Cuenta la leyenda que el primer filósofo, Tales de Mileto, caminaba por la antigua Grecia observando detalladamente el firmamento mientras pensaba en el origen de la vida. Absorto en la meditación, no vio que en el camino había un hoyo gigantesco, inevitablemente cayó en él. Cuando su criada le ayudó a salir le dijo: ¡Oh Tales, presumes de ver lo que está en el cielo, cuando no ves lo que tienes a los pies!
Esta anécdota refleja perfectamente el quehacer de los filósofos, quienes absortos en profundas meditaciones son incapaces de observar el mundo que les rodea. No sólo en el sentido práctico (yo personalmente me he caído y/o perdido más de una vez) sino en el reflexivo. Las academias filosóficas se ocupan principalmente de estudiar (y repetir) a los grandes pensadores, analizan el concepto de <ser> en Parménides o traducen (por enésima vez) las cartas que le escribió Heidegger a Arendt. Pero poco nos ocupamos de promocionar nuestra noble actividad.
La filosofía es el arte de pregunar, analizar, criticar y reflexionar la realidad que nos rodea. El filósofo no es la persona que estudió un doctorado, maestría o licenciatura en esta área, todos a nuestra singular manera, lo somos; en el borracho de la esquina, la señora de las pepitas, el niño hiperactivo y los abuelos dormilones se esconde un filósofo en potencia.Cada uno de nosotros nos hemos preguntado más de una vez: ¿Qué hago aquí?, ¿Qué sentido tiene la existencia?, ¿Qué o quién es Dios? En el momento en el que detengo mi ajetreada vida y cuestiono algún elemento de ella, estoy haciendo filosofía.
Los seres humanos necesitamos hacer filosofía. Caminamos por este sendero de lágrimas aceptando cada una de las cosas que nos dictan como borregos que se dirigen al matadero. Estamos dispuestos a obedecer las reglas: nacer, crecer, reproducir y morir son los propósitos de nuestras vidas vacías. Pero ¿quién determinó esto? ¿Qué sentido tiene seguir con este absurdo reglamento? ¿Es posible vivir de otra forma?
La filosofía es un acto de rebeldía, es la oveja negra que en lugar de seguir a sus hermanas, se detiene a pensar en el sentido de su vida. Es la oveja negra que se rehusa a ser trasquilada porque busca ser algo más que un animal. El hombre es un ser finito, pequeño en comparación con el universo, lleno de angustia y miedo que al hacer filosofía, trasciende su mortalidad.
En la actualidad, México es un país que sufre y llora, que deambula sin saber hacia dónde dirigirse, perdido en el oscuro océano de la violencia, sin poder distinguir entre la verdad y los cuentos de ficción que aparecen en el noticiero nocturno. México necesita filósofos (as), seres que critiquen fuertemente las acciones del gobierno, al tiempo que reflexionan y buscan las mejores políticas para el país.
Es el momento de sacar la filosofía de las universidades porque este país necesita pensar. Estamos rodeados de medios (Facebook, Twitter, la televisión, etc.) que promueven la estupidez, siempre es más fácil vender una crema para adelgazar a un estúpido que a una persona que reflexiona. El ser humano está hecho para pensar, para hacer filosofía. Y hoy más que nunca, este país necesita seres pensantes.
Los mexicanos afortunados que hemos cursado la educación superior debemos fungir como docentes de la sociedad enseñándoles el noble arte de preguntar, cuestionar, criticar, sobre todo proponer nuevas formas de vivir. Perdamos el miedo a la filosofía, pues no es un quehacer exclusivo de los eruditos, sino una necesidad del ser humano, tal vez más elemental que la respiración. Porque como lo afirmó Sócrates hace dos mil años “una vida sin filosofía no merece ser vivida”.
Este artículo ha sido escrito por Anakaren Rojas en: www. sdpnoticias.com
Sobre la autora
Estudió la licenciatura en filosofía en la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Cursó la maestría en la misma disciplina en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid. Es coautora del libro «Ensayos históricos del bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana»(2010) editado por el Ayuntamiento de Tlaxcala. Autora del texto «El camino hacia la distinción cartesiana de alma y cuerpo» (2013) publicado por la Editorial Académica Española. Escribe columnas de opinión en el medio digital Versustlx y el periódico Síntesis. En agosto de 2014 ganó el Premio estatal de la Juventud otrogado por el Gobierno del estado.
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Hace falta gente despierta, con conciencia propia…que todo su trayecto por la vida sea cuestionado, y entonces realmente podrá decir que esta viviendo
Me ha gustado sobremanera el artículo sobre la filosofía…me encantaría contactar con la autora.
Perdona que meta mi cuchara en tu vida . . .
Pero veo tu inquietud como a todos nos pasa . . .
Si hay algo que buscar , es al alma que Dios nos dio .
Esto que hemos leído y nos gustó , bien nos sugiere no solo rebeldía sino también romper cadenas .
El empoderamiento de la mujer debe ser profundo y efectivo . Es la primera en educar el corazón del hombre . ¿ Porque no se zambulle la mujer en su propia esencia en pos de si-misma ?
La mujer tiene mucho que dar al mundo .
Amén , Namasté .
Excelente artículo, lastimosamente muchos no entienden el valor de la Filosofía. Es más en muchos centros de estudios superiores es un delito hacer pensar a los estudiantes ya que solamente se conforman con memorizar y aprobar las materias. Gracias por el artículo.
Entiendo perfectamente que esté absorto en sus pensamientos un filósofo, y que sea despistado,que sea caiga,hasta ahí sí,de acuerdo.Pero un filósofo creo que no debe apartar sus ojos de la realidad presente,pienso que los grandes no lo han hecho,al menos muchos de ellos.Es un laboratorio a su alcance.Hablamos de la vida y de todo,y eso está ahí,nos rodea.
No es necesario entender el valor de la Filosofía, porque el problema es que no somos conscientes que miramos que escuchamos, somos máquinas programadas para reaccionar por mecanismos aprendidos por herencia y educación y no hacemos nada, porque aparentemente no ganamos nada en ser conscientes y porque nuestra educación está condicionada por que vamos a ganar por hacer una determinada acción.