Pedro Prieto es ingeniero técnico de telecomunicaciones. Ha sido creador y coeditor de CrisisEnergetica.org desde 2003. Forma parte del panel internacional de The Association for the Study of Peak Oil and Gas (ASPO) desde 2006 y fue vicepresidente de la Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos (AEREN). Es experto en energías renovables y sus límites para sustituir en tiempo y forma a las energías fósiles. Ha publicado ¿Kioto o Upsala? (2003), Un cuento de terrorismo energético (2003) y El libro de la selva: pequeño manual de supervivencia para la crisis energética (2004). Es coautor con Charles A. S. Hall de Spain’s Photovoltaic Revolution: The Energy Return on Investment (Springer, 2013), primer estudio de la tasa de retorno energético en sistemas fotovoltaicos de gran escala en un país desarrollado. Colabora con la revista 15/15\15. Revista para una nueva civilización.
Pónganse en la cola para exigir ayudas o reducción de impuestos
Introducción
Tenemos estos días convulsos e inciertos un aluvión de noticias inquietantes y, sobre todo, desconcertantes, casi todas ellas relacionadas, en última instancia, con la energía, aunque se disfracen de cualquier otra forma o se anuncien por cualquier otra causa.
Aparte de la dramática y sangrienta guerra de agresión de Rusia a Ucrania y del cambio lamentable y desastroso de la política española hacia el Sáhara Occidental, se levantan camioneros y transportistas en general, agricultores y pescadores, proclamando que sus modos de trabajo, con los que se ganan la vida, se han vuelto imposibles. Otros sectores también se lamentan amargamente de que sus medios de vida peligran.
Es lo que suele suceder cuando la energía flaquea, se encarece o queda fuera del control de una sola nación, siendo la energía el requisito previo para que se puedan dar todas las demás actividades económicas de nuestra moderna sociedad, aunque se trate en el mundo económico como un bien de consumo más.
La energía es más, es mucho más que un bien de consumo. Es la posibilidad de producir todos los bienes de consumo o de prestar todos los servicios que nuestra sociedad demanda.
Como los ritmos de los medios audiovisuales son trepidantes y muy potentes a la hora de entrar en las conciencias de los ciudadanos, pero adolecen, las más de las veces, de la necesaria profundidad crítica o de análisis, voy a intentar ofrecer algunos datos, para ayudar al posible lector a ver en qué situación nos encontramos. El estudio, obvia y necesariamente, es muy simplificado y se limita a España, pero las interrelaciones con el resto de los países del mundo e incluso con nuestros propios organismos supranacionales, como la Unión Europea, hacen de este asunto algo verdaderamente complejo.
Trataré fundamentalmente del petróleo y del gas que se importan, en algunos casos se refinan, y se distribuyen para su consumo de muy diversas formas; de su evolución y sus dependencias; de los posibles cuellos de botella a los que nos enfrentamos; y daré un pequeño vistazo a las tremendas repercusiones que la falta de esta energía a la que estamos acostumbrados puede representar para nuestro modo de vida y nuestra propia existencia y subsistencia.
1. El petróleo, ¿de dónde viene?
La cesta de petróleo crudo de distintas calidades y grados de acidez y contenidos de azufre, llega de una gran variedad de países. A continuación se listan las importaciones por país y mes.
En 2021 consumimos más de 56 millones de toneladas de petróleo, a pesar de la crisis derivada de la pandemia. Esto supone nada menos que 1.200 kilos de petróleo crudo por habitante y año. Como es obvio, no todos consumen lo mismo.
Expresado en porcentajes y considerando los principales países de los que importamos petróleo crudo, lo primero, en estos días de incertidumbre con Rusia, es constatar que aparentemente solo importamos en 2021 el 4,6% de lo que consumimos.
No parece, pues, una cantidad muy significativa de la que no pudiésemos prescindir o que no pudiésemos sustituir por las exportaciones de otros países productores.
Por otra parte, el petróleo que importamos de Argelia, un 3% del total que consumimos, tampoco parece que sea algo que pueda provocar gran dolor de cabeza a nuestro país, si el gobierno argelino decidiese otro destino para esa cantidad.
Pero observamos que desde México, país con el que hemos tenido también recientes fricciones, importamos un nada despreciable 13,6% y México cada vez tiene mayores dificultades para exportar, pues su producción está en serio declive irreversible y tiene el mismo destino a medio plazo que Argentina: pasar de país exportador a importador.
Las cuentas, no obstante, se hacen mejor cuando se analizan además los productos refinados y se hace el balance, porque a veces, como en el caso de México, hay grandes exportaciones de petróleo crudo a EE.UU., pero luego deben importar grandes cantidades de los mucho más costosos productos refinados, si carecen de refinerías suficientes para autoabastecerse.
Llama la atención que una buena parte del petróleo crudo que recibe España, lo hace desde países intervenidos, invadidos y controlados, como Irak o Libia, que se acercan al 20% de nuestro consumo, a pesar de ser países destrozados y todavía en guerra interminable. Parece que las guerras no impiden el flujo de esta sangre vital para la economía moderna, como estamos viendo también en Rusia estos días, tanto con el petróleo como con el gas.
Nigeria, un país enorme y silenciado por los medios, nos envía, él solo, el 18,3% de lo que consumimos. Nigeria es un gigantesco país fallido con múltiples conflictos bélicos internos y revueltas que no salen en los medios, y que, a la vista está, no impiden que siga fluyendo el crudo, principalmente desde el famoso delta del Níger, a pesar de las miserables condiciones de su propia población y de los intentos de la guerrilla de boicotear los yacimientos del delta.
Si bien podemos decir que somos un país de cesta muy variada en sus importaciones, no es menos cierto que la gran mayoría de los países productores y exportadores están ya en decadencia o declive productivo irreversible, como México, la propia Nigeria, Azerbaiyán o Libia. En cuanto a los tres principales exportadores mundiales, Arabia Saudita, Rusia y EE.UU., son países con serios problemas para mantener su nivel de producción desde hace años. EE.UU. estaría en un declive considerable, de no ser por el petróleo del fracking, que no sirve para hacer diésel, un producto refinado fundamental para la maquinaria pesada.
