perjudicar a la educación española. Por ello, pienso que la ley está desarrollada con las mejores intenciones. Ahora bien, a veces las intenciones son tan altas que te olvidas de los resultados. Y aquí hubo dos errores, el primero: todo el procedimiento de la ley fue tan rápido que no hubo tiempo para discutirla. El segundo: no importa lo altas que sean las aspiraciones de los políticos, lo que importa es cómo aprenden los niños.

Y en España tendemos a evaluarnos a nosotros mismos más por la altura de nuestras intenciones que por la de nuestros resultados. Entonces nunca fracasas, porque tus intenciones siempre son sublimes. Lo que hay que ver son los resultados. Y, en este momento, si tú recorres las escuelas del país te encuentras con una sensación de perplejidad porque con la Ley Celaá muchos docentes no saben qué están enseñando y evaluando.

P.– Es decir, los docentes están perdidos con esta ley. ¿Por qué?

R.– Porque hay un exceso de buenismo. Cuando tú miras, por ejemplo, las competencias de Matemáticas se dicen cosas absolutamente absurdas, porque no se acaba de entender la relación que hay entre conocimientos y competencias. Además, se ha cargado a los docentes de un exceso burocrático absolutamente lamentable. Y cuanto más burocracia, menos tiempo para actuar. Y es que tampoco hay que ser un genio para la Educación: quita trabajo burocrático y deja a los profesores delante de los niños; déjales preparar bien sus clases.

Gregorio Luri, en conversación con EL ESPAÑOL.

Gregorio Luri, en conversación con EL ESPAÑOL. Sara Fernández EL ESPAÑOL

P.– ¿Le preocupa la Educación en España?

R.– Lo que más me preocupa actualmente de la educación en España es, primero, que ya no tenemos un sistema educativo, sino que tenemos tantos sistemas educativos como comunidades. Entonces, cada autonomía ha ido generando una inercia con sus normas prácticas. Y, al final, ¿qué tienen en común Asturias y Baleares en Educación o qué tienen en común Galicia y Canarias? Y, por cierto, ¿por qué los territorios que dependen directamente del Ministerio de Educación tienen unos resultados tan lamentables? Ceuta y Melilla.

Segundo, un fenómeno extraordinariamente grave: estamos asistiendo a una crisis profunda de vocaciones docentes. En estos momentos no hay profesores de Matemáticas en las Baleares para cubrir las suplencias. En Cataluña hay problemas graves para conseguir profesores de Lengua, de Matemáticas y de Ciencias… Y eso está aumentando. Cuando yo estudiaba, ser maestro o ser profesor de instituto era una cosa para sacar pecho. Hoy ya no se vive así. Y tercero, tan grave para mí como los otros dos o más: cada año las familias dedican más recursos a completar la educación de sus hijos.

P.– ¿A qué se refiere? ¿A las actividades extraescolares?

R.– A todo lo que se llama educación en la sombra: las actividades extraescolares, clases de repaso, profesores particulares…

P.– ¿Por qué eso es peligroso?

R.– Porque quiere decir que las familias consideran que con la escuela no es suficiente. Además, hay un dato muy curioso: los pobres y los ricos se gastan el dinero de manera distinta en este ámbito. Los pobres buscan reforzar los contenidos escolares mientras que los ricos ampliar los contenidos escolares. Y si con la escuela no hay suficiente, tienes que acudir al mercado para obtener el complemento necesario y ahí la equidad queda como un brindis al sol. Es decir, quien puede educarse mejor es quien tiene los recursos económicos para hacerlo y eso no es equitativo.

P.– Entiendo.

R.– Además, hay otros elementos en la educación de carácter familiar que también son muy inquietantes. Nuestros niños son la primera generación en la Historia de la humanidad que tienen las rodillas impolutas. Es decir, no tienen heridas y eso es un drama porque quiere decir que no están teniendo infancia, que no hay lugares en los que puedan ser niños de manera autónoma sin la directa supervisión de un adulto. Y eso significa que la sobreprotección de los hijos se está convirtiendo en una forma de maltrato. ¿Por qué? Porque para que la realidad no hiera a tu niño, lo rodeas de algodones y le impides que conozca la realidad.

