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Presentación: TRACTATUS LOGICO-PHENOMENOLOGICUS. Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina.

Anunciamos la aparición de TRACTATUS LOGICO-PHENOMENOLOGICUS de Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina, publicado por EDICIONES EIKASIA, Oviedo, 2024.

En el año 2014, la Editorial Brumaria y Ediciones Eikasia publicaban Estromatología. Teoría de los niveles fenomenológicos, la primera obra de una serie de ensayos que presentan el pensamiento sistemático del pensador español. Posteriormente, siete años después, en el año 2021, Ediciones Eikasia publicará Orden oculto. Ensayo de una epistemología fenomenológica.

Una década después de la publicación de Estromatología, en abril de 2024, Ediciones Eikasia publica Por amor al arte. Ensayo de una gnoseología fenomenológica. El círculo se cierra, y el despliegue teórico desarrollado en el 2014 se concreta después de diez años en forma de gnoseología. Previamente, en su obra del año 2021, Orden oculto, esta concreción se había expuesto en forma de una epistemología fenomenológica. En el año 2024, Ediciones Eikasia nos presenta el colofón de esta sistematización: Tractatus logico-phenomenologicus.

Urbina tiene un plan trazado y premeditado. La efectividad de la diferenciación de niveles que había desplegado en su Teoría de los niveles fenomenológicos cobra cuerpo en sus últimas obras, y el resultado es un cierre fenomenológico consistente y potente que abarca toda la naturaleza y extensión del campo intencional.

La publicación de Urbina nos muestra el resultado de una fórmula filosófica que remueve los fundamentos del pensamiento contemporáneo, reordenando todas las consideraciones sobre la ciencia, el arte, la religión y la filosofía. Su obra, heredera de un materialismo filosófico, ha sabido sistematizar una geometría de ideas que se presenta como refundición y refundación, aunando las consideraciones más radicales de la matemática, de las ciencias naturales y de las ciencias humanas, en una propuesta viva, vigente y actuante, que supera nuestra tradición y el horizonte de la filosofía de hoy.

