Clara Navarro Ruiz es investigadora postdoctoral en el Dpto. de Filosofía y Sociedad de la Universidad Complutense de Madrid. Es doctora en Filosofía por la UCM con una tesis que obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado y actualmente estudia el grado en Derecho en la UNED. Es autora del libro El capitalismo de hoy, la incertidumbre de mañana (Pepitas de Calabaza, 2022). Sus líneas de investigación se centran en el marxismo contemporáneo y la crítica interseccional del capitalismo, con especial interés en sus transformaciones jurídicas. claranavarro@ucm.es
Crítica del capital más allá del productivismo o de cómo Kohei Saito nos da motivos para contar con Marx para la defensa del planeta
Aunque por motivos evidentes cada vez recibe más atención la relación de Karl Marx con la cuestión medioambiental, durante algún tiempo no ha sido excesivamente estudiada. Uno de los motivos es que ha prevalecido una imagen del marxismo como una teoría productivista: se ha considerado que en el pensador alemán hay un fuerte vínculo entre el desarrollo de las fuerzas productivas en sentido capitalista y el progreso de las sociedades. Según esta lectura, el filósofo habría juzgado que la imposición del capitalismo sería algo positivo en este aspecto.
Es verdad que hay algunos textos de Marx que inducen a pensar así, pero tampoco es menos cierto que hay otros que pueden cambiar esa visión. Kohei Saito (2017) defiende una postura muy diferente en un libro de reciente traducción al castellano, titulado La naturaleza contral el capital. El ecosocialismo de Karl Marx (2022). Saito considera que la crítica ecológica de Marx es fundamental para comprender su teoría de la economía política, porque el desarrollo maduro de su pensamiento incluyó un riguroso estudio de varias disciplinas de la ciencia natural que moldearon su análisis y lo inclinaron a sopesar muy atentamente el mundo material. Según Saito, la lectura del capitalismo de Marx va más allá de una reconstrucción categorial del recorrido histórico de la sociedad capitalista, lo que explica que el autor alemán se dedicara a áreas más allá de las disciplinas humanistas.
El interés de Marx por el entorno natural se lee ya en sus escritos de juventud sobre la alienación, en los que el filósofo expresa que la sociedad futura debería reposar sobre la unidad entre naturaleza y humanidad. Para el joven Marx, el trabajo asalariado capitalista separa al hombre de la naturaleza, dada su escasa autonomía sobre el proceso productivo y la mercantilización de la tierra. Estas nociones, todavía muy influenciadas por las ideas de la izquierda hegeliana, dejarían paso muy pronto a la preocupación que marcaría el resto de su elaboración teórica: la específica mediación capitalista entre naturaleza y cultura. El interés se centra entonces en comprender por qué el modo de producción capitalista genera una separación antagónica entre ambos elementos y, para abordar dicha cuestión, resulta esencial la noción de “metabolismo”, que Marx tomó del químico –ya hemos dicho que el interés de Marx en las disciplinas naturales era notorio– Justus von Liebig.
Este término, de carácter algo elusivo, se refiere, de manera muy sencilla, al intercambio de energía de la especie humana con la naturaleza, a la interacción generada por el trabajo del ser humano en y sobre los recursos que ofrece la naturaleza. Este concepto (que ya está presente en los Grundrisse) se consolida en El Capital, donde la noción de “metabolismo” alude más específicamente al proceso de intercambio de energías con la naturaleza inherente al proceso de reproducción y acumulación de capital en sentido global. Dicho llanamente, Marx subraya el modo en que las relaciones capitalistas modifican y vertebran nuestro comportamiento con la naturaleza. Esto implica, para Saito, comprender de qué forma el modo de producción capitalista transforma las dimensiones materiales y los objetos de la sociedad en los que se impone su dinámica. Así, por ejemplo, el proceso de «cosificación» [Verdinglichung] es el modo en que la producción capitalista altera la dimensión material de los objetos para que se adecúe de manera óptima a la lógica del capital, facilitando el proceso de su acumulación.
Aunque no parezca del todo claro cómo una dinámica económica puede impactar sobre el aspecto material de los objetos del mundo, según Saito, tenemos que entender que bajo el influjo del capital cualquier proceso productivo se subordina al movimiento del capital. Es decir, que en el capitalismo no importa qué fabriquemos u ofrezcamos, sino que fabriquemos u ofrezcamos algo para acumular capital. Marx era muy consciente de que en el capitalismo importa únicamente la cuenta de resultados, los beneficios, no tanto su procedencia.
Saito ejemplifica su argumento a través del análisis de dos capítulos de El Capital, los dedicados a la jornada laboral y a la relación entre maquinaria y gran industria. Según el autor japonés, ambos son especialmente interesantes porque no abordan únicamente la destrucción del mundo material, sino que revelan de igual modo que la conformación material y social del mundo bajo criterios capitalistas crea una serie de contradicciones. Es decir, que a pesar de sus esfuerzos, el capital no puede dominar a la naturaleza más que a costa de devastar el metabolismo natural y social, lo que genera resistencias.
En su análisis, Saito concluye que ni El Capital, ni la obra de Marx en su conjunto debe ser leída con las gafas del productivismo. Es cierto que las referencias del autor a cuestiones medioambientales no son numerosas, pero no hay una conexión necesaria entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la resolución de problemas metabólicos. Esto sería tanto como decir que Marx cree que con el progreso del capitalismo hay una menor incidencia de catástrofes y contradicciones a nivel natural y social, algo que no afirmó. Por el contrario, una lectura como la de Saito hace evidente que Marx era consciente de que el uso de la naturaleza como mero repositorio de recursos materiales no es sostenible, ni deseable:
[…] la crítica ecológica de Marx muestra que un cierto valor de uso de la naturaleza se modifica de manera profunda bajo el capitalismo en favor de la valorización, y que esta elasticidad de la naturaleza es la razón para la explotación intensiva y extensiva del capital […] El impulso del capital a la explotación de fuerzas naturales no tiene límites porque estas fuerzas funcionan en la producción como factores gratuitos o que minimizan los costes. Sin embargo, las fuerzas naturales y los recursos son “limitados”, así que la perturbación del ecosistema hace surgir la contradicción entre naturaleza y capital. En este contexto, Marx no afirma sencillamente que la humanidad destroce el medio ambiente. Más bien, su “método materialista” investiga cómo el movimiento cosificado del capital reorganiza el metabolismo transhistórico entre los seres humanos y la naturaleza y niega la condición material fundamental para el desarrollo humano sostenible. (pp. 132-133).
En otras palabras, Marx fue plenamente consciente de que el capitalismo subordina el entorno natural a su orden y mando: bajo su égida, este no es sino un factor más de la producción económica, no el entorno vital de todas las especies. Asimismo, Marx vio la conflictividad inherente a dicha subordinación, cuyas consecuencias más funestas sufrimos actualmente. Aunque revertir los efectos más catastróficos de esta situación dependa de muchas variables, resulta confortante saber que la teoría marxiana nos podrá ayudar a acometer la labor que hemos de enfrentar.
Este escrito es una reelaboración de ciertos elementos del sexto capítulo de la tesis doctoral de Clara Navarro Ruiz, titulada «Mientras Caemos. Fundamentos para una crítica interseccional del capitalismo como un sistema civilizatorio», presentada en la UCM en 2019 y dirigida por Pablo López Álvarez. Algunos de los contenidos están también reformulados en su libro El capitalismo de hoy, la incertidumbre de mañana. Alma y declive de una forma de vida (Pepitas de Calabaza, 2022).