Rusia ha admitido que empieza ya mismo su declive y Arabia Saudita está en situación similar y en algunos casos se ha puesto en serias dudas su capacidad para actuar como país productor comodín (swing country, en la terminología del sector), en caso de que algún otro productor falle en servir al mercado, como ahora se plantea para nosotros con el caso de Rusia o de Argelia.
Por tanto, ya está siendo demasiado tarde para tomar serias notas y ver la forma de reducir estas dependencias, no sólo de Rusia sino de todos los productores. A ver quién es capaz de poner ese cascabel al gato energético.
2. El petróleo, ¿adónde va?
Veamos ahora, en primer lugar qué productos energéticos se extraen del petróleo crudo cuando se mete en las refinerías y cuales son sus principales usos.
La tabla que ofrece CORES proporciona muchos datos de interés. La mayor parte de los productos que salen de las refinerías son gasóleos, que hasta ahora eran más baratos que las gasolinas por ser más fáciles de refinar y tener mayor rendimiento. Los hay de tres tipos: el gasóleo A, que es el permitido para los vehículos de automoción, coches, furgonetas y motos, y se conoce como diésel; el gasóleo B, que podría utilizarse también para coches, pero está bonificado para determinados sectores industriales y se suele utilizar para maquinaria agrícola e industrial, motores pesados, embarcaciones de pesca y demás, tiene más parafinas y se suele colorear, para evitar fraudes en el uso; y finalmente está el gasóleo C, el más pesado, que se utiliza para calderas y sistemas de calefacción.
La tabla de arriba no ofrece una distinción entre el gasóleo o diésel que se utiliza para vahísulos privados o de turismo y para el resto de vehículos (camiones, tractores, autobuses, etc.).
Los Gases Licuados del Petróleo (GLP) tienen también usos y aplicaciones para vehículos ligeros y comerciales o vehículos pesados y furgonetas. Su densidad energética es menor por peso y volumen que las gasolinas o gasóleos. Los gases licuados se utilizan también para usos domésticos como cocinar o calentarse. Su volumen en el total de derivados del petróleo se corresponde con los porcentajes que suelen salir de refinerías.
Otra forma de verlo se ofrece aquí:
En esta tabla se contabilizan también los llamados biocombustibles. Se obtienen al utilizar y procesar materia orgánica vegetal y pueden producir etanol, que proviene de tratar derivados que contienen azúcares (maíz, cereales, etc.), es el equivalente a las gasolinas y se mezcla con ellas; y también pueden producir biodiesel, que se extrae de productos oleaginosos (soja, girasol, etc.) y se mezcla con el diésel. Existe una normativa cambiante que obliga a incluir un cierto porcentaje de estos biocombustibles en los obtenidos del petróleo crudo, pero está claro que no han conseguido imponerse como sustitutivos y sus limitaciones, por el uso agrícola que exigen, son evidentes.
De las refinerías salen también otros productos más pesados y contaminantes, como los fuelóleos. Hasta hace poco, se utilizaban en calderas para los motores de grandes buques. Al cambiar la normativa en 2020 con el IMO 2020, el transporte marítimo se va viendo obligado o bien a utilizar filtros muy costosos o bien a pasarse a los combustibles más ligeros y refinados como los gasóleos, a un mayor coste. El transporte marítimo ha sufrido una convulsión con esta nueva normativa y no es seguramente ajeno, aparte del obvio y sostenido aumento de precios de los combustibles, a que el transporte de un contenedor de 30 pies desde China a España haya pasado de costar unos 1.500 euros a costar unas 10 veces más en estos dos últimos años.
La tabla 3 sigue sin diferenciar el gasóleo que va al transporte pesado de mercancías del que se usa en vehículos privados o de turismo. Pero, en 2018, CORES ofrecía una tabla que puede resultar indicadora:
Esta tabla segrega con más claridad el gasóleo que va a parar a los vehículos privados o turismos (autos), el que va a parar al sector del transporte profesional (furgonetas, camiones, autobuses) y el que va a parar a la agricultura y pesca, aparte de otros usos.
Esto nos ayuda a sopesar y valorar qué volúmenes de energía fósil están siendo usados por los sectores que hoy están en crisis y manifestándose por las subidas de sus combustibles. Todo ello, a pesar de que desde 2018 ha disminuido el consumo de gasóleo o diésel y ha aumentado el consumo de gasolinas en vehículos privados, en parte -supuestamente- por la mayor contaminación urbana del diésel, pero también -y sobre todo- por su mayor escasez para los usos imprescindibles en maquinaria y transporte pesado (minería, transporte terrestre y transporte marítimo)
Las furgonetas, camiones y autobuses consumen aproximadamente el 50% de los gasóleos del país, unos 10.906.218 toneladas de gasóleo A. La agricultura y la pesca consumen el 15%, unos 3.271.865 toneladas de gasóleo B.
Para valorar adecuadamente el impacto sobre las actividades que principalmente están protestando de forma más activa, este es un pequeño resumen que indica cómo se está tratando esta situación:
En estas condiciones, la oferta del gobierno español, hecha de forma global, de 500 millones de euros para los sectores que están protestando, es realmente ridícula y está hecha de forma que no se pueda valorar bien el impacto. Cada camionero, cada pescador o cada agricultor tiene en cuenta apenas su bolsillo o como mucho el de su agrupación. Pocos son los que incorporan estos datos en el contexto global.
Realmente, estamos ante un problema gigantesco, que se debate sin altura de miras, sin perspectivas y solo buscando sillones en el Parlamento, tanto por parte del gobierno, como por parte de la oposición.