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ARTE, FILOSOFÍA Y VERDAD

Rafael Guardiola Iranzo
Presidente de la Asociación Andaluza de Filosofía

¡Qué tiempos aquellos en los que la realidad superaba a la ficción! Esta es la crónica de una gozosa serendipia en el Ateneo de Málaga. La escribo pocos días después de la celebración del Día Mundial de la Filosofía recibida por la ciudadanía sin fastos ni parabienes de postín. Me dispongo a desmentir este desdén gracias al diálogo con algunos de los artífices más cercanos del amor a la sabiduría y el gusto por la historia de la cultura, pues el tema de la verdad parece ser, parafraseando a Ortega y Gasset, “el tema de nuestro tiempo” y protagoniza los titulares de prensa y los artículos académicos.
En la sesión “Pensando con Picasso” del pasado 10 de octubre de 2024 que pude compartir en la Sala Muñoz Degrain del Ateneo de Málaga, practiqué con el profesor, crítico de arte, escritor y poeta Sebastián Gámez Millán la sospecha filosófica de forma activa. Nos encontramos en el entramado de un puñado de actividades coordinadas por José Olivero Palomeque, Secretario de la institución, que combinan la filosofía para zombis y necrófilos con la filosofía practicada. En ellas queda también de manifiesto el entusiasmo de algunos miembros destacados de la Asociación Andaluza de Filosofía que me honro en presidir, como Antonio Sánchez Millán, poeta y filósofo práctico, y nuestro amigo, bioquímico y también filósofo práctico, Ramiro Ortega Subires. Me explico.
Empleando el Guernica de Picasso como recurso, insistí en que las obras de arte no se
disfrutan plenamente si omitimos la labor de los intérpretes, aunque muchas veces la
interpretación, inspirada por ideologías alienantes y sesgos cognitivos, traiciona el significado de la obra en su empeño de mostrar lo universal en lo particular. Por eso hay que intentar proteger al Guernica, convertido en mito, de sus adoradores, como escribiera el pintor Antonio Saura: nada hay en el cuadro que remita a un hecho histórico, sino a cuestiones privadas, como el conflicto erótico del pintor con sus amantes del momento, Dora Maar y Marie-Thèrese Walter, o a la memoria familiar del propio Picasso. Los especialistas nos recuerdan que en la Estética y en la Teoría de las Artes late una tensión entre lo particular y lo universal. Pues individuales, personales y subjetivos son los gustos y las experiencias estéticas, aunque nuestra aspiración sea el logro de un conocimiento objetivo fruto del acuerdo universal. Este es, ente otros, el ideal filosófico hegeliano de la presencia de lo universal en las manifestaciones artísticas concretas.
Por otra parte, como subrayara, entre otros, el filósofo norteamericano Nelson
Goodman, el arte tiene la virtud de “crear mundos”, de generar ambientes, una especie de escenografía teatral que tenemos que reconstruir a través de sus diferentes versiones. Por ejemplo, los mundos que crea Veermer están presididos por la intimidad de lo privado y la armonía, de tal modo que al contemplar sus cuadros deseamos entrar. Pero no todas versiones son “correctas”. Dice Goodman: “Hacer versiones-del-mundo-correctas –o hacer mundos- es algo más difícil que hacer sillas o aviones, y es frecuente fracasar en ello, en su mayor parte, porque de lo que disponemos es de un escaso material reciclado, procedente de mundos antiguos e inquebrantables.” Umberto Eco señala también que algunas afirmaciones sobre los textos literarios son verdades absolutas: “Con respecto al mundo de los libros, proposiciones como Sherlock Homes era soltero, Caperucita Roja es devorada por el lobo pero luego es liberada
por el cazador, Ana Karenina se mata, seguirán siendo verdaderas toda la eternidad y jamás podrán ser refutadas por nadie”. Por el contrario, “Hamlet se casó con Ofelia” o “Superman no es Clark Kent” son enunciados falsos, puesto que el mundo de la literatura nos inspira tal confianza, que no pueden ponerse en duda algunas proposiciones, son un “modelo de verdad”. Están registradas en un texto y el texto es “como una partitura musical”.
Muy al contrario, resulta que “en nuestro tiempo”, la verdad que podemos cosechar en
la ficción artística difícilmente puede encontrar acomodo en la realidad: estamos perdidos en el mundo de las interpretaciones, de los “relatos”, fruto de la sobredosis de información al que estamos expuestos. En esto no estoy siendo nada original. ¿Y si el mejor tratamiento para la enfermedad social de la posverdad y del egoísmo –que se sustenta en las patas del infantilismo y el victimismo contemporáneos- se encontrara en el mundo del arte? Esta es la propuesta del viejo Schopenhauer, y sobre la base de sus ideas edificaron Horkheimer y Adorno el pensamiento de la llamada “Escuela de Frankfurt” y emprendieron su pugna frente a la “razón instrumental” –el pensamiento que proclama el imperio de los medios para lograr fines- y el utilitarismo en sus versiones más groseras. Nietzsche y Goethe también confiaron en el poder cognitivo de la experiencia artística, consiguiendo que el cadáver de Platón se revolviera en su mausoleo invisible del Mundo de las Ideas.
¿Y si la lucha más eficaz frente al egoísmo y la posverdad se encontrase en la experiencia estética, desinteresada y plurisensorial? Como afirma la filósofa catalana Marta Tafalla: “Desde una concepción schopenhaueriana, la estética no es una mera actividad hedonista, ni mucho menos un capricho ni un lujo: es una vía para construir una relación más ética y pacífica con los otros seres humanos y con la naturaleza en la que vivimos”. Lo lógica hace que nos elevemos, a un tiempo, frente a la estupidez y el vano optimismo de la charlatanería, pero la estética –de algún modo- nos salva. El problema sea, tal vez, que muchos no quieren ser salvados, quieren permanecer en las profundidades de la caverna de Platón.
Precisamente, frente a la amenaza de Platón, quien quería a poetas y artistas fuera de
la Polis por ser unos miserables cazadores de sombras que nos alejan de la verdad, me atrevo a enarbolar aquí, con un pecho fuera si así lo exigiera el guion, la bandera de Aristóteles.
Oponiéndose a su maestro, Aristóteles rehabilitó la poesía y el arte como parte de la vida buena, como nos recuerda el historiador de la literatura y crítico literario francés, Antoine Compagnon en un famoso discurso pronunciado en el Collège de France. El ser humano aprende gracias a la “mímesis”, a la imitación o representación, “por mediación de la literatura entendida como ficción” y esto nos proporciona placer. La catarsis, es decir, la purificación o depuración de las pasiones por medio de la representación tiene como resultado “una mejoría de la vida tanto privada como pública”. Pues la literatura (el cuento, la fábula, la ficción) tiene un fascinante poder moral –algo que se reconoce desde Horacio y Quintiliano, hasta el clasicismo francés. Por eso conviene reservar un lugar adecuado a la literatura y el arte en el espacio público y, en particular, en la escuela. Un lugar como el que se destina a las tecnociencias.
Entre las conclusiones del reputado filósofo francés Gilles Lipovetsky en la conferencia
sobre “El capitalismo artista” que pronunciara hace dos años en el Museo Pompidou de Málaga se encuentra la defensa del arte como promesa de felicidad, como hiciera Stendhal en su tiempo. No hay que demonizar el arte porque nos aporte “momentos” de felicidad y no la felicidad completa. No obstante, tampoco debemos sacralizarlo. El capitalismo industrial ha encontrado la clave para crear infinidad de objetos, procesos y sucesos que hacen más cómoda nuestra vida. Pero comparto con Lipovetsky, que el reto está en aumentar la calidad de los mismos y para ello, es imprescindible colaborar en la formación estética del público
promoviendo la “educación artística”: hay que crear deseos bellos, cultivar la ironía, y desterrar el mal gusto. La verdad está en juego.

