Alejandro Rozitchner
El llamado “filósofo del macrismo”, muy cercano al presidente, cree que el objetivo es “una mutación psicológica de Argentina” para dejar atrás la tristeza y la victimización
Alejandro Rozitchner es un personaje extraño en el entorno de Mauricio Macri. Apodado «el filósofo del macrismo» –él dice que no llega a tanto- es un hombre que, como él mismo explica, viene de «la marihuana, el rock, la filosofía» –es hijo de un respetado filósofo que tuvo que exiliarse durante la dictadura- y ahora trabaja para otro que viene de «la empresa, la ingeniería y el deporte». Mientras charla en su pequeño despacho en la Casa Rosada, interrumpe el encuentro para atender una emergencia del «equipo de discurso» del presidente. Rozitchner le da a Macri ese toque de mensaje poco político, en ocasiones más cercano a la autoayuda, que muchos critican pero que le ha funcionado muy bien.
Como todos los macristas, huye de los conceptos de izquierda y derecha. «En Argentina la derecha es una ficción de la izquierda. No hay nadie que se diga ‘soy de derecha’. Sería como decir me gusta agarrar bebés y reventarlos contra el piso. Creo que hoy en día izquierda y derecha no son categorías orientadoras, no sirven para explicar nada».
En Argentina muchos se burlan de este tipo de discursos, pero lo cierto es que con ellos Macri ha logrado algo inédito: derrotar al peronismo incluso en su feudo, la provincia de Buenos Aires, y ser el primer presidente no peronista ni radical de la historia moderna del país. Nadie acaba de entender cómo lo hizo. Rotzichner tiene una explicación diferente: como buen argentino, atribuye buena parte del éxito al psicoanálisis. «Tal vez no hay un programa del PRO [el partido de Macri] ni tratados escritos. Sino algo que es más saludable, una posición existencial. Cómo trata Macri a los demás, como se considera a sí mismo. Ni Mauricio ni el equipo tiene un estilo muy pretencioso, narcisista, sino que es un equipo humano de mucha sencillez. Y eso habla del estilo. Mauricio hace 20 años que hace psicoanálisis y no me parece menor. Lo digo con orgullo, debe ser el único presidente argentino que ha hecho tanto tiempo psicoanálisis. Lo que implica involucrarse en un proceso de años de trabajar sobre sí mismo y de intentar conocerse e intentar darle vuelta a las cosas me parece que es un buen signo».
Macri fue secuestrado en 1991 por una banda de policías que lo metieron en un ataúd. Estuvo 12 días preso, hasta que su familia pagó el rescate. Un trauma enorme que durante mucho tiempo le dificultaba el contacto con la gente, tenía cierta agorafobia. «Empezó a hacer análisis después del secuestro, aunque sé que no fue mayormente un tema de su psicoanálisis. Conozco lo que pasa con un buen análisis, va produciendo efectos. Uno no se reinventa, sino que uno puede ser más de lo que es, sin trabas que te sacan del camino». «Mucha gente de este equipo, que lo conocen bien, dicen que ha cambiado mucho, yo no lo creo. Lo veo como siempre, de buen humor, relajado, incluso siendo presidente».
En esa misma línea, cree que el gran objetivo del macrismo es psicológico: «Me gusta pensar en el objetivo de la presidencia como una mutación psicológica de Argentina. Hay que curar un país que históricamente está muy acostumbrado al autoritarismo, a la corrupción, al ventajismo. Ahora estamos en una Argentina nueva. El argentino ha sido tradicionalmente una personalidad que se victimiza. Necesita e idolatra a los enemigos. Nosotros no. También tenemos que superar la valoración de la tristeza como la posición verdadera, que tiene que ver con el tango. Vas a ver, al final siempre te cagan. Esa es la filosofía de una vieja Argentina. Y después el creer que la inteligencia es ejercer pensamiento crítico, lo cual para mí es una idiotez. Si la crítica fuera un factor tan importante de crecimiento, la Argentina sería un país más desarrollado que Estados Unidos».
Pero por encima de todas estas ideas psicoanalíticas, está la realidad. Los datos del primer año del Gobierno de Macri no son buenos: pobreza del 32% –1,4 millones de pobres nuevos– recesión, inflación del 40%. Rozitchner niega que el Gobierno esté frustrado por estos datos, sostiene que hay otros muchos que indican que las cosas están mejorando, y remata con un símil: «Es como un gordo que va al gimnasio. El primer mes está todo dolorido y sigue pesando lo mismo. Estaba mejor antes, piensa. Pero no, gordo, para bajar 50 kilos tenés que estar un año o dos años. Sincerar las cuentas y limpiar la corrupción y la mentira implica pasar un mal año y probablemente este año tampoco va a ser lo ideal», remata. Los argentinos no destacan por su paciencia, pero el filósofo del macrismo cree que también eso está cambiando. «Hay una Argentina nueva. Llama la atención de que un año después de la llegada de Macri, aunque el año fue malo, la gente sigue acompañando. Es un paso de madurez que me parece auspicioso».
Fuente:
http://internacional.elpais.com/internacional/2017/02/12/argentina/1486859452_728810.html
Foto:
Alejandro Rozitchner en la Casa Rosada. Juanjo Bruzza