Como referencia, el gigante ruso en 2020 había producido 524 millones de toneladas de crudo (unos 10,6 millones de barriles diarios) y apenas había consumido para sí unos 146 millones de toneladas (unos 3,2 millones de barriles diarios), es decir, había exportado al mercado mundial unos 378 millones de toneladas (algo más de 7 millones de barriles diarios). Y ni siquiera ha estornudado todavía, a pesar de que la Europa Occidental, con la OTAN como punta de lanza y los EE.UU. como elemento clave que dirige el operativo contra Rusia, ya han aplicado a fondo toda la inmensa potencia de lo que el ministro francés de Finanzas, Bruno Le Maire, denominó al principio de la guerra en Ucrania como el “arma nuclear económica” contra Rusia.
Si Rusia llegase a emplear el “arma nuclear energética”, que es un paso muy posible y seguramente previo a cualquier intercambio de armas nucleares tácticas o después, ya sin control, armas nucleares estratégicas de forma generalizada, hay que tener por seguro que los problemas de los camioneros, o los de los agricultores, o los de la flota pesquera española, iban a ser un juego de niños, comparados con lo que se podría avecinar.
Si alguien cree que los EE.UU., o Arabia Saudita, o Emiratos, o todos ellos juntos pueden reemplazar los suministros rusos si estos cierran el grifo, es que no sabe nada de petróleo y cree que puede manar como si Moisés le diese con la vara a una roca de pizarra y saliese petróleo y gas de fracking para saciar toda la sed energética del mundo.
El griterío indecente e inclemente que se observa, al menos en el Parlamento y en los medios españoles, siempre tan listos y siempre dispuestos a solucionar con recetas puramente económicas lo que es un trasfondo energético de mucho calado, entristece por la cortedad de miras.
Si alguien piensa que el problema se resuelve reduciendo circunstancialmente el IVA o cualquier otro impuesto, o dando limosnas en ayudas más o menos directas del irrisorio nivel que ha ofrecido el gobierno hasta ahora (esos infaustos 500 millones de euros), es porque simplemente está tratando de aplacar a ciudadanos desesperados, o llevarlos a su caladero de votos, o porque piensa que esto está a punto de arreglarse y los precios de los combustibles volverán a su cauce. Gravísimo error.
3. El petróleo: pónganse a la cola los perjudicados
Nada más lejos de la realidad que se piense que soy partidario de este gobierno español de coalición. Menos todavía de ese griterío fanático y arrogante, que pone a un gobierno desorientado, servil con la OTAN y con la Comisión Europea, además de con EE.UU., ante un desconcierto total y sin saber qué hacer, corriendo como pollos sin cabeza.
Las protestas que ha habido hasta ahora solo reflejan la crítica situación de muy pocos sectores importantes de nuestra actividad económica, eso sí, bastante más vitales que muchos otros, como es la movilidad de bienes esenciales, tal y como hemos estamos viendo: una semana sin camiones y volvemos a ver las estanterías de los grandes supermercados vacías de alimentos y bienes vitales. Alice Friedemann, en su magnífico libro When Trucks Stop Running. Energy and the Future of Transportation (2016), realizó hace pocos años el análisis de lo que puede pasar a nuestra sociedad tan moderna y a la vez tan frágil, si falla el suministro de diésel de forma prolongada.
Si sigue fallando la larga y compleja cadena de suministros energéticos en nuestro país y en el resto del mundo, las consecuencias pueden ser catastróficas para la sociedad mundial.
Otros sectores que todavía no han hablado ni se han levantado, lo harán en cualquier momento. Por ejemplo:
En la tabla 6 vemos el impacto sobre los 24 millones de vehículos de turismo que circulan por España, todavía con un buen porcentaje de vehículos que funcionan con gasóleo.
Ciertamente, puede haber para ellos bastante opciones en algunos casos. Hay vehículos que apenas circulan, y los hay de recreo o familiares. Hay alternativas con transporte público, sobre todo en ciudades. Pero también hay varios millones de vehículos que son herramientas de trabajo para millones de usuarios, a los que las subidas del diésel o de la gasolina están llevando al abismo.
Los precios internacionales del petróleo o sus derivados, lamentablemente, no los decide el gobierno español de coalición. En un mercado como el capitalista, estos precios se deciden en mercados mundiales. Lo único que puede hacer un gobierno nacional, incluso europeo, es jugar temporalmente con los impuestos o con exenciones; en definitiva, con medidas económicas, pero no con medidas estratégicas. Incluso para determinadas medidas impositivas tiene que consultar a superiores.
Los de los bancos de la oposición parlamentaria se limitan a desgañitarse acusando al gobierno de que toma medidas tarde y mal, pero se refieren a unas medidas estructurales y coyunturales de corte puramente económico, que no abordan nunca el fondo grave de la cuestión y solo tratan de salir del hoyo recabando votos para su siguiente apuesta electoral.
Hay muchos analistas superficiales gritando sin sentido que estas cosas se arreglarían con más energía nuclear, sin siquiera molestarse en comprender que la energía nuclear tarda en ponerse en marcha 15 años desde que se planifica, que tiene el uranio también limitado y que no sirve para muchas funciones, como, por ejemplo, abastecer energéticamente a los que están en estos momentos en la calle.
Otros muchos, entre los que se encuentra nuestro presidente de gobierno, cuando va a visitar a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, coinciden en que hay que potenciar las renovables. Otra pose fotográfica y sin sentido, cuando la urgencia de seguir manteniendo el flujo energético que mueve a la sociedad se mide en horas o meses (y puede dejar de llegar en días), mientras que los proyectos renovables solares fotovoltaicos o eólicos conllevan un tiempo de bastante años, exigen unas inversiones gigantescas y fuera del alcance de la inmensa mayoría, y tampoco podrían cubrir y reemplazar la energía que necesitan camiones, grúas excavadoras, tractores, barcos de pesca y demás maquinaria pesada de obras públicas o minera.
Estos días estamos viendo las tripas del interés sectorial a muchos que arriman el ascua a su sardina, mientras que muy pocos piensan serenamente e informan adecuadamente a los ciudadanos de la gravísima encrucijada en que nos encontramos, y son aún menos los que pronuncian un mea culpa sobre su inacción y pasada ceguera.