Publicación: «Ser Responsable I. Libertad sin Responsabilidad»

En esta obra se tratará un aspecto específico de la Libertad como uno de sus componentes esenciales, y éste no es otro que la Responsabilidad. Se pretende, así, elaborar la necesaria arquitectura conceptual y terminológica que permita abordar con rigor todo el campo de influencia de la Responsabilidad en el conjunto de sus acepciones y aplicaciones. Partiendo de la consideración sobre el inherente sentido orientado responsablemente que mantiene el actuar humano, lo que será necesario razonar, se convocarán numerosos saberes y conocimientos organizados para así poder estimar debidamente la visión poliédrica que exige la Responsabilidad, término ahora muy manido, aunque, eso sí, poco argumentado.

Ésta es la primera parte de una obra más amplia, dividida en dos volúmenes, que se completa, en un segundo tomo, con una visión histórica de lo que supone la Responsabilidad para ejercer y preservar la Libertad. En la primera —en ésta—, se argumenta sobre la Responsabilidad; en la segunda, se ejemplifica sobre la Responsabilidad. La inicial es filosófica; la consiguiente, histórica. Por la anterior, se transitará, entre otros saberes, a través de la lógica, la epistemología, la antropología, el derecho, la ética, la moral o, incluso, la política; por la posterior se hará en el campo de la historia contemporánea, en concreto correspondiendo el análisis al periodo de nacimiento, auge, apogeo y destrucción provocadas por el nazismo, con todas sus macabras y delictivas consecuencias, como ejemplo de lo que supone la conculcación de la Libertad por ausencia de Responsabilidad.

El libro puede adquirirse AQUÍ

Hay acceso al primer capítulo del libro AQUÍ

LA FILOSOFÍA EN TIEMPOS DE LA I.A

Pedro Feal

   El jueves 21 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Filosofía. Esta veterana disciplina del pensamiento, de bello nombre de origen griego (cuyo significado es “amor a la sabiduría”), se enfrenta en la actualidad a grandes retos. Mencionaré ahora dos de ellos:  en primer lugar, a escala nacional, la asignatura de Historia de la Filosofía afronta una considerable renovación en el último curso de Bachillerato y en la nueva Prueba de Acceso a la Universidad (P.A.U.), que es todo un desafío para la continuidad futura y el prestigio de la materia. Sin embargo, el segundo reto, a nivel global, es mucho mayor: afrontar el impacto cultural, social y cognitivo que supone la introducción de la Inteligencia Artificial (IA) en todos los ámbitos del conocimiento y de la vida humana.

    La Filosofía puede definirse como una reflexión racional acerca de la realidad en general. Por ello la primera función que ahora le corresponde es distinguir lo que es real de lo que no lo es en el flujo de información que llega a nosotros a través de los medios de comunicación y de las redes sociales. La tecnología actual es capaz, valiéndose de la IA, de generar todo tipo de contenidos (imágenes, sonidos, textos, vídeos, etc.) puramente simulativos, que no corresponden a ninguna realidad existente fuera del ámbito digital. Por tanto, proporcionar métodos y criterios para poder diferenciar lo real de lo simulado es una de las tareas más importantes de la Filosofía en el presente. Dado el alud de informaciones falsas (“fake news” o bulos) que   circulan  en  los dominios de internet, parece conveniente por ejemplo reeditar la duda metódica cartesiana como un procedimiento adecuado para poner en cuestión cualquier dato, noticia o imagen que recibamos a través de los medios sin suficiente garantía de validez real.

  Por otra parte, la Ética es la parte de la Filosofía que se ocupa de estudiar y analizar los valores y las normas  que han de regir la conducta individual y social. La IA ha nacido sin reglas morales propias, por lo que es preciso diseñar una ética específica para ella. Así,  dado que esta tecnología se surte de textos e imágenes preexistentes que transmiten valores sesgados (pongamos por caso, racistas o sexistas), se ha observado que la IA, de modo en principio automático e  inconsciente, refleja en sus producciones dichos valores y sesgos. De ahí la necesidad de desarrollar un pensamiento  crítico que permita reconocer la ideología velada que subyace a las realizaciones de la IA,  proponiendo en su lugar valores alternativos. Además, esta tecnologìa debe subordinarse siempre a los derechos humanos, incluídos los de autor, así como los relativos al respeto a  la privacidad y a la dignidad de las personas.

    En general, la actitud reflexiva y crítica propia de la filosofía ha de velar por evitar y contrarrestar los usos ideológicos, propagandísticos y manipulativos de la IA por parte de los poderes públicos y privados (como las grandes corporaciones internacionales que la promueven).  Como han puesto de manifiesto  Byung Chul-Han y Yuval Noah Harari, entre otros, la potencia de la IA para utilizar o deformar la información y controlar a los individuos es tal que puede conducir a un nuevo tipo de totalitarismo tecnológico, que ya se estaría experimentando en países autoritarios  pero que también podría pronto extenderse  por ejemplo a  los Estados Unidos de Trump y Elon Musk, al menos en grado incoativo.