Fíjate, desde hace mucho tiempo sospecho que buena parte de los dolores anímicos de nuestros niños o de nuestros adolescentes están asociados con la falta de ejercicio y con no hacer trastadas. Lo que tiene que hacer un niño es trastadas. Tiene que venir a casa con las rodillas reventadas porque se ha caído y con el pantalón roto de arriba a abajo. Pienso que el niño que ha crecido sin haber corrido nunca el riesgo de romperse el brazo no ha tenido infancia.

P.– Antes decía que los profesores están perdidos con la LOMCE y que no se entiende la relación entre competencias y conocimientos. ¿Dónde está el problema?

R.– Mira, yo soy un señor adulto que ha leído bastante de psicología y pedagogía y me encuentro con la competencia específica número 10 de Matemáticas de cuarto de E.S.O., que dice lo siguiente: «Desarrollar destrezas sociales reconociendo y respetando las emociones y experiencias de los demás, participando activa y reflexivamente en proyectos en equipos heterogéneos con roles asignados, para construir una identidad positiva como estudiante de matemáticas, fomentar el bienestar personal y grupal y crear relaciones saludables». ¿Cómo se evalúa eso? A los profesores les dicen que tiene que evaluar eso, pero al menos yo soy incapaz de interpretar lo que quiere decir. Necesitaría la piedra Rosetta para entenderlo.

Gregorio Luri, en Madrid, en el Colegio Libre de Eméritos.

Gregorio Luri, en Madrid, en el Colegio Libre de Eméritos. Sara Fernández EL ESPAÑOL

P.– Eso es lo que se está conociendo como Matemáticas emocionales. ¿Qué opina de ellas?

R.– Las Matemáticas emocionales aparecen a partir de un problema importante: estamos comprobando que los resultados en Matemáticas de los niños y las niñas son muy diferentes a favor de los niños. En comprensión lectora, no. Ahí es al revés, las niñas tienen mejores resultados, pero lo que nos preocupa son las niñas. Y a algún cerebro muy brillante ha pensado que para conseguir que las niñas se acerquen más a las Matemáticas hay que darles ahí un aporte emocional y lo que tienes que desarrollar en ellas es un pensamiento conceptual.

A mí me gusta mucho lo que decía la primera generación de feministas. Decían que “la razón no tiene sexo”. Y plantear que hay una parte de la población cuya razón va asociada a su sexo y que necesitan emociones para compensar sus problemas con la razón creo que es despreciar la inteligencia de las mujeres.

P.– Hace un tiempo, Montserrat Gomendio me decía que “para el PSOE la equidad se había vuelto más importante y más prioritaria que el rendimiento académico”. ¿Está de acuerdo?

R.– Sí, eso es obvio. Pero hay que tener en cuenta que la equidad es un concepto extraordinariamente ambiguo. La equidad lo que mide es la dispersión. A la equidad le da igual que tú y yo tengamos un cero, que tengamos un diez cada uno. La equidad es la misma. Pero si tú tienes un diez y yo tengo un cero, entonces somos inequitativos.

A mí no me preocupa la equidad, sino lo que me preocupa es cómo conseguir que los niños pobres encuentren en la escuela un medio no para ocultar sus dificultades, sino para superarlas.

Gomendio, número dos de Educación con Wert: «Para el PSOE, la equidad es prioritaria al rendimiento académico»

P.– ¿Cómo debe de ser un buen maestro?

R.– Lo que tiene que saber es, primero, que nadie salga de su clase con una herida. Que el alumno debe sentirse seguro y no tonto. Y, segundo, tiene que programar las actividades de una manera que se vaya de lo desconocido a lo conocido, de lo sabido a lo nuevo. Y a la hora de plantear lo nuevo el buen maestro tiene que ser exigente, pero la exigencia se compensa si el maestro ha enseñado bien el camino hacia lo exigente.

P.– Entonces un buen maestro debe plantear objetivos altos a sus alumnos.

R.– Sí, por respeto al alumno, porque si crees en la persona y crees en su dignidad, su dignidad te está exigiendo a ti, como profesor, que desarrolles el potencial que hay en cada niño.

P.– ¿En España se ponen objetivos altos a los alumnos?

