Causó un enorme revuelo en su época. La vida y la obra de Mary Wollstonecraft son un ejemplo de la búsqueda de la independencia, que trató de contagiar a las mujeres de su tiempo, pero también, y muy especialmente, a las generaciones que estaban por venir.
La vida de Mary Wollstonecraft parecía destinada a ser la típica de una mujer del siglo XVIII. Nacida en una familia de clase media de Spitalfields (Inglaterra) el 27 de abril de 1759, su personalidad se vio a menudo sacudida por los vaivenes económicos, los continuos traslados y las esporádicas agresiones de su progenitor a su madre, a la que Mary trataba a menudo de defender, pues ya de pequeña se antojaba como una mujer de fuerte carácter.
Dos amigas esenciales en la vida de Mary Wollstonecraft
Gracias a la que fuera su primera gran amiga, Jane Arden, hija de un famoso filósofo, Mary pudo comenzar a dar clases y sumergirse en un ambiente de intelectualidad que ya no abandonaría. Fue en esos años cuando se desarrollaron dos de los más importantes valores que perseguiría a lo largo de su vida: la racionalidad y el respeto por el ser humano, fuera este del sexo que fuera.
Su segunda gran amistad, y que duraría toda la vida, sería con Fanny Bloom, con quien Mary comenzaría a vislumbrar una vida diferente a la que llevaban las mujeres de su época. Si bien Fanny era menos “revolucionaria” que Mary, ambas proyectaban una existencia similar, en donde la amistad pudiera sobreponerse a la mentalidad de la época, llegando incluso a plantearse ir a vivir juntas y solas, aportándose ambas cariño y compañerismo. De hecho, junto a las hermanas de Mary, llegaron a fundar una escuela en Newington Green, pero el proyecto no terminó llegando a buen puerto por la delicada salud de Fanny, que con su marido, Hugh Skeys, se trasladó a vivir a Portugal buscando un clima más adecuado. Sin embargo, fue en vano, pues fallecería poco después al dar a luz a su hijo, hecho que destrozó a Wollstonecraft.
El primer paso hacia el resto de su vida
“Vindicación de los derechos de la mujer” es la obra maestra de Mary Wollstonecraft. La editorial Akal ha publicado este libro comentado por Sheila Rowbotham, profesora de Género e Historia del Trabajo en la Universidad de Manchester.(Inglaterra).
Tras la dolorosa muerte de Fanny, Mary viajó a Irlanda, donde encontró trabajo como institutriz de los hijos de Lord Kinsborough, siendo esta vigorosa pensadora una enorme influencia, a pesar de que sus pensamientos y actitud no casaban con los de Lady Kinsborough. Durante esos años se empiezan a desarrollar las dotes literarias de Mary Wollstonecraft, que escribe y publica su primera obra, destinada al público infantil: Relatos originales de la vida real, que verá la luz en 1788. Puede que la publicación de este libro fuera el primer paso hacia el resto de su vida.
Cansada de la enseñanza y frustrada al ver las pocas opciones laborales que la sociedad de la época ofrecía a una mujer cultivada (pero no rica), tomó una decisión fulminante: marchar sola a Londres y convertirse en escritora por méritos propios. Algo terriblemente novedoso en aquella época, a lo que Mary Wollstonecraft no prestó atención: “Seré la primera de un nuevo género”. Dicho y hecho. Apoyada por el editor liberal Joseph Johnson (quien había publicado ya sus primeros trabajos, Reflexiones sobre la educación de las hijas y Mary. Una ficción), se estableció en Londres, aprendió francés y alemán para poder realizar traducciones y empezó a escribir reseñas literarias en el Analytical Review de Johnson. Ese trabajo fue una verdadera bendición para Mary, no solo porque la gran cantidad de lecturas le permitían aumentar sus conocimientos y capacidades intelectuales, sino porque pudo codearse con algunos grandes intelectuales de la ciudad, como Thomas Paine o el ideólogo del anarquismo William Godwin, que más tarde tendrá un papel importante en su vida.
Humillación pública por amor
Es también en esa época en la que Mary cae en el amor romántico, pues se enamora y conquista al pintor Henry Fuseli. ¿El problema? Fuseli estaba casado, pero eso no parecía un obstáculo para la filósofa, que llegó a plantear la posibilidad de que él, ella y la esposa de Fuseli vivieran juntos, en una especie de triángulo amoroso de mutuo acuerdo. La idea horrorizó tanto a la esposa del pintor como a este, que tomó la decisión de abandonar a Mary. Y no solo eso; el rumor se corrió por la ciudad, lo que le costó la humillación pública. Ante tal perspectiva tomó una decisión: mudarse a otro lugar que le resultara más interesante y anónimo.