     Y en efecto, es de prever y temer que quienes  dominan la comunicación y la información- y por lo tanto el mundo- hagan todo lo posible por crear una nueva caverna platónica en la que una población hechizada por las triquiñuelas tecnológicas siga sus dictados casi sin darse cuenta y hasta con agrado. De hecho, es algo que en alguna medida ya está ocurriendo ahora mismo con los móviles y las redes sociales, a las que gran parte de la población se ha vuelto adicta en poco tiempo.

     La tarea de la Filosofía en este nuevo” mundo feliz” (en el irónico sentido de Huxley) no es menor: enseñar a  diferenciar lo verdadero de lo falso, lo real de lo irreal, lo moralmente válido de lo nocivo, y formar en el pensamiento crítico y autónomo,  así como en el hábito de la reflexión, a unas mentes ya demasiado saturadas de una información a menudo ficticia o vana y en todo caso, excesiva. Mentes además  urgidas por un inmediatismo inducido por la velocidad de los medios  que utilizan y por los que son a su vez utilizadas. Se trata de una tarea hercúlea y a contracorriente pero necesaria, que ha de contar con la ayuda del espíritu humano y su natural  “amor a la sabiduría”- que lo es también a la verdad y a la libertad- para poder ser realizada.

Pedro Feal es Catedrático de Filosofía jubilado

MEDITACIONES ESTÉTICAS. LA EXPERIENCIA SENSIBLE Y SUS HORIZONTES

Se publica Meditaciones estéticas. La experiencia sensible y sus horizontes. Coordinador Davide E. Daturi. Editorial Tirant Humanidades, Valencia, 2024.

¿Cuál es el futuro de la Estética en una época en que su objeto específico, el arte, parece haber olvidado toda regla y principio objetivo, y está a merced del poder reconstructivo de las nuevas tecnologías? ¿Qué tanto, hoy, conviene regresar al día en que nació, cuando fue definida una «gnoseología inferior»? Actualmente, justo esta improbable unión, en que por primera vez se encontró plasmada la posibilidad del vínculo entre sensibilidad y verdad, sigue representando un punto de partida poderoso para trazar nuevas coordenadas y abrir caminos inesperados en la comprensión del ser humano y su potencial creativo. Por tanto, pensar en la Estética hoy a partir de lo sensible significa regresar a plantearse el estatuto mismo de su existencia dentro del horizonte siempre renovado de las artes contemporáneas. En este sentido, la noción de sensibilidad leída en el marco fenomenológico, la reflexión sobre una «razón pictórica» en María Zambrano, la desimbolización en el arte a partir de Walter Benjamin, la posibilidad de una Estética dentro del Nuevo Realismo, la necesidad de Badiou en proponer el viraje hacia una “inestética” o la histórica interacción entre lo estético y lo político planteada por Rancière, son algunas de las coordenadas vivas elaboradas en este texto para poder mapear un territorio en continua reestructuración. Propiamente es este el objetivo del libro: reunir diferentes voces de expertos de México, España e Italia, trazando un diálogo que nos acompañe en la comprensión de una de las disciplinas más productivas y cuestionadas de la filosofía.

Acerca de la educación del siglo XIX europeo

En su tesis doctoral, Juana García Romero examina la evolución y los conflictos de la educación durante un período crucial de transición en Europa. En esta síntesis, analiza cómo los enfrentamientos bélicos y las tensiones político-religiosas influyen en la estructura social y educativa. Destaca la polémica entre los valores del Antiguo Régimen y los valores del Nuevo Régimen, las iniciativas para mejorar la educación, tanto públicas como privadas y, también, la coexistencia de enfoques religiosos y laicos en la formación de la juventud.

El contexto histórico

Las injusticias que sufre la mayoría de la población durante el Antiguo Régimen despiertan la conciencia de los ilustrados europeos; por un lado, dan lugar a la Revolución Industrial inglesa (1780), de carácter económico, que no logra derrocar a la monarquía anglicana y, por otro, a la Revolución Francesa, de carácter político, que proclama la República (1789) bajo los principios de libertad, igualdad y fraternidad. Mientras tanto, en España comienza el reinado de Carlos IV.

Estos acontecimientos influyen directamente en el contexto histórico español porque se intenta pasar de una sociedad estamental a una sociedad clasista, como la que prevalece en Europa, donde la burguesía es la clase dominante. Para evitar esto, se bloquean las reformas ilustradas. Ante la invasión napoleónica, la Guerra de la Independencia (1808-1814) reafirma a los españoles como un pueblo europeo, cuyo sentir religioso confirma la existencia del pueblo español. Con la Constitución de Cádiz (1812), conocida como «La Pepa», se inicia el constitucionalismo español.