Veamos los sectores que pronto podrán sumarse a la cola de los que piden rebajas y ayudas:
Electricidad
Por ejemplo, observamos que hay gasóleos y fueóleos dedicados a producir electricidad y hacer cogeneración. En general, este sistema de generar electricidad quemando fuelóleo o gasóleo es extremadamente caro y se utiliza principalmente en los archipiélagos balear y canario (considerado ultraperiférico y por ello mismo protegido y subvencionado), por el hecho de que en las islas no se puede instalar energía nuclear; y hacer un puerto de regasificación es virtualmente imposible desde el punto de vista económico en la mayoría de las islas medianas o pequeñas. Son unos 2.5 millones de toneladas de petróleo y derivados al año. Ya están tardando para ponerse en la cola y pedir también ayudas, exenciones y bajadas de impuestos.
Aviación
En un país como el nuestro, que aspira a recibir otra vez 82 millones de turistas como antes de la pandemia, con aeropuertos con más de mil vuelos diarios de salida y otros tantos de llegada, con los precios de los querosenos por las nubes, es un milagro que los aviones sigan volando. Son casi 7.000 millones de toneladas de petróleo y derivados anuales. Otros a la cola de las ayudas.
Sector industrial
Hemos visto hace poco a trabajadores del sector del aluminio, que es electrointensivo, quemando neumáticos para protestar por el cierre continuado de sus plantas. Lo mismo en el sector del automóvil; en la industria química y petroquímica; en el sector de los fertilizantes, que es más dependiente del gas, del que hablaremos más adelante, pero también del petróleo; y en el sector de la construcción, casi con el electroencefalograma plano. El ladrillo, que costaba 0,10 euros, ha pasado a 0,40; la teja ha pasado de 0,17 a 0,57 euros; la madera no ofrece ofertas en firme con validez superior a dos días o una semana; la minería, otro tanto, y así todo para un sector -el de la construcción- que debe consumir unos 7.800 millones de toneladas de petróleo y derivados cada año. Ya están en la cola de las protestas. Y lo más fácil es culpar al gobierno de turno, sabiendo que está prisionero de un sistema económico mundial que lo supera, pero nadie pide salirse de él, sino que le arreglen su chiringuito particular.
Sectores residencial y comercial
Este sector se come unos 5.600 millones de toneladas de petróleo y derivados al año en un país que es el rey del sector servicios para Europa, con la servilleta en el antebrazo y la bandeja en la mano. El turismo, el gran negocio del turismo mueve y consume una gran parte de ese petróleo. Los ciudadanos en sus hogares, también. Vayan todos haciendo cola, por favor.
El gobierno apenas acierta a balbucear que las mujeres y los niños primero (los desfavorecidos y dependientes), pero el nivel de gresca ha llegado a tal nivel que los ciudadanos se revuelcan y piden que el gobierno abandone las políticas sociales y ayude a lo urgente.
Para cada ciudadano, lo suyo es lo más urgente y lo de los demás, puede esperar.
En estos momentos, uno se acuerda de que hay demasiados funcionarios, demasiados políticos (aunque desde luego alguien de los que protesta los está votando cada cuatro años), demasiados ministerios, demasiado de todo. Pero no se acuerda de que haya demasiados Ministerios de Defensa y demasiados bancos, que no han pagado sus deudas y dan gloriosos beneficios en estos atribulados años, mientras ellos, sí, son tan eficaces que han despedido porcentajes impresionantes de sus empleados, para someter a sus clientes a la dictadura digital.
4. La infraestructura del gas en España
Aunque hay en el mundo muchos expertos y técnicos en energía que saben perfectamente estas cosas, y también expertos militares y estratégicos que las conocen igualmente, da la impresión de que primero se hubiese activado una guerra en Europa y solo después la inmensa mayoría de la gente hubiese tomado súbita conciencia de que nuestra sociedad consume muchísimos combustibles y materias primas (y elaboradas) de todo tipo, y que pueden verse en serios aprietos, trastocando de forma considerable nuestra vida habitual.
El caso del gas y del petróleo, antes comentado, por la guerra organizada por Rusia en Ucrania, es un ejemplo paradigmático. Los medios occidentales ahora hablan todos los días y a todas horas de ello, en general de forma muy vaga, dispersa y falta de datos generales y de contexto, lo que contribuye a aumentar la angustia repentina de los ciudadanos, o bien, en otras ocasiones, sirve para tranquilizarlos, asegurándoles que no va a haber problemas. En todos los casos, se suelen dar datos dispersos, puntuales e interesados, según lo que se quiera transmitir.
Una de las cosas que últimamente se ha comentado mucho en España ha sido que somos un país capaz de “suministrar” gas a Europa; en algunos casos, se ha llegado a decir que incluso el suficiente gas a Europa, si Rusia dejase de enviar el que en estos momentos está entregando a sus enemigos oficiales de la Unión Europea, con los que está en guerra virtual indirecta y con probabilidades de que cada vez sea más directa.
Para poner esta realidad en contexto, vamos a ofrecer algunas cifras:
España no produce apenas nada de gas natural y, por tanto, hablar de “exportar” o “suministrar” gas a terceros países en Europa es un eufemismo barato y significa, más bien, que posee la capacidad de trasvasar el gas que recibe. Pero, desde luego, España tiene una posición relevante en el trasiego de gas europeo.
Dispone de dos gasoductos por los que le puede llegar el gas de Argelia. El primero y más antiguo, el Magreb-Europa, sale de Argelia, transita por Marruecos y cruza el Estrecho de Gibraltar llegando a Tarifa (Pos. K 01), y de ahí se distribuye por la red de gas española al resto del país a través del nodo de Córdoba (Pos. F-14). Lamentablemente, ese gasoducto, que era el de mayor capacidad, se cerró el 31 de octubre de 2021, por causa de los enfrentamientos entre Argelia y Marruecos, y no tiene visos de volver a funcionar a corto plazo, al menos en la dirección África- Europa. Tiene una capacidad estimada o aproximada de bombeo de unos 9.000 millones de metros cúbicos anuales.
