Darío Sztajnszrajber: «La filosofía es una gran demoledora de toda firmeza»
Llevábamos un año siguiéndolo y persiguiéndolo, viendo cómo el filósofo argentino Darío Sztajnszrajber abre de par en par las puertas del pensamiento y llena locales con sus eventos en su país y en otros de Latinoamérica. Y preguntándonos cuándo cruzaría el Atlántico. Parecía evidente que ese día tenía que llegar y ha llegado. Del 7 al 9 de mayo estará en Madrid y Barcelona presentando el libro que ha triunfado en Argentina –está en la lista de los más vendidos de no ficción–, ha llegado recientemente a México y ahora se acaba de publicar en España: Filosofía en once frases. Hablamos con él antes de su viaje.
Por Amalia Mosquera
Gracias, Darío Sztajnszrajber, por aclarar en su perfil de Twitter que su apellido se pronuncia shtain-shraiber.Estupendo dar respuestas… antes incluso de que hagan la pregunta. Pura filosofía práctica (o casi). Nosotros, desde luego, necesitábamos la aclaración para poder hacer esta entrevista. Y si Sztajnszrajber ha decidido dar instrucciones precisas es que no somos los únicos que nos perdíamos entre tanta consonante.
En realidad, todo en este docente de filosofía –dice también su cuenta de Twitter–, no solo su apellido, nos llamaba la atención. Filosofía en teatros. Filosofía y música. Filosofía y rock. Filosofía y espectáculo. Filosofía y carteles de entradas agotadas. Filosofía y locales y eventos al aire libre llenos cada día. Filosofía y miles de oyentes. Filosofía y gira por Argentina, Uruguay, México, Colombia… Filosofía y cientos de miles de seguidores en las redes sociales. Filosofía y best seller. ¿Por qué? ¿Desde cuándo un filósofo es una estrella o un influencer? ¿Y por qué no? ¿Cómo enseña la filosofía Darío Sztajnszrajber? Está claro que sabe cómo divulgarla. Así que nosotros, que también nos dedicamos a eso, teníamos que conocerlo de cerca, a ver si descubríamos sus claves, sus ideas, su cómo y su porqué.
De momento, lo entrevistamos a distancia, con el móvil –perdón, el celular– por medio. Él en Argentina, nosotros desde España. Pero pronto viajará hasta Madrid y Barcelona, la segunda semana de mayo, para presentar el libro Filosofía en once frases –publicado en Argentina por Paidós, con un gran éxito de ventas, editado también recientemente en México y que acaba de llegar a España de la mano de la editorial Ariel– y podremos verlo más de cerca. Hablamos con él sobre esa filosofía «impertinente» que le permite explorar, buscar, no contentarse con lo comúnmente establecido, ir más allá de lo que se presenta como «normal». Y hablamos también sobre su modo de divulgarla, aliándose con el teatro o el rock. En algún momento de la historia, la filosofía, que nació en la calle, en el ágora, dejó de estar libre y se encerró para estar al alcance solo de los más eruditos. Sztajnszrajber se atrevió a sacarla del aula, airearla por la calle, la radio y la televisión y subirla a los escenarios, y de vuelta encontró una gran acogida, un público entregado y una legión de seguidores. Levantemos ya el telón de este espectáculo filosófico.
En su libro Filosofía en once frases reúne ideas esenciales y populares de la historia del pensamiento y las explica para que el gran público pueda «filosofar sin ser subestimado». ¿Le presupone a la filosofía un elitismo académico y se ha propuesto liberarla de él?
Los que hacemos divulgación de la filosofía lo que buscamos es recuperar algo de la vocación originaria de una disciplina que no nace acartonada ni aristocrática ni solemne, sino que surge en la antigua Grecia, por un lado, en el intercambio entre culturas, en la calle, en el mercado, en el lugar en el cual se encontraban las diferencias, y exigía un desensimismamiento de lo propio para abrirse a las ideas y las costumbres que traía la extranjería. Y al mismo tiempo, más allá de su origen histórico, nace en lo cotidiano; un origen que tiene que ver con que todos hacemos filosofía permanentemente en nuestra relación con las cosas que nos rodean, de las cuales podemos tomar una distancia y colocarlas en posición de extrañamiento.