Las guerras carlistas tienen un carácter político-familiar entre los partidarios de don Carlos y los de doña Isabel. La Pragmática Sanción de 1830, que deroga la Ley Sálica, resuelve la crisis dinástica a favor de Isabel II.

En 1861, Fernando de Castro pronuncia un Sermón ante la Corte acerca el terremoto de 1755 que afecta a Lisboa. Hace una analogía entre los terremotos y las revoluciones sociales, afirmando que las revoluciones sociales ponen en peligro el orden social establecido. Defiende el cristianismo como medio para superar estas crisis y recuerda que Dios es el fundamento del orden social y que sus preceptos deben ser aceptados para que la sociedad funcione correctamente.

En 1868 estalla «La Gloriosa», una revolución que no es reconocida ni condenada por el Papa, como esperaba la exiliada Isabel II. En este año también se firma una declaración a favor de la libertad de religión y la igualdad de cultos.

En 1869, se intenta una monarquía democrática con Amadeo de Saboya, que fracasa, dando paso a la República (1873-1874) reconocida por Estados Unidos y Suiza. El presidente Pi y Margall propone una Federación Universal de Naciones para la Humanidad.

Sucesivos golpes de Estado inducen a la proclamación de Alfonso XII (1874-1885) como monarca constitucional y, en 1886, con el nacimiento de Alfonso XIII, se resuelve la forma de gobierno de España, aunque aumentan las protestas y los movimientos sociales.

No obstante, el liberalismo prevalece a lo largo de este siglo. Europa está superando el Antiguo Régimen, pero en España, se consolida con la Restauración canovista, donde las instituciones reflejan la realidad histórica del pueblo español.

A su vez, se consolida el ideal femenino heredado de la Ilustración europea, donde la mujer está supeditada al hombre.  Sin embargo, en el siglo XIX se considera que la educación es el medio más adecuado para aliviar la penosa situación de la sociedad española, dando lugar a nuevas iniciativas pedagógicas y a la creación de centros educativos, beneficiando a mujeres, jóvenes y niños, principalmente.

La educación en el siglo XIX

En 1858, a Fernando de Castro se le encarga redactar una memoria educativa. En ella, destaca la importancia e influencia de la educación de la juventud como garante de la prosperidad social y base para la construcción de los Estados. 

Castro expone que en Francia, el sistema colegial interno es el más útil porque promueve el progreso del conocimiento humano; en Alemania, el sistema colegial externo es el más conveniente para las familias, pues valora las costumbres y humaniza la sociedad. Para España, propone la educación mixta como la más apropiada y sugiere la cooperación de las familias en la organización de la enseñanza pública. Sin embargo, observa que la educación familiar es difícil en ese momento porque, por un lado, las madres no tienen la instrucción adecuada para ser modelos de virtud y urbanidad y, por otro lado, percibe falta de interés por parte de los padres. Así pues, reclama la creación de Institutos para la educación de los jóvenes.

Julián Sanz del Río introduce la filosofía krausista en el ámbito universitario, lo cual preocupa al pensamiento católico vigente debido al proceso de secularización que la sociedad española empieza a experimentar. La Constitución de 1869 recoge estos cambios y derechos mientras que la Universidad se convierte en la institución que más apoya la modernización de la sociedad, aunque sin superar las incoherencias del sistema, reflejo de las contradicciones internas de la clase dominante. Sin embargo, se logran reducir las desigualdades al facilitar el acceso a una educación integral mediante la modificación de los planes de estudios.

En 1857, Sanz del Río califica la enseñanza universitaria como un «segundo nacimiento». Aunque recuerda a Hegel, sus referentes son Kant y Krause. Se interesa por la difusión de la filosofía krausista en detrimento de la hegeliana. Reclama la independencia y el respeto para cada institución, destacando la Universidad como la más importante, pues debe velar por la Cultura y la Ciencia, donde el conocimiento racional es competencia exclusiva del cuerpo científico, y no del Estado o la Iglesia.

En 1868, se reincorporan a los catedráticos separados de la Universidad Central. Fernando de Castro introduce la figura de Jesucristo en su discurso, determinante para entender el nuevo enfoque de acceso al conocimiento de la Ciencia y la Cultura, donde la libertad es el garante del correcto desarrollo del conocimiento humano. Califica a la Universidad como la «segunda madre de la juventud», desde donde se divulgan la Ciencia y las Letras y se consolida la apertura hacia la modernidad europea.

En 1870, se funda la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, presidida por Fernando de Castro, enfocada en elevar el nivel cultural y social de la mujer según el ideal católico-cristiano. 

En 1872, se funda la Asociación Católica de Señoras, presidida por la Condesa de Superunda, con la aprobación del Papa Pío IX. Esta asociación se preocupa por la educación de la infancia necesitada y enseña a las niñas las labores propias de su sexo. Aunque los niños y las niñas reciben enseñanzas diferentes, la memoria se ejercita y potencia en ambos sin distinción.