Afortunadamente para España, se había construido otro gasoducto submarino en el Mediterráneo, que llega directamente a Almería (Pos M) y se engancha en el nodo de Lorca (Pos M-06) con la red nacional de gas. Ese gasoducto tiene una capacidad de envío de entre 6 y 10.000 millones de metros cúbicos de gas al año, con las mejoras realizadas a toda prisa para ponerlo al máximo.
España, además, en razón del pasado de un sector pujante, de los acuerdos de suministro a largo plazo y de su posición estratégica, dispone de 7 puertos con instalaciones capaces de recibir gas en los buques-tanques de gas (que lo transportan licuado a -160ºC para mayor eficiencia y capacidad de transporte) y, por procedimiento complejos, pueden volver a regasificarlo para introducirlo en la red nacional de gas. Estos puntos son,como se refleja en el gráfico 2:
Bilbao (Pos 45-4)
Gijón (Musel Pos xx)
Ferrol (Mugardos Pos 01-A)
Huelva (Pos F01-F00x)
Cartagena (Pos 15-33)
Sagunto
Barcelona (Pos 0-0D)
Adicionalmente, para cumplir con las llamadas reservas estratégicas, hay varios grandes yacimientos subterráneos en nuestro país. Uno de ellos tuvo que cerrar por graves problemas sísmicos que ha detallado muy bien el experto sismólogo Antonio Aretxabala, en un yacimiento abandonado de gas llamado Castor, enfrente de las costas de Castellón y Tarragona. Hay otro en las mismas marismas del Guadalquivir (Pos- F05-1), que ha sido muy contestado por el sitio tan delicado que existe sobre él. Otro más es un depósito subterráneo en Bermeo, llamado Gaviota (Pos C-3), y dos más en Serrablo (Pos A-0) y en Yela (Pos J-04).
La red de gas española es de las más importantes de Europa (excluyendo la alemana), dadas estas características, pero a la hora de hacer cálculos de las cantidades que se pueden trasvasar a terceros, no solo hay que considerar el cuello de botella del enlace entre dos países, sino sus propios cuellos de botella internos en nodos de tránsito, que pueden también limitar considerablemente el traslado de gas a grandes distancias.
Obsérvese que casi una tercera parte del gas que se consume en España se dedica a la generación eléctrica. Aunque luego, en la red eléctrica, según informa el avance del informe del sistema de 2021, de Red Eléctrica de España (REE), sirvieron en 2021 el 23% de la demanda eléctrica nacional con centrales de gas de ciclo combinado. Lo importante no es tanto la cantidad que ofrece el gas para la producción de electricidad, sino que es la única fuente, junto con la hidroeléctrica, que ofreció el 16% de la demanda nacional, capaz de seguir la variación de la demanda hacia arriba y hacia abajo de forma rápida y eficiente para que no se caiga la red eléctrica y, sobre todo, capaz de cubrir las espaldas a la generación de renovables (eólica y solar FV) cuando no hay viento o sol, o cuando se cambia bruscamente de viento a calma o de sol a nubes; siendo que, además, la hidroeléctrica depende cada vez más del año hidráulico y, en época de sequías, puede no llegar a tener capacidad de respuesta.
España consume actualmente unos 32.000 millones de metros cúbicos de gas al año y ese enorme flujo de gas está siendo gestionado de forma muy profesional, pero al mismo tiempo muy compleja. Antes del cierre del gasoducto con Marruecos, casi la mitad llegaba por esa vía. El cierre del gasoducto que pasa por Marruecos nos ha dejado en una situación de mayor debilidad y mucha menor seguridad energética.
En los países desarrollados, se suele considerar prudente disponer de gas almacenado para un consumo habitual del país de entre 90 y 120 días o un tercio del año, es decir, deberíamos tener almacenados, por seguridad y normativa, unos 10.000 millones de metros cúbicos.
Los últimos datos de CORES, el 14 de marzo de 2022, para el útimo día de enero de 2022, daban unas existencias de 9.762 millones de Gwh (834 millones de m³) en plantas de regasificación y unos 20.716 millones de Gwh (1.770 millones de m³) en almacenamientos subterráneos. Es decir, un total de 2.600 millones de metros cúbicos. Una cobertura muy baja. Si el gas dejase de llegar por gasoductos o barcos metaneros, el país podría aguantar, en esta concreta circunstancia, unos 60 días consumiendo a ritmo normal o algo más si se raciona, y luego nos quedaríamos sencillamente sin él.
El único gasoducto que en estos momentos existe entre Francia y España, es el que pasa por Irún, que tiene una capacidad de envío de entre 165 Gwh/día y 220 Gwh/día (entre unos 5.000 y 7.000 millones de metros cúbicos de gas natural al año). Este es el máximo que podríamos exportar por esta vía a Francia y, por ende, al resto de Europa vía gasoducto.
Parece, pues, un momento poco oportuno para hacerle un feo a Argelia a través de la bofetada a sus acogidos saharauis.
5. El gas, ¿de dónde viene?
Con el gas podemos decir también que España tiene una buena diversidad de suministros en su cesta de la compra; aunque, en este caso, la dependencia de Argelia es mucho más relevante.
Pero lo mejor es ver cuáles fueron los suministros de gas en España en 2021 y entender que es cada vez más difícil cambiar de caballo suministrador en medio de la carrera por mantener el flujo de gas acordado.
De esta importante tabla se desprenden muchos aspectos clave del suministro gasístico español.
Lo primero que se desprende es la gran dependencia de África para recibir gas. Argelia sigue siendo el agente fundamental, sobre todo porque el 86% del gas se recibió de este país y solo el 14% llegó de otros países por buques metaneros a regasificadoras.