«Los que hacemos divulgación de la filosofía buscamos recuperar algo de la vocación originaria de una disciplina que no nace acartonada ni aristocrática ni solemne, sino que surge en la calle y nace en lo cotidiano»
Ese ejercicio de hacer filosofía no es algo que se hace enfrascado en normativas burocraticoacadémicas, sino que lo hace cualquier persona, haya o no haya leído filosofía, en la medida que decide provocar el espacio de la pregunta existencial en relación a cualquier acción práctica. Uno puede hacer filosofía mientras camina, mientras come… Cualquiera de los fenómenos en los que estamos inmersos en el sentido común permite la pregunta incómoda, que es la pregunta por el sentido existencial de todo aquello que no hacemos más que reproducir porque nacimos con el mandato que nos exige seguir haciéndolo. Claramente algo se perdió, porque la filosofía obviamente olvidó su carácter existencial y se volvió una disciplina disciplinada más de las distintas áreas del mundo académico. En general, su institucionalización suele ser vista desde este lugar de la pérdida de sus vocaciones originarias.
Usted define la docencia como un acto de inspiración, una tarea transformadora, inspiradora y emancipadora. ¿Qué papel juega la filosofía en las aulas?
Yo creo que el aula ha muerto. El aula tradicional no se sostiene en un mundo hipertecnologizado, donde cambian todos los esquemas, las jerarquías y las asimetrías típicas de una historia de la educación donde el estudiante solo llegaba a la escuela con el objetivo de ser formado. Parece que la escuela como formadora es una idea que hay que deconstruir. El estudiante tiene forma, no necesita que se le imprima una forma, y si se le genera, se hace sobre una forma previa, con lo cual se genera un conflicto también.
El aula es un lugar de conflicto. Se juegan relaciones de poder y en ese sentido solemos sostener que el aula es también un acontecimiento político. Hay que reinventar el trabajo en el interior de una escuela que ya está desbordada de sus cuatro paredes. El trabajo de contenidos en el aula no suma mucho, porque los contenidos circulan por internet. No tiene sentido que un docente trabaje en el aula únicamente contenidos, que se totalice el dictado de clase en términos de contenidos cuando estos están disponibles fuera. Exige también una reinvención de la práctica docente.
La clave de las instituciones es su conservadurismo, que más allá de la cuestión ideológica supone también una cuestión de facilismo. Uno aprende un oficio y después trata de reproducirlo, pero la filosofía es básicamente un acto de incomodidad, incomodidad frente a uno mismo y frente a lo que uno cree que es su virtud. La filosofía nos hace pelearnos todo el tiempo contra nuestros lugares más seguros. Desde ahí, una clase de filosofía ya no puede reducirse a la enseñanza de información, sino que es un espacio para hacer filosofía. Y para ello hay recursos pedagógicos que no son los tradicionales que para una enseñanza más clásica resultan insoportables. Lo que pasa es que la historia misma de la enseñanza filosófica siempre ha sido una historia subversiva; las grandes clases de filosofía siempre han sido aquellas que, por suerte, han podido escapar a ese sentido común institucional.
«El aula ha muerto. La tradicional no se sostiene en un mundo hipertecnologizado; cambian los esquemas de una educación donde el estudiante solo llegaba a la escuela con el objetivo de ser formado. La escuela como formadora es una idea que hay que deconstruir»
Tiene más de 280.000 seguidores en Twitter, 320.000 en Instagram, llena teatros con espectáculos musicales entremezclados con filosofía, lleva la filosofía a la televisión y la radio… ¿Cómo surgió en usted la idea de sacar la filosofía del aula y llevarla a los escenarios?
La explosión de estos proyectos de divulgación de la filosofía en la Argentina tuvieron que ver con que hace algunos años se creó un canal de televisión [se refiere a Canal Encuentro] que apostaba por la televisión educativa y cultural desde un punto de vista absolutamente revolucionario, trabajando muchísimo más enfáticamente la cuestión de los formatos y apostando a hacer del medio audiovisual un medio para que los grandes temas de conocimiento pudieran masificarse y llegar desde una realidad más entretenida, despertando emoción, incluso cuestionando esa idea más fría y analítica del conocimiento como algo desafectado.