En 1876, se funda la Asociación de la Institución Libre de Enseñanza, presidida por Laureano Figuerola, centrada en el estudio de la Ciencia mediante métodos racionales. Posteriormente, en 1882, bajo la presidencia de Segismundo Moret, se centran en la educación primaria y secundaria, excluyendo la superior, pero manteniendo actividades como conferencias, publicaciones, reuniones musicales…, consideradas neutrales. 

Aunque la intención es buena, resulta difícil creer en dicha neutralidad porque, por descontento con el sistema educativo, optan por crear esta digna alternativa educacional. Estas asociaciones se ubican en Madrid.

Este artículo fue originalmente publicado en la web de la Universidad Autónoma de Madrid, y es accesible en su totalidad AQUÍ

Juana García Romero (Madrid, 1969) es profesora y doctora en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Ha participado en el cortometraje Próxima Estación, galardonado en el I Festival Internacional de Cine de la No-Violencia Activa (FICNOVA, 2013). Escritora científico-artística, ha publicado varios libros y colabora en revistas científicas, de poesía… Inició su actividad profesional en 1988 y desde 2006 ejerce como docente e investigadora, rol que desempeña hasta la actualidad.

Educar en valores en tiempos políticos convulsos.

Elisa Rosselló Forteza. Profesora de Filosofía.  Presidenta AFIB (Asociación filosófica de las Islas  Baleares).

Foto de Jaume Muntaner

Nuestra tarea es educar en valores, pero ¿Cómo hacerlo si desde la ventana del aula hacia fuera lo que observamos no responde al modelo al que queremos aspirar? ¿Cómo invitar al alumnado a resolver los conflictos a partir del reconocimiento del otro, de su dignidad, mediante el diálogo y el consenso? La juventud es mucho más inteligente de lo que parece, y como queda patente,  responde con practicidad:  

¿Por qué esforzarme en el proyecto común de trabajar para un mundo mejor? ¿Qué gano yo en concreto? 

Ante esta tesitura, pienso que nuestra respuesta debería ser una pregunta: ¿todo lo que hacemos debe ser para “ganar algo”? Empezamos por ahí… ¿Qué es ganar? ¿Qué es perder?

Educar en valores basados ​​en la imposición y la competitividad, es seguir apostando por el individualismo que fundamenta el sistema social y económico actual, es continuar en una direccionalidad hegemónica que descansa sobre la verticalidad de los valores capitalistas y patriarcales donde todo se convierte en jerarquía y relaciones de poder. Entonces… ¿y si empezamos a cambiarlo todo desde los cimientos y no desde el tejado? ¿A qué me refiero? Pues a “educar” no para “hacer” o para “conseguir”, sino a educar para “ser”. La propuesta requiere de educadores y educadoras convencidos y convencidas,  cuyo   punto de partida  sea principalmente su propia deconstrucción frente a un  mundo esencialmente utilitarista. Para priorizar “el ser” debes andar en solitario, sin esperar el reconocimiento de los que te miran, sin actuar de cara “a la galería”. Tu «hacer» y tu «decir», no deben esperar nada a cambio, se trata de «ser» desde la verdad y no desde el like o el postureo. Recuerdo cuando era joven, (en el sentido biológico del término), observaba conductas adultas realmente escandalosas, hipócritas, interesadas, superficiales… Las observaba en todos los ámbitos, en el educativo, el deportivo, el religioso, el académico, el laboral… Pero también recuerdo otras actitudes, la de personas auténticas que no se prostituyen por intereses personales, éstas son las que, sin ellas saberlo, son mis grandes referentes y todavía a día de hoy, alientan mi mirada .

Frente al panorama político actual en el que casi todos sus representantes nos muestran la parte más ridícula del ser humano, y en lugar de ofrecer soluciones, el escenario se carga de insultos, resentimiento y enfrentamiento para obtener o mantener el poder… ¿Cómo hablar en el aula de valores cívicos y éticos? ¿Cómo educar desde, a partir y en el respeto? Porque no se trata de ser o pensar igual que el otro, pero sí debe haber unos mínimos de los que se derive la buena educación. ¿Cómo hablar al alumnado de todo esto cuando la política se convierte en un montaje escenificado que ofende a la ciudadanía? Pienso que lo único que convence es la coherencia. Eres coherente si lo que dices y lo que haces no brota de un ser tramposo, falso. Sólo es coherente “quien no necesita”, quien se conoce, quien se acepta tal y como es, quien se ama y se reconoce como ser digno, capaz de transformar desde la convicción sin esperar a que la alteridad le aplauda … Si seguimos priorizando “el yo” frente a la justicia y el bien común, nada cambiará. Tal vez el cambio debe empezar por uno mismo, por una misma, sin excusas circunstanciales del “yo solo no puedo hacer nada” o yo ya no tengo edad, pienso que nunca es tarde: basta ser coherentes. La propuesta es apostar por un futuro que ya no vamos a saborear nosotros, sino los que vienen detrás. Educar en valores que fomenten la autoestima saludable, no narcisista, valores comunitarios horizontales, igualitarios, que busquen el bien común, educar en el “interés del desinterés”. Pienso que a la juventud le hace ilusión un mundo mejor, y a mí me ilusiona su ilusión. La propuesta es deconstruir para después construir, educar con cariño, con espíritu crítico, y así contagiarnos de la descontaminación todavía vigente de los y las jóvenes, en un feedback constante.

