Estrella de la televisión y la radio en Argentina, profesor universitario y divulgador con audiencia de rockero, presenta en España su libro superventas ‘Filosofía en once frases’
Lea las primeras páginas de ‘Filosofía en once frases’ (Editorial Ariel)
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El tipo que ha vendido 100.000 ejemplares de su último libro en Argentina es una estrella de la televisión y de la radio, escribe columnas en la prensa deportiva, da clases en la universidad, llena teatros acompañado de rockeros, reúne multitudes en plena calle… y siempre hablando de pensamiento abstracto, ahí es nada. Ese divulgador total se llama Darío Sztajnszrajber («se pronuncia shtain-shraiber», bromea en su bio de Twitter), y el superventas antes mencionado lleva por título Filosofía en once frases(Ariel). En sus páginas, el presentador de Mentira la verdad alinea a los autores de reflexiones tan reconocibles como «Sólo sé que no sé nada» (Sócrates), «Pienso, luego existo» (Descartes) y «Dios ha muerto» (Nietzsche) como si fuera el entrenador del mítico partido entre filósofos griegos y alemanes que rodaron los Monty Python. Porque, digámoslo ya, el showman también es un fanático del fútbol.
«Cuando mi editor vio que eran 11 frases dijo: tenemos una selección», sonríe horas antes del batacazo de su compatriota Messi en Liverpool. «Empecé trabajando con 70, pero decidí elegir estas 11 por muchos motivos. Primero, hay tres o cuatro que conoce todo el mundo; luego hay otras que me dicen algo a mí, que de alguna manera siempre me han interpelado; y por último, hay otras más contemporáneas, en términos más políticos. La de Foucalt («Donde hay poder, hay resistencia») me parece clave. Cierro el libro con ella justamente para cuestionar las formas de instalación del poder en nuestro tiempo».
Incluye el «Yo soy el que soy» del Dios del Antiguo Testamento. ¿Por qué? Es una ironía. No creo que se pueda hablar de Dios en nuestros tiempos sino desde la ironía. Si uno se lo toma demasiado en serio, cae en fundamenta-lismos muy violentos. Y lo contrario también me parece cuestionable: creer que el tema de Dios es una pelotudez y quitárselo de encima. No podemos no ser religiosos, como dice Gianni Vattimo. Está muy presente todavía en nuestra relación con la creencia, hasta en los lugares que uno menos se imagina. Por ejemplo: todos nos preciamos de ser ateos, pero creemos en el amor. Y cuando preguntas qué es el amor dices: es algo absoluto, lumínico, trascendente, que me toma entero y me eleva hacia el infinito. Eso es Dios, pero con otra palabra
Con la naturalidad con la que se reconoce seguidor de belicosos estrategas del banquillo como Bilardo, Mourinho y Simeone (el mismo que en 2006 hizo campeón de Liga a su Estudiantes de La Plata), el profesor y ensayista dice que en cada capítulo se pelea con la interpretación que el autor le da a su consigna. En ese sentido, Filosofía en once frases no pretende ser el clásico tocho escrito con el ombligo y que provoca dolor de cabeza. Al revés. Como en sus programas del canal gubernamental Encuentro y en sus espectáculos, donde luce coleta, barba de varios días, camiseta y zapatillas, tal que ahora mismo en su estancia promocional en Madrid, Sztajnszrajber (Buenos Aires, 1968) aspira a sacar el lenguaje filosófico de la caverna. A quitarle la toga de mármol. En definitiva, a hacerlo entendible.
Para ello, además de unas píldoras de sabiduría que van de los presocráticos a los posmodernistas, de la Grecia del siglo VI a.C. a la Francia sesentayochista con jersey de cuello de cisne, el libro plantea una trama con aire de thriller en torno a la muerte de un joven en el metro de la capital.
¿Cómo encaja la reflexión filosófica en un mundo con menos tiempo y más ruido para poder pensar?
