Amaia Pérez Orozco es economista feminista, doctora en Economía Social y Desarrollo, y activista social española dedicada al estudio de la sostenibilidad de la vida. Vincula su trabajo profesional con su activismo político, y participa activamente en diversos movimientos sociales. Desde el año 2018 trabaja en «Colectiva XXK. Feminismos, pensamiento y acción», proyecto colectivo de generación de ingresos que apuesta por la transformación social en clave feminista.
El 29 de mayo de 2020, Amaia Pérez Orozco intervino en la Comisión de Reconstrucción del Congreso de los Diputados. Hemos seleccionado un extracto de esta intervención, y agradecemos a la autora el permiso para su reproducción y publicación.
¿De qué hablamos cuando hablamos de cuidados? […] Hablamos de una cantidad y una variedad ingente de trabajos que desbordan con mucho la atención a la dependencia y a la infancia y que son todas aquellas cosas imprescindibles para que la vida funcione en el día a día. Son, por decirlo de alguna manera, el proceso de reconstrucción cotidiana, siempre inacabado, del bienestar físico y emocional de las personas. Porque todas las personas somos vulnerables y todos necesitamos cuidados todos los días de nuestra vida, de distintos tipos de intensidades. Y la única manera de cuidar la vida, que es vulnerable, es en común, porque somos interdependientes de todo esto. […]
Cuando hablamos de cuidados, hablamos de todo esto que no se ha podido parar cuando todo lo demás ha intentado parar. Por decirlo de alguna manera, hablamos de la cara B del sistema. […] Lo que hoy llamamos cuidados se vinculan también a una lucha histórica, una lucha feminista por la defensa de los derechos de las mujeres. Pero no sólo eso, sino desde ahí una lucha contra las desigualdades sociales y una lucha por construir un mundo distinto. Desde ahí decimos que la vida está en el centro. […] Desde aquí, desde esta voz colectiva, les querría traer una propuesta concreta de una política de cuidados en dos tiempos. Una a medio plazo, con el avance hacia un sistema estatal de cuidados. Y otra a corto plazo, un plan de choque. […]
La propuesta más de fondo es la de pensar una política de cuidados como una política de transición. […]. Debemos responder a las urgencias, pero también sentar las bases de un cambio sistémico. Porque a día de hoy, y como llevamos ya tiempo diciendo, antes incluso de la crisis de la Covid, el mundo está cambiando, el mundo está en transición. El colapso ecológico se conjuga con la crisis multidimensional. […] Tenemos que innovar porque estamos en el momento en el que tenemos que dirigir la transición ecosocial para salir de un modelo productivo insostenible, sostenido por esa cara B de los cuidados injustamente repartidos e invisibles. Un sistema que además de insostenible, se ha mostrado tremendamente frágil, porque es incapaz de parar ni un solo minuto. Y transitar de este modelo a un modelo que decimos reproductivo, sostenible, donde el cuidado de la vida colectiva sea un eje vertebrador. […]
La propuesta a medio plazo es empezar a pensar en un sistema estatal de cuidados territorializado, arraigado en los territorios, que sea capaz de poner la red institucional que permita pensar los cuidados como una triple política: una política faro para guiar la transición, una política palanca para empujar desde los cuidados al cambio en el resto de la política pública y políticas específicas que puedan hacer real lo que llamamos un derecho universal a cuidados dignos. […]
Los cuidados no pueden estar sometidos al ánimo de lucro, no pueden moverse bajo una lógica de lo público privado. Los cuidados deben moverse bajo una lógica de lo público y de lo social-comunitario. […] Voy a poner tan sólo el ejemplo de dos políticas:
1. Tenemos que empujar al cambio en la política económica. Porque todo lo que planteamos, el asumir los cuidados como una responsabilidad colectiva, implica recursos y necesitamos recursos públicos.
2. Desde los cuidados, hay que empujar un cambio en la política laboral. Necesitamos una legislación laboral que deje de pensar a las personas trabajadoras como sujetos que no tienen, ni responsabilidades de cuidado sobre nadie, ni necesidades de cuidados no resueltas que interfieran con su inserción y su plena disponibilidad. Porque eso no existe, o sólo existe si hay un colchón invisible. […]
Todo esto nos permitiría recoger este reclamo que han lanzado las compañeras trabajadoras de hogar y del que luego se ha hecho eco el movimiento feminista en los dos últimos 8 de marzo, cuando ellas decían “sin nosotras no se mueve el mundo”. Esto hay que verlo y hay que reconocerlo. Está muy bien aplaudir, pero no nos podemos quedar en aplausos. Se tiene que traducir en condiciones laborales y en cambios sistémicos profundos. Y está muy bien reconocerlo, pero no queremos seguir moviéndonos solas. Queremos que sea una responsabilidad compartida por todas las personas y todos los agentes. Y está muy bien reconocerlo y repartirlo, pero, sobre todo, no queremos seguir moviendo este mundo. Queremos mover un mundo diferente donde el cuidado, insisto, el cuidado de la vida colectiva, sea un eje vertebrador de nuestra estructura socioeconómica.
La intervención completa puede consultarse en este enlace.