Artículo publicado en el “Diario de Mallorca” el 23/05/2024

La fiesta de la Filosofía

Rafael Guardiola Iranzo

Hoy es un día especial para la celebración de la vida. El 22 de abril de 1722 vio la luz en Königsberg, Inmanuel Kant, un referente imprescindible del pensamiento occidental. Su apelación a la osadía de pensar para lograr la mayoría de edad del entendimiento individual y social, a la convivencia pacífica, al respeto y el cosmopolismo, es un alimento imprescindible para afrontar la incertidumbre y los acontecimientos que sacuden nuestro tiempo y la zozobra de nuestra humana condición. También un 22 de abril nació en Vélez-Málaga, pero en 1904, la filósofa María Zambrano. Su peregrinaje humanista como exiliada no le impidió ofrecernos un rico legado recordándonos que la filosofía aspira a formular buenas preguntas y, gracias a la poesía y la literatura, nos podemos topar, tal vez, con las ansiadas respuestas. No en vano, como sugiere Kafka, la vida es un conjunto de enigmas de los que hemos olvidado la clave, y los libros, claves cuyo enigma no hemos localizado convenientemente. Tanto Kant como María Zambrano se plantean la vida como una investigación y nos invitan a recorrer sus pasos, casi sin saberlo. No en vano, ‘investiga y ama’ fue el lema de Ibn Gabirol, ese filósofo y poeta judío malagueño que nació en Al-Ándalus hace mil años. Al contar hoy con brújulas tan ilustres, ¿podremos socavar con ello el estéril individualismo de la sociedad contemporánea, así como sus goznes, el infantilismo y el victimismo, o poner fin al estúpido belicismo? Pienso que no, pero lo digo por si acaso. Pido disculpas por mi escepticismo.

Por si no se han dado cuenta, este largo preámbulo, producto de la logofilia filosófica, es una incitación a que acepten una falacia ad verecumdiam y otra ad populum. Mi propósito es, pues, seducir. Me explico. Acabo de llegar, cargado de endorfinas, de la fiesta anual del pensamiento joven a la que se bautizó hace once años como ‘Olimpiada Filosófica’, una de las actividades señeras, desde el año 2013, de la Red Española de Filosofía a la que pertenece la asociación andaluza que me honro en presidir. Nuestra fiesta (la XI Olimpiada Filosófica de España) ha tenido lugar, esta vez, en la ciudad de Bilbao, los días 19 y 20 de abril, y su tema, «¿qué es el ocio?». Han participado en ella, con una lucidez entusiasta 94 finalistas de las cuatro modalidades previstas: Disertación, Dilema moral, Fotografía y Vídeo, de las diecisiete comunidades y las dos ciudades autónomas del estado español.

ACABAR DE LEER AQUÍ

Este artículo fue originalmente publicado en La opinión de Málaga el 24 de abril de 2024

BAJO EL HORIZONTE DE KANT:

EL CIELO ESTRELLADO Y LA CONCIENCIA MORAL

Sebastián Gámez Millán

A la filosofía le ha perseguido casi siempre la sombra de la inutilidad, pero a decir verdad no conozco ninguna idea más valiosa que una de las formulaciones del imperativo categórico de Kant: “Actúa de tal modo que trates a los otros siempre como fines en sí mismos y nunca meramente como medios”, que es el fundamento teórico de los Derechos Humanos. A la pregunta de por qué se deben respetar, se responde con ello. No faltarán quienes aleguen que todavía se incumple con mucha frecuencia, pero en la medida que conseguimos cumplirlo nos damos el trato más civilizado que podemos darnos las personas, recíproco y como fines, no como instrumentos, cosa que por razones biológicas o económico-políticas sucede a menudo. Es la diferencia entre ser y debe ser, entre la naturaleza y la ética, dialéctica que atraviesa su pensamiento filosófico como dos líneas asíntotas que van a su encuentro sin llegar a tocarse nunca. De ahí que nada le llenara más de asombro que el cielo estrellado sobre él y la conciencia de una ley moral en sí. 