El año 2022, las cifras van a cambiar drásticamente a peor, por el cierre del gasoducto Magreb-Europa por el Estrecho de Gibraltar, porque Argelia lleva camino de no poder seguir aumentando sus exportaciones y, sobre todo, porque el transporte con metaneros a regasificadoras con gas licuado es para distancias relativamente cortas (menores de 2.000 Km.) entre origen y destino, y es hasta un 50% más caro que por gasoducto. Esto, sin contar los problemas de contratar buques metaneros que no estén hasta arriba de trabajo y obligados con contratos a largo plazo.
Otra cosa que llama la atención, es que hayamos caído en la dependencia del gas de fracking o gas de esquistos de Estados Unidos y que ya le estuviésemos comprando un 15% de nuestro consumo. Esto es extremadamente peligroso, porque el fracking es una suerte de pan para hoy y hambre para mañana, dado el calamitoso estado de agotamiento rápido que sufren los yacimientos con estas técnicas. Este giro repentino de dependencia, por mucho que EE.UU. sea aliado de España, es salir de Málaga para meterse en Malagón, desde un punto de vista puramente estratégico.
Sorprende Nigeria de nuevo, el gigantesco país fallido africano, con su aportación importante. Uno de los resultados indirectos más peligrosos de las turbulencias globales en materia energética, es que si el mundo se sigue rigiendo por las leyes del inexorable mercado (las únicas que nuestro sistema conoce y aplica), la primera fase de toda escasez se resuelve con el aumento de precios, que expulsa automáticamente a los más menesterosos, a los don nadie, de las posibilidades de acceder a este bien esencial, y la menor y más cara energía termina quedando en manos de los que se la pueden pagar. Y esto a cambio de aumentar las tensiones y las desigualdades con los desfavorecidos, que pueden terminar llamando a la puerta de forma desesperada o levantándose contra el sistema que les esquilma el recurso de su suelo y se lo lleva a los poderosos, creando inestabilidad también a estos.
Y luego viene Rusia, para aquellos que se alegran de nuestra suerte de no depender “tanto” del gas ruso, como otros socios europeos (en el caso de Bosnia Herzegovina o Macedonia del Norte, hasta un 100%). Depender de Rusia en un 9% de todo lo que consumimos, no es baladí y nos cabe preguntarnos si podemos permitirnos ser tan arrogantes como para castigar a Rusia sin esas compras, sancionándola de ese modo, o si puede que sea al revés, que sea Rusia la que decida no enviar más gas y entonces veremos quién hace más daño al otro: si uno sin las divisas que todavía les enviamos por la compra del gas, de forma tan cínica, o si el otro sin el 9% del gas que consume.
6. ¿El gas desde España a Europa?
Desde el comienzo de la guerra en Ucrania, los movimientos en la Europa comunitaria son frenéticos, pero en muchas ocasiones dan una triste sensación de entidad muy compleja e ingobernable a la hora de tomar decisiones rápidas y de alcance, y muy dependiente y sometida, por un lado, a los EE.UU. en lo político y, por otro lado, a Rusia en lo energético. Los líderes europeos, y no se puede excluir a los nuestros, dan la sensación de correr como pollos sin cabeza en busca de soluciones que no encuentran, pero a veces sacando pecho de forma tan arrogante como hueca de contenido y sustancia. Dan la impresión de vivir y actuar movidos por lo de siempre: mantener sus posiciones políticas y privilegios.
Estos días hemos asistido a espectáculos circenses de líderes políticos ofreciéndose a otros líderes políticos para solucionar o minimizar los posibles cortes de suministro ruso de gas y petróleo a Europa Occidental y, dentro de ella, a la cada vez más numerosa comunidad de miembros europeos de la OTAN. Salen haciéndose la foto y ofreciendo a España que se convierta en un hub (punto clave de tránsito) del gas de todo el mundo a Europa, obviamente, vía Francia. Para calmar angustias, quizá sea una pose adecuada, pero descalifica bastante a quien propone semejante desatino.
Veamos los datos.
He dicho antes que el único gasoducto existente que une España con Francia, es el que va desde el nodo de Vergara pasando por Irún (Pos 41.10.1), que se une después en Francia con el nodo de Lussagnet. Tiene una capacidad de entre 6.000 y 10.000 millones de metros cúbicos anuales.
Curiosamente, en la tabla 9, observamos que ha sido Francia en 2021 quien ha suministrado gas a España por esta vía. En total, unos 19.158 Gwh, que vienen a ser unos 1.700 millones de metros cúbicos de gas.
Las informaciones que señalan que podríamos disponer en breve de un segundo enlace con Francia mediante el suspendido proyecto Midcat, que conectaría ambos países por el lado catalán, son muy poco realistas, dados los tiempos que se manejan, pues quedan más de 100 km de gasoducto por completar para unir el nodo de Martorell (Pos 5-D) con el nodo francés más cercano. No es tanto una cuestión de los millones de euros, ni siquiera de la escasa voluntad política de la propia Francia, sino fundamentalmente de tiempos y de utilidad, ya que en una situación bélica, el corte de suministro puede sobrevenir en horas y el proyecto puede durar, en el mejor de los casos, más de un año e implicaría además mover fuerzas económicas y financieras colaterales, en contratos de suministro de gas licuado a las regasificadoras españolas, que se alineen con los contratos de demanda de los países europeos, empezando por Francia, que pudieran beneficiarse de ellos. Los franceses pueden decir, con toda lógica, que lo que el mercado pueda proveer, si tiene que llegar en buques metaneros, que lo haga directamente y de forma más barata en sus regasificadoras de Dunkerque, Montoir de Bretagne en el Atlántico o Fos-sur-Mer en el Mediterráneo.
Es una situación ridícula presumir de que España se puede hacer cargo de cosas que necesitan gestiones y financiación a largo plazo, cuando la suerte del suministro de gas se puede estar jugando a todo o nada en cuestión de días u horas.
Si miramos ahora el flanco sur europeo en cuanto a infraestructuras de gasoductos, Argelia está bastante al límite en su producción y posiblemente cercana a su llegada al cenit de producción como para pedirle milagros, aparte del trato que últimamente le ha dispensado por España en la cuestión del Sáhara.