Justamente hay algo de la transferencia que se da en el aula que tiene que ver con lo erótico y que, en la medida en que pudimos llevarlo a programas de televisión, o de radio, o a escenarios teatrales, o incluso a Filosofía en once frases –que es un libro que entremezcla la filosofía con la ficción–, ahí hay un añadido, un excedente, que tiene que ver con recuperar algo que es muy propio de la filosofía en términos originarios: que la filosofía no solo se comprende racionalmente, sino que nos conmueve, nos estremece. Las grandes preguntas existenciales no alcanza con anotarlas en un papel. Genera en uno una zozobra, una desubicación de nuestros lugares más sólidos, y diríamos con Nietzsche que esos martillazos desestabilizan nuestras sensaciones afectivas más primarias. En ese sentido, la filosofía está más cerca del arte que de la ciencia, o en todo caso entiende que la ciencia no deja de ser también un arte, no solo un acontecimiento racional, sino también emotivo.
Anteriormente a Filosofía en once frases publicó en Argentina Para qué sirve la filosofía. ¿Ha llegado a alguna conclusión?
No, no llegué a ninguna conclusión en ninguno de los dos libros, porque en Filosofía en once frases tampoco llego a la conclusión de que toda la filosofía pueda reducirse, imagínense, a once frases. Las frases son disparadoras de miles de paradojas que vamos planteando a lo largo del libro.
En el primer libro, Para qué sirve la filosofía, el eje vertebral es que la filosofía no sirve para nada. En realidad es un saber inútil, parafraseando la cita sobre el arte que enuncia Oscar Wilde, en la medida en que la filosofía se pregunta por qué todo tiene que ser útil. Ante la pregunta: ¿para qué sirve la filosofía?, la respuesta que entrama el libro es: ¿por qué todo tiene que servir para algo? La filosofía nos reconcilia con los aspectos existenciales más improductivos, más inútiles, más inservibles y, por lo tanto, más del margen, de las sobras. Yo creo que se hace filosofía siempre ahí, desde las sobras, desde los restos, desde esos lugares que no cuajan, que no garpan, decimos acá en Argentina, no «pagan» para lo que es el sentido común hegemónico. Entonces nos despiertan como otro sentido y otra búsqueda del mismo por fuera de los lugares establecidos.
«La filosofía es impertinente, es básicamente un acto de incomodidad frente a uno mismo y frente a lo que uno cree que es su virtud»
Hemos leído sobre usted que es un “explorador impertinente”. ¿Se reconoce en esta definición?
Yo creo que la filosofía es impertinente y que eso hace la diferencia con otras formas de hacer filosofía que son más cómplices del sentido común. No hay una filosofía, hay filosofías muy diversas, en conflicto entre sí. Creo que el campo de la filosofía es un campo de batalla donde distintas formas de hacer filosofía crujen y pugnan.
A mí lo que más me interpela de la filosofía es su carácter deconstructivo, pero entiendo que hay otras formas de hacer filosofía que pasan por otro lado, que hay un montón de gente que acude a la filosofía para encontrar fundamentos firmes. A mí me pasa todo lo contrario: la filosofía me parece una gran demoledora de toda firmeza y en algún punto ese abismo al que nos arroja me resulta convocante. No digo que me haga feliz, pero me realiza en su invocación a la incertidumbre. Y me permite también cuestionar la idea de por dónde pasan la felicidad o la realización.
Creo que la filosofía explora. El sentido etimológico de buscar el saber o amar el saber tiene que ver con eso, con que hacer filosofía es no contentarse con lo que se presenta como «normal», sino que quiere saber qué hay detrás, cómo se juega esa normalidad, cómo se ha estructurado, qué tramas oculta, con qué otros conceptos se vincula. No puede no haber una exploración, pero es una exploración que no va en busca de la verdad, sino que va a cuestionar las verdades establecidas. A mí me parece que invierte un poco el sentido de lo que es el preguntar en general, y de ahí también su impertinencia, porque no cuaja con lo que se espera de una disciplina.
El ser humano siempre se ha hecho preguntas sobre sí mismo y sobre el mundo que le rodea, siempre ha buscado respuestas que le satisfagan o le ayuden a hacerse nuevas preguntas. ¿Son preguntas eternas, o las que nos hacemos hoy difieren de las que se hacían nuestros antepasados y de las que se harán las generaciones venideras?