Y aunque la libertad es un postulado de la razón práctica, pues “las acciones humanas se hallan determinadas conforme a leyes universales de la Naturaleza”, la libertad es la ratio essendi de la ética, del mismo modo que la ética es la ratio cognoscendi de la libertad. Dicho en otros términos, la libertad es el fundamento de la ética, ya que sin ella carece de sentido las acciones y juicios éticos (¿cómo podríamos comportarnos libres y responsablemente si no podemos elegir?), de la misma manera que el fin de la ética es ampliar nuestros márgenes de libertad, tanto de forma individual como social. Es por esta razón por la que la libertad es considerada el valor fundamental de los modernos; es la condición de posibilidad de los demás valores. Si bien tengo para mí que la axiología se rige bajo el pluralismo: ¿o acaso no se requiere ciertas dosis de paz y de seguridad para que podamos ejercer la libertad tal como es adecuado y conveniente?

Pese a que a Kant le entusiasmaban las noticias que le llegaban de la Revolución Francesa, en la que percibía un signo de progreso de la humanidad, pues los seres humanos eran capaces de sacrificarse en aras de ideales como la libertad, la igualdad y la fraternidad, no era partidario de las revoluciones precisamente porque instrumentalizan la vida de los seres humanos. Más bien era partidario del uso público de la razón como mecanismo para introducir y prolongar reformas graduales en las instituciones, lo que sorprendentemente contrasta con su idea de que bajo “una madera tan retorcida como la de que está hecho el hombre no puede tallarse nada enteramente recto”, pues como buen ilustrado denota una inmensa fe en la razón tanto para elaborar como para reconocer argumentos que permitan progresar.

El progreso, al igual que otros conceptos (emancipación, autonomía…) de la Ilustración, fue puesto en tela de juicio durante la denominada postmodernidad, si no antes –pienso en Nietzsche, Freud o en Dialéctica de la Ilustración, de Adorno y Horkheimer–. Sin embargo, aunque tomemos conciencia de las contingencias y de la finitud humana para ponerlos en práctica, ¿podemos renunciar a ellos? Es cierto que somos interdependientes, pero eso no le resta valor a la autonomía. Mientras más autónomos seamos, ¿acaso no es mejor para nosotros y para las sociedades desde una perspectiva ético-política? Es cierto que no progresamos como soñamos, pero ¿vamos a renunciar a seguir esforzándonos y trabajar por mejorar las condiciones de vida de las personas, de los seres vivos y del planeta? Como señaló Habermas, “la modernidad –vale decir la Ilustración– es un proyecto inacabado. Parte de los problemas de nuestro mundo se deben a la falta de ilustración histórica y actual, y no sólo tecno-científica. Quienes alberguen dudas al respecto, les sugiero la lectura de En defensa de la Ilustración. Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso, de Steven Pinker.  

Claro que buena parte de la permanente actualidad de su pensamiento se debe a mi parecer al talante utópico que lo recorre. Kant, que pensaba que el ser humano es lo que puede hacer con su educación, escribió en Pedagogía: “un principio del arte de la educación es que no se debe educar los niños conforme al presente, sino conforme a un estado mejor, posible en lo futuro, de la especie humana; es decir, conforme a la idea de humanidad y de su completo destino”. Así, el sentido de su opúsculo de 1795, quizá la más esclarecedora reflexión sobre la paz que se haya escrito nunca, es “hacia la paz, perpetuamente”, pues Kant no ignora que la paz definitiva no se alcanzará nunca, ni siquiera en los cementerios, pero mientras más nos aproximemos, habrá más libertad, más justicia, más dignidad…  

En su Lógica formuló las tres preguntas esenciales: “¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar?” Preguntas que desembocan en una cuarta: “¿Qué es el ser humano?”. Con la Crítica de la razón pura respondió a la primera, produciendo un “giro copernicano” que revolucionó la teoría del conocimiento, pues del mismo modo que Copérnico imaginó acertadamente que el Sol no gira en torno a la Tierra, sino al revés, no son los objetos los que modelan al sujeto, sino que más bien se moldean conforme al sujeto; con la Crítica de la razón práctica respondió a la segunda, como con Fundamentación de la metafísica de las costumbres, transformando la ética, que ya no tendrá como fin la felicidad (Aristóteles), el placer (epicureísmo), la ataraxia o serenidad (estoicismo), la bienaventuranza (cristianismo) o la utilidad (utilitarismo), sino la humanidad; con la inconclusa Crítica del juicio responde a la tercera y de paso le da carta de naturaleza a la estética como rama autónoma de la filosofía.

Y si bien no dedicó una obra equiparable a la política, su ética contiene tan poderosas implicaciones que, a pesar del realismo político inaugurado por Maquiavelo, es inevitable volver a contar con la ética para abordar cuestiones políticas. Y al revés, no se pueden abordar cuestiones éticas sin política, como harían Arendt, Rawls, Muguerza o Habermas, algunos de los principales filósofos ético-políticos de las últimas décadas. En 1924 Ortega y Gasset escribió: “En la obra de Kant están contenidos los secretos decisivos de la época moderna, sus virtudes y sus limitaciones”. Un siglo después podemos afirmar que seguimos bajo el mismo horizonte.

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