Las ideas de Matthew Liao (Taichung, Taiwán, 1972)para combatir el cambio climático pueden generar perplejidad y desconcierto, pero seguramente no indiferencia. Este experto en bioética propone, por ejemplo, reducir artificialmente la altura de las personas (por medio de terapias hormonales o de selección de los embriones) para aminorar su huella de carbono.
También sugiere crear parches que produzcan rechazo a la carne para eliminar un consumo que conlleva grandes emisiones de gases de efecto invernadero. Y cree que fármacos de mejora cognitiva, como el Ritalin y el Modafinil, promoverían sociedades más educadas, que son las que suelen tener menos hijos, y a menos personas en el planeta, menos impacto ambiental. Lo mismo harían moléculas como la oxitocina, que aumenta la empatía y fomenta comportamientos más altruistas.
¿Son factibles las propuestas de Liao? ¿Son deseables o pintan un escenario que recuerda a la novela ‘Un mundo feliz’ de Aldous Huxley? ¿Pueden ayudar a abordar el problema o solo sirven para generar rechazo y retrasar soluciones más viables? El filósofo, que admite que no todas sus propuestas tienen por qué implantarse, cree que la crisis climática es tan urgente que no se puede dejar de explorar ninguna opción.
–¿Sus propuestas son una provocación filosófica o van en serio?
–De lo que se trata es de pensar fuera de la caja. Lo que quiero evidenciar es que hay una clase de soluciones que no estamos tomando en consideración. Los parches contra la carne o la mejora cognitiva podrían ser viables. Después de dar una charla en la Universidad de Yale, un representante de una empresa farmacéutica me preguntó si había patentado la idea de los parches. En todo caso, no estoy proponiendo soluciones específicas. Estoy sugiriendo ampliar el espacio de soluciones a las que prestar atención.
–¿Pero no está descartando demasiado a la ligera las soluciones más convencionales? Los precios de la energía renovable están bajando, el veganismo está de moda entre los ‘millennials’, incluso hay inversiones en técnicas para sacar el CO2 de la atmósfera.
–La gente no tiene suficientes motivaciones para cambios de comportamiento, como reciclar más y conducir menos. Y las soluciones que pasan por el mercado, como los impuestos sobre las emisiones, requieren de grandes acuerdos internacionales, que no están funcionando. Finalmente, la geoingeniería –rocíar las nubes con aerosoles o sembrar el océano de hierro– podría tener consecuencias catastróficas. Hay que ampliar el rango de soluciones.
«Algunas de mis soluciones se podrían adoptar en tres o cuatro años, el tiempo que tardaron los teléfonos inteligentes en convertirse de algo raro a un objeto universal»
–Pero sus propuestas son aún más remotas. Suenan a ciencia ficción.
–Muchas tecnologías de las cuales hablo ya existen. Se usa la mejora cognitiva con otros objetivos –para superar exámenes universitarios, por ejemplo–. En las clínicas de fecundación en vitro ya se pueden cribar los embriones que presentan un riesgo de enfermedad o para seleccionar el género. Se podrían cribar en función de la altura.
–¿Disculpe?
–En el fondo, hace 100 años éramos todos 15 centímetros más bajos: por esto las camas de Versailles son más pequeñas que las actuales. China ha tenido una política de hijo único durante mucho tiempo: esta es una política real que ha afectado a miles de millones de personas. La idea de los ojos de gato –visión nocturna– se podría conseguir por medio de [la nueva tecnología de edición genética] CRISPR.
–El problema es urgente y hay soluciones mucho menos enrevesadas: por ejemplo, pasarse a las legumbres antes de esperar un parche contra la carne. ¿No cree que sus propuestas podrían retrasar acciones más efectivas?
–Usted está asumiendo que conoce cuál es la solución apropiada. Pero decirle a la gente que cambien de hábitos tiene poco efecto. Estados Unidos se ha borrado de los acuerdos internacionales. Y la geoingeniería tardará años en ser viable y, además, podría ser peligrosa. Algunas de mis soluciones se podrían adoptar muy rápidamente: en tres o cuatro años, el tiempo que tardaron los teléfonos inteligentes en convertirse de algo raro a un objeto universal. Probablemente tendremos un conjunto de soluciones.
–Su propuesta podría crear dos especies humanas: los ricos, con sus capacidades completas, y los pobres, que modificarían su cuerpo por dinero. O al contrario: una sociedad de virtuosos modificados y unos parias irresponsables que siguen con un cuerpo contaminante.
–Esto es un punto importante. Tenemos que asegurarnos de que no vamos a generar una sociedad dividida. Cada vez que se aplica una política, hay que cerciorarse de que no perjudica a las personas más vulnerables de la sociedad. Por ejemplo, en países con sanidad pública universal, quizás el acceso a la mejora cognitiva debería ser gratuito. Pero también hay otras opciones. Al principio, los teléfonos inteligentes eran solo para pocos privilegiados y luego fueron accesibles a todo el mundo.
«Soy totalmente contrario a obligar a la gente a cualquier práctica como las que llevaban a cabo los nazis. Propongo que sea algo voluntario»
–¿Lo que propone no es simple y llanamente eugenesia?
–No. Soy totalmente contrario a obligar a la gente a cualquier práctica como las que llevaban a cabo los nazis. Lo que propongo debería ser en todos los casos algo voluntario. Pero mi idea es que sea algo beneficioso tanto para el individuo como para la sociedad. Nadie obliga a la gente a comprar el iPhone y, sin embargo, hay filas delante de las tiendas para pagar mucho dinero por ellos. Busco una solución de este tipo para reducir la huella de carbono. Por ejemplo, las personas quieren ser listas en todo caso, entonces tomarían fármacos para mejorar su inteligencia independientemente del efecto positivo en el cambio climático.
–El cambio climático es un problema colectivo. Las acciones individuales no funcionarán si no hay políticas e incentivos de mercado que afectan al conjunto de la sociedad. Sus soluciones son individuales.
–Estoy de acuerdo. El cambio climático es un problema colectivo, pero no puedes cambiar la sociedad si la gente no se adapta. Hace falta abordarlo tanto a nivel institucional como individual. Además, soluciones como la empatía farmacológica son individuales, pero tienen un efecto colectivo.
–Usted es un bioético. Normalmente, sus colegas son los prudentes y los científicos son los atrevidos. En su caso es el contrario. ¿Cómo ha llegado ahí?
–Soy más proactivo. Me esfuerzo en pensar a largo plazo y abordar algunas cuestiones éticas que están en el horizonte. La gente tiene que estar informada sobre los riesgos reales. No hay que asustarles, ni decirles que todo vale. Parte de lo que propongo es arriesgado, pero los beneficios son mayores que los riesgos. Hay medidas de salud pública que implican cierto riesgo, como por ejemplo la vacunación, pero merece la pena adoptarla porque los beneficios superan los riesgos.
Fuente: elperiodico.com
Quisiera saber si hay alguna idea filosofica que incluya al hombre , sus acciones y pensamientos dentro mismo de la naturaleza y no se refiera a esta con «ella» o «lo otro», gracias.