Creo que es una mezcla. Siempre me gustó esa idea de Baudelaire, de El pintor de la vida moderna, en la que, hablando de la modernidad y la belleza, muestra el contraste entre lo eterno y lo efímero. Yo creo que la filosofía tiene esas dos características. Por un lado, los temas de la filosofía son los mismos, pero siempre acaecen bajo el ropaje de su tiempo; y ese ropaje también disuelve la idea de que hay una categoría que se reproduzca idéntica a sí misma. Solo queda el nombre, la palabra… Si dijéramos, por ejemplo, el amor… Desde El banquete de Platón hasta hoy seguimos leyendo libros sobre el amor y es muy probable que en la lectura que hagamos en un tema tradicional o clásico en El banquete diga y no diga nada de lo que nos sucede hoy en relación al amor. Cómo explicar hoy… no sé…, la seducción que se provoca a través de las redes sociales leyendo el modo en que Pausanias, en el segundo discurso de El banquete, nos explica la transferencia que hay entre el amante y el amado. Todo depende de lo que uno quiera, porque pueden considerarse dos situaciones inconmensurables o no; puede reinterpretarse o releer una situación a la luz de los otros tiempos.
«La filosofía no sirve para nada, es un saber inútil, parafraseando la cita sobre el arte que enuncia Oscar Wilde. Ante la pregunta: ¿para qué sirve la filosofía?, la respuesta es: ¿por qué todo tiene que servir para algo?»
El otro elemento es que la filosofía es extemporánea y eso le hace tener esa condición intempestiva, que sus metáforas nos permiten, más allá de su origen histórico, hablarnos e interpretar lo que queramos. En esa misma lógica, todas las teorías del amor que hay en El banquete, aunque hablan del amor de su tiempo, uno puede utilizarlas extemporáneamente como narrativas que de algún modo nos ayudan a repensar el modo de vivir el amor hoy, no desde lo propositivo, sino desde la deconstrucción. No dejan de ser metáforas que en realidad nos impulsan a cuestionar los modos en que se construye el sentido del amor contemporáneo. Lo mismo con el resto de las situaciones. El avance tecnológico trae nuevas temáticas, pero esas nuevas temáticas están siempre en esa relación dialéctica con lo tradicional. La gran revolución de la informática obviamente supone una novedad, pero la discusión entre lo real y lo aparente está ya en Heráclito y de algún modo una cuestión está entramada con la otra. El tema es cómo trabajar esa tensión.
¿Cómo nos puede ayudar la filosofía a afrontar importantes asuntos actuales como la inmigración, el resurgimiento de las ideas xenófobas, el rechazo al otro que viene de fuera?
Fundamentalmente depende del tipo de filosofía que uno haga. Hay filosofías fascistas y xenófobas. Hitler tuvo su filósofo de cabecera, Rosenberg, en la Alemania nazi. Una filosofía de la deconstrucción es una filosofía que obviamente va a insistir en la necesidad de desapropiarse de lo propio, entendiendo desde un marco teórico, con autores como Derrida, Lévinas o el mismo Foucault, que la filosofía es siempre un ejercicio de hospitalidad, porque la filosofía es la apertura justamente a lo otro; la prioridad infinita de lo otro se da en que la filosofía supone un ejercicio de otredad. La filosofía es la otredad del sentido común. Por eso es incomprensible, es molesta, o no se la entiende, o se la considera una pelotudez. Porque de algún modo cuaja en ese lugar de la otredad.
Una filosofía bien encarada va a estar en la defensa de todas aquellas minorías o todos aquellos sujetos discriminados, violentados u oprimidos, sobre todo aquellos que lo han sido en términos de su propia exclusión por naturalización. La deconstrucción no solo supone una reivindicación de la figura del extranjero, sino de aquellas extranjerías solapadas. No es casual que hoy la filosofía más puntera sea la filosofía de género, que saca a la luz los modos de la alianza entre el saber y el poder que no ha hecho otra cosa que promover una sociedad de sujeción donde la mujer siempre ha tenido que ocupar roles que se supone que le corresponden por naturaleza, justificando así una asimetría social.
«La filosofía no solo se comprende racionalmente, sino que nos conmueve, nos estremece. Las grandes preguntas existenciales no alcanza con anotarlas en un papel. Genera en uno una zozobra, una desubicación de nuestros lugares más sólidos»
¿Cuál es el estado de la filosofía hoy en su país, Argentina?