R.– A algunos sí y otros no y eso se ve reflejado en los distintos resultados que tienen nuestros alumnos en PISA, según la comunidad donde estudien. En Castilla y León tienen muy buenos resultados o en Galicia no van mal porque han mantenido a un consejero de educación durante siete u ocho años. Eso es bueno porque en España tenemos otro vicio, además de evaluarnos por la altura de nuestras intenciones: cuando llega un nuevo consejero, sea del partido que sea, llega con vocación de fundador y nadie llega con vocación de continuador y, por narcisismo, piensa que lo que ha heredado no vale y lo cambia. En Galicia hay continuismo y eso se refleja en los resultados.

Otro ejemplo: en Asturias se ha hecho una revolución en resultados en comprensión lectora y lo que deberíamos hacer todos es analizar con lupa lo que han hecho en Asturias para imitarlo sin mirar el color del partido que ha ejecutado la política. O fijarnos en Soria. Cuando apareció el estudio de PISA, yo escribí un artículo que defendía esta tesis: Soria tiene resultados superiores a Finlandia, porque los ha tenido a lo largo de los años. ¿Por qué no viajamos a Soria en vez de a Finlandia? Aun así, para un presidente de la Generalitat, por ejemplo, tiene más glamour viajar a Finlandia que a Soria. Pero todo es sentido común: hay que intentar aprender de quien lo hace mejor que tú.

Gregorio Luri, durante su charla con EL ESPAÑOL.

Gregorio Luri, durante su charla con EL ESPAÑOL. Sara Fernández EL ESPAÑOL

P.– ¿Qué ha pasado para que Cataluña se haya hundido en PISA y sea la 14ª comunidad en resultados?

R.– Ya en los resultados de Cataluña del último PIRLS [Estudio Internacional sobre el Progreso en la Capacidad Lectora de los niños de 10 años] aparecía un dato preocupante: Cataluña, en comprensión lectora, se situaba entre Ceuta y Melilla. A la cola. No se reaccionó y cuando se hizo fue cuando en PISA apareció que Cataluña había perdido 24 puntos del 2012 al 2022, es decir, un curso.

P.– O sea, Cataluña en 10 años ha perdido un curso en comprensión lectora.

R.– Como el País Vasco y Navarra.

P.– ¿A qué se debe?

R.– No lo sé. Te podría dar opiniones, pero debo ser riguroso.

P.– ¿Por qué las comunidades de la mitad norte de España suelen tener mejores resultados en PISA?

R.– Se puede establecer un triángulo cuyos vértices son Vigo, Pamplona y Madrid y las comunidades que quedan dentro de ese triángulo tienen buenos resultados. Las otras no. Es más, te voy a contar una cosa: Castilla y León fue la primera comunidad en ser alfabetizada. Algo tendrá que ver. Además, con los últimos datos de PISA publiqué mi artículo diciendo “Tenía razón: Soria no solamente es superior a Finlandia, sino que es más resiliente. Sigue arriba en los resultados y Finlandia se está hundiendo”.

Pero lo que admiro de ellos es que esa tarde me envió un mail el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, no sólo para agradecerme el artículo, sino que me dijo: “Estamos seguros de que conoces cosas en las que podemos mejorar, ven y cuéntanoslas”. Es decir, es admirable que quieran seguir mejorando. Eso es lo que debemos hacer todos con tranquilidad: aprender de los demás; de otras comunidades que hacen las cosas que la nuestras, etc. Reconocerlo abiertamente y aprender de los demás.

Gregorio Luri, el sabio de la Educación.

Gregorio Luri, el sabio de la Educación. Sara Fernández EL ESPAÑOL

P.– O sea, que hay que ir a Soria.

R.– Sin duda. O al menos a Castilla y León. Pero hay que ir a todos lados donde se mejoren los resultados. Por ejemplo, a Extremadura, que está mejorando en PISA; al País Vasco, cuyo absentismo escolar es bajo. Todas las comunidades tienen cosas positivas y lo ideal sería coger lo mejor de todas.

P.– Si Gregorio Luri fuese ministro de Educación, ¿qué haría?