Su obra más importante es “Vindicación de los derechos de la mujer”, una de las primeras obras feministas de la historia
Revolución por los derechos de la mujer
Mary Wollstonecraft había seguido con enorme interés los sucesos revolucionarios que se estaban produciendo en Francia, por lo que tomó la decisión de trasladarse a París para vivirlos de primera mano. Sentía que ese era el punto de partida de los cambios sociales que ella deseaba, y en su defensa escribió en 1790 Vindicación de los derechos del hombre, obra en la que rebatía las opiniones del antirrevolucionario pensador inglés Edmund Burke. Mary llegó a París en 1792, un mes antes de que la Revolución rebanara la cabeza de Luis XVI y toda Francia se sumiera en la confusión. Es en esa época cuando lee el documento que Charles Maurice de Talleyrand-Périgord envía a la Asamblea Nacional Constituyente y en el que recomienda que la educación de las mujeres se mantenga simplemente a nivel doméstico. Sintiendo que la oportunidad que tanto anhelaba se le escapaba entre los dedos, Mary publica la que será su obra maestra: Vindicación de los derechos de la mujer, un ensayo que se convertiría en una de las primeras obras feministas de la historia (si bien ese término no se haría popular hasta un siglo después).
En su escrito, Mary Wollstonecraft defiende el derecho y la importancia que tiene el que las mujeres puedan ser educadas como los hombres, sosteniendo que tanto unos como otros son seres humanos y, por tanto, sujetos a los mismos derechos y responsabilidades. Cabe destacar, sin embargo, que la obra ha tenido a lo largo de los siglos visiones diferentes, pues ya Wollstonecraft esperaba que los lectores no concluyeran que pretendía “invertir el orden de las cosas”. No dice que hombres y mujeres sean iguales, o que las mujeres deban tener un papel superior a los hombres. Sostiene que ambos son iguales “a los ojos de Dios” y, por tanto, han de tener las mismas reglas morales y las mismas oportunidades. De hecho, ante la incultura mayoritaria de las mujeres de su siglo, apelará a los mismos hombres a que sean el motor del cambio social que es necesario llevar a cabo: “Les ruego que ayuden a sus compañeras a ser independientes, para que ellas sean su mayor apoyo”.
Razón frente a pasión
Vindicación de los derechos de la mujer es, ante todo, una obra en defensa de la racionalidad, el elemento propio del ser humano, sea este un hombre o una mujer. Mary Wollstonecraft se posiciona ante la opinión general de que las mujeres son seres sentimentales, sin capacidad racional, aduciendo que ese rasgo es un producto de la cultura de la época, no algo inherente a la mujer. Al igual que David Hume, considera que razón y pasión son piezas fundamentales que componen a cualquier persona, negando que cada una de ellas pueda separarse y atribuirse a un sexo. De ahí que Wollstonecraft apueste por una feminidad distinta, consciente de su capacidad racional y voluntad de controlar sus emociones, de modo que la mujer alcance una nueva posición en la sociedad y las relaciones, basadas en el compañerismo y el respeto.
Carta escrita y firmada por Mary Wollstonecraft dirigida a la historiadora británica Catharine Macaulay en 1790. Fuente: New York Public Library. Bajo licencia CC-PD-Mark.
Pero lo cierto es que la autora, en ese momento de su vida, no fue capaz de aplicarse los principios de su filosofía, pues se enamoró perdidamente del americano Gilbert Imsay y fruto de la pasión descontrolada de ambos nació su primera hija, Fanny Imsay (en honor a su mejor amiga), el 14 de mayo de 1794. Por aquel entonces, Mary se había trasladado a vivir al norte Francia, a El Havre, y se había registrado como esposa de Imsay a pesar de que ambos no estaban casados. La razón de este traslado fue el peligroso horizonte que se planteaba en París, pues con el comienzo de la guerra entre Inglaterra y Francia los extranjeros pasaron a ser todos sospechosos, algo que hizo que muchos de sus amigos dieran con los huesos en la cárcel cuando no con la cabeza en la guillotina.
Pese al amor idealizado que Mary sentía por Gilbert, este no compartía sus sentimientos. Más aún, parecía no sentirse en absoluto cómodo con esa nueva Mary, casera, maternal y comprometida. Así, sus visitas se fueron espaciando en el tiempo, sus ausencias empezaron a ser cada vez más largas y sus cartas, más y más escasas. Loca de celos y hundida en la desesperación, Wollstonecraft tenía el convencimiento de que Imsay estaba con otra mujer y con la intención de recuperarlo lo persiguió hasta Inglaterra en 1795, solo para ser rechazada de nuevo y constatar la infidelidad.