En estos años hay un reimpulso de la filosofía. Acá en Argentina ha sido muy fuerte Canal Encuentro. Podríamos decir que hay una «moda» de la filosofía que incluye también su presencia en los grandes medios. En la medida en que la filosofía tenga mayor alcance masivo y logre llegar a más gente, va a ser un lenguaje que rápidamente va a ser asimilado. Sobre todo porque, en tanto que su lenguaje sea sano, interesante, seductor, es muy difícil que el ciudadano medio no se enganche a ella.
Después sí, siguen las instituciones académicas tradicionales que de alguna manera, salvo algún que otro caso, no se ven afectadas por ese fenómeno. Está muy escindido. Los que hacemos divulgación no estamos en la academia y los que están en la academia de algún modo le temen a la divulgación, se inmunizan frente a ella. Hoy día hay muchos programas de radio, columnas de filosofía en la prensa, la filosofía se entremezcla con otros géneros… El trabajo que nosotros hacemos es ese. En ese sentido hay una reivindicación de la filosofía. También hay filosofía en la política y en el mundo de la empresa. Se va diseminando por lugares extraños.
El otro fenómeno importante que se dio en la Argentina fue la serie Merlí [se refiere a la serie catalana, que en España se pudo ver primero en TV3, luego en La Sexta y finalmente en Netflix, que compró los derechos para su emisión internacional]. Más que ensalzar la filosofía, lo que hace Merlí es posibilitar otra lectura del rol de la escuela y sobre todo del docente. Es una serie muy interesante que puso en evidencia otra forma posible de vínculo en la relación entre el docente y el trabajo en el aula, un trabajo que lo podemos dejar ya de lado en su formato tradicional y pensarlo como espacio de transformación.
«No hay una filosofía, hay filosofías muy diversas, en conflicto entre sí. Yo creo que el campo de la filosofía es un campo de batalla donde distintas formas de hacer filosofía crujen y pugnan»
La filosofía convertida en best seller
Y lo destacamos como valor. La Filosofía en once frases, de Darío Sztajnszrajber, lleva vendidos hasta el momento más de 80.000 ejemplares. Y la cifra sigue subiendo. Mucho mérito, porque recordemos que estamos hablando de un libro sobre filosofía. Seguramente en su éxito tiene bastante que ver la novedad que aporta: no se trata simplemente de una sucesión de frases filosóficas explicadas para que el lector las contextualice y las entienda mejor, sino que las combina con una trama novelada. Por ahí andan Sócrates, Aristóteles, Heráclito, Descartes, Marx, Nietzsche, Foucault…, pero también la muerte de un joven en el metro de Buenos Aires. Sztajnszrajber se propone averiguar la causa de esta muerte y para ello se basa en las ideas de once pensadores, los autores de esas once famosas frases, de toda la historia de la filosofía. Un camino de preguntas en el que el argentino nos acerca a la filosofía y nos hace sentir que todos podemos filosofar.
«La filosofía angustia. La pregunta angustia. No nos hace felices, o por lo menos no nos brinda el sosiego de la certeza. Nos obliga a replantearnos todo, incluso la misma idea que tenemos de felicidad. La filosofía nos golpea de lleno con nuestras propias limitaciones. Interrumpe el fluir de una cotidianeidad segura donde todo funciona, y pone por eso todo entre paréntesis. Todo; en especial la noción de funcionamiento como supuesto último de todas nuestras acciones. Al interrumpir, la filosofía hace que todo lo que venía funcionando normalmente se detenga».
Fuente:
https://www.filco.es/dario-sztajnszrajber-filosofia-demoledora-de-toda-firmeza/
Gracias. «Pelotudez» Me encanta. «…ya estaba en Heráclito » pura verdad. Mi favorito es Wittgenstein. Echo de menos haber metido a Kant en un escáner tomógrafo para mostrarle el interior de su cráneo: ni a prioris ni preinstaladas… Sólo neuronas con microtúbulos y azúcar quemándose. Perdón por la erudición, gracias por leerme.
Quiero participar. Gracias a Darío estoy descubriendo la filosofía. No solo me propongo husmear en sus bellas preguntas e ingeniosas y provisorias respuestas…quiero introducirme en la filosofía. Y, como revela Hidegger, elegir una nueva posibilidad. Un nuevo camino por descubrir.