R.– Dimitiría inmediatamente por mi baja capacidad para trabajar en equipo. Yo soy un francotirador. Además, no represento a nadie, no soy portavoz de nadie y eso me ha dado una libertad enorme. Pero lo que está claro es que si tenemos comunidades que lo hacen bien imitémoslas.

Fuente: https://www.elespanol.com/reportajes/20250320/gregorio-luri-sabio-educacion-sobreproteccion-hijos-convirtiendo-forma-maltrato/932407279_0.html

INVITADOS A LA VIDA. CUIDADO DE SÍ, DE LOS OTROS Y DEL PLANETA.

Sebastián Gámez Millán

Durante el juicio le preguntaron a Sócrates si era el más sabio de los atenienses, a lo que respondió con su característica ironía: “Sólo sé que no sé nada”. Conviene distinguir entre la ignorancia, uno de los principales orígenes del mal, y el reconocimiento de la ignorancia, que es el espíritu filosófico que nos impulsa hacia la búsqueda sin fin del conocimiento y que desemboca en el horizonte interminable de las ciencias. Frente al frontispicio del oráculo de Delfos Sócrates se encontró con aquellas misteriosas palabras que marcaron el rumbo de su existencia: “Conócete a ti mismo”.
¿Por qué a lo largo de la historia de la filosofía, al menos hasta Kant, ha primado la epistemología sobre la ética y la política, pongamos por caso? Porque dependiendo de los límites de nuestro conocimiento podemos cuidar mejor o peor de nosotros. De este
modo el “conócete a ti mismo” (que depende de la antropología y la epistemología) es
inseparable del cuidado de sí (ética), de la misma manera que el cuidado de sí se encuentra íntimamente vinculado con el cuidado de los otros (ética-política), no sólo
porque vivir es convivir con los otros, sino también porque no hay yo sin los otros, sin
nosotros. Desagradecidos, olvidamos que venimos al mundo de la vida gracias a los
otros, y que nuestra adaptación depende a menudo de los otros. Y no sólo entre
cachorros humanos el calor y el afecto es vital para la supervivencia, también en otras
especies de animales.
¿Qué significa “cuidar”? Según el Diccionario de la RAE: “poner diligencia, atención y solicitud en la ejecución de algo”. El origen etimológico proviene del antiguo “coidar”, y este del latín “cogitare”, que quiere decir “pensar”. Evidentemente, para cuidar de nosotros no nos queda otra que pensar. ¿Quién puede “andarse con cuidado” sin pensar? Pensar bien equivale a cuidarnos, a ser prudentes, a prevenir, a predecir y
anticipar la incertidumbre, como hace el conocimiento científico, a ejercer la libertad y
la responsabilidad adecuadamente. Cuidar de sí es cultivarse, y de la misma manera que una tierra cultivada produce sus mejores frutos, una persona puede dar lo mejor de sí cultivándose. En su misma órbita gira la palabra “cultura”, sin la cual es inconcebible la historia de la humanidad. Somos naturaleza y cultura: ¿acaso no es esta última es la que modela y moldea nuestra biología?
Sorprende, pues, que Kant separara conocimiento y ética, a pesar de que señaló que “la libertad constituye la ratio essendi de la ley moral (…) y la ley moral supone la ratio cognoscendi de la libertad”. En palabras de Michel Foucault, “la libertad es la condición ontológica de la ética. Pero la ética es la forma reflexiva que adopta la libertad”. Aceptando el pluralismo axiológico, si la ética amplía nuestros márgenes de libertad, tanto desde una perspectiva individual como social, ¿cómo es posible que no implique conocimiento?
Me atrevería a defender que no hay vida humana ni cultura sin ejercicios ascéticos, lo que en cierto modo equivale a decir cuidados. El prejuicio que pesa sobre ellos es que se entienden como una renuncia, cuando es más bien una preparación ante lo incierto del destino. Los ejercicios espirituales de Pierre Hadot, que han permitido reinterpretar la historia de la filosofía desde un punto de vista más práctico, son formas de cuidado de sí y cuidado de los otros. Inspirándose en el anterior y en Heidegger, Michel Foucault escribió sobre la cura sui y las tecnologías del yo.