Ante la brusca ruptura tomó la decisión de suicidarse (un primer intento por sobredosis, de la cual sería salvada Imsay, y un segundo saltando desde un puente), haciéndolo, eso sí, de un modo totalmente racional: “Solo tengo que lamentar que, cuando la amargura de la muerte había pasado, fui inhumanamente traída de vuelta a la vida y la miseria. Pero tengo la firme determinación de que esa decepción no me desconcierte; no dejaré que lo que fue uno de los actos más calmados de mi razón quede como un intento desesperado. En lo que a ello respecta, solo tengo que rendir cuentas a mí misma.”
Tratando de disparar su último cartucho y reconquistar al aventurero americano, se embarcó en un viaje por Escandinavia con el fin de ayudar a Imsay en sus negocios, cuyos errores le habían costado una fortuna. De ese viaje surgiría el libro Cartas escritas durante una breve estancia en Suecia, Noruega y Dinamarca, que, curiosamente, al ser publicado en 1796, sería la chispa de su siguiente romance con su amigo el filósofo anarquista William Godwin: “Si alguna vez hubo un libro hecho para que el lector quedara enamorado de su autor, para mí es este. Ella habla de su dolor de un modo que te llena de melancolía y te deshace en ternura, al mismo tiempo que demuestra una genialidad que inspira una gran admiración.”
Apeló a los hombres: “Les ruego que ayuden a sus compañeras a ser independientes”
Los últimos años de Mary Wollstonecraft
Ambos, Wollstonecraft y Godwin, se conocían desde hacía años y era su relación de cordial e intelectual amistad, si bien, con el nuevo rumbo, se convirtieron en una pareja estable, respetuosa y cariñosa que, sin embargo, no estaba exenta de ciertas peculiaridades. Ambos se trasladaron a vivir a casas separadas pero adosadas, de modo que estando juntos pudieran mantener su intimidad. Y el experimento debió funcionar, pues muy pronto Mary volvía a estar embarazada. Eso planteaba un problema, pues si querían que la niña no volviera a ser ilegítima, era necesario que se casaran antes. El problema era que, al hacerlo, se descubriría que Mary nunca se había casado con Imsay, lo que sería un verdadero escándalo en la sociedad de la época… Y así fue. El conocimiento de que Mary había tenido hijos sin estar casada le costó a la pareja buena parte de sus amistades. El 30 de agosto de 1797 llegó al mundo la pequeña Mary, que habría de pasar a la historia de la literatura como autora de uno de los libros más famosos que existen: Frankenstein, y en cuanto a su vida personal, como esposa de uno de los grandes poetas románticos, Percy B. Shelley.
Placa en recuerdo de Mary Wollstonecraft en la que fue su última residencia en Inglaterra, donde murió. Autor: Ellaroth. Bajo licencia CC-BY-SA-3.0.
Pero el nacimiento de la pequeña Mary significó el principio del fin para su madre, Mary Wollstonecraft, pues la placenta se infectó durante el parto y, tras esto, hubo de sufrir durante varios días hasta que la septicemia se cobró su vida, el 10 de septiembre del mismo año. Roto de dolor, Godwin quiso homenajear a su esposa publicando Memorias de la autora de vindicación por los derechos de la mujer, pero consiguió lo opuesto. El libro, escrito con todo el amor y admiración posible, revelaba los detalles de la vida de Mary, que pasarían a ser de dominio público: su intento de suicidio con una hija pequeña, sus peculiares visiones de las relaciones, su posicionamiento en defensa de la mujer, sus relaciones ilegítimas… Demasiado para la puritana época. Todo ello convirtió a la autora en una repudiada durante casi un siglo, hasta que los diferentes movimientos feministas decidieron hacerse eco de su figura.
El legado de Mary Wollstonecraft
Hoy Mary Wollstonecraft es considerada como una de las mujeres más trascendentes del mundo moderno. Una filósofa que no permitió que nadie le negara la visión de la mujer que sentía que era cierta, con una independencia como ninguna otra había soñado antes y con el objetivo de convertirse en una figura intelectual de renombre. Cultivó multitud de géneros: el ensayo, el tratado, la novela, el cuento, los libros de viajes, etc., demostrando que si un hombre podía vivir de su intelecto, una mujer no estaba menos capacitada para ello. Se comprometió de por vida con la racionalidad, sosteniendo que la misma era la clave bajo la cual los humanos podrían vivir en la Tierra y crear un orden social justo y estable. Pese a morir con tan solo 38 años, se hizo un nombre para el resto de la historia, estableciendo las bases de la igualdad entre hombres y mujeres, y convirtiéndose por méritos propios en una importante figura.
Fuente:
https://blogs.herdereditorial.com/filco/mary-wollstonecraft-la-primera-filosofa-feminista/