Desde sus inicios en marzo 2020, la pandemia ha estado fuertemente marcada por la edad. No sólo porque el virus SARS-CoV-2 ataca de forma desigual a niños/as, jóvenes, adultos y personas mayores, convirtiendo a estas últimas en el grupo de edad más afectado, sino también por las medidas públicas que los gobiernos de distintos países han tomado para hacerle frente, así como por el modo en que los medios de comunicación han transmitido la información, estereotipando la imagen de la vejez y ocultando su carácter plural.
La edad ha sido utilizada como criterio tanto para la creación de grupos confinados como para el acceso a la atención médica, pero pocas veces en beneficio de las personas mayores. Si bien el discurso político, sanitario y mediático se ha jactado de priorizar el cuidado de los mayores, muchas de las medidas adoptadas han estado sustentadas en un paternalismo institucional que «infantiliza» a las personas mayores, reproduciendo estereotipos homogeneizadores de la vejez e incluso aplicando formas sutiles de discriminación orientadas a la pronta activación de la población en «edad productiva».
La pandemia de la Covid-19, que ha puesto a los mayores en el centro de esta «tragedia» global, ha revelado también que la discriminación hacia las personas mayores es un fenómeno estructural, con drásticas repercusiones para el presente y el futuro de nuestras sociedades. Por eso, es urgente reflexionar si será un punto de inflexión para confrontar el edadismo social y crear espacios intergeneracionales de reconocimiento que trasciendan la segregación social por edad y permitan repensar nuestra condición humana en su totalidad.
Para debatir sobre estas cuestiones, contamos con la colaboración de cuatro invitados: José María Armengol, catedrático de Estudios de Género y Literatura Estadounidense en el Departamento de Filología Moderna de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) e investigador principal del proyecto “Gendering Age: Representations of Masculinities and Ageing in Contemporary European Literatures and Cinemas” (MASCAGE); Verónica Montes de Oca, investigadora titular en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y coordinadora del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez de la UNAM; Vanessa de los Santos, profesora investigadora en la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED), México; y Marcos Bote, profesor titular del Departamento de Sociología de la Universidad de Murcia y miembro del Instituto Universitario de Investigación en Envejecimiento de dicha institución.
AHORA
Hay una pandemia silenciosa que se ha instalado sin hacer ruido, en el corazón de muchas personas:
El ser humano ha conocido el sumergirse en la velocidad comunicacional,
llenó con información mucha veces innecesaria su sed de relacionarse y de conocer a los demás,
conocieron tanto en especial los jóvenes que producto de la superficialidad terminaron conociendo la soledad acompañada.
Y se produjo un vacío general, generacional y entre pares, las aulas educacionales se llenaron de apatía,
Hay una pena en el aire, que es como una pandemia psíquica, la gente satura las consultas sobre enfermedades del ánimo
con la esperanza de que una receta les devuelva la alegría y el interés que no saben donde perdieron…
Cuando solo las enfermedades y la pobreza asolaban, las iglesias se llenaban y se aquietaba la angustia,
pero hoy muchas iglesias cerraron por falta de guías y de feligreses, donde van a llorar ahora las personas?
Los emojis no abrazan, ni tocan a los seres amados,
estando al lado o frente a frente las personas,escriben y responden compulsivamente sin tocarse ni con las miradas.
Los bebés sin estímulos se debilitan hasta morir como plantas sin sol ni agua.
A cualquier edad, todos los seres humanos, tenemos necesidad de ser amados
y de recibir demostraciones de presencia e intercambio de diálogo;
nos es propio y aunque queramos renunciar a ello, no podemos hacerlo,mientras nos dure la vida.
La soledad es diferente ahora y mas intensa que nunca en la historia, para los adultos mayores, que quedaron sin entender los mecanismos tecnológicos que mueven el mundo y los jóvenes no tienen tiempo, ni paciencia para enseñarles..
No sé si esto es avance o es progreso,pero su resultado es la lejanía mutua.
Sin comprender esta parte de la realidad,somos plantas que se marchitan a diferentes ritmos y velocidades.
Todavía podemos retomar los vínculos, reunirnos con los seres amados, nos permite revivir los días buenos, o compartir las penas
con la naturalidad de las cosas que trae la vida.
Si alguno no tiene familia, puede crear familias sustitutas, acoger, compartir y disfrutar de las nuevas experiencias, aportar y recibir afecto.
Porque hay una parte de inocencia en cada uno que se niega a dejar de ser un niño amado
y depende de todos no dejarlo morir,simplemente porque no sabíamos
que las demostraciones presenciales de afecto, no pueden ni deben reemplazarse.