Pero lo que resulta fundamental, es echar un vistazo a las necesidades europeas de gas, para ver hasta qué punto resulta un despropósito proponer ahora sustituir el gas ruso de Europa por el que procede del norte de África, a través de España o Italia.
En esta tabla 10, se observa que aunque Europa produce 219.000 millones de m³ de gas, consume 544.100 millones. Y de ellos, 160.000 millones los importa de Rusia. Esto es nada menos que el 49% del gas que importa Europa y el 30% del gas que consume.
Lo que llama muy poderosamente la atención, es que solo los países europeos de la OTAN, y excluyendo a los países más o menos neutrales, consumen 486.000 millones de m³ de gas y solo producen 153.000 millones, con lo que deben importar 333.000 millones cada año y de ellos están importando 122.000 millones de barriles de su hoy archienemiga Rusia.
Esto es, el 36% de sus importaciones de gas y el 25% de su consumo total de gas procede de Rusia. Algunos de esos países europeos de la OTAN, incluso tienen dependencias del 100% del gas ruso como Macedonia del Norte o porcentajes muy elevados como el 93% de Letonia, el 77% de Bulgaria, el 70% de Eslovaquia o los 68% y 66% de Croacia y la República Checa, respectivamente. Y sacan pecho frente a su enemigo.
Se trata de una situación inédita, por lo ridícula y muy posiblemente insostenible a medio plazo. Esto va a romper aguas por algún sitio y más pronto que tarde. Es incomprensible, aunque se diga que es Rusia la que no puede dejar de prescindir de las divisas en que se les paga, porque por la otra parte, son sus enemigos los que le pagan en divisas fuertes como el dólar o el euro, porque no pueden hacer otra cosa ni encontrar alternativas, sin provocar una catástrofe energética en sus propios países.
Aunque aquí esté hablando de gas, si a esto se suma la dependencia del petróleo, la situación multiplica, no suma, su complejidad y peligro.
La Europa listada consume 12,5 millones de barriles de petróleo diarios. De ellos, importa 3.297.000 barriles diarios de Rusia. Los países europeos de la OTAN consumen 8.700.000 barriles diarios; de ellos, 2.300.000 provienen de Rusia. Algunos de los países europeos de laOTAN como Lituania, Holanda o Eslovaquia dependen en un 100% de ese petróleo ruso. Otros, como Hungría, en un 86,5% y Polonia en un 77,9%.
En realidad, es una situación tan esperpéntica como los relatos de la guerra de Gila. Que haya países mendigando la energía con la que se tienen que mover para luchar con su enemigo, es algo truculento y muestra el nivel de cinismo de los europeos que dicen estar dispuestos a castigar y sancionar a Rusia.
7. ¿El gas desde Estados Unidos a Europa?
La prensa nos ha anunciado que la UE comprará gas licuado a EE. UU. con la intención de sustituir el gas ruso. Lo cual resulta una vaguedad, en vez de analizar los datos y exigir a los gobernantes que los ofrezcan. Datos como los siguientes:
Según Statista existían a finales de 2020 unos 642 buques metaneros (LNG tankers en inglés). Su capacidad total combinada era de 431.000 millones de metros cúbicos en 2018.
Corea del Sur construye el 78% de los buques metaneros en el mundo, según Wikipedia. Los pedidos aumentan considerablemente y había ciento y pico tanqueros pedidos en 2019, aunque sus periodos de construcción son largos, ya que se trata de sistemas muy complejos que deben mantener el gas licuado a unas temperaturas de -160 ºC y para ello consumen bastante energía frigorífica, generalmente del propio gas almacenado. Sus tanques son generalmente esféricos para optimizar la relación peso/volumen con la superficie mínima del depósito, ya que debe ir muy bien aislado y protegido de las variaciones de temperatura del día a la noche y cambio de latitudes. Además, tiene complejos sistemas para hacer inertes los buques mediante la inyección de CO2 para eliminar riesgos de enormes explosiones que podrían ser parecidas a la que se dio (por otras causas) en el puerto de Beirut.
Un metanero grande puede cargar hasta 267.000 m3 de gas natural, pero se construyen de muy diversos tamaños. La mayoría oscilan entre los 125 y 175.000 m3 de capacidad. Digamos que el promedio podrían ser unos 150.000 m3.
El tiempo de traslado de gas mediante un buque metanero, por ejemplo, de la costa este de EE.UU. a Europa —unas 3.500 millas náuticas— lleva unas 200 horas, navegando a la velocidad promedio de 19 nudos. Eso son algo menos de 10 días, pero si se suman los tiempos de espera y el día y medio de carga y medio día de descarga, lo habitual es tardar 15 días en trasvasar gas de EE.UU. a Europa. Más otros 10 días de vuelta vacío, porque lo específico del buque impide el aprovechamiento en el trayecto de vuelta.
En total podríamos estimar que cada buque metanero puede trasladar 150.000 m3 de gas desde EE.UU. a Europa en algo menos de un mes, suponiendo que hay gas suficiente y puntos de carga libres en origen sin demoras.
Pongamos que, en un año, un metanero de tamaño medio de la flota mundial puede trasladar 1.800.000 m3 de gas natural de EE.UU. a Europa. Al condensarse para licuarse, su equivalente en gas natural gaseoso a temperatura y presión normales es de unas 600 veces más. Así que transporta unos 1.080.000.000 de m3 de gas natural gaseoso.
Tal como explicamos anteriormente, la dependencia de Europa del gas ruso oscila, para el conjunto de importadores, entre los 160.000 millones de m3 y los 122.000 millones de m3.
Olvidémonos de los países europeos neutrales que no están en la OTAN y fijemos las necesidades mínimas de la Europa otánica de 120.000 millones de metros3.
