Margarita Santana de la Cruz*
Cuando Marga Vázquez me propuso que hiciera la entrada para Kristeva mi primera reacción fue decirle que no. Por lo poco que sabía de ella me parecía una autora muy complicada, de límites difusos, quizá por todos los campos que aborda en su reflexión: filosofía, literatura, feminismo, psicoanálisis, y escritura.
Empecé a leer algunas de sus obras y mis reticencias iniciales fueron desapareciendo (o casi). El “casi” se debe a su defensa del psicoanálisis (reconozco mis prejuicios al respecto), pero acabé pensando que es precisamente esa defensa, y su formación en esa tradición, sobre todo de la mano de Lacan, la que le permite desarrollar lo que a mi modo de ver es el eje principal de su pensamiento: el lenguaje.
En El lenguaje, ese desconocido: introducción a la lingüística, que me pareció una obra magnífica, exhaustiva y crítica, dice: “El lenguaje es la única forma de ser del pensamiento y, al mismo tiempo, su realidad y su realización”; y también: “El sujeto no es, se hace y se deshace dentro de una topología compleja en que se incluyen al otro y su discurso (…) El sujeto y el sentido no son, se producen en el trabajo discursivo”. De la resignificación de la lingüística estructuralista en el marco de una teoría general de la significación pasa a la teoría social. Esa teoría general tiene que dar cuenta de la localización social y corporal del lenguaje. Resignificar la lingüística estructuralista se traduce en ponerla contra las cuerdas a fin de transformarla para que pueda dar cuenta de un modo más completo de cómo funciona el lenguaje en general, de los conjuntos sociales y de los sujetos. A través del psicoanálisis Kristeva introduce en el lenguaje, y en el sujeto que se hace en él, los procesos pulsionales, semióticos y maternales del cuerpo: todo lo que el sujeto había excluido para constituirse. Emerge así uno nuevo, capaz de transgredir la estructura simbólica del orden social y de producir otros sentidos en un juego en el que va del yo al no yo, de la identidad a su exceso, de la actualización de dicha estructura simbólica a su rebasarla. Ese movimiento, esa dinámica, esa especie de dialéctica es la que hace que el sujeto se subvierta a sí mismo, que se convierta en un sujeto en proceso. A su vez, este cuestionamiento del propio sujeto es la condición de posibilidad de las transformaciones sociales, culturales y políticas. La subversión del propio sujeto y la subversión del orden simbólico se retroalimentan: hay que transgredir los límites que éste le confiere (en Sentido y sinsentido de la rebeldía).
La función poética del lenguaje, que no se limita a la poesía, supone conectar con lo semiótico, con lo abyecto (aquello de lo que hay que deshacerse para llegar a ser un yo pero que es íntimamente nuestro), con el propio cuerpo pulsional. Entrar en crisis es necesario para que puedan darse las verdaderas transformaciones. Por esta razón el movimiento feminista es tan importante para Kristeva. En la trilogía El genio femenino, y acorde con su idea de que lo individual es central en la vida pública, desmenuza las vidas de tres mujeres clave en la historia del pensamiento del siglo XX: la filosofía de Hanna Arendt, el psicoanálisis de Melanie Klein, y las narraciones de Colette. Elige a estas tres autoras, diseccionando los detalles cotidianos de sus vidas, para mostrar la excepcionalidad de mujeres de carne y hueso que, a pesar de las profundas crisis que sufrieron por mantener su autonomía, eligieron activamente el camino de enfrentarse y resistirse a las posiciones hegemónicas dando lugar a nuevas significaciones, a nuevas formas de subjetividad. En términos más generales, el movimiento feminista sería un sujeto histórico caracterizado como transgresor del orden simbólico y como productor, por tanto, de dichas formas de subjetividad novedosas.
Y, por último, que casi me olvido, Julia Kristeva nació en Bulgaria en 1941. Se educó en el colegio francés y posteriormente estudió lingüística en la Universidad de Sofía. Se traslada a París en 1965, donde estudió en la Universidad de París y en la École Pratique des Haute Études. Actualmente enseña semiología en la State University de Nueva York y en la Universidad París VII “Denis Diderot”. En 2004 le otorgaron el premio Holzberg por su novedoso trabajo en la intersección entre lingüística, cultura y literatura. Tiene una obra inmensa. Las mencionadas aquí son solo una muestra.
* Margarita Santana de la Cruz es profesora de lógica y filosofía de la ciencia en la ULL.
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Fuente: Sección de Filosofía de la ULL