El Laboratorio conversa con Victoria D’hers

Victoria D’hers es licenciada en Sociología y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), en el Instituto de Investigaciones Gino Germani (GESEC, IIGG- UBA), y docente en UBA y Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Conformó el Grupo de Estudios Sociales de las Emociones y los Cuerpos (IIGG-UBA) en 2008, junto con A. Scribano. Es investigadora en el Centro de Investigaciones y Estudios Sociológicos. Indaga en temas ambientales desde las sensibilidades sociales, explorando metodologías expresivas de investigación. Practica yoga desde 1999. Es profesora certificada Iyengar (Jr3) y presidenta de la Asociación Argentina de Yoga Iyengar. Baila desde el año 2001, en técnicas de danza contemporánea e improvisación. victoriadhers@gmail.com

Pandemia y movimientos sociales. Algunas reflexiones al azar

A un año de esta «anormalidad», devenida normal ya, debemos debatir sobre cómo sentimos, qué sentimos, qué construimos, desde la piel. No solo desde consignas y buenas intenciones. Qué militancias cotidianas se organizaron, por necesidad vital.

Qué hace falta para ver/sensibilizarse ante estas urgencias, prioridades, en tiempos en que cada mañana escuchamos sobre números de muertos y curvas de contagio. Antes que volverse ajenos, que todos los frentes de lucha que se superponen nos puedan poner en contacto con nuestras territorialidades, y a la vez comprendamos que esta pandemia mundial también es prueba de lo interconectadas que están tanto las problemáticas, como las alternativas a este modo de producción, explotación y extractivismo de cuerpos y territorios.

En Argentina, y en el mundo, la pandemia demostró, ahora a la vista de todos y pornográficamente, las extremas desigualdades sobre/gracias a las que funciona el sistema. Esto, agudizado por el hecho de que vienen siendo meses en los que se enriquecen descontroladamente quienes ya estaban enriquecidos.

Es sabido que esta coyuntura agudizó las violencias cotidianas: violencia económica generalizada en sentido de desempleo y hambre, y violencia para miles de mujeres y feminidades que quedaron encerradas con quienes perpetran violencia doméstica, con dependencia económica que limita cualquier vía de escape.

Asimismo, intensificó la violencia estatal, en algunas esferas, por ejemplo de la mano de lobbies que velan por la expansión del extractivismo. En este sentido, la «cuestión ambiental» se instaló relativamente en la agenda, y por eso las violencias se extremaron también. Concretamente, por dar un ejemplo reciente, presos políticos en Andalgalá, provincia de Catamarca, y persecuciones que no cesan de la mano de la megaminería.

Sí, también se visibilizó esta cuestión ambiental de la mano de innumerables movimientos, tanto locales como internacionales, que velan por la protección de modos de vida y vitalidades.

Movimientos. Necesidad de moverse en tiempos de confinamientos…

Movimientos de mujeres, como un motor central en la visibilización de esas violencias transversales e interseccionales, que atraviesan a todas las minorías.

Movimientos de base, de la mano de organizaciones que, por ejemplo, articulan numerosos comedores que, de no existir, todo esto se habría traducido en una catástrofe incalculable.

Redes de contención pre-existentes, que ya eran centrales para la cotidianeidad de barrios y villas urbanas, y que devinieron pivote de la alimentación diaria como nunca antes.

Movimientos ambientales. A modo de otro ejemplo local que tomó otra dimensión en pandemia, ligado a lo ambiental en la ciudad de Buenos Aires: frente a la avanzada del mercado inmobiliario que buscaba construir mega torres en la costanera norte, se registró un número récord de oradores en la audiencia pública, y varias movilizaciones que motivaron, en parte, a la declaración de inconstitucionalidad de dicho proyecto. Y esto de la mano de visibilizar las condiciones de vida en las mega-ciudades y la centralidad de proteger y acrecentar los espacios verdes, en medio de una pandemia que está reconfigurando las geometrías corporales, y realzando la importancia de lo local y próximo.

Otro ejemplo que podemos tomar es el del 22 de marzo, donde en torno a la defensa del agua, se encontraron en la arena pública manifestaciones de movimientos «de base» junto con el emergente movimiento por la justicia climática.

Entonces, a la luz de estos emergentes en la emergencia, podemos trazar historias de movimientos previos a la pandemia, que resultan centrales a la hora de comprender cómo las mayorías articulan sus demandas y entraman sus vitalidades.

A la vez, observar las nuevas formas de articulación y conexión, no necesariamente en términos de lo ya conocido dentro de los movimientos sociales.

Claro que no podemos mantener una mirada romántica e idílica de esta situación, y podríamos referir a múltiples puntos de conflicto y discusión tanto entre movimientos como dentro de ellos.

Pero sí, dentro de esta complejidad, poner el foco en las modalidades que ha tomado concretamente la conexión entre personas, que no se articulan como «movimientos sociales» en sentido clásico; y, sin embargo, se entrelazan en acciones concretas, específicas, y que se muestran en cierto sentido eficientes para dar visibilidad e incluso torcer el avance de políticas de explotación como las mencionadas. Desde la acción en redes, hasta la generación de intervenciones y eventos ligados al arte y la performance como vía de evidenciar las violencias múltiples y repetidas. Solo por referir a algunas en este espacio acotado, relacionadas a lo ambiental en particular, podemos pensar en estos cuatro ejemplos: https://www.instagram.com/artistasxlatierra/; https://www.instagram.com/arte.porelagua/; https://www.instagram.com/somosmilesorg/; https://www.instagram.com/xrargentina/

En definitiva, este punteo de violencias, y de emergentes, vale como un intento de reflexionar en torno a la catástrofe, desde lo posible y lo que ya está tomando formas en diversos lugares del mundo, en momentos en que el desafío vital es que esta iteración del sufrimiento no nos anestesie la sensibilidad y empatía.

Finalmente, sabemos que, al decir de las redes, cotidianamente sentimos que «éramos felices y no lo sabíamos».

Actualmente, el modo como nos sensibilicemos ante la inminencia de la desesperanza y la nostalgia, es clave para poder decir, en un futuro próximo, somos felices como nunca antes.