Sin embargo, es una praxis que se remonta a los orígenes de la filosofía occidental: platonismo, aristotelismo, epicureísmo, estoicismo… y que alcanza la modernidad: Montaigne, Descartes, Spinoza, Nietzsche, Wittgenstein… Un ejemplo: tras haber tomado la cicuta, mientras esperan la despedida irrevocable, le pregunta un amigo a Sócrates: “¿qué es lo que nos encargas a éstos o a mí, bien con respecto a tus hijos o con respecto a cualquier otra cosa?” A lo que responde el filósofo: “Lo que siempre estoy diciendo, Critón, nada nuevo. Si os cuidáis de vosotros mismos, cualquier cosa que hagáis será de mi agrado, sino también del agrado de los míos y del vuestro propio”.
Otro de esos ejercicios filosóficos, según Hadot, es mirar a lo alto. Por medio de la imaginación y de la inteligencia se trata de volver a situar al ser humano ante la inmensidad del universo, haciéndonos tomar conciencia de lo que es y, en consecuencia, adoptar una perspectiva universal adecuada (¿cuántas cosas nos parecen en principio de una importancia capital y luego nos resultan ridículas?). Pues bien, desde la revolución científica (Copérnico, Galileo, Descartes, Newton) a nuestros días la ciencia ha avanzado con frecuencia distanciándonos de una visión antropocéntrica que coloca al ser humano en el centro del cosmos: sin ir más lejos, pensemos en el paso del geocentrismo al heliocentrismo; en la teoría de la selección natural de los seres vivos, de Darwin; en que no es la conciencia ni la razón las que gobiernan nuestra existencia, sino lo inconsciente, según Freud.
No es casual, pues, que el imperativo categórico de Kant, que sitúa al hombre en
el centro de la Tierra, fuera reformulado más recientemente por Hans Jonas de la
siguiente forma: “Actúa de modo que no pongas en peligro las condiciones para la
subsistencia indefinida de la humanidad en la tierra”. Es un cambio de paradigma:
nuestra relación de deber, de responsabilidad, ya no es sólo con nuestros semejantes,
sino también con los demás animales, con las plantas y, en suma, con el planeta.
Quizá el cambio climático es el tema de nuestro tiempo. Probablemente no haya
otro que posea similares ramificaciones, implicaciones y consecuencias que van desde
la ecología a la biología y la economía, desde la ética a la política. En otras palabras, no
hay otro asunto que pueda afectar tanto, y de forma irreversible, a la subsistencia del
planeta Tierra, del que dependemos todos los seres vivos. Con todo, también en ello soy pluralista y no debemos perder de vista otros problemas fundamentales: las guerras, el hambre, la pobreza, la inmigración, la lucha por la igualdad, la erosión de las
democracias, que son las formas de gobierno que defienden conjuntos de valores más
cercanos a los Derechos Humanos…
La Final de la XII Olimpiada Filosófica de Andalucía se celebrará por tercer año consecutivo en la Biblioteca Pública “Antonio Garrido Moraga”, de Alhaurín de la
Torre (Málaga), el sábado 8 de marzo de 2025, bajo el tema de “los cuidados” en las
modalidades de disertación, fotografía y vídeo filosófico. Aunque es una suerte
dedicarse a la enseñanza, en contacto con los niños y jóvenes que nos sucederán, la
transmisión educativa está acompañada a menudo de expectativas que no se cumplen,
incomunicación, sin sabores y soledad. Sin embargo, en la final de estas Olimpiadas
Filosóficas brilla la excelencia de un alumnado que lo mismo defiende con arte y rigor
lógico una argumentación que interpretan una imagen o una canción, celebran la
amistad o la propia vida.
Es posible que los cuidados, que son nuestras responsabilidades y antes se llamaron virtudes, concepto que prefiero de todos ellos, se podrían sintetizar con una metáfora ontológica formulada por George Steiner: invitados a la vida. Es la persona que agradece el espacio que se le ofrece para vivir. Acepta las leyes y costumbres de sus
anfitriones, pero conversa para tratar de ampliarlas. Aprende los símbolos y la lengua de los que los acogen, pero los practica a fin de mejorarlos. En cualquier caso, cuando
llegue la hora de abandonar la casa procurará dejarla al menos tal como estaba cuando
llegó a ella. Sabe valorar justamente la herencia recibida, pues se esfuerza por elevarla a la altura de la historia, y dejarla más cuidada, limpia y bella de como la recibió. En esto
consiste acaso nuestra gratitud y nuestra dignidad como invitados a la vida, en abandonar la casa habiendo aumentado su valor durante nuestra residencia en ella.