Nuestro mundo, al estar sobrepasado de sentido, necesita un freno. La filosofía es precisamente eso: interrumpe la lógica del buen funcionamiento de las cosas. Hoy existe una moda de la filosofía muy fuerte. Incluso en los lugares estratégicos y de concentración de poder, como el mundo de la empresa, se la reclama.
Se ve con envidia el fenómeno Sztajnszrajber a este lado del Atlántico, donde tan sólo la serie catalana Merlí ha conseguido, desde la ficción, que el pensamiento filosófico genere cierto interés fuera del aula.
¿Cree que en España sería posible un caso de éxito como el suyo? Desconozco la realidad social española, pero veo que los intereses políticos son muy similares. Aquí como en la Argentina también hay una explosión del feminismo; aquí como en la Argentina se producen en las elecciones presidenciales un variopinto de opciones que atraviesan toda la sociedad; hay algo muy global en la emergencia de los fundamentalismos, como también en la necesidad de repensar lo político por fuera de la política, donde aparecen propuestas no tradicionales que buscan una representatividad distinta
¿Existe el riesgo de que los jóvenes vean la filosofía como algo obsoleto?Si se sigue haciendo filosofía momificada, sí. El público que yo más convoco es el adolescente, que arrastra a sus padres. Es decir, el camino es el inverso. Los padres se sorprenden de que a los jóvenes les interese la filosofía, y les interesa porque han podido trabajar con estos programas en clase y darles un vuelo diferente a la forma más tradicional de acercarse a ella, que es aburrida, solemne.La última reforma educativa aprobada en España (LOMCE) suprimió la asignatura de Filosofía como materia obligatoria en Bachillerato. Ahora parece que se a va recuperar…En Chile pasa algo parecido. Esta idea de sacar la Filosofía es muy loca. El argumento es que no suma, que es un conocimiento que distrae. Es muy impactante que se piense en la escuela como una fábrica, donde lo que importa es la formación de estudiantes en términos de producto, más que en su propia vaguedad. La filosofía como pensamiento crítico inspira a que uno, más a que encontrarse, se pierda. Ese perderse es liberador, y más en una sociedad que está todo el tiempo imponiendo dispositivos de rendimiento y pensando en la productividad de los alumnos, no en sus contradicciones. El pensamiento crítico es liberador a costa de contradicciones. Y sobre todo es peligroso por eso, porque una persona que reconoce sus contradicciones es una persona inasible para el poder. La contradicción te vuelve más móvil.De todos los filósofos que ha elegido, el que murió más recientemente fue Derrida [en 2004].
¿Qué hay de los pensadores que han trabajado desde entonces? Hoy la filosofía de género marca la diferencia, es la punta de lanza de un proceso que comienza en la deconstrucción sexual, pero apunta a ideas capitales como la de patria. En España, me encanta la obra de Paul B. Preciado. También la de Byung-Chul Han. No es un trabajo de divulgación, no deja de estar en el interior de la academia, pero su forma de escritura posibilita un acceso amplio.La última entrada de su blog, fechada en junio de 2017, se titula ‘La patria es el otro’. En ella usted escribe: «La patria somos todos esos otros que en nuestras múltiples transformaciones hacemos de la patria algo diverso, múltiple…». Se podría decir que desde que escribió estas palabras, hace casi dos años, el concepto de patria no ha hecho sino empequeñecerse en lugares como España, Brasil, Italia, Hungría, EEUU, Polonia, Inglaterra, etc.
¿Le parece también a usted? Fíjate que toda la gramática que hay alrededor de la patria es una gramática sanguíneo-familiar que busca una especie de blindaje para la construcción de enemigos externos. La idea de patria remite a padre, nación remite a nacimiento, fraternidad remite a hermano. Parece fundamental abrir la patria, y abrirla no sólo frente al otro exterior, sino frente al otro interior¿De qué filósofo se siente más afín?De Derrida estoy enamorado. Lo leo y es cuasi orgásmico, porque todavía me sigue interpelando. Precisamente, en su libro Políticas de la amistad sugiere que el amor a los muertos es más intenso, porque no implica reciprocidad.
Fuente: El Mundo (09/05/2019)