Dado que cada metanero podría llevar 1.080.000.000 m3 en un año de idas y venidas constantes, se necesitarían unos 111 metaneros de capacidad promedio a tiempo completo, trasvasando gas natural de fracking, si lo hubiese, de EE.UU. a Europa. Pero resulta que hay 642 en todo el mundo y ya están muy ocupados. Eso es casi la quinta parte de la capacidad mundial, que no está ni mucho menos ociosa. Así que… a alguien se los van a tener que quitar.
De hecho, si miramos los movimientos mundiales del gas licuado en todo el mundo, según el BP Statistical Yearbook de 2021 (con datos de 2020), tenemos que toda la capacidad mundial actual de trasvases es del orden de la que consume Europa por todos los conceptos (por gasoducto y por buques metaneros). Supongo que esos volúmenes ya estarán contratados a medio y largo plazo entre estos importadores y los principales exportadores.
Asusta comprobar que solamente Asia ya importa, vía buques metaneros, 345.000 millones de m3 de gas, principalmente Japón, China, Corea del Sur, India o Taiwan. Y a esos países o a Pakistán, que tiene armas nucleares como China e India, no va a ser fácil desposeerles de los metaneros ya contratados y desviarlos a Europa para que puedan fastidiar a Rusia y a Putin.
El fregado es considerable. «Alguien está engañando a alguien…», como decía Gila, ahora que se ha puesto de moda imitarle y comprar gas al enemigo en plena guerra y que el enemigo te lo envíe. «¿Está el enemigo?… Que se ponga.»
8. El cuento de la lechera de las renovables, como sustitutas de las fósiles
Como ha comentado recientemente en RNE el experto Antonio Turiel, investigador del CSIC, alguien ha cometido un error estratégico y táctico al mismo tiempo. Alguien se ha marcado faroles, sin haber hecho cuentas a priori de lo que va a pagar a posteriori; si no rectifica a tiempo y llega a un acuerdo con los rusos, haciendo acto de contrición, es como si hubiéramos apretado ya el botón del Mutual Assured Economic Destruction (MAED); y el paso inmediatamente posterior es el Mutual Assured Energetic Destruction que ya ha apretado Putin, exigiendo que los países “inamistosos” le paguen el combustible en rublos. Supongo que al humillante precio de unos 130 dólares el barril, después de ir con esos dólares a buscar los devaluados rublos y constatar que con los cientos de miles o millones de rublos que les salgan, les dará exactamente para un barril. Eso es lo que haría alguien que tiene la capacidad y se siente humillado.
Alguien sigue mintiendo a su población de forma no menos intensa que Putin a la suya, pero de forma diferente, asegurando que estamos ganando y que Putin está perdiendo. Eso es lo que nos llevará a la ruina.
Alguien debería advertir a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que no sabe ni de qué habla cuando dice que vamos a hacer renovables para sacudirnos el gas ruso, mientras estrecha la mano a Pedro Sánchez, nuestro Chief Executive Officer (CEO) del chiringuito nacional, que es en lo que se ha convertido España.
Ayudemos a Ursula von der Layen, a Pedro Sánchez y a tanto prorrenovable de urgencia a hacer unos sencillos cálculos:
160.000 millones de metros cúbicos de gas anuales que Europa importa de Rusia, equivalen a 137 millones de toneladas equivalentes de petróleo (Mtep) y eso son 1.000 millones de barriles anuales o, precisamente, otros 2,7 millones de barriles diarios de petróleo equivalentes en gas. Ahora, hay que ponerse a echar cuentas de lo que hay que hacer en eólica y solar para sustituir solo el gas que deja de fluir (si deja de fluir el petróleo ruso, otro tanto): 137 Mtep en gas equivalen a unos 2,4 TW de energía solar o unos 1,4 TW de energía eólica (eso son unos 280.000 aerogeneradores de 5 MW, que son más del doble de grandes que los que habitualmente pueblan el territorio español, que suelen ser casi todos de 2 MW).
Si cortan el petróleo y el gas, hay que poner, por ejemplo, 2,4 TW de energía solar en España (más que nada, por ser el país más soleado) y además 280.000 aerogeneradores en donde se desee de Europa. Se puede mirar a ver lo que se tarda, los materiales que implica y, sobre todo, a ver si se llega a tiempo en plena guerra. Como sistema comparativo, la potencia solar fotovoltaica instalada en España hasta ahora está en el entorno de los 12 GW. Para llegar a 2,4 TW (que son 2.400 GW), habría que instalar unas 200 veces la potencia instalada en España desde el principio hasta hoy. España es el tercer país con más potencia instalada fotovoltaica de Europa.
Como ejemplo comparativo, Europa tiene instalados unos 140 GW de potencia fotovoltaica acumulada hasta la fecha. Para llegar a los 2,4 TW requeridos para sustituir al petróleo o al gas ruso si dejasen de suministrarse, habría que instalar unas 17 veces más que toda la potencia solar fotovoltaica instalada en Europa hasta hoy. ¿Por qué nadie hace estas cuentas y todos hablan de sustituir con renovables a los combustibles fósiles y de que es urgente reducir esa dependencia? ¿Alguien ha echado cuenta de lo que eso costaría y la energía fósil que debería consumirse al principio para fabricarla e instalarla?
Todo ello, además, sin considerar los sistemas de acumulación para evitar sorpresas. Los depósitos gigantes de gas, de petróleo y las montañas de carbón son stocks, disponibles en cualquier momento, señora Von der Layen y señor Sánchez. Los módulos fotovoltaicos y los aerogeneradores ofrecen apenas flujos inestables de energía. Estoy seguro de que todos ustedes tienen que saber esto sobradamente. Sus arrogantes declaraciones sobre reducir la dependencia de Rusia de la noche a la mañana son pura propaganda calmante, nada más. Seguro que saben eso y seguro que lo sabían antes de embarcarse a jugar a ser duros con Putin y Rusia.
Dos versiones anteriores de este texto se han publicado ya en sendas revistas digitales: 15/15\15 (27/03/2022) y CrisisEnergetica.org (24/03/2022). Agradecemos al autor que nos haya permitido reproducir esta tercera versión en la web del Laboratorio.