Sebastián Gámez Millán es vocal provincial de Málaga de la Asociación Andaluza de Filosofía

Publicación: Vulnerabilidad y comunicación social

Fragilidad humana en la esfera pública

Varios autores.

Editores: Hugo Aznar GómezRodrigo Fidel Rodríguez Borges

Sinopsis

Este manual es una obra colectiva escrita por numerosos profesionales del periodismo, cada uno espeaializado en una materia, que tratan de explicar la mejor manera de comunicar temas de gran actualidad. En esta ocasión tratan el tema de la vulnerabilidad de distintos grupos, como puede ser la vulnerabilidad de las personas con discapacidad, de los niños, adolescentes, mujeres, etc.

Más información sobre el libro y su adquisición aquí:

https://www.tecnos.es/libro/comunicacion/vulnerabilidad-y-comunicacion-social-hugo-aznar-gomez-9788430991716

‘En Pere i el Globàlium’, una aproximación a la filosofía de Lluís Maria Xirinacs

Empordà

La enfermera y logopeda figuerense M. Carme Juncà (1953) presenta el libro ‘En Pere i el Globàlium’, una aproximación sencilla a la filosofía de Lluís Maria Xirinacs, este jueves en la biblioteca de Figueres (Girona). Juncà, que también ha estudiado antropología social y cultural, estará acompañada de Manuel García Sanz, presidente de la fundación Randa – Lluís Maria Xirinacs.

Lluís Maria Xirinacs diseñó el Globalium para entender la realidad en su conjunto, una herramienta, un “Modelo Global de la Realidad”, una filosofía enmarcada en la globalística, la rama del conocimiento que estudia el mundialismo. Con este modelo, Lluís M. Xirinacs clasifica todas las facetas de la realidad conocidas por el ser humano, quiere ayudar a averiguar lo esencial de cada una. El Globalium puede parecer complicado de captar, por lo que Juncà ha creado un texto ligero que introduce las bases del Modelo.

La autora explica que «Xirinacs fue una persona muy consciente de lo que significa ser humano y, por tanto, se convirtió en un hombre de acción. Tenía una amplísima base teórica, ya que era un gran erudito que dominaba temas que iban desde la física cuántica a la economía pasando por la filosofía, la historia, la geometría, la ética, el estudio de las diferentes religiones y los modos de entender el espíritu y el sagrado, etc. y que puso estos conocimientos al servicio de la acción aportando ideas para que entre todos construyéramos un mundo mejor y encontrarnos perfectamente situados, desde Dios a una alpargata según sus propias palabras. Empezó haciendo multitud de fichas que con el tiempo fueron configurando lo que sería un modelo de pensamiento global que es lo que popularmente llamamos Globalium».

Fuente: https://www.elperiodico.com/es/ocio-y-cultura/20250108/pere-globalium-aproximacion-filosofia-lluis-113206784

Filosófica-mente: Podcast de Manuel Calvo

Manuel Calvo Jiménez

Estudió Filosofía en la Facultad de Sevilla y se doctoró en esa misma facultad con la tesis titulada «El conocimiento metafísico (Fenomenología radical versus Posmodernidad)». Fue vocal por Sevilla de la Asociación Andaluza de Filosofía (AAFi) y pertenece al consejo de redacción de la revista filosófica «ALFA». Tiene publicados artículos en revistas especializadas como «El laicismo filosófico», «Ensayo sobre el sentido de la vida», «El fin de la democracia débil» o «Una esperanza racional -o cómo la filosofía puede sustituir a las religiones en algunos casos-», entre otros; así como varios ensayos de divulgación filosófica. Su obra más reciente es «Filosofía para la felicidad» (Almuzara, 2016).

También gestiona el Podcast Filosófica-mente (Filosofía, pensamiento y autoconocimiento), en el que se tratan temas de Historia de la Filosofía.

El podcast es accesible en Spotify, aquí: