Antonio Guerrero
RECIPROCIDAD
«El mayor mal moral es la ausencia de reciprocidad, al no evitar el mal ajeno no podemos impedir el mal propio»
LLEVO un tiempo preocupado por esa palabra, la que figura en el título este artículo. Por su ausencia me parece la más importante para definir el estado actual de la moral de nuestro occidente contaminado de individualismo sin contenido ni finalidad. Se definía como la «correspondencia mutua» de una persona hacia otra. Algo recíproco era aquello que se daba como intercambio, devolución o compensación, de otra cosa; lo que exponía acertadamente otro concepto: la solidaridad u hospitalidad. Gracias a ella se vertebraban las relaciones interpersonales humanas. Teníamos algo llamado «ética de la reciprocidad». Esta tuvo origen en la antigua Grecia y en la figura de Epicuro. Decía el filósofo que para conseguir la felicidad había que eliminar todos los posibles daños, de donde extrajo que para evitar el mal propio era imprescindible impedir el mal a lo ajeno. La ética de la reciprocidad se hizo estructural desde entonces en la cultura. En la revolución francesa fue elemental para provocar los cambios políticos. Por ello siempre hemos tenido asociado a nuestros conceptos de justicia e igualdad la importancia de «recíproco». Lo justo siempre fue para nosotros aquello que también lo era para el semejante, ya que así llegábamos a un equilibrio moral. No obstante algo ha pasado en nuestro mundo. Ya nos somos recíprocos los unos con los otros. Ahora tenemos algo llamado «reciprocidad negativa» que sería, según la antropología, cuando alguien obtiene un bien de otra persona sin estar dispuesto a una devolución y a través de trampas y engaños. Nuestros valores han cambiado y ya no nos fiamos de los semejantes. Es más, como damos por hecho que nadie va a ser recíproco nosotros nos esforzamos en no serlo tampoco. El problema es que la desconfianza mutua nos hace reservados, esquivos, individualistas y ausentes. La guerra de todos contra todos, y en cualquier momento, ya no nos hace personas libres ni felices. Peor aun, al final de nuestros días pensaremos por qué. ¿Por qué perdimos el tiempo de esa manera? ¿Por qué se fue la vida sin intentar si quiera ser mejor persona porque sí, sin más, porque ser mejor cada día hubiera reforzado nuestra identidad y porque eso nos hubiera introducido en grupos de confianza para sentirnos a salvo. ¿Por qué no lo intentamos? ¿Por qué? ¿Por qué caímos en la enfermedad moral de nuestro tiempo: la ausencia de reciprocidad?
CONFUSIONES
«El capitalismo global nos controla a través de falsas creencias: la dignidad y la identidad»
De forma sucinta hay dos paradigmas del neoliberalismo que deben ser revisados lo antes posible. El barullo dogmático de ambos ha dejado implícito en la praxis social un repertorio de costumbres y usos encaminados hacia la destrucción del individuo. El primero de ellos está basado en la asociación conceptual entre «Trabajo y dignidad». Se han creado una serie de confusiones y cortinas de humo en torno a la idea de «Derecho al trabajo» que muy lejos de garantizarlo lo han convertido en un método de control poblacional. La principal falacia al respecto consiste en hacer creer que la única manera posible de obtener la dignidad es a través de un buen puesto de trabajo; vendiendo así la idea de que es bueno estar integrado en el sistema para disponer de los recursos y la protección del juego capitalista, porque la postura contraria sería la marginación – no ser digno-. Pero eso no puede ser así. La dignidad es la cualidad de hacerse valer como persona respecto a los demás como acto de responsabilidad hacia uno mismo, lo cual está vinculado a la libertad individual. Todo ser humano por el hecho de serlo tiene derecho a su propia autonomía y a ser respectado por ello. O sea todo lo contrario de lo que nos han hecho creer. El trabajo – aunque no todos- nos hace ser seres bastantes indignos porque nos arrebata la libertad. Salvo situaciones de precariedad se ha convertido en una fuente de alienación que nos aleja del respeto que todos nos merecemos. Y bien… el otro paradigma viene de la asociación de ideas como «Trabajo e Identidad». En occidente la identidad se confunde con el estatus social. El perfil social está muy relacionado con la prestación laboral y con las zonas de confort que algunas profesiones proporciona. De ahí que la identidad se disuelva en el estatus. No obstante la identidad es otra cosa: es el conjunto de rasgos de una persona que permiten distinguirla del conjunto, su singularidad. Dicho así es lo autentico de cada uno, lo que no puede tener nada que ver – salvo excepciones- con la profesión (común y repetida). Con ello volvemos a la libertad individual y a la autonomía del individuo, los temas de fondo. A la sazón, el capitalismo global nos confunde tanto que en ningún caso nos hace seres emancipados o independientes. Todo lo contrario nos controla a través de quimeras razonables como una falsa dignidad y una equivocada identidad.
Fuente:
http://www.elalmeria.es/antonio_guerrero/
http://lamiradazurda.blogspot.com.es/
No estoy de acuerdo. Hay más reciprocidad que nunca; al menos en el mundo en el que yo vivo. Gracias a las redes sociales por ejemplo existe reciprocidad, gratuidad y altruismo en muchos aspectos. Se crean foros para compartir información, conocimiento, experiencias laborales. Y pongo ejemplos:
Soy aficionado al ciclismo. Hay páginas fantásticas como Wikiloc ( sin coste alguno) en las que compartes rutas que has hecho, con fotos, datos gps, mapas etc….y que uno puede estudiar, y descargar en cualquier momento. A eso le llamo reciprocidad.
Soy aficionado a la música. Crowdfundig. (traducido como micromecenazgo). Personas que aportamos una pequeña cantidad de dinero para que un trabajo ( en este caso musical) de un músico que por sus propios medios no puede hacer, salga adelante y que luego recíprocamente nos deleite
Tengo un hijo de 5 años. Es maravilloso ver como todos los padres intentan compartir experiencias, malas y buenas, asociarse y reunirse para sumar esfuerzos para la consecución de un objetivo. También eso es reprocidad.
Trabajo en aeronáutica. El fabricante que nos suministra nuestros helicópteros publica regularmente documentación en relación a los fallos que se han detectado mundialmente , repito, mundialmente y que las empresas operadoras de esa máquinas han detectado.
Eso es reciprocidad; Anteriormente todos los fallos se escondían, todas las soluciones se guardaban para uno mismo.
Y añadiré que también hoy en día hay más altruismo que nunca que es el paso superior a la reciprocidad ( que al fin y al cabo conlleva un interés intrínseco de retorno)
ONGs por ejemplo, bancos de alimentos de la ciudad, voluntarios para acompañar a gente mayor.
Tengo más ejemplos, vivo un mundo amable. Siempre habrá cafres egoístas e individualistas pero son los menos.
Que bonito es vivir!