Hacer que perdure el modelo de enseñanza de la religión del que se ha servido la Iglesia católica, extendiéndolo a otras religiones para que no se vean discriminadas, sigue implicando un déficit grave en cuanto a la laicidad de nuestra democracia
«El patio está revuelto, incluso en vacaciones. Desgraciadamente no se puede decir que sorprenda, pues son por todos conocidos los personajes que se dedican a caldear el ambiente. Cuando el recién elegido presidente del PP se dedica a lanzar soflamas xenófobas contra los inmigrantes y cuando no faltan quienes constantemente refuerzan la conexión entre inmigración e Islam para denostar a ambos, presentándolos como peligros para nuestra sociedad, nadie puede decir que le extrañe que haya movidas en torno a las medidas encaminadas a introducir la enseñanza del Islam en algunos colegios. Unos ponen las premisas y otros sacan las conclusiones; unos preparan la mecha y otros encienden el fuego. Vemos así cómo padres y madres del alumnado de ciertos centros educativos, con medios de comunicación que los jalean y cargos públicos que los lanzan al ruedo, toman el altavoz para rechazar de plano esa propuesta, aduciendo que están en contra de la “imposición” de la obligatoriedad de la enseñanza de la religión islámica en las aulas.
El caso que de modo inmediato nos trae a este debate es el que afronta el gobierno de izquierda de la Comunidad Valenciana, el cual se ve en el trance de lidiar con esa protesta cuando precisamente trata de cumplir una normativa aprobada por el gobierno del Partido Popular, aplicada en otras comunidades autónomas y planteada además con carácter experimental antes de hacerla extensiva a más colegios de zonas con proporción significativa de población musulmana. No es fácil deshacer el embrollo, y no ya por el hecho de una islamofobia de todo punto rechazable, sino por el planteamiento desenfocado de la cuestión que encontramos en las mismas bases normativas desde las que el asunto se aborda, contando con la buena voluntad de un gobierno que quiere evitar discriminaciones entre estudiantes de confesiones diversas, a la vez que pretende cumplir la ley, aunque no esté de acuerdo con ella…»
Autor: José Antonio Pérez Tapias. Revista Contexto, Nº 181 (08/08/2018)
Imagen: La Boca del Logo
Estimado D. José Antonio:
He leído con mucha atención y detenimiento su artículo «Pluralismo religioso y escuela laica». Como se puede comprobar, el artículo está muy bien trabado y argumentado. Aparentemente poco más se puede decir sobre el asunto, salvo agradecerle a Vd. su aquilatado y enjundioso razonamiento. Pero si se mira más de cerca plantea serias dudas sobre algunos de los conceptos que maneja Vd. con tanta habilidad. Para empezar, da por supuesto un significado unívoco de las palabras laico, laicidad, laicismo. Nada más lejos de la realidad. Pues, en efecto, se pueden advertir, sin investigar mucho, sentidos muy dispares y aún claramente contradictorios sobre lo que tales conceptos vienen a significar. Vd. no se molesta lo más mínimo en definirlos. Esto, viniendo de un profesor de Filosofía es muy sospechoso. Pues sabe Vd. que lo que deben hacer los filósofos en primer lugar es definir los conceptos de modo que no se presten a ambigüedades, como es su caso. Esta ambigüedad en el uso de los términos descalifica, a mi modo de ver, el artículo entero. Pues, evidentemente no sabemos muy bien a qué se refiere Vd. No se distingue bien, en definitiva, si es un artículo bien argumentado o simple propaganda. Esto, D. José Antonio, debe cuidarlo mucho más si quiere que lo tomemos en serio. Un saludo cordial.
Hasta hace solo unos minutos me pensaba un lector de español, más o menos, avezado. Qué cosa ha debido de pasarme que no comprendo el sentido del texto del Decano. Como seguramente sea error mío, le dejo escritas unas cuestiones que no me quedan claras. Interesaría saber si cuando usted propugna una «educación intercultural, en la cual ha de contar la perspectiva ecuménica que capacite para el diálogo interreligioso» sabe bien a lo que se refiere o tiene usted querencia por un tipo particular de sintagmas («índole convivencial», «transversalmente presente», «convivencia democrática desde la pluralidad»). Jamás había leído la palabra «laicamente» pero me causa cierta gracia y por ello me gusta. «Háganse los cambios legislativos necesarios» pretende sentenciar de forma un poco grandilocuente.
¿Le habla